¡Hola! Espero que os esté gustando porque este maravilloso lío de mentiras solo acaba de comenzar. Me gustaría saber mucho vuestras opiniones, así que no dudéis en dejar un mensajito.
—¡Niña! Despierta por favor, ¡Reme!, trae agua. —Lorena y Remedios corrieron al baño colocando las manos como si fuera un cuenco, y las llenaron del líquido que derramaban antes de llegar a su destino—. ¡Torpes! ¿No podían agarrar un vaso? No importa, aquí tengo refresco.Abrió la botella justo en el momento que se escuchó una queja por parte de Aledis.—Hmm, ¿qué pasó?—Por si acaso. —A pesar de verla abrir los ojos, derramó el contenido de la botella sobre el rostro.—¡Marica!—¡Perra! ¿Dormiste bien entre mis brazos?, que sepas que no se volverá a repetir. —Con cuidado intentó incorporarse del suelo ayudada de su amigo y bajo el escrutinio de las empleadas.—Si no fuera por el calor que tengo ahora mismo, y porque siento que si me sueltas me daré de lleno con el suelo, te estaría cruzando la cara por dejarme pegajosa, ¿qué me echaste?—Mi refresco, me debes uno, pensaba tomarlo camino de casa.—¿Estás bien? —preguntó Lorena, y Remedios la secundó.—¿Me veo bien? No pueden ser más t
Brais se encontraba sentando en un bar junto a su amigo, aun no daba crédito lo que una broma sin importancia había acarreado. Aquella mentira corrió con la misma rapidez que el fuego a través de una mecha que su final es hacer explosión. La información errónea detonó frente a sus ojos sin ser capaz de detenerla. Miró a Cristian pedir al camarero el quinto whisky, apenas eran las diez de la noche y ya comenzaba a estar ebrio.«Cuidarlo mientras se bebe hasta el agua de los baños es lo único que puedo hacer. Siquiera eso, porque ya hice demasiado. ¡No sé cómo arreglar esto!».—Deberías dejar de beber, así no vamos a solucionarlo.Se sentía demasiado culpable.—¡¿Qué hay que solucionar?! Novio, esta noche tengo ganas de embriagarme y después tener sexo sin control, espero que te muestres cariñoso.—Deja de decir tonterías, va a pasar, Cris. Es solo un tonto rumor.—¿Tonto? ¡Mi imagen está destrozada! —Hacía mucho tiempo que no lo veía tan alterado.—¿Tu imagen? ¿Acaso tiene algo de malo
—¡Hijo! Llevo escuchando tu despertador sonar desde hace veinte minutos. ¡Voy a entrar!, espero que estés visible.Isabel abrió la puerta con cuidado y se adentró unos pasos en la habitación descubriendo la escena ante ella. Sobre la cama matrimonial su hijo y su mejor amigo estaban dormidos. La única ropa que tenían sobre ellos eran un par de bóxer. Los zapatos, camisas y pantalones, lucían tirados por el suelo. Una de las piernas del muchacho rubio descansaba sobre el cuerpo de Brais. Se llevó una mano a la boca intentando ahogar un grito.—Ave María Purísima. —Se persignó—. Ahora entiendo tantas cosas, ¡Brais!Vio a su hijo abrir los ojos y dar un alarido al verla frente a él.—¡Mamá! ¿Qué haces aquí? —Un gruñido a su lado respondió a su estridencia, Brais apartó la pierna que lo tenía aprisionado con rapidez y se alzó sentándose sobre la cama.—¿Tienes algo que decirme? —preguntó, dispuesta a escuchar su confesión.—No.—¿Seguro? —Señaló a Cristian con la mirada.—Esto no es lo q
Aledis se encontraba sobre la cama abrazada a su oso de peluche. No había pegado ojo en toda la noche por esperar una respuesta que nunca llegó. Sabía que debía levantarse, y comenzar el día a pesar de no tener ganas de hacerlo.«No puedo detener mi vida por un hombre que reapareció para perturbar mi existencia». Agarró el teléfono y volvió a mirarlo a pesar de saber que no había nada en él. Se contuvo de rogar que le contestara. Se sentía débil y poca cosa, pero necesitaba los mensajes de ese hombre casi como respirar.—¿Ves, oso? Nunca te enamores, solo sirve para sufrir. —habló con el animal de peluche, se incorporó y comenzó a caminar hasta el baño arrastrando los pies.Una hora y media después se encontraba aparcando su automóvil frente a la tienda. A pesar de que el día había amanecido nublado, llevaba unas gafas de sol que le cubrían la mirada cansada.—Buenos días —susurró al entrar.Elián, Lorena y Remedios se encontraban desayunando en un rincón de la tienda. Al verla, las d
