Deber y ser agradecido con la vida, era lo que se repetía en el camino a su casa con Karla dormida en el asiento del copiloto. La noche había sido intensa, más de lo que cabía esperar de una reunión de amigos. Terminó en desgracia para una pareja que él soñaba con disolver, sin embargo, no se sentía cómodo con lo ocurrido. No dejaba de preguntarse cómo se encontraría su amigo y Aledis. En cualquier otro momento estaría buscando a Brais como un ángel de la guarda, e intentaría impedir que hiciera alguna locura de la que después se arrepintiera. Deseaba dividirse e ir a consolar a dos personas muy importantes para él, pero en cambio, se encontraba camino de su hogar junto a una mujer que casi acababa de conocer.«Me necesita más que ellos. Está embarazada, agotada y sé que pasa un mal momento. ¿Qué clase de hombre sería si me marchara y la dejara sola? Mi madre siempre me dijo que debía dar lo mismo que esperaba recibir, si fuera yo quien estuviese en problemas me gustaría contar con el
Desde aquella noche todo se complicó para Cristian. Se debatía entre la promesa de ayudarla y la de huir de ella. Se levantó ojeroso por no poder dormir en su compañía. Sentirla a su lado, en su cama, había movido sentimientos a los que no estaba preparado para enfrentarse. Pensó despedirse de ella, pero decidió dejarla dormir y poner una nota junto a la almohada. Tenía planes, muchos de hecho, tuvo una larga noche para pensarlos.Al llegar a la empresa, nada más cruzar el umbral de su oficina se encontró a un malhumorado Brais, que parecía llevar tan mala noche como él.—Vaya, hermano, qué madrugador, ¿qué haces en mi oficina? La invades con tu presencia. —Caminó hacia el escritorio y se acomodó.—Esperando encontrar en ella a mi amigo, no a ti —Brais escupió su reproche sin ningún tipo de gracia—. Quiero ver a la persona que conocí cuando tenía cinco años, aquel que me apoyó en cada caída en mi vida, ese que no dejaría que nada rompiese nuestra amistad. ¿Te parece una buena respuest
La siguiente semana pasó con rapidez, Cristian se volcó en el trabajo y en cumplir promesas. Visitó a Aledis con la intención de ver cómo se encontraba y, fuera de toda lógica, aportar su grano de arena para mejorar la situación del matrimonio. Conocía bien a su amigo, desde que su padre murió la unión entre su madre y él fue inquebrantable. El rencor de Isabel hacia su esposa era una fuerte prueba que tendría que superar. Tras una larga conversación con la pelirroja, comprendió que su amiga estaba aterrorizada. Vivía con el miedo constante de la pérdida, con la mala conciencia de lo ocurrido a su padre y ver a su madre sola en una casa llena de recuerdos.Tras oírla desvariar sobre mujeres convertidas en perro, maldiciones y divorcios, se atrevió a ofrecerle un paseo por el jardín. Ella lo acompañó sin saber que su marido la esperaba con un discurso ensayado, el cual nunca usó. En cuanto las miradas de la pareja se cruzaron Cris comprendió que estaba fuera de lugar. No había problema
Karla no podía creerse la buena suerte y los cambios sucedidos en su vida. Tenía unos nuevos amigos que se comportaban con ella como familia, y un trabajo perfecto, el cual comenzaba ese mismo día. Esa misma mañana Cristian la llamó para avisarle de que debía presentarse en la oficina. Lloró cuando su nuevo jefe puso sobre sus manos los documentos que la señalaban como una inmigrante legal. No sabía ni tampoco quería preguntar cómo hizo para conseguirlos con tanta rapidez. No se quejaría de su nueva suerte, sería agradecida y lo haría de la única forma que sabía: intentando no molestar a Cristian mientras estuviese de ocupa en su casa, e intentando hacerle la vida más cómoda.Llegaría el día que tendría que marcharse, conseguir su propia casa y comenzar una nueva vida, tal como lo había soñado. El único problema que encontraba a ese plan era, que esos sueños cambiaron desde que conoció a Cris. Ya no podía imaginarse regresando con Hugo, o siendo madre soltera. La convivencia le estaba
