La noche estuvo tranquila. Y llena de silencio. Comprendía el estado de Raquel y no iba a molestarla haciendo preguntas.El silencio reinó durante un rato hasta que ella decidió decir:-Es primera vez que me pasa esto -la miré-. Por eso mi actitud. Lamento sí te incómoda.-No me incómoda -le aseguro con una sonrisa-. Te entiendo, Raquel, aunque no lo creas, te entiendo a la perfección. Viví durante muchos años aquí en el pueblo y sé lo peligroso que es el campo. A mí hermano cuando pequeño también le picó una serpiente y yo me encargué de él junto con mi madre. Al principio, él estaba cómo tú, enfadado, asustado. Pero luego si actitud cambió. Empezó a comportarse más comunicativo, carismático. Raquel, cariño, no debes preocuparte por lo que pensemos, sólo preocuparte por estar bien y poder irte a casa por la mañana.-Es que... Karla -me miró y dijo-: Lo siento.-Cariño, ¿por qué te disculpas? -le pregunto confusa-. No fue tu culpa que te haya picado ese animal. De verdad, Raquel, nece
-Pocos acontecimientos podemos imaginar tan desgarradores como la muerte de un hijo. Es un hecho impensable, que va en contra de la naturaleza. Los hijos deben sobrevivir a los padres, por ley natural. Es complicado sobreponerse a una pérdida tan importante en la vida desde el punto de vista de ser madre. No existe una palabra para designar a una madre o a un padre que ha perdido un hijo, aunque si las haya para hablar de personas que han perdido a sus padres (huérfanos) o mujeres que han perdido a sus maridos (viudas). Parece como si no hubiera manera de nombrar el horror de semejante experiencia. Cuando un niño muere se abre un proceso de duelo en la familia. El duelo es una serie de fases que se van experimentando ante la pérdida de un ser querido y que tienen como objetivo integrar la pérdida en la vida. Vivir con esa experiencia sin que te paralice. Cada persona puede experimentar este proceso de manera totalmente diferente a otra. La manera de expresar el dolor es algo particula
-Cuando te planteas ser madre, piensas cuántos hijos tendrás, sus nombres, cómo será su habitación, su carrito o su silla del coche... Pero nadie te prepara para afrontar un aborto. Tengo 38 años y soy madre de un niño de 3 años y una bebé de 4 meses y, si me ves por la calle, quizás pienses que todo han sido facilidades, pero la vida siempre tiene un as guardado bajo la manga. Casi dos años de que naciera nuestro primer hijo, empezamos a buscar un hermanito/a para Mateo; a diferencia del primer embarazo no nos costó nada y fue sobre ruedas. Teníamos programada la eco de las 20 semanas pero fuimos a una clínica privada para hacer otra rutinaria. Lo recuerdo como si fuera ayer pero, a la vez, como si lo hubiera vivido hace mucho. No nos pudo atender el ginecólogo que estaba previsto –quizá otra señal del destino– y lo hizo otra doctora. Nosotros bromeábamos sobre si se vería ya el sexo del bebé cuando le vimos en la pantalla, la ginecóloga empezó a mover el ecógrafo y se quedo muy seri
Me desperté sobresaltada. Recodar esos momentos no eran de mi agrado. Volver a mi pasado no era bueno para mí. Tenía mucho tiempo que no recordaba lo sucedido hace tiempo por culpa de Jorge. Debía tratar de superar lo malo y, enfocarme que mi bebé está en perfecta condiciones y, David no va a permitir que nos pase nada a ninguno de los dos.-Señorita, ¿se encuentra bien? -preguntó el enfermero.Lo miré confundida. Acababa de despertarme por culpa de ese sueño. Él, por su parte, me miraba... me miraba y me miraba. Esperando que le respondiera. Sin embargo, lo único que pude hacer fue obsequiarle una sonrisa y asentir.-Karla, ¿te pasa algo? -pregunta Raquel.-Estoy bien -respondo levantándome-. Solo necesito refrescarme.-¿A dónde vas? -pregunta al ver que me acerco a la puerta.-Estaré afuera, querida -le digo-. Volveré en unos minutos.Sin darle oportunidad de responderme, salí de la habitación.En el pasillo se encontraba Gregorio y Santiago hablando. Ambos, al verme, se me acercan.
