Karla no podía creerse la buena suerte y los cambios sucedidos en su vida. Tenía unos nuevos amigos que se comportaban con ella como familia, y un trabajo perfecto, el cual comenzaba ese mismo día. Esa misma mañana Cristian la llamó para avisarle de que debía presentarse en la oficina. Lloró cuando su nuevo jefe puso sobre sus manos los documentos que la señalaban como una inmigrante legal. No sabía ni tampoco quería preguntar cómo hizo para conseguirlos con tanta rapidez. No se quejaría de su nueva suerte, sería agradecida y lo haría de la única forma que sabía: intentando no molestar a Cristian mientras estuviese de ocupa en su casa, e intentando hacerle la vida más cómoda.Llegaría el día que tendría que marcharse, conseguir su propia casa y comenzar una nueva vida, tal como lo había soñado. El único problema que encontraba a ese plan era, que esos sueños cambiaron desde que conoció a Cris. Ya no podía imaginarse regresando con Hugo, o siendo madre soltera. La convivencia le estaba
Fueron muchas las ocasiones en las que pensó en la mentira. Frente a él tenía a su amigo haciéndole una pregunta clara, una con fácil respuesta. Por la mente le cruzaron muchas frases con las que escapar del aprieto, y en todas ella le explicaba la verdad. Cristian siempre creyó en el poder de la sinceridad, sin embargo, estaba cometiendo el mismo error que Brais meses atrás. Estaba dejando que una mentira lo consumiera. No podía contarle a su amigo los motivos que lo llevaron a crear esa farsa. ¿Cómo explicarle que sufría por la que era su esposa? Lo peor de aquel entuerto era, que contra más tiempo transcurría, más enredado se encontraba en la mentira.Ya no se consumía de amargura en las noches, ni lloraba hasta caer rendido. No despertaba con el vacío que la pelirroja había dejado en su vida. Tampoco le dolía imaginar a su mejor amigo con ella, por el contrario, le gustaba verlos felices. Tan felices como él se despertaba cada día y apagaba el despertador por quedarse unos minutos
Escapó hacia la calle como si fuera perseguida. Comenzaba a odiar su estado, por cada cosa que le ocurría parecía un alma en pena llorando. A veces parecía que caminaba sobre charcos y se ahogaba en cada uno de ellos. Había besado al hombre que amaba con tanta pasión que pudo haberse evaporado en la oficina; sin embargo, se encontraba corriendo despavorida y huyendo de su reacción. No estaba preparada para que él negara que había algo entre ellos.Se llevó la mano al pecho en un intento por detener las palpitaciones. Se adentró al garaje y se apoyó sobre el capó del auto de su falso novio. Del llanto pasó a la risa histérica, observó su imagen en el cristal y el efecto óptico la hizo verse deformada, de proporciones más anchas.«Y esto es solo el comienzo, este garbancito seguirá creciendo hasta que pueda llegar rodando a casa. Aunque Cris fuese un indigente jamás pensaría en estar conmigo. Puede tener a quien desee, solo hay que ver lo bonita que es su secretaria».Estaba celosa, y e
—Voy a necesitar medio metro más de tela solo para cubrir esta enormidad. —Las manos de Elián se aferraron a sus caderas con fuerza, hasta clavarle la yema de los dedos—. ¡Cuánta carne, virgen del camino empedrado! Cuando te crezca más la panza no sé cómo vamos a hacer para meter todo eso en mis diseños.—Marico —susurró—, no hace falta ser tan cruel con mi horrendo cuerpo.Su amigo alzó la mano y le propinó un golpe en el trasero, dio un brinco y se alejó de él.—¡Ojalá fuera feo! Si fuera así yo tendría a mi muchachote y no estaría babeando por ti. Pero me voy a calmar antes de sacarte los ojos con la tijera de costura, ya me olvidé de él, es muy poca cosa para mí.Karla no comprendía, ella no era dueña de Cristian. Todo era una farsa y Elián lo sabía, Aledis se encontraba en la boutique atendiendo clientes y ellos encerrados en el taller de costura. No tenía que seguir fingiendo una mentira que le dolía demasiado. Quiso preguntar si creía que Cris la veía de un modo distinto a una
