La suavidad de las sabanas acariciaba su rostro y un olor nauseabundo se instaló en las fosas nasales. La sensación de haber tomado malas decisiones recorría las pocas neuronas que quedaban con vida en su cerebro. Un penetrante dolor en el costado le hizo gemir al intentar incorporarse. Se encontraba en su habitación, en su propia cama. No hacía falta abrir los ojos para sentir la familiaridad del lugar. El cuerpo le gritaba que la noche anterior se excedió con la bebida, algo que solo ocurría cuando los problemas lo guiaban a ahogar las penas en alcohol.Se echó sobre un lado y colocó la pierna encima del cuerpo que descansaba a la derecha. Su mente ofuscada dio por hecho que su acompañante era Brais. En más de una ocasión compartieron lecho por acabar con todas las reservas de bebida de algún bar, debía ser así, porque si el cálido bulto a su lado fuese una mujer, jamás se olvidaría.«Guardo el recuerdo de cada hembra que pasó por esta cama, y a mi mente no viene ninguna imagen plac
Karla se encontraba sentada en uno de los sillones de la sala cuando el timbre sonó. Había sufrido una terrible noche y una peor mañana. Se sentía somnolienta y no se veía capaz de retener lo poco que llevaba en el estómago. Con desgana se levantó y caminó hacia la puerta. Observó por la mirilla para saber si se trataba de la persona que estaba esperando, una vez lo hizo, quitó el pestillo y abrió.—Dalia, pasa, me alegra verte. —Se apartó para dejar paso. La visitante le dedicó una mirada compasiva, estaba segura de que no tendría el mejor aspecto.—Te traje algo de comer, apuesto que aún no desayunaste. —La vio caminar hacía la cocina y dejar el envoltorio de unicel sobre la encimera.Rascó su cuello, nerviosa y cerró la puerta.—Tienes razón, no soy capaz de retener nada en el estómago. No sé si sea por los nervios o por eso… ya sabes. —Con cuidado, como si tuviese miedo de romperlo se sentó en el sofá.—Eso, se llama embarazo, Karla. Justo por ese motivo es que debes alimentarte b
Había transcurrido casi una semana desde la fatídica mañana en la que despertó con una resaca que tumbaría a un elefante. Se dedicó a dirigir la empresa en ausencia de Brais. Era algo a lo que estaba acostumbrado, ya que durante años su mejor amigo siempre se había mantenido en las sombras. Intentó disipar el dolor que le oprimía el pecho llamándolo una y otra vez, con cualquier excusa. En realidad, lo único que deseaba era escuchar la voz de su pelirroja al fondo, y que ocurriera un imprevisto en la empresa para obligarlos a volver de la luna de miel.Sabía que su comportamiento era del todo incorrecto, pero los anhelos del corazón eran demasiado fuertes para ignorarlos. Era viernes, tras una jornada de trabajo se dispuso a marcharse. Tenía la necesidad de un hombro en el cual apoyarse; pero, además de mujeres que se ofrecían a acompañarlo con intenciones poco loables, o Brais, no tenía a nadie en quien confiar. Estaba seguro de que Elián se encontraría disponible, tan solo con desco
—¿Quién era esa mujer con tan poca educación? —Cerró de un portazo la entrada principal y echó un leve vistazo a Alicia.—Con sinceridad, no tengo puñetera idea de quién sea, pero tiene un par de nalgotas para darle azotes mientras… —Aun en estado de ebriedad, pudo percatarse de que los movimientos groseros que acompañaban a sus palabras, incomodaron a su acompañante—. Lo siento, Ali.La joven cerró los ojos, frunció los labios y emitió un gruñido interno. Por su expresión podía ver que estaba molesta, aun así, se apresuró a negarlo.—No te preocupes, puedes decir lo que piensas, no hace falta que comiences a contenerte ahora. Fuimos muy sinceros a lo largo de la tarde.—Ven, vamos a sentarnos. —Sujetó su mano y la llevó hacia el sofá para poder estar tranquilos—. Quizá tenga en el cuerpo unas copas de más.—¿Solo unas?—Puede que muchas, pero no bebí tanto para no darme cuenta de cuando cometo un error. Creo que, desde hace un tiempo, toda mi experiencia en el trato con mujeres se vi
