JOHN FOSTER Llegué a casa de mis padres, furioso, con los puños apretados. Todo lo que había hecho para ganarme el corazón de Avril no había servido de absolutamente nada. Rita había echado todo a perder. —¡John! —exclamó Rita emocionada al verme entrar. Sin emitir ni una sola palabra, le arrojé una pequeña caja rosa que había comprado en la farmacia—. ¿Qué es esto? —preguntó desconcertada. —Eres doctora y ¿no reconoces una m*****a píldora anticonceptiva? —rugí con molestia—. Tómatela… —¿Qué? —preguntó sorprendida y retrocedió. —¡Que te la tomes! —grité—. Aún estamos a tiempo de que surta efecto. —No la pienso tomar… —respondió estirando su mano hacia mí, ofreciéndome la pastilla de regreso. —¿Cómo? No pienso cometer error tras error… —agregué furioso, empujando su mano y acercándome iracundo—. Tómatela, no lo repetiré. —¿Por qué estás tan seguro de que podría quedar embarazada? ¿No se supone que estabas drogado cuando me invitaste a tu cama? ¡Tú mismo dijiste que en esa s
JOHN FOSTER —¿Estás loco? —preguntó mi madre al entrar a la biblioteca, donde me había dispuesto a saborear mi dolor—. ¿Rechazas a una chica como Rita, por una madre soltera como Avril? ¿Hablas en serio? ¡Ya estoy harta de esa mujer! ¡Sácala de tu cabeza! —No… —respondí con media sonrisa—. Y no insistas en casarme con Rita. No lo haré. —Déjalo… está encaprichado. Creo que todos los hombres lo hemos estado alguna vez por una mujer —dijo el doctor viéndome con intensidad—. Es cuestión de tiempo, él mismo se dará cuenta de que está perdiendo mucho al aferrarse a una mujer que no es suficiente para él. Sostuve su mirada mientras mi madre salía de la biblioteca, frustrada. Antes de por fin dejarme completamente solo, el doctor me ofreció una sonrisa misteriosa y una mirada muy aguda que preferí ignorar. Tomé mi teléfono e intenté marcarle a Avril, pero de nueva cuenta, no me contestó, en cambio noté que había un nuevo depósito en mi cuenta bancaria, provenía de la empresa que dirigíam
AVRIL STEEL —Me sorprende que con la gravedad de la intoxicación que sufrió, no haya padecido de alguna secuela —dijo el doctor revisando mi expediente que colgaba de los pies de la cama. —¿Es nuevo? —pregunté confundida, no lo había visto antes y era muy tarde para que lo hubieran hecho responsable de mi caso cuando ya me iban a dar de alta. Me vio con intensidad y sonrió de medio lado, causándome incertidumbre. —Algo así. —Resopló agobiado—. A decir verdad, estoy aquí por otro asunto. ¿Es el familiar del señor Elijah Wilson? —Es mi abuelo —contesté confundida—. ¿Está bien? ¿Ocurre algo? —Mi corazón se aceleró y me preocupé. —Para nada… Estaba revisando su expediente y noté que lleva años con un deterioro muy marcado en el corazón, para ser más específicos en las válvulas mitral y tricúspide, lo cual ha generado un engrosamiento del músculo cardiaco y provocado una insuficiencia cardiaca congestiva, ¿me equivoco? Me quedé sorprendida al escuchar toda esa sarta de terminologí
AVRIL STEEL —¿Estás segura de lo que quieres hacer Avril? Ni siquiera lo hemos platicado —dijo mi madre fuera de la habitación. Siguió hablando sin que pudiera ponerle atención, pues estaba concentrada en otra cosa. Las náuseas que había provocado Derek no eran un caso aislado. En cuanto regresé a casa, noté que los olores dulces me revolvían el estómago. Entonces me preocupé. Decidí comprarme un par de pruebas de embarazo y corroborar que mis encuentros con John no habían surtido efecto, pero el destino se burló de mí, pintando ese par de líneas rosas en la prueba, confirmándome que esperaba al hijo que tanto había ansiado, justo en el momento que me había dado por vencida. Salí presurosa de la habitación y decidí que era momento de darme prisa. Pasé como una exhalación, atravesando la casa, directo a la puerta, con mi madre pisándome los talones. —¡Avril! ¡¿Me estás escuchando?! —exclamó desesperada. En ese momento me giré para confrontarla. —Mamá, tú y papá tienen una vida
