Aún se encontraba en trance, había sido el día más extraño en mucho tiempo. Casi no pronunció palabra en toda la jornada laboral, aunque podía estar feliz por no perder el empleo.«Dalia siempre decía: donde tengas la hoya, no metas… Yo no metí nada, pero me dejé meter de todo menos miedo».Cristian pasó todo el día encerrado en su oficina, malhumorado. Gritando a todo el que se cruzaba en su camino, incluso su secretaria parecía querer ocultarse bajo el escritorio. Brais intentó entablar conversación; bromear sobre el estado de su amigo, pero al limitarse a responder con monosílabos, acabó por rendirse. El día tedioso se hizo insoportable y no dejaba de recordar la noche anterior. ¿Cómo alguien que se entregaba de aquella forma podía cambiar tanto en la mañana? Él parecía amarla, tal vez lo imaginó.Se había engañado, cuando lo vio en ese estado creyó que sentía algo por ella. Incluso al despertar lo primero que pasó por su mente fue declararse, decirle todo lo que sentía y esperar u
Cuatro meses, ese sería el tiempo de embarazo que tendría Karla en esos momentos. Habían transcurrido dos largas semanas desde que se marchó de su casa. Tiempo que a Cristian le pareció una eternidad. Catorce días de los cuales solo la había visto diez. No cruzó una sola palabra con ella, tan solo la observaba llegar al trabajo caminando con rapidez, como si no quisiese encontrárselo. Las pocas veces que coincidieron ella bajó la vista y se dio la vuelta para desaparecer con cualquier excusa.La observó en muchas ocasiones sonreír a Brais, sonrisas parecidas a las que tiempo atrás le dedicaba a él. A veces, en un impulso por escuchar su voz se acercaba al lugar donde se encontraban trabajando, y escuchó a su amigo bromear con ella. Se hacía el desinteresado, al menos, eso intentó los primeros días. Sin embargo, con el paso del tiempo la situación comenzó a tornarse insoportable. Lo peor de todo era que su buen humor se convirtió en inexistente. Pasaba malas noches sin conciliar el sue
—Estamos aquí reunidos, para reunir a este hombre y a esta mujer en santo matrimonio.—¿De qué hablas marica? Nos mandaste a llamar porque decías que era una reunión urgente del equipo gay —espetó Aledis.—¡Cómo eres de aguafiestas, perra del demonio!, lo que pasa es que hace una semana que voy a la iglesia con regularidad. Cada vez que tengo tiempo libre voy a misa y el domingo estuve en una boda.—¿Se casó algún conocido? ¡Qué raro que no nos invitaran, amor! Debemos socializar más. —Brais sonrió a su esposa y le dio un beso en los labios.—Normal que no los inviten, sois un asco. Todo el tiempo con sus babeadas, restregando en la cara de los pobres vuestro amor y nunca ofrecéis un trío. Pero la boda no era de nadie conocido, no tengo la mínima idea de quienes eran. Solo fui para ver al sacerdote.—Es cierto, me engañó para que lo acompañara —afirmó Karla molesta—. Hace una semana me sentía mal, soy muy creyente. Sin embargo, hacia siglos que no visitaba una iglesia, después de todo
No era un súcubo, tampoco una sirena que había escapado del mar y caminaba sobre la tierra para ejercer su poder, ella no era diferente a las muchas arpías que se cruzó en su vida. «¡Es una guarra!, eso es lo que es. No tiene respeto por nada, ni por nadie, y menos por hombres casados. De él me duele, pero que Karla aun sabiendo lo que Brais significa para mí lo agarre como su víctima, es demasiado hasta para una mujer como ella».Le costaba creer lo que veían sus ojos. Su antiguo mejor amigo aprovechaba cada rato que se encontraban a solas para acercarse al ser demoníaco. Se atrevía a pasear sus sucios dedos por el contorno de su rostro, ¡y qué decir de la ingrata venezolana! Esa que cerraba los ojos extasiada ante el contacto y se mordía el labio inferior como si tuviese un orgasmo.Se estaba volviendo loco, no rendía en el trabajo, pasaba los días encerrado en la oficina pegado al teléfono observando cada uno de sus movimientos. Al principio pensaba que eran los celos jugándole una