Elián la agarró de uno de sus brazos y tiró de ella alejándola de Brais antes de que estrecharan las manos sellando así la contratación. Se dejó arrastrar por su amigo que se la llevaba dejándola con la palabra en la boca.—Estaba hablando, ¿qué quieres?—¿Quién eres y qué tramas? —murmuró, alzando una ceja.—No sé de qué estás hablando. —Frunció el ceño, molesta.—No te hagas la loca, ¿qué pretendes contratando a ese hombre?No quería que la cuestionaran, sus razones eran de ella y de nadie más.—Elián, ¿estás borracho?—¿Lo estás tú? Porque pasas de decir que es horrendo a contratarlo como dependiente. Tú, que solo buscas modelos para no perder la buena imagen de tu tienda.—¿Es qué no tengo derecho a cambiar de opinión? Me parece una buena elección, se ve decente.—¿Decente? No hablaste dos palabras con él y ya lo estabas contratando. Espero que esto no sea una estratagema para reírte de Reme.—¡¿De Reme?! —Sintió la sangre hervir de rabia al recordar las fotos de aquella mujer bes
—Tranquilo, tigre, si sigues corriendo así en esa cinta te dará un infarto.Brais pasó unas horas siendo capacitado para un trabajo que no necesitaba solo por estar junto a la mujer de sus sueños. Cuando salió de su casa llevaba las ideas claras, iba contarle toda la verdad, pero en el momento que la tuvo frente a él, no pudo. Cuando ella lo confundió con uno de los aspirantes, vio el cielo abierto. Sabía que aquella mentira se estaba haciendo cada vez más grande, que le acabaría explotando en el rostro; sin embargo, no sabía cómo detenerse sin perderla.«Aunque no se puede perder lo que en realidad nunca se tuvo».Estar con ella parte de la mañana había sido lo mejor que le pasó en mucho tiempo, aunque al verla sonreír se daba cuenta de que era una alegría fingida. Mientras le mostraba las tareas que debía llevar a cabo, a pesar de hacerlo de una forma amable, la notaba cansada. A veces su mirada se perdía en algún punto recordando algo que parecía dañarla.«¿Acaso necesito más prue
—Pero mira quién llama, el señor que inspecciona la boca de la idiota de mi empleada —el reclamo de Aledis fue lo primero que escuchó en cuanto descolgó el teléfono.«¡Joder! Lo sabe».—Ale, cariño… escúchame.—¿Qué tengo que escuchar, Cristian? Llevo esperando recibir alguna mentira tuya todo el día. —Todo tiene una explicación, lo juro. «Aunque no sé cómo dártela».—¿Así? Primero aparece un video donde dicen que eres gay y después te veo besando a, ¡esa!—¿Cómo te enteraste? «¡Joder! No debería haber llamado».—¿Me tomas por idiota? Solo debía sumar dos más dos. Tu nombre, el de tu empresa, ¿sigo o ya sabes cómo?—Pero amor, lo que viste no es del todo cierto —intentó defenderse, pero era imposible.—¡No vuelvas a llamarme amor! —Puedo dejar de llamarte así si con eso te sientes mejor, pero no cambiará lo que siento por ti.—¿Sentir? ¿Qué se supone que sientes? Cristian Ferrer —dejó escapar el nombre de su amigo como si fuera una clave que él debía entender, pero no lo hacía—. ¿Cu
El despertador sonó dos horas antes de lo normal. Eran las cinco de la mañana cuando ya estaba dispuesto a comerse el día. Se dio una ducha y se arregló tal como su amigo le decía siempre que hiciera. Quería verse bien para Aledis, aunque no fuera el hombre por el que ella sufría.«O sí. Porque si siente algo, es por mí. Todas las horas que pasamos hablando fue conmigo no con él». Trabajó durante una hora en el programa que estaba creando para su empresa. Apenas se hicieron las siete de la mañana salió de su casa camino del nuevo trabajo, y entró en el aparcamiento del centro comercial que se encontraba a un par de calles de distancia.«Si voy a trabajar para ella no puedo aparecer con este coche. Nadie se creería que necesito el puesto. Voy a tener que comprar uno que no sea tan llamativo». Recordando que debía hacerse de una vida algo menos glamurosa. Salió del auto y se apresuró a llegar al trabajo. Minutos después se encontraba entrando a la boutique.—¡Hola! —saludó a Elián que l