¡Hola a todos! Si habéis llegado hasta aquí, os agradezco mucho la lectura y vuestro tiempo. Espero os deis el tiempo de conocer a Aledis y de descubrir que no es tan bruja como quiere hacerse ver. Me encantaría saber vuestras opiniones, estaré feliz de leeros. Muchas gracias.
—Creo que deberíamos ir cerrando el chiringuito. —Elián reflejaba el cansancio en su rostro. Pasó todo el día trabajando sin parar junto a sus nuevas compañeras. Corriendo del taller a la tienda porque Lorena no era capaz de hacer bien su trabajo. —Creo que sí, la jefa parece que no volverá. Dime algo, ¿qué crees que le pasa? —preguntó, Remedios. —No me gusta el cotilleo, pero si insistes te lo cuento. Yo conocí a la perra del diablo cuando ambos comenzamos a estudiar diseño y moda. Era muy distinta de como la ves en estos momentos. —¿Qué quieres decir con eso? —Que no siempre fue lo que ves. Antes era una mujer sin gracia, tabla por delante, tabla por detrás. Despeinada y con un gusto por la moda algo extraño para elegir esa carrera, pero por algún motivo siempre me rodeo de bichos raros. —Dejó escapar una carcajada recordando a la joven pelirroja. —No me lo puedo creer, me mientes, es imposible que alguien como ella fuera como describes. —No, mi Reme. No acostumbro a mentir, p
Aledis pasó más de media hora en el interior de la bañera, no salió de ella hasta que el agua se encontraba fría. Hubiera querido quedarse allí y olvidarse de todo. Desde que decidió afrontar la vida comportándose como una perra, tuvo varias recaídas. Estados de ánimo que siempre se solucionaron con visitas al cirujano, pero esa vez parecía que ni eso lograría hacerla sentir bien. Salió del baño, se puso el albornoz y se dejó caer sobre la cama. Fue un día muy duro. Sabía que la actitud hacia sus padres no era la correcta, que ellos eran lo que más amaba, pero le recordaban un pasado que necesitaba olvidar. Tenía varias llamadas perdidas de Elián, debería llamarlo y ponerse al día; no obstante, no se encontraba con ánimos de hablar con él. «Seguro saldrá con lo mismo de siempre o con algún insulto». Agarró el portátil que descansaba encima de su mesa de noche, lo colocó sobre las piernas y lo encendió. «Que triste es que tu único amigo te odie. Uno más que lo haga qué más da. Ya sé
El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando decidieron colgar el teléfono. Ambos perdieron la noción del tiempo mientras hablaban. En algún momento de la conversación tan solo se relajaron, sin hacerse preguntas. Se dedicaron a ser ellos mismos sin intentar impresionar al otro. Dejando conocer esa parte que a veces escondemos a los demás por miedo. Todo era tan extraño, tan familiar. A Aledis le parecía increíble lograr esa conexión con una persona a la que nunca había visto, que nunca había tocado.«Quisiera conocerlo. Me encantaría que estuviese aquí ahora, no tener que dormir, que se hiciera de día tan solo hablando con él. Quizá no solo hablando». Sus ojos azules tenían un brillo que hacía mucho no se instalaba en ellos, se sorprendía a sí misma con aquel pensamiento hacia un casi desconocido. Se sentía más cómoda hablando con él, que con Elián. ¿Es que acaso se podían tener sentimientos con esa rapidez? Ella no recordaba la última vez que abrió su corazón, que se enamoró, p
—¡¿Brais?! ¿Qué haces aquí? —Cris levantó la vista del portátil que tenía sobre el escritorio y lo observó asombrado—. No me digas, has muerto y vienes en espectro para despedirte de mí.Cristian apartó la silla con rapidez y se levantó llevándose ambas manos al pecho.—No quiero bromitas pesadas.—¡El espectro habla! Y lleva un traje de Armani, me va a dar un infarto. Se te ve tan violable. —El tono afeminado le recordó la maldad que hizo antes de entrar, provocando que comenzara a reírse—. No sabes la alegría que me da verte tan contento y, sobre todo, fuera de casa.—Pensé que podríamos desayunar juntos y después acompañarte al gimnasio.Quería ponerse en forma, puede que no pudiera hacer mucho por su rostro, pero al menos podía tonificar su cuerpo un poco más.—Creo que no escuché bien.Brais bufó y dejó los ojos en blanco.—Deja de hacerte el idiota, Cris.—¿Dónde está mi amigo?, ¡cuánto me va a costar el rescate! —Ladeó la cabeza y lo miró esperando que comenzara a ponerse serio
