La luna se había coronado en el cielo, las luces de las farolas eran la única iluminación que entraba por la ventana. Permanecía en silencio, observando el paquete de comida preparada con el que había regresado del extraño encuentro. Los nervios aprisionaban su estómago, anudándolo. Desde que Dalia se marchó con los visitantes, el mundo se vino abajo. Releía una y otra vez el mensaje que le había mandado su amiga.«Karla lo siento, esas personas estaban muy interesadas en el departamento. Creo que debes buscar otro lugar donde vivir, te ofrecería mi casa, pero ya sabes que Jorge es el mejor amigo de Hugo».No hacía falta que le recordara que ir corriendo bajo sus faldas no era una opción. La relación con Hugo no había terminado bien, la única persona que se apiadó de ella fue Dalia y no eran las mejores amigas. Ni siquiera podía considerarse su trato como una amistad, eran conocidas. Sin embargo, ya le obsequió toda la amabilidad posible, no podía pedir más. Tampoco quería, comenzaba
Nada preparó a Karla para los acontecimientos de esa noche. No quería visitas y menos las necesitaba, pero al abrir la puerta y ver a Cristian con el rostro desencajado, la tristeza inundando los ojos y con la ropa como si hubiese pasado un huracán sobre él, no pudo hacer nada para negarle consuelo.Se asomó al pasillo y creyó reconocer a Elián vestido de mujer, descansando en el suelo con las piernas abiertas. Tenía el gesto contraído en una mezcla de arrepentimiento e impotencia. Agarró a Cris por el brazo y lo arrastró con ella al interior.Se encontraba nerviosa, había pensado en él más de lo que era adecuado. Tenerlo en su departamento, a solas, la llenaba de incertidumbre. No hacía falta preguntar para darse cuenta de que estaba hundido, pero ¿por qué acudía a ella? Ni siquiera podían llamarse amigos, puede que fueran conocidos en todo caso.—Siéntate. —La mirada de Cris parecía perdida.Sin obtener respuesta él hizo lo que sugirió. Se encaminó a la cocina y abrió el frigorífico
Cristian despertó con el cuerpo entumecido, los ojos hinchados y sin reconocer donde se encontraba. Tras incorporarse observó a su alrededor y los recuerdos comenzaron a agolparse. Los momentos compartidos, la tranquilidad que sintió cuando explicaba sus problemas, y esa dulce voz arrullándolo con su canto. Esbozó una sonrisa traviesa y miró a su lado. Karla se encontraba dormida recostada en el sofá, la cabeza caía hacia un lado en una posición un tanto incómoda. Su boca se encontraba entreabierta y la humedad de la saliva escapaba de entre los labios; aquella escena le provocó ternura y un anhelo que no estaba dispuesto a estudiar. Quiso apartar la vista, dejarla dormir tranquila y marcharse, pero se detuvo a observar sus rizos que caían alrededor del rostro. Su respiración era tan pausada y en calma, dormía como un bebé que se sentía protegido.Miró el reloj y se asustó al ver que eran las tres de la madrugada. Con sigilo para no despertarla se incorporó. No eran horas de estar en
Cristian disfrutaba de su tiempo haciendo alguna actividad deportiva, correr por el parque siempre lo sacaba un poco de su miseria, pero hacerlo junto a esa mujer era mucho más agradable. Aunque tenía que ir lento para que ella consiguiera seguirle el ritmo, disfrutaba de su compañía.El reflejo del sol sobre unos cabellos rojizos le hizo detener su mirada. Una joven trotaba en dirección contraria, y no pudo hacer otra cosa que detener su mirada en el busto. Aquel se mantenía en su lugar a pesar del trote, no era la hermosa delantera de Aledis, pero en los últimos tiempos cada vez que veía una pelirroja se descontrolaba. Por impulso se cruzó en su camino y la obligó a detenerse al hacerla chocar.No era Aledis, lo sabía. Sin embargo, esa necesidad de ella lo hizo olvidarse de que estaba acompañado. La pelirroja se tambaleó ante la colisión, y él aprovechó para agarrarla de la cintura y ajustarla a su cuerpo. Una vez la tuvo donde deseaba escaneó sus facciones. Varias pecas recorrían s