Dormí perfectamente bien desde que toqué la cama. Por tres razones. Una; porque necesitaba descansar. Dos; porque el sueño se apoderó de mí Y, tres; porque David entró y no pensaba moverse de ahí hasta que me viera dormida. Al menos eso me dejo muy claro. Haber descansado me hizo bien. Al levantarme, me sentía tranquila y descansada. En pocas palabras, no tenía nada en la cabeza. Me metí al baño, me lavé la cara, me duché super rápido y salí lista para irnos. Raquel estaba despertando y la ayudé a tomar una pequeña ducha. Vamos, no metí con ella pero estuve pendiente por si le dolía el tobillo o algo. Pero no. Gracias a Dios todo fue bien. -Gracia, Kar -me dijo al salir a la habitación. Allí, ya se encontraban David y Elliot. Al vernos, Elliot se acerca a Raquel, le planta un beso y dice: -Por un momento pensamos que se habían tirado por la ventana. Su comentario nos hizo reír a todos. Me alegraba que ya estaba de buen humor. David se acercó a mí e hizo lo mismo que su hermano
Cuando llegamos a casa, a las doce del mediodía, la primera en salir para recibirnos es Carmen. Al ver caminar tranquilamente a Raquel, salta, grita, llora, hace de todo. Estaba feliz. Se le veía.-Oh, Raquel, cuánto me alegro que ya estés en casa -dijo abrazándola, y al verme me abraza también-. Cuánto os extrañé a ambas. Daniela estuvo toda la noche a mi lado, me dolía horrores la cabeza.-¿Te encuentras mejor? -pregunté.-Como nueva -respondió Carmen alegre-. El abuelo de Karla tenía una pastilla para el dolor y me la ha dado.-No hemos podido dormir muy bien -dice él bajando las escaleras de entrada-. Pero gracias a Diosito ya está mejor nuestra Carmencita.Mi abuelo siempre le ha dicho así por cariño. Carmen nunca se ha quejado y así se quedó. Pero eso sí, solo lo acepta de mis abuelos. Que alguien más se lo diga y se forma la tercera guerra mundial. Mi cuñada, encantada por aquel apodo sonríe y añade:-La preocupación no me dejaba dormir. ¿Qué puedo hacer? Mis dos cuñadas estaba
Gregorio miró al frente, hizo un asentimiento con la cabeza y volvió a mirarme. Volteé y vi a Alejandro mirándonos. Se veía molesto.-Lo siento -dijo él-. No puedo, señorita López.-¿Qué... qué es eso de ? -pregunté-. ¿Mi hermano te ha prohibido hablar conmigo acaso?No respondió. Sólo me miraba... me miraba y me miraba. Cerró los ojos por unos segundos y, al abrirlos, asintió.-Debo salir -respondió a cambio-. De verdad lo siento, pero no podemos hablar. No insistas.Lo solté, asentí y me dirigí hacia mi hermano.-Eres un imbécil -él me miró estupefacto y, antes que dijera algo, añadí-. Ni tú ni nadie me va a prohibir hablar con quién yo quiera. Agradece que él tuvo el valor de salvarme. Sí no fuese sido por él, tu hermanita chiquita estuviera muerta -esa frase lo destrozó, lo vi en sus ojos pero no me importó, seguí reprochandole-. Pero, ¿es que acaso no tienes cerebro? Sí me hubiese dejado morir, lo matarías. Y, cómo me ha salvado, ¿le prohíbes hablarme? ¿Qué acaso
Dicho esto, él se retiró no sé a dónde. Y yo hice lo mismo. Volví a la casa y no me sorprendí cuando ví a mi hermano cerca de la puerta.-Escu... escuchaste? -pregunté con voz apagada.Tenía unas tremendas ganas de llorar. ¿Cómo podemos pensar o creer, que ocultando las cosas y mintiendonos a nosotros mismos las cosas se harán realidad? ¿Por qué tuve que mentirle a Gregorio? ¿Por qué carajos sigo mintiendome a mí misma?-Sí -respondió él y me sonrió-. Karla... -me miró fijamente a los ojos y, susurró- sabes que a mí puedes contarme la verdad.-¿De qué hablas?-Sé que mientes -respondió sin más-. Te conozco. Lo conozco. Si descubrí que tú le gustabas, ¿cómo no descubrir lo mismo de tu parte? ¿Por qué no le dijiste que sientes lo mismo, o que en el pasado te gustaba? Por qué sé que es así.Esa pregunta me pilló por sorpresa. Lo miré... lo miré... lo miré y no dejaba de mirarlo con los ojos muy abiertos.-Estás loco -dije riendo, pero mi risa salió nerviosa-. Alejandro, por favor, que es