En el momento que la pareja se marchó Karla borró la sonrisa y enfrentó a Cristian.—Ni sueñes que voy a ir a esa reunión, no sé qué te traes, pero conmigo no cuentes. —Se levantó e intentó simular enfado, porque la realidad era que sus sentimientos eran otros—. Ahora mismo me marcho, ¡estás loco!Aquel hombre estaba acabando con su poca salud mental. Durante toda la permanencia de Brais y Aledis, estuvo sufriendo sus besos robados. Cuanto más cariñosos se comportaba el matrimonio, más intentaba igualarlos. Parecía una competencia por ver cual hacía el mejor reconocimiento en la boca del otro. Sin embargo, para Cristian era un juego, y ella para su desgracia soñó muchas veces con ese momento. Era como si ese patán mujeriego se hubiese metido bajo su piel y no lograra sacarlo. Estaba segura de que, si continuaba allí, acabaría por creerse la farsa y debía recordar que estaba embarazada de otro hombre.—No te vayas, por favor.Cris llevaba la desesperación escrita en su mirada, y no log
Apenas unos minutos bastaron para recobrar los sentimientos que se habían perdido en el tiempo, la familia era más que unos lazos sanguíneos. Era el apoyo y el afecto que personas que nacían en diferentes vidas y se unían para cuidar uno de los otros. Se sentó junto a Brais como en los viejos tiempos, era como si hubiesen recuperado la complicidad. Murmuraban y se dedicaban bromas como siempre lo habían hecho. Con Karla a su lado se sentía bien, ella parecía un sol insistente entre una espesa niebla. Se integraba con sus amigos como si siempre hubiese estado allí, incluso con Elián, que tras las primeras incomodidades volvió a comportarse como el loco que siempre había sido.—¡Perra! —gritó el mencionado tras degustar un largo sorbo de su bebida—, ¿no iba a venir Lorena?—Eso dijo, marica, hace un rato me envió un mensaje diciendo que ya estaba en camino, y que había quedado aquí con alguien. —Elián dejó de prestar atención a la mitad de la frase en el momento que sus ojos divisaron a
A las cinco de la tarde Cristian abrió los ojos, y se encontraba perdido. Su rostro mostraba una marca por haberse dormido contra la ventanilla del auto. Estaba en el asiento del copiloto y, junto a él, descansaba Karla sobre el volante. Tuvo la intención de despertarla, pero su mano se detuvo a medio camino al escuchar el leve ronquido en la parte de atrás. Brais dormía con la cabeza echada en el respaldo, y Aledis a su lado estaba recostada sobre el cuerpo de Elián que se encontraba sobre ellos tumbado boca abajo. La cabeza le caía sobre el regazo de Brais y esa estampa lo hizo sonreír. Tenía un maravilloso grupo de amigos.La sonrisa se borró en el instante en que se percató de dónde se encontraba, miró a su alrededor y se pellizcó el brazo. Recordaba aquel lugar, tan bien como para que sus partes íntimas se elevaran hasta la garganta. El cartel que asomaba sobre la puerta del local de enfrente le dio escalofríos. Madame blavatsky, el negocio de la vieja estafadora parecía palpitar
Dolorida, molesta y con nauseas, así se sentía. Se revolvió en el interior del auto, estiró la espalda y se recostó en el asiento. Parpadeó un par de veces hasta aclarar su visión, antes de regresar a la realidad, Karla recordó como la bruja la había detenido y apartado de Cristian.“Nunca regreses al pasado, sería un grave error. Tu futuro y el de tu hijo está frente a ti. No huyas, a veces las personas no exteriorizan sus pensamientos. Aunque alguna vez dudes, el final de la aventura no es una tragedia. ¡Ah! Antes de que me olvide, dile al poco agraciado que no está maldito, solo necesitaba tranquilidad para hablar con los espíritus”.Aquella mujer conseguía aturdirla. «¿Qué quiso decir con todo eso?».Cruzó su mirada con la de Cristian que parecía perdido en sus pensamientos.—Buenos días —susurró, con la lengua reseca y pastosa.Su vecino mostró una media sonrisa y le sujetó la mano.—Ya son tardes, discúlpame por todo esto, debes estar cansada. Voy a despertar al cargamento y nos
