Ninguno de los tres que estábamos allí dijo nada.
Sin quitar los ojos de encima de mi padre, veo como la enfermera comienza a teclear el teléfono del número de la policía.
—Señora, deje el teléfono. —Le ordena mi padre acercándose al escritorio y ella de inmediato da un paso atrás con el teléfono aún pegado de su oreja.
—Señor, le voy a pedir que se mantenga alejado de mí. —Dice ella, y me mira, sé que está buscando apoyo, pero no puedo brindarle más del que ya estoy dando, no puedo hacer una escena. Mi madre no merece esto.
Me muevo y me coloco en medio de ellos dos, aunque el escritorio, se supone, debería de proteger a la mujer.
Pero sabiendo que mi padre es capaz de haber colocado sus manos en el cuerpo de mi madre y apuñalado su piel dos veces…
Ya no sé qu&eacut
Estamos en una sala de espera VIP. Se supone que aquí no entra ningún paciente ni familiar que no tenga la categoría económica suficiente, al menos no como lo tenía mi familia. Los Hossen somos unas de las familias más influyentes en todo Seattle. Al menos en Estados Unidos nuestro apellido pesa. De igual forma, a pesar de tener todo el dinero suficiente como para comprar este hospital y de esforzarme por lograr todas mis metas y sueños que desde niño he tenido, nada de esto puede comprar la salud de mi madre y de la gente que me importa. Aunque tengo una estabilidad económica mejor que muchas personas y a pesar de poder contribuir con las causas benéficas y ayudar a niños de la calle, niños con enfermedades terminales, personas que no merecen sufrir a pesar de considerarme relativamente bueno, nada de eso importa si no puedo ayudar a quien me importa. El dinero no sirve de nada si quienes me importan sufren, mueren, salen lastimados, mientras yo me quedo con
Estoy agotada, cansada de intentar verle el lado positivo a las cosas, lo único positivo que tengo de todo esto es que un niño crece en mi interior. Apenas tengo cuatro semanas, quizás cinco. La verdad es que he perdido el interés en contar el tiempo, solo sé que el bebé crece en mi interior, cada día con más fuerza. He procurado tomarme los medicamentos y vitaminas que el doctor me ha indicado y tengo unos cuántos días sin haber pasado por su consultorio, lo cual debería haberlo hecho feliz. —No puedes pasarte todos los días llorando.—Me dice mi hermana entrando a la habitación y sonriendo mientras pasa la mano por mi cabello rizado, rubio y enredado. —No es de día, es de noche. —Sé muy bien que no es de día, de igual forma tampoco te puedes pasar todas las noches llorando. Por algo hemos salido esta noche con Rosita para que lo olvides para que te des tiempo para ti. —No estoy llorando por él. —Le digo, aunque sé muy bien que es una m
Intento respirar con calma mientras veo el periódico digital. No puedo creer que él esté pasando por todo esto y aún así esté en la oficina. ¿A qué vino a trabajar? ¿Cómo puede concentrarse cuando su familia se está derrumbando? Por más que quiero odiarlo y sentirme resentida con él, me levanto de inmediato de la silla y abro la puerta de la oficina. —No sabía lo que estaba sucediendo con tu familia. —Digo de repente. —Estoy trabajando Vicky. —Me dice él, sin mirarme ni inmutarse. Aprieto los puños junto a mi traje de pantalón y chaqueta clásica de oficina, el cual se que muy pronto dejará de servirme. Recien debo comenzar a ponerme todo lo que no he usado por falta de vida social, por falta de salir mas. Con Malcom pocas veces sali, pues apra el era una perdida de tiempo y preferia estar conmigo siempre en su casa. O en algun motel. Aunque pasamos muchos años junt
