DEREK MALONE Leí y volví a leer el acta de divorcio ante mí. El abogado había dejado en claro que, si no quería tener problemas serios, firmaría sin pelear por la empresa o por mi hija. No quería renunciar a ninguna de las dos, no quería renunciar a Avril, pero ¿cómo podía arreglar las cosas? Ella no volvería a confiar en mí, ¿la había perdido para siempre? Me tallé la cara con desesperación y tomé mi celular, necesitaba distraerme, o solo quería ver fotos de mi esposa para abrir más la herida en mi pecho y darle más peso a mi culpabilidad y arrepentimiento. En ese momento una notificación del periódico me interrumpió, anunciando que el heredero de la familia Foster estaba en París con su novia. El problema no fue la noticia, el problema fue la imagen miniatura que se desplegó. Abrí el «link» encontrándome con fotos donde Avril se veía muy acaramelada con ese hombre. Sus mejillas sonrojadas y esas miradas que se dedicaban eran suficientes para hacer creer al mundo que ella estaba
JOHN FOSTER El odio en los ojos de su aún esposo vibraba con fuerza, extendió su mano, que hasta el momento estaba hecha puño, mostrando las cenizas de lo que quedó del acta de divorcio, soplándolas para que el viento las hiciera caer a los pies de Avril. —No pienso firmar nada —siseó—. Pelearé por lo que me corresponde, y me refiero a la empresa y a mi hija. Me volveré copropietario de este imperio, te guste o no. Si te rehúsas, soy capaz de exigir que vendan todo y me den la mitad. De igual manera, pediré tener la custodia de Amber, por lo menos unos días a la semana, pero si también te rehúsas a eso, entonces encontraré la manera de que jamás la vuelvas a ver. Noté como las palabras de Derek fueron certeras e hirieron a Avril, quien retrocedió como si hubiera recibido un golpe. —No puedes hablar en serio… —dijo llena de dolor—. No puedes quitarme a mi hija. No puedes… —¡También es mi hija! —¡Ni siquiera la quieres! ¡¿Cuántas veces te has sentado con ella a hacer su tarea?! ¡Di
JOHN FOSTER —¿Me quieres ayudar a renovar esta oficina? Necesito ayuda de una mente joven que…? —¡Sí! ¡Sí quiero! —contestó antes de escuchar mi oferta completa—. ¡Hay que quitar todos esos libros! —De un brinco se bajó del sofá y se plantó frente al librero. —Bien, y si quitamos todos esos libros… ¿Cuáles pondremos? —pregunté cruzado de brazos. —¡Hay que conseguir todos los de princesas! —contestó emocionada, dando brinquitos de felicidad mientras aplaudía, haciendo que cada cairel rebotara como resorte. —¿Princesas? ¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¿Para qué poner libros de administración o contabilidad? —Porque esos son feos… y no tienen dibujitos —contestó torciendo la boca. —Qué triste que no tengan dibujitos… —agregué sin poder dejar de sonreír. —¡Te traeré unos de mi casa! ¡Podemos leerlos cuando estés desocupado! —exclamó emocionada. Tenía esa mirada, la misma que ponía Avril, llena de ilusión—. ¡Espera! ¡Tengo unos en mi mochila y estás desocupado! ¡¿Verdad?!