AVRIL STEEL En una pequeña cafetería de la ciudad, esperé pacientemente. Alissa llegó casi corriendo, con un grueso de papeles entre los brazos que sostenía contra el pecho. —¡Señora Steel! —exclamó agitando su mano en el aire mientras se acercaba. Alissa había sido mi ayudante y un elemento de confianza formidable, pero no pude evitar hacerme preguntas: ¿Cómo fue posible que tanto John como Derek pudieran fingir ser mis amantes anónimos? Ella era la encargada de entrevistar e investigar a los hombres que me serían útiles a mis fines. ¿Cómo es que se le pasó por alto la identidad de esos dos? Había dos opciones, o era más atarantada de lo que creía o… esos dos eran demasiado listos como para encubrir sus identidades tan bien. —Aquí está lo que me pidió… —dijo acomodando por bloques los papeles que cargaba. —¿Tanto? —pregunté frunciendo el ceño. —El doctor Chapman es una eminencia en la medicina. Está lleno de reconocimientos médicos, constancias, postgrados, especialidades, dipl
AVRIL STEEL —Creí que no teníamos más que hablar… —dijo el doctor con una gran sonrisa—. ¿No deseas sentarte? —No, gracias… Mi presencia aquí es rápida, fugaz —contesté manteniendo la calma. Por el rabillo del ojo noté que los padres de John se mantenían a distancia, viéndome con atención—. Como dije, todo está hecho. Lo que usted me pidió para salvar a mi abuelo, lo hice. Fui al hotel donde se encuentra John y le rompí el corazón como usted indicó. ¿Cómo dijo esa vez? ¡Ah, claro!, para que no tenga ganas de buscarme y pueda casarse felizmente con su hija Rita. »He de admitir que se están tomando muchas molestias para manejarle la vida. Porque me imagino que los señores Foster también están en esto. —Sí ya hiciste lo que tenías que hacer, no era necesario que vinieras a decírmelo —entornó los ojos con desconfianza. —Tenía que hacerlo, porque hay un asunto pendiente con el cual no contó —contesté caminando hacia la ventana—. No puedo salir del país, mientras la custodia de mi hij
AVRIL STEEL —¡Amber! —exclamé saliendo tras de ella—. ¡Ven acá! La vi pasar entre las maletas y salir de la casa. —¡Buscaré a mi papá! —gritó antes de azotar la puerta. —¡Amber! —volví a gritar preocupada y comencé a correr intentando alcanzarla. Cuando abrí la puerta mi corazón se detuvo, mi osita estaba corriendo hacia la calle sin fijarse. La adrenalina recargó mis piernas, mis músculos se tensaron y salí corriendo tras de ella. Escuché el ruido de los autos, pero mi atención estaba entera en mi hija. Estiré mis brazos, desesperada por alcanzarla, cuando por fin la tomé de la cintura y la alcé hacia mí. Escuché el rechinido de llantas y la estreché con fuerza, protegiéndola con mi cuerpo, cerrando los ojos y desviando el rostro, esperando que el auto me sacara volando y por lo menos me partiera un hueso, pero eso no pasó. —¡¿Avril?! —el conductor pronunció mi nombre, haciendo que abriera los ojos. Cuando me di cuenta era el auto de John y él era quien se acercaba corriendo
AVRIL STEEL Quise resistirme, quise anteponerme a mis propios deseos, pero el sabor de su boca me estaba doblegando, la cercanía de su cuerpo hacía que el mío me traicionara. Mis manos buscaron sus mejillas y mis labios correspondieron con la misma desesperación hasta que la alarma de mi teléfono sonó. Era el momento justo en el que tenía que ir a casa de mis padres por mi abuelo. Con ambas manos en el pecho de John, lo aparté. Cada músculo me dolió. Cuando lo vi ante mí con esa mirada feroz y sonrisa arrogante, me pregunté si debería de… decirle del bebé. Si lo hacía, menos me dejaría ir y en ese caso, mi abuelo estaría condenado. Agaché la mirada con tristeza y suspiré apesadumbrada. —Vete y déjame en paz… —dije bajando del cofre del auto y acomodándome la falda, cubriendo de nuevo mis muslos—. Yo ya renuncié a lo nuestro, deberías de hacer lo mismo. —No quiero —contestó con arrogancia—. No lo haré. De hecho… puedo quedarme aquí, esperando a que salgas, seguirte a donde vayas.