Deber y ser agradecido con la vida, era lo que se repetía en el camino a su casa con Karla dormida en el asiento del copiloto. La noche había sido intensa, más de lo que cabía esperar de una reunión de amigos. Terminó en desgracia para una pareja que él soñaba con disolver, sin embargo, no se sentía cómodo con lo ocurrido. No dejaba de preguntarse cómo se encontraría su amigo y Aledis. En cualquier otro momento estaría buscando a Brais como un ángel de la guarda, e intentaría impedir que hiciera alguna locura de la que después se arrepintiera. Deseaba dividirse e ir a consolar a dos personas muy importantes para él, pero en cambio, se encontraba camino de su hogar junto a una mujer que casi acababa de conocer.«Me necesita más que ellos. Está embarazada, agotada y sé que pasa un mal momento. ¿Qué clase de hombre sería si me marchara y la dejara sola? Mi madre siempre me dijo que debía dar lo mismo que esperaba recibir, si fuera yo quien estuviese en problemas me gustaría contar con el
Desde aquella noche todo se complicó para Cristian. Se debatía entre la promesa de ayudarla y la de huir de ella. Se levantó ojeroso por no poder dormir en su compañía. Sentirla a su lado, en su cama, había movido sentimientos a los que no estaba preparado para enfrentarse. Pensó despedirse de ella, pero decidió dejarla dormir y poner una nota junto a la almohada. Tenía planes, muchos de hecho, tuvo una larga noche para pensarlos.Al llegar a la empresa, nada más cruzar el umbral de su oficina se encontró a un malhumorado Brais, que parecía llevar tan mala noche como él.—Vaya, hermano, qué madrugador, ¿qué haces en mi oficina? La invades con tu presencia. —Caminó hacia el escritorio y se acomodó.—Esperando encontrar en ella a mi amigo, no a ti —Brais escupió su reproche sin ningún tipo de gracia—. Quiero ver a la persona que conocí cuando tenía cinco años, aquel que me apoyó en cada caída en mi vida, ese que no dejaría que nada rompiese nuestra amistad. ¿Te parece una buena respuest
La siguiente semana pasó con rapidez, Cristian se volcó en el trabajo y en cumplir promesas. Visitó a Aledis con la intención de ver cómo se encontraba y, fuera de toda lógica, aportar su grano de arena para mejorar la situación del matrimonio. Conocía bien a su amigo, desde que su padre murió la unión entre su madre y él fue inquebrantable. El rencor de Isabel hacia su esposa era una fuerte prueba que tendría que superar. Tras una larga conversación con la pelirroja, comprendió que su amiga estaba aterrorizada. Vivía con el miedo constante de la pérdida, con la mala conciencia de lo ocurrido a su padre y ver a su madre sola en una casa llena de recuerdos.Tras oírla desvariar sobre mujeres convertidas en perro, maldiciones y divorcios, se atrevió a ofrecerle un paseo por el jardín. Ella lo acompañó sin saber que su marido la esperaba con un discurso ensayado, el cual nunca usó. En cuanto las miradas de la pareja se cruzaron Cris comprendió que estaba fuera de lugar. No había problema
Karla no podía creerse la buena suerte y los cambios sucedidos en su vida. Tenía unos nuevos amigos que se comportaban con ella como familia, y un trabajo perfecto, el cual comenzaba ese mismo día. Esa misma mañana Cristian la llamó para avisarle de que debía presentarse en la oficina. Lloró cuando su nuevo jefe puso sobre sus manos los documentos que la señalaban como una inmigrante legal. No sabía ni tampoco quería preguntar cómo hizo para conseguirlos con tanta rapidez. No se quejaría de su nueva suerte, sería agradecida y lo haría de la única forma que sabía: intentando no molestar a Cristian mientras estuviese de ocupa en su casa, e intentando hacerle la vida más cómoda.Llegaría el día que tendría que marcharse, conseguir su propia casa y comenzar una nueva vida, tal como lo había soñado. El único problema que encontraba a ese plan era, que esos sueños cambiaron desde que conoció a Cris. Ya no podía imaginarse regresando con Hugo, o siendo madre soltera. La convivencia le estaba