Cristian entró a su apartamento dando un portazo que hizo retumbar las paredes. Se sentía furioso, e intentaba culpar a la inaudita discusión que aconteció en la calle.«Regresé a la adolescencia y me comporté como un orangután. No puedo creer que me pusiera a golpear a ese imbécil».Intentó reprimir la ira, pero conforme recordaba el momento en lugar de disminuir, aumentaba. La visión del rostro de Karla asustado, la forma en la que el hombre la aprisionaba entre sus brazos, los insultos. ¿Quién era él?, ¿qué pasado compartiría con ella para tratarla de esa forma? Lo cierto era que no conocía a esa mujer, puede que él tuviese motivos suficientes para actuar así.Frustrado se adentró en la ducha, pero eso tampoco sirvió para aplacarlo. ¿Debía pedirle explicaciones? Debatió la idea y llegó a la conclusión de que no era nadie para adentrarse en la privacidad de esa chica. Había actuado como un novio celoso. Por más que quisiera negarlo esa era la verdad. Cuando vio cómo la tocaba unos c
Cristian logró escuchar casi toda la conversación que mantuvieron las dos mujeres y la curiosidad lo estaba matando. Moría de ganas por preguntar y enterarse de todos sus secretos. Sin embargo, decidió ser prudente ya que ella parecía reacia a compartir su intimidad.La engatusaría para que pasara el día con él, y una vez que estuviera tranquila la obligaría a hablar. Se decía que su comportamiento se debía a su amor por el fisgoneo. Aunque pensar en ella marchándose sin saber dónde localizarla, lo molestaba. Desde que Karla apareció su vida era menos triste, ya no necesitaba centrarse en gimnasio y correr hasta quedar exhausto. La tenía a ella para entrometerse en su vida y no pensar en la propia. Tampoco le apetecía citarse con alguna de sus conquistas, para eso debía comportarse como un galante conquistador, y su humor cada día iba a peor. Con la venezolana sentía que podía ser él mismo, no tenía interés romántico en ella, por más que a veces imaginara como sería llevársela a la ca
—¿Eres real? —susurró, junto a su oído sin soltarla del abrazo—, creo que las famosas arepas de Karla me drogaron y me hacen ver visiones.La risa de Aledis resonó junto a su rostro, y se apartó de ella lo justo para poder admirarla.—Dime que mi hombretón deportista, y el chico sano no se metió a la mala vida. Por cierto, ¿quién es Karla? —La pelirroja lo miraba con una ceja alzada y curiosidad en el rostro.—Eso ahora no importa. —Como si fuese una muñeca la levantó del suelo en un abrazo, y la arrastró al interior de la casa—. ¿Cuándo llegaste?, ¿cómo estás?, ¿ya te desengañaste de mi Bestia?La última pregunta la dijo en claro tono burlón, pero deseaba que así fuera y se sentía mal por albergar malos pensamientos de su amigo.—Cris…—Dime, preciosa. —Besó la punta de su nariz como ya era costumbre entre ellos.—Si me dejaras en el suelo y pudiera acomodarme, puede que nos fuera más fácil ponernos al día, ¿no crees? —Asintió como si fuese un robot, pero no la soltó—. Además, dime q
En el momento que la pareja se marchó Karla borró la sonrisa y enfrentó a Cristian.—Ni sueñes que voy a ir a esa reunión, no sé qué te traes, pero conmigo no cuentes. —Se levantó e intentó simular enfado, porque la realidad era que sus sentimientos eran otros—. Ahora mismo me marcho, ¡estás loco!Aquel hombre estaba acabando con su poca salud mental. Durante toda la permanencia de Brais y Aledis, estuvo sufriendo sus besos robados. Cuanto más cariñosos se comportaba el matrimonio, más intentaba igualarlos. Parecía una competencia por ver cual hacía el mejor reconocimiento en la boca del otro. Sin embargo, para Cristian era un juego, y ella para su desgracia soñó muchas veces con ese momento. Era como si ese patán mujeriego se hubiese metido bajo su piel y no lograra sacarlo. Estaba segura de que, si continuaba allí, acabaría por creerse la farsa y debía recordar que estaba embarazada de otro hombre.—No te vayas, por favor.Cris llevaba la desesperación escrita en su mirada, y no log