—¡Karla, no permitiré que le hagas daño a mi amigo!El grito que escapó de Aledis interrumpió el sermón de Elián sobre muchachotes, y lo atractivo que le había parecido Hugo. Incluso los trabajadores que permanecían absorto en sus labores de costura, alzaron el rostro para observar la escena.—¡Nunca le haría daño!, ¿acaso no me escuchaste? Me enamoré de él. Hugo es solo un error de mi vida, uno que me va a dar lo único bueno que me pertenece, mi hijo.—Perra, no seas tan dramática. Deja que te explique lo que vi con estos hermosos ojos que Dios me dio —Elián acababa de darse cuenta de los problemas que daba su bocaza—: Karla no parecía disfrutar de los intentos de seducción de ese hombre, más bien estaba asustada. Estuve a punto de aparecer y enfrentarlo, pero antes de que me decidiera se había marchado.—Marica, agradezco tu explicación, pero deseo que sea ella quien lo haga.—Mira chamos, no tengo nada que ocultar. Pueden creerme o no, les agradezco todo lo que hacen por mí, pero e
Cristian permaneció con los ojos cerrados sin lograr rendirse al sueño. Su cuerpo estaba saciado de un modo que no creía posible. Antes de aquella noche cada mujer que pasó por su cama, la despachó sin remordimientos de vuelta a su casa. Prefería rendirse a las necesidades y una vez cubiertas continuar cada uno por su lado. Sin embargo, con Karla era distinto. Su cuerpo se acomodaba con el suyo cuando la sostenía contra el pecho, sentía su cabello desordenado caer sobre el brazo que le daba soporte y no podía sentirlo más correcto. Su respiración era calmada y la palma de su mano sobre el abdomen que, comenzaba a abultarse, le hacía pensar en situaciones que no iba a permitirse. Ella dormía con una placidez que parecía que hubiese nacido para estar entre sus brazos.Las imágenes no dejaban de sucederse en su mente como un torbellino sin fin, rememorándolo una y otra vez hasta hacerlo desear despertarla para tomarla de nuevo. Se estaba volviendo loco, habría querido culpar al alcohol i
Aún se encontraba en trance, había sido el día más extraño en mucho tiempo. Casi no pronunció palabra en toda la jornada laboral, aunque podía estar feliz por no perder el empleo.«Dalia siempre decía: donde tengas la hoya, no metas… Yo no metí nada, pero me dejé meter de todo menos miedo».Cristian pasó todo el día encerrado en su oficina, malhumorado. Gritando a todo el que se cruzaba en su camino, incluso su secretaria parecía querer ocultarse bajo el escritorio. Brais intentó entablar conversación; bromear sobre el estado de su amigo, pero al limitarse a responder con monosílabos, acabó por rendirse. El día tedioso se hizo insoportable y no dejaba de recordar la noche anterior. ¿Cómo alguien que se entregaba de aquella forma podía cambiar tanto en la mañana? Él parecía amarla, tal vez lo imaginó.Se había engañado, cuando lo vio en ese estado creyó que sentía algo por ella. Incluso al despertar lo primero que pasó por su mente fue declararse, decirle todo lo que sentía y esperar u
Cuatro meses, ese sería el tiempo de embarazo que tendría Karla en esos momentos. Habían transcurrido dos largas semanas desde que se marchó de su casa. Tiempo que a Cristian le pareció una eternidad. Catorce días de los cuales solo la había visto diez. No cruzó una sola palabra con ella, tan solo la observaba llegar al trabajo caminando con rapidez, como si no quisiese encontrárselo. Las pocas veces que coincidieron ella bajó la vista y se dio la vuelta para desaparecer con cualquier excusa.La observó en muchas ocasiones sonreír a Brais, sonrisas parecidas a las que tiempo atrás le dedicaba a él. A veces, en un impulso por escuchar su voz se acercaba al lugar donde se encontraban trabajando, y escuchó a su amigo bromear con ella. Se hacía el desinteresado, al menos, eso intentó los primeros días. Sin embargo, con el paso del tiempo la situación comenzó a tornarse insoportable. Lo peor de todo era que su buen humor se convirtió en inexistente. Pasaba malas noches sin conciliar el sue