AVRIL STEEL —Amor, ve a cambiarte el uniforme —pedí a Amber quien no había dejado de ver con admiración a John durante todo el camino. Estaba fascinada y no dejaba de hablar con él de lo que fuera. —¡Sí! —exclamó dedicándole una sonrisa emocionada a su nuevo amigo antes de salir corriendo escaleras arriba. —Le agradas… —contesté algo celosa. —Es idéntica a ti —agregó John mientras me acompañaba a la cocina—. ¿Sabes que la clonación aún es ilegal? Comencé a reír como hacía mucho tiempo no lo hacía y cuando volteé hacia él, noté que se había detenido en el umbral, viéndome fijamente, sonriendo de medio lado, orgulloso de lo que sabía que causaba en mí. —No me digas que te pondrás a cocinar… ¿No prefieres que pidamos algo? —preguntó John al ver la sartén en mi mano. —Puedo preparar algo rápido… —Pero puedo apostar que a Amber le gustará comer algo menos saludable —agregó tomando la sartén de mi mano—. Hoy no cocines. ↓ JOHN FOSTER Después de pedir pizza y pasar tiempo con
JOHN FOSTER Mientras tecleaba sin descansar en mi ordenador, sentí una presencia, la puerta se abrió lentamente, rechinando, pero cuando levanté la mirada, no había nadie. Aun así, escuché unos pasos sigilosos acercándose a mi escritorio. Cuando planeaba alzarme de mi asiento, noté un par de ojos curiosos por el horizonte y unas manitas apoyadas en el borde del mueble. Su atención estaba entera en las uvas que había puesto en un tazón, especiales para ella. —¿Qué es eso? —preguntó esa osita traviesa en voz baja. —Hola, Amber… Buenos días. ¿Hoy no fuiste a la escuela? —pregunté tranquilamente mientras seguía tecleando. Vi de reojo como inflaba sus mejillas y fruncía el ceño, molesta por haber ignorado su pregunta. Rodeó el escritorio, se plantó a mi lado, pasó sus manitas por la esponjosa falda de su vestido y alzó su mirada hacia mí. —Buenos días, señor Foster —saludó como toda una princesita—. ¿Cómo está? —Muy bien, Amber… Qué gusto verte —contesté dedicándole toda mi atenció
AVRIL STEEL La noche había caído y no parecía que John fuera a regresar. Me mantuve ocupada en el trabajo, queriendo distraerme, cuando vi la hora, tuve que pedirles a mis padres que pasaran por Amber. La pobre ya se estaba quedando dormida en el sofá. La soledad de la oficina me hizo sentir incómoda, incluso le había pedido a Alissa que se fuera a casa. Solo quedamos los de seguridad y yo. En ese momento mi teléfono se iluminó, era un mensaje de John: «Disculpa que no pudiera regresar. Nos vemos mañana a primera hora. Despídeme de Amber». Torcí los ojos y puse boca abajo mi teléfono, ni siquiera lo contestaría. Seguí escribiendo en mi computadora, arreglando unos últimos detalles para la junta del día siguiente cuando una sombra entrando a mi oficina me erizó la piel. Levanté la mirada de la pantalla y lo vi paseando por la oficina, prestando atención a todo lo que colgaba de las paredes. —Siempre te gustó comprar arte… —dijo Derek dándole golpecitos a la pintura—. Siempre dem
AVRIL STEEL —¡Lo logramos! —dijo mi abogado entrando a mi oficina, con una sonrisa de oreja a oreja, levantando el acta de divorcio como si fuera su bandera de victoria—. Esta mañana llegaron los documentos firmados. Oficialmente estás divorciada de Derek Malone. Le ofrecí una sonrisa lánguida en el momento en que entró John. Fresco, con una gran sonrisa y un par de cafés en las manos. —¿Qué estamos festejando? —Sonrió contagiado por la emoción de mi abogado y me ofreció uno de los cafés. —La señora Steel es libre —contestó mi abogado con orgullo antes de voltear hacia mí—. Me sorprende que cambiara de opinión el señor Malone. —Anoche se presentó en mi oficina —dije sin prestar atención en como ambos hombres parecían sorprendidos—. Se dio cuenta de las deudas que adquiriría si no aceptaba los términos del divorcio con respecto a la empresa. Siempre fue ambicioso y avaro. —Pues… funcionó… —contestó mi abogado con voz acartonada, parecía preocupado—. Debes de mejorar la segurida
AVRIL STEEL Mi solicitud había sido respondida bastante rápido. Un hombre de actitud fría y reservada se presentó a mi despacho. Sabía que muchos CEOs y millonarios recurrían a esta clase de personas para sentirse seguros y resolver algunos problemas en los que no se podían involucrar. Tanto Alissa como yo lo vimos asombradas, parecía un robot, rígido y feroz. Mi ayudante se acomodó los lentes antes de dejar los papeles que iba cargando, sobre mi escritorio, y salir de la oficina, sin despegar la mirada de su nuevo «compañero» de trabajo. —Entonces… —No sabía por dónde empezar. Su «curriculum» era muy complejo. —Exmilitar y expolicía… —contestó con firmeza—. Ya he trabajado para otras personas adineradas y poderosas. Entiendo de qué se trata este negocio. —Ah… y… ¿de qué crees tú que se trata este trabajo? —pregunté preocupada. ¿Qué tal si creía que sería un matón a sueldo? Solo necesitaba que nos cuidara y que hiciera acto de presencia para que Derek no se acercara, no que