Transcurrió una semana desde que Brais decidió ponerse en forma. El sudor caía por la frente, su pulso estaba disparado, sentía el dolor del cuerpo en cada inclinación. Las manos de Cristian sujetaban sus piernas con fuerza impidiendo el movimiento. —¡Vamos! Cincuenta más y terminamos. —¡¿Cincuenta?! —Detuvo los abdominales que estaba haciendo y se quedó tumbado en el suelo—. Voy a echar el hígado por la boca. —Querías que te entrenara, ¿no? Pues ahora nada de quejas, ¡sigue! —Voy a morir, llevamos una semana sin parar ni un solo día. Vio como Cristian sacaba del bolsillo del pantalón una foto de Aledis que robó de internet, la colocó frente su rostro y la fue alejando hasta dejarla sobre las rodillas. —Querías mejorar tu físico por ella, mírala. Te está observando, ¡Brais tómame, te quiero, guapetón! —su voz se tornó femenina en sus últimas palabras. —Esta mujer va a matarme y aun no nos conocemos de manera formal, estoy exhausto —dijo, retomando los ejercicios—. Por cierto, si
—¡Niña! Despierta por favor, ¡Reme!, trae agua. —Lorena y Remedios corrieron al baño colocando las manos como si fuera un cuenco, y las llenaron del líquido que derramaban antes de llegar a su destino—. ¡Torpes! ¿No podían agarrar un vaso? No importa, aquí tengo refresco.Abrió la botella justo en el momento que se escuchó una queja por parte de Aledis.—Hmm, ¿qué pasó?—Por si acaso. —A pesar de verla abrir los ojos, derramó el contenido de la botella sobre el rostro.—¡Marica!—¡Perra! ¿Dormiste bien entre mis brazos?, que sepas que no se volverá a repetir. —Con cuidado intentó incorporarse del suelo ayudada de su amigo y bajo el escrutinio de las empleadas.—Si no fuera por el calor que tengo ahora mismo, y porque siento que si me sueltas me daré de lleno con el suelo, te estaría cruzando la cara por dejarme pegajosa, ¿qué me echaste?—Mi refresco, me debes uno, pensaba tomarlo camino de casa.—¿Estás bien? —preguntó Lorena, y Remedios la secundó.—¿Me veo bien? No pueden ser más t
Brais se encontraba sentando en un bar junto a su amigo, aun no daba crédito lo que una broma sin importancia había acarreado. Aquella mentira corrió con la misma rapidez que el fuego a través de una mecha que su final es hacer explosión. La información errónea detonó frente a sus ojos sin ser capaz de detenerla. Miró a Cristian pedir al camarero el quinto whisky, apenas eran las diez de la noche y ya comenzaba a estar ebrio.«Cuidarlo mientras se bebe hasta el agua de los baños es lo único que puedo hacer. Siquiera eso, porque ya hice demasiado. ¡No sé cómo arreglar esto!».—Deberías dejar de beber, así no vamos a solucionarlo.Se sentía demasiado culpable.—¡¿Qué hay que solucionar?! Novio, esta noche tengo ganas de embriagarme y después tener sexo sin control, espero que te muestres cariñoso.—Deja de decir tonterías, va a pasar, Cris. Es solo un tonto rumor.—¿Tonto? ¡Mi imagen está destrozada! —Hacía mucho tiempo que no lo veía tan alterado.—¿Tu imagen? ¿Acaso tiene algo de malo
—¡Hijo! Llevo escuchando tu despertador sonar desde hace veinte minutos. ¡Voy a entrar!, espero que estés visible.Isabel abrió la puerta con cuidado y se adentró unos pasos en la habitación descubriendo la escena ante ella. Sobre la cama matrimonial su hijo y su mejor amigo estaban dormidos. La única ropa que tenían sobre ellos eran un par de bóxer. Los zapatos, camisas y pantalones, lucían tirados por el suelo. Una de las piernas del muchacho rubio descansaba sobre el cuerpo de Brais. Se llevó una mano a la boca intentando ahogar un grito.—Ave María Purísima. —Se persignó—. Ahora entiendo tantas cosas, ¡Brais!Vio a su hijo abrir los ojos y dar un alarido al verla frente a él.—¡Mamá! ¿Qué haces aquí? —Un gruñido a su lado respondió a su estridencia, Brais apartó la pierna que lo tenía aprisionado con rapidez y se alzó sentándose sobre la cama.—¿Tienes algo que decirme? —preguntó, dispuesta a escuchar su confesión.—No.—¿Seguro? —Señaló a Cristian con la mirada.—Esto no es lo q