Capítulo 51: El amante abandonado

JOHN FOSTER

—¿Por qué tantos estudios? —pregunté harto mientras me abrochaba el pantalón. De pronto Rita levantó la mirada de su tabla y cada palabra en la que había pensado se le evaporó de la cabeza al revisar mi torso desnudo—. ¿Algún problema, doctora?

No pude evitar sonreír, divertido. Aunque la consideraba mi amiga, era obvio que los instintos primarios de reproducción estaban ahí y era gracioso verla con la guardia baja. Sus mejillas se enrojecieron y desvió la mirada para poder descender su temperatura.

—¿Qué necesidad de llenarte de tatuajes? —preguntó torciendo los ojos como si ese fuera el problema.

—¿Bromeas? Me ejercité para poder tatuarme y que me viera sexy —contesté divertido y no pude evitar verme en ese espejo de una sola vista, flexionando mi brazo para tensar los músculos y hacer que luciera mejor la tinta en mi piel.

De pronto las luces de la habitación parpadearon y Rita me arrojó mi camisa. —¡Cúbrete! Estás poniendo nerviosas a las doctoras del otro lado.
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