Muerta por dentro. Precisamente es como me siento ahora, mientras veo el computador. —A la oficina ahora. —Me dice desde la puerta y me levanto con todo el pesar en el cuerpo y náuseas que me consume la energía. Él no tiene idea de lo mal que lo estoy pasando y si lo sabe, hacerte caso omiso. Se hace el desentendido porque saben muy bien que tiene la culpa de todas mis desgracias. Aunque lo cierto es que mi desgracia principal fue haberme acostado con él en primera instancia. Jamás debí de haber sucumbido ante mis impulsos de despecho, intentando olvidar a un hombre Me involucré con otro que creo que jamás podré olvidar. Como psicóloga no creo en esa teoría de que un clavo saca otro clavo. Y comienzo a creer que para sacar a Ernest de mi corazón tendré que utilizar toda la caja de herramientas. Mi vida era muy distinta antes de involucrarme con hombres, antes de saber la necesidad que desarrollaba
—¿Qué haces aquí Priscila? —Me pregunta Ernest con voz cansada. Se vale tenerle lástima. Por primera vez lo veo como un hombre cualquiera y no como un enemigo. Me acerco a él caminando despacio. Procura no molestarle a no más de lo que debe de molestarle hasta el respirando, mientras esa mujer que él quiere no está con él. —He ido a ver a tu madre al hospital. —Digo, tomando asiento frente al cruzando las piernas. —Lamento que esto esté sucediendo. —¿En serio lo lamentas? —Pregunta teñido de puro sarcasmo. —No creo que lo lamentes. No cuando hace tan poco me amenazaste con… —Estoy cansada, Ernest. Estoy cansada de que me veas como tu enemigo. —Digo, y él levanta los ojos del computador y cierra el aparato. —No podemos pasarnos la vida peleando entre nosotros. Ambos estamos haciendo lo mejor para nuestras familias. No puedes juzgarme siempre y creer que yo quiero estar contigo. No me gustas
—¿Qué demonios te sucede? —Me pregunta ella. Desde que nos quedamos solos.Pero yo no estoy dispuesto a decirle nada de lo que me he enterado.—Termina tu trabajo, lo que suceda conmigo y Priscila no te concierne.—Me concierne si la estabas arrastrando y tirando de su brazo, como si ella fuese una muñeca. No tienes ningún derecho a hacerle eso, es una mujer, deberías de tenerle respeto. Es tu prometida. —Me dice, como si eso significara algo para mí, pero no es así, solo que ella no lo sabe.Priscila casi hace que ese hombre asesine a mi hijo nonato.¿Quién diablos se cree que es para sentirse con el derecho de haber hablado con mi padre?Ella cree que porque me dice que tuvo celos y se sintió mal, voy a perdonarle, pero no es así. No sabe con quién se ha metido. Jamas le perdonaré haber puesto en peligro a
Guardo silencio y espero a que comente algo más, pero él no lo hace.Solo se queda mirándome.—¿Cuál es su afán para que me case con su hija? —Pregunto sin aguantarlo más. —Su hija es una mujer inteligente, famosa, una modelo internacional y usted tiene bastante dinero como para poder buscar a un hombre que le quiera.—El problema no es el amor.Veo una oportunidad y de inmediato la tomo.—Entonces, ¿cuál es el problema? —Pregunto. —¿Por qué usted quiere que yo me case con su hija si ni siquiera le conozco?—Sé que estás bajo mucha presión y más ahora que esa pobre mujer ha resultado muerta.—Eso no viene al caso, lo que me interesa ahora mismo es saber, ¿por qué usted quiere que me case con Priscila? ¿Acaso no tiene pretendientes
Miro a Ernest y no sé cómo reaccionar. Él se queda en silencio, mirando el cuerpo largo y tendido del hombre al que acaba de golpear. Mis ojos no pueden estar más abiertos, creo que se van a salir de las cuencas. Quiero pronunciar algo, cualquier palabra, pero mi garganta está cerrada. Se niega a dejarlas cruzar. —Llama a mi primo. —Dice él, mirándome. —¿Qué-que? —Tartamudeo, sin comprender aún nada de lo que me dice. —¿Qué-qué hago? —Llama a Timotheo y dile que venga urgentemente a mi oficina. —Ahora mismo. —Salgo despavorida de la oficina y tomo el teléfono de mi escritorio. Marco la extensión de Timotheo y le digo lo que Ernest me ha solicitado. En menos de cinco minutos el primo de Ernest está allí, me mira a mí primero antes de entrar a la oficina, extrañado, pues sé muy bien que todo el mundo se ha dado cuenta que no cruzo palabra con el jefe. Pero él me ha de