Fueron muchas las ocasiones en las que pensó en la mentira. Frente a él tenía a su amigo haciéndole una pregunta clara, una con fácil respuesta. Por la mente le cruzaron muchas frases con las que escapar del aprieto, y en todas ella le explicaba la verdad. Cristian siempre creyó en el poder de la sinceridad, sin embargo, estaba cometiendo el mismo error que Brais meses atrás. Estaba dejando que una mentira lo consumiera. No podía contarle a su amigo los motivos que lo llevaron a crear esa farsa. ¿Cómo explicarle que sufría por la que era su esposa? Lo peor de aquel entuerto era, que contra más tiempo transcurría, más enredado se encontraba en la mentira.Ya no se consumía de amargura en las noches, ni lloraba hasta caer rendido. No despertaba con el vacío que la pelirroja había dejado en su vida. Tampoco le dolía imaginar a su mejor amigo con ella, por el contrario, le gustaba verlos felices. Tan felices como él se despertaba cada día y apagaba el despertador por quedarse unos minutos
Escapó hacia la calle como si fuera perseguida. Comenzaba a odiar su estado, por cada cosa que le ocurría parecía un alma en pena llorando. A veces parecía que caminaba sobre charcos y se ahogaba en cada uno de ellos. Había besado al hombre que amaba con tanta pasión que pudo haberse evaporado en la oficina; sin embargo, se encontraba corriendo despavorida y huyendo de su reacción. No estaba preparada para que él negara que había algo entre ellos.Se llevó la mano al pecho en un intento por detener las palpitaciones. Se adentró al garaje y se apoyó sobre el capó del auto de su falso novio. Del llanto pasó a la risa histérica, observó su imagen en el cristal y el efecto óptico la hizo verse deformada, de proporciones más anchas.«Y esto es solo el comienzo, este garbancito seguirá creciendo hasta que pueda llegar rodando a casa. Aunque Cris fuese un indigente jamás pensaría en estar conmigo. Puede tener a quien desee, solo hay que ver lo bonita que es su secretaria».Estaba celosa, y e
—Voy a necesitar medio metro más de tela solo para cubrir esta enormidad. —Las manos de Elián se aferraron a sus caderas con fuerza, hasta clavarle la yema de los dedos—. ¡Cuánta carne, virgen del camino empedrado! Cuando te crezca más la panza no sé cómo vamos a hacer para meter todo eso en mis diseños.—Marico —susurró—, no hace falta ser tan cruel con mi horrendo cuerpo.Su amigo alzó la mano y le propinó un golpe en el trasero, dio un brinco y se alejó de él.—¡Ojalá fuera feo! Si fuera así yo tendría a mi muchachote y no estaría babeando por ti. Pero me voy a calmar antes de sacarte los ojos con la tijera de costura, ya me olvidé de él, es muy poca cosa para mí.Karla no comprendía, ella no era dueña de Cristian. Todo era una farsa y Elián lo sabía, Aledis se encontraba en la boutique atendiendo clientes y ellos encerrados en el taller de costura. No tenía que seguir fingiendo una mentira que le dolía demasiado. Quiso preguntar si creía que Cris la veía de un modo distinto a una
—¡Karla, no permitiré que le hagas daño a mi amigo!El grito que escapó de Aledis interrumpió el sermón de Elián sobre muchachotes, y lo atractivo que le había parecido Hugo. Incluso los trabajadores que permanecían absorto en sus labores de costura, alzaron el rostro para observar la escena.—¡Nunca le haría daño!, ¿acaso no me escuchaste? Me enamoré de él. Hugo es solo un error de mi vida, uno que me va a dar lo único bueno que me pertenece, mi hijo.—Perra, no seas tan dramática. Deja que te explique lo que vi con estos hermosos ojos que Dios me dio —Elián acababa de darse cuenta de los problemas que daba su bocaza—: Karla no parecía disfrutar de los intentos de seducción de ese hombre, más bien estaba asustada. Estuve a punto de aparecer y enfrentarlo, pero antes de que me decidiera se había marchado.—Marica, agradezco tu explicación, pero deseo que sea ella quien lo haga.—Mira chamos, no tengo nada que ocultar. Pueden creerme o no, les agradezco todo lo que hacen por mí, pero e