Cristian entró a su apartamento dando un portazo que hizo retumbar las paredes. Se sentía furioso, e intentaba culpar a la inaudita discusión que aconteció en la calle.«Regresé a la adolescencia y me comporté como un orangután. No puedo creer que me pusiera a golpear a ese imbécil».Intentó reprimir la ira, pero conforme recordaba el momento en lugar de disminuir, aumentaba. La visión del rostro de Karla asustado, la forma en la que el hombre la aprisionaba entre sus brazos, los insultos. ¿Quién era él?, ¿qué pasado compartiría con ella para tratarla de esa forma? Lo cierto era que no conocía a esa mujer, puede que él tuviese motivos suficientes para actuar así.Frustrado se adentró en la ducha, pero eso tampoco sirvió para aplacarlo. ¿Debía pedirle explicaciones? Debatió la idea y llegó a la conclusión de que no era nadie para adentrarse en la privacidad de esa chica. Había actuado como un novio celoso. Por más que quisiera negarlo esa era la verdad. Cuando vio cómo la tocaba unos c
Cristian logró escuchar casi toda la conversación que mantuvieron las dos mujeres y la curiosidad lo estaba matando. Moría de ganas por preguntar y enterarse de todos sus secretos. Sin embargo, decidió ser prudente ya que ella parecía reacia a compartir su intimidad.La engatusaría para que pasara el día con él, y una vez que estuviera tranquila la obligaría a hablar. Se decía que su comportamiento se debía a su amor por el fisgoneo. Aunque pensar en ella marchándose sin saber dónde localizarla, lo molestaba. Desde que Karla apareció su vida era menos triste, ya no necesitaba centrarse en gimnasio y correr hasta quedar exhausto. La tenía a ella para entrometerse en su vida y no pensar en la propia. Tampoco le apetecía citarse con alguna de sus conquistas, para eso debía comportarse como un galante conquistador, y su humor cada día iba a peor. Con la venezolana sentía que podía ser él mismo, no tenía interés romántico en ella, por más que a veces imaginara como sería llevársela a la ca
—¿Eres real? —susurró, junto a su oído sin soltarla del abrazo—, creo que las famosas arepas de Karla me drogaron y me hacen ver visiones.La risa de Aledis resonó junto a su rostro, y se apartó de ella lo justo para poder admirarla.—Dime que mi hombretón deportista, y el chico sano no se metió a la mala vida. Por cierto, ¿quién es Karla? —La pelirroja lo miraba con una ceja alzada y curiosidad en el rostro.—Eso ahora no importa. —Como si fuese una muñeca la levantó del suelo en un abrazo, y la arrastró al interior de la casa—. ¿Cuándo llegaste?, ¿cómo estás?, ¿ya te desengañaste de mi Bestia?La última pregunta la dijo en claro tono burlón, pero deseaba que así fuera y se sentía mal por albergar malos pensamientos de su amigo.—Cris…—Dime, preciosa. —Besó la punta de su nariz como ya era costumbre entre ellos.—Si me dejaras en el suelo y pudiera acomodarme, puede que nos fuera más fácil ponernos al día, ¿no crees? —Asintió como si fuese un robot, pero no la soltó—. Además, dime q
En el momento que la pareja se marchó Karla borró la sonrisa y enfrentó a Cristian.—Ni sueñes que voy a ir a esa reunión, no sé qué te traes, pero conmigo no cuentes. —Se levantó e intentó simular enfado, porque la realidad era que sus sentimientos eran otros—. Ahora mismo me marcho, ¡estás loco!Aquel hombre estaba acabando con su poca salud mental. Durante toda la permanencia de Brais y Aledis, estuvo sufriendo sus besos robados. Cuanto más cariñosos se comportaba el matrimonio, más intentaba igualarlos. Parecía una competencia por ver cual hacía el mejor reconocimiento en la boca del otro. Sin embargo, para Cristian era un juego, y ella para su desgracia soñó muchas veces con ese momento. Era como si ese patán mujeriego se hubiese metido bajo su piel y no lograra sacarlo. Estaba segura de que, si continuaba allí, acabaría por creerse la farsa y debía recordar que estaba embarazada de otro hombre.—No te vayas, por favor.Cris llevaba la desesperación escrita en su mirada, y no log