—Brais, nos vamos ahora mismo de aquí. —Aledis le ofreció una mirada envenenada a Elián.Permanecía en el umbral de la puerta, debatiéndose entre salir detrás de sus amigos o enfrentar a Cristian. Estaba a punto de decantarse por la segunda opción, cuando el culpable de la situación la detuvo.—No te muevas de aquí, nalgona. Esto solo es un pequeño inconveniente, pero todo va como anillo al dedo. —Lo agarró del brazo tirando de él y siguieron a la pareja mientras murmuraba.—¿Te parece que está saliendo bien?, estás más demente de lo que creía chamo, no puedo seguir con esto. Debo hablar con él.—¡No te atrevas!, confía en mí. Antes de que cante un gallo va a estar arrodillado frente a ti buscando entre tus piernas el paso a su felicidad. Aunque no lo entiendo, la felicidad es un trozo de carne dura, no un hueco chorreante, ¡qué asco!—¡Marica! —gritó Aledis—, mantenerse en silencio. Se le está hinchando la nariz a mi cosita, como acabe desfigurado la muerte será el mejor destino que
Cristian arrastró a Aledis desde el bar hasta su casa. No le permitiría regresar con ese hombre que la engañaba, no le daba valor y, para colmo, le robaba a su gata. Tan solo con pensar que los arañazos dirigidos a él, los llevaría Brais en su espalda, le removía las tripas. No iba a perdonarla, esa mujer era la peor de todas. Le abriría los ojos a ese que se hacía llamar amigo, y si su esposa quería volver con él ya sería problema de ellos.No entendía la negativa de la pelirroja, ni lo nerviosa que estaba por hacer que se quedara en su casa, no era la primera vez que la compartían. Además, actuaba casi por un impulso egoísta. Las noches en soledad eran eternas. No pensaba aprovecharse de ella por estar pasando un mal momento, para su desgracia Karla le había robado la virilidad. Ya no miraba a otras mujeres como lo hacía antes, era incapaz de ver a Ale con todas sus impresionantes curvas como alguien a quien llevarse a la cama.El día que visitó a la bruja lo maldijo con una impoten
El día comenzó de una forma gloriosa. Al comprobar el estado de su vacía cuenta bancaria en el teléfono, se percató de que acababa de recibir su primer sueldo.«¡Y qué pedazo de sueldo! No puedo creer la generosidad de mis nuevos jefes. Tanto dinero por hacer lo que me gusta, si no me hicieran falta tantas cosas para el bebé, con esto podría marcharme a Venezuela».La idea de volver a su hogar, ver a su familia, era algo que en los últimos días se le pasaba por la mente con demasiada fuerza. No había un lugar seguro al que regresar, ni un trabajo tan bueno como el que poseía. Los amigos que consiguió en un corto periodo de tiempo, no tenían que envidiar nada a los de su niñez. Aledis se comportó casi como una hermana, Brais era el hombro en el cual llorar y apoyarse. Elián con todas las locuras, y su cariño era el pilar en el que soportar todos los malos momentos. Había encontrado una nueva familia, una que necesitaba tener cerca del bebé que pronto nacería.Aunque la buena noticia so
Tras comprar un anillo de compromiso a pesar de la ayuda bienintencionada de Aledis —ella pretendía poner una piedra tan grande en el dedo de Karla que podría morir aplastada por su propio peso—, continuó con su nuevo día. Acompañó a la pelirroja a su hogar y fue recibido con un Brais furioso. Tras huir de él a lo largo de todo el jardín, lanzarlo a la piscina para que se le enfriaran las ideas de asesinarlo, y tener que tirarse tras él para rescatarlo; se calmó y decidió escuchar.Concluyó su primera disculpa que sellaron con un abrazo, la vida comenzaba a sonreírle. Recuperó a su hermano, y sintió que entre todos lo habían tomado por tonto, pero en aquellos momentos no le importaba. Ya ajustaría cuentas con Elián, debía comprender que sus macabros planes nunca salían como esperaba. Aunque no se imaginaba el futuro sin caer en sus redes y ser parte de las locuras que propusiera.Nada importaba, tan solo deseaba ver a su gata y obligarla a aceptarlo. Era orgullosa, quizá el anillo de