Ensimismado se quedó observando la pantalla unos segundos, la foto de Aledis se mostraba en ella llenándolo de sensaciones contradictorias. ¿Por qué Elián debía encontrarse en su casa en esos momentos? Lo único que deseaba era echarse sobre la cama, y hablar con ella hasta que finalizara la luna de miel. Alzó un brazo con la mano extendida indicándole a su amigo que guardara silencio, con un leve temblor deslizó el dedo y contestó la llamada.—Ale, ¡qué sorpresa! —Se aclaró la garganta avergonzado al ver que sonó como un graznido.—¡Cris!, ¿cómo estás? Ayer hablé con Elián y me comentó que estás decaído, ¿todo bien? —La ternura que emanaba era una cura para el corazón que latía desenfrenado.—Sí, bueno, no. Espérame, justo la reina de Roma está aquí y no me apetece que ande de alcahuete.—¿Quién es, hombretón?, ¿es mi perra? Pásamela, quiero que me siga contando lo que ayer dejamos a medias. Dice que le cuesta cerrar las piernas de tanto montar a su caballo. —Elián entreabrió los musl
—Por favor, necesito el empleo, sé que no tengo experiencia, pero puedo aprender.Karla se sentía devastada, era el sexto lugar en el que obtenía un rechazo a lo largo de la mañana. En su larga búsqueda de empleo se había perdido tantas veces en las calles, que a veces llegó a creer que tendría que pasar la noche a la intemperie. Las fuerzas y esperanzas comenzaban a caer en picado. Parecía como si un ente superior a sí misma obrara en su contra cerrándole todas las puertas que visitaba. Intentaba mantenerse enérgica, cuidarse tanto en físico como en estado anímico. Había asumido que iba a ser madre soltera y debía proteger la integridad del bebé que crecía en su interior, pero el destino parecía tener preparado muchos obstáculos.—Señorita, en estos momentos estamos completos. —Podía ver en la mirada del encargado que mentía.—Tienen un cartel buscando camarera, ¡lo estoy viendo! No me mienta, señor si usted entendiera que necesito el trabajo con urgencia. —Estaba dispuesta a arrodil
La mirada iracunda de Elián gobernaba el ambiente y el silencio se hacía cada vez más incómodo. El camarero trajo el pedido y colocó los platos frente a los comensales. Comenzaba a sentirse el relleno maldito de un pan. Se encontraba en medio de dos leonas que cometían los más viles asesinatos con la mirada.—¡Ya está bien! —estalló en un grito—. ¿Es qué no podemos comer en paz?—Hombretón, yo estoy muy tranquilo, no me estoy metiendo con nadie, y menos con esa mujer con el culo gordo a la que quieres imponer mi presencia. —Eli pestañeó con inocencia y paseó la lengua por el borde de los labios.—Parece que aquí la reinona siente envidia de mi trasero, puede que esté falto de esas partes. —Sonrió al ver que Karla no se dejaba amilanar ante sus comentarios.Paseó los dedos por el cabello haciéndolo a un lado y suspiró al comprender que no lograría la tranquilidad ansiada.—Mira, niña, soy un empresario exitoso, un diseñador creativo que llena de felicidad al mundo con sus maravillosas
La luna se había coronado en el cielo, las luces de las farolas eran la única iluminación que entraba por la ventana. Permanecía en silencio, observando el paquete de comida preparada con el que había regresado del extraño encuentro. Los nervios aprisionaban su estómago, anudándolo. Desde que Dalia se marchó con los visitantes, el mundo se vino abajo. Releía una y otra vez el mensaje que le había mandado su amiga.«Karla lo siento, esas personas estaban muy interesadas en el departamento. Creo que debes buscar otro lugar donde vivir, te ofrecería mi casa, pero ya sabes que Jorge es el mejor amigo de Hugo».No hacía falta que le recordara que ir corriendo bajo sus faldas no era una opción. La relación con Hugo no había terminado bien, la única persona que se apiadó de ella fue Dalia y no eran las mejores amigas. Ni siquiera podía considerarse su trato como una amistad, eran conocidas. Sin embargo, ya le obsequió toda la amabilidad posible, no podía pedir más. Tampoco quería, comenzaba