Apenas unos minutos bastaron para recobrar los sentimientos que se habían perdido en el tiempo, la familia era más que unos lazos sanguíneos. Era el apoyo y el afecto que personas que nacían en diferentes vidas y se unían para cuidar uno de los otros. Se sentó junto a Brais como en los viejos tiempos, era como si hubiesen recuperado la complicidad. Murmuraban y se dedicaban bromas como siempre lo habían hecho. Con Karla a su lado se sentía bien, ella parecía un sol insistente entre una espesa niebla. Se integraba con sus amigos como si siempre hubiese estado allí, incluso con Elián, que tras las primeras incomodidades volvió a comportarse como el loco que siempre había sido.—¡Perra! —gritó el mencionado tras degustar un largo sorbo de su bebida—, ¿no iba a venir Lorena?—Eso dijo, marica, hace un rato me envió un mensaje diciendo que ya estaba en camino, y que había quedado aquí con alguien. —Elián dejó de prestar atención a la mitad de la frase en el momento que sus ojos divisaron a
A las cinco de la tarde Cristian abrió los ojos, y se encontraba perdido. Su rostro mostraba una marca por haberse dormido contra la ventanilla del auto. Estaba en el asiento del copiloto y, junto a él, descansaba Karla sobre el volante. Tuvo la intención de despertarla, pero su mano se detuvo a medio camino al escuchar el leve ronquido en la parte de atrás. Brais dormía con la cabeza echada en el respaldo, y Aledis a su lado estaba recostada sobre el cuerpo de Elián que se encontraba sobre ellos tumbado boca abajo. La cabeza le caía sobre el regazo de Brais y esa estampa lo hizo sonreír. Tenía un maravilloso grupo de amigos.La sonrisa se borró en el instante en que se percató de dónde se encontraba, miró a su alrededor y se pellizcó el brazo. Recordaba aquel lugar, tan bien como para que sus partes íntimas se elevaran hasta la garganta. El cartel que asomaba sobre la puerta del local de enfrente le dio escalofríos. Madame blavatsky, el negocio de la vieja estafadora parecía palpitar
Dolorida, molesta y con nauseas, así se sentía. Se revolvió en el interior del auto, estiró la espalda y se recostó en el asiento. Parpadeó un par de veces hasta aclarar su visión, antes de regresar a la realidad, Karla recordó como la bruja la había detenido y apartado de Cristian.“Nunca regreses al pasado, sería un grave error. Tu futuro y el de tu hijo está frente a ti. No huyas, a veces las personas no exteriorizan sus pensamientos. Aunque alguna vez dudes, el final de la aventura no es una tragedia. ¡Ah! Antes de que me olvide, dile al poco agraciado que no está maldito, solo necesitaba tranquilidad para hablar con los espíritus”.Aquella mujer conseguía aturdirla. «¿Qué quiso decir con todo eso?».Cruzó su mirada con la de Cristian que parecía perdido en sus pensamientos.—Buenos días —susurró, con la lengua reseca y pastosa.Su vecino mostró una media sonrisa y le sujetó la mano.—Ya son tardes, discúlpame por todo esto, debes estar cansada. Voy a despertar al cargamento y nos
Deber y ser agradecido con la vida, era lo que se repetía en el camino a su casa con Karla dormida en el asiento del copiloto. La noche había sido intensa, más de lo que cabía esperar de una reunión de amigos. Terminó en desgracia para una pareja que él soñaba con disolver, sin embargo, no se sentía cómodo con lo ocurrido. No dejaba de preguntarse cómo se encontraría su amigo y Aledis. En cualquier otro momento estaría buscando a Brais como un ángel de la guarda, e intentaría impedir que hiciera alguna locura de la que después se arrepintiera. Deseaba dividirse e ir a consolar a dos personas muy importantes para él, pero en cambio, se encontraba camino de su hogar junto a una mujer que casi acababa de conocer.«Me necesita más que ellos. Está embarazada, agotada y sé que pasa un mal momento. ¿Qué clase de hombre sería si me marchara y la dejara sola? Mi madre siempre me dijo que debía dar lo mismo que esperaba recibir, si fuera yo quien estuviese en problemas me gustaría contar con el