Muerta por dentro.
Precisamente es como me siento ahora, mientras veo el computador.
—A la oficina ahora. —Me dice desde la puerta y me levanto con todo el pesar en el cuerpo y náuseas que me consume la energía.
Él no tiene idea de lo mal que lo estoy pasando y si lo sabe, hacerte caso omiso.
Se hace el desentendido porque saben muy bien que tiene la culpa de todas mis desgracias.
Aunque lo cierto es que mi desgracia principal fue haberme acostado con él en primera instancia.
Jamás debí de haber sucumbido ante mis impulsos de despecho, intentando olvidar a un hombre Me involucré con otro que creo que jamás podré olvidar.
Como psicóloga no creo en esa teoría de que un clavo saca otro clavo.
Y comienzo a creer que para sacar a Ernest de mi corazón tendré que utilizar toda la caja de herramientas.
Mi vida era muy distinta antes de involucrarme con hombres, antes de saber la necesidad que desarrollaba
—¿Qué haces aquí Priscila? —Me pregunta Ernest con voz cansada. Se vale tenerle lástima. Por primera vez lo veo como un hombre cualquiera y no como un enemigo. Me acerco a él caminando despacio. Procura no molestarle a no más de lo que debe de molestarle hasta el respirando, mientras esa mujer que él quiere no está con él. —He ido a ver a tu madre al hospital. —Digo, tomando asiento frente al cruzando las piernas. —Lamento que esto esté sucediendo. —¿En serio lo lamentas? —Pregunta teñido de puro sarcasmo. —No creo que lo lamentes. No cuando hace tan poco me amenazaste con… —Estoy cansada, Ernest. Estoy cansada de que me veas como tu enemigo. —Digo, y él levanta los ojos del computador y cierra el aparato. —No podemos pasarnos la vida peleando entre nosotros. Ambos estamos haciendo lo mejor para nuestras familias. No puedes juzgarme siempre y creer que yo quiero estar contigo. No me gustas
—¿Qué demonios te sucede? —Me pregunta ella. Desde que nos quedamos solos.Pero yo no estoy dispuesto a decirle nada de lo que me he enterado.—Termina tu trabajo, lo que suceda conmigo y Priscila no te concierne.—Me concierne si la estabas arrastrando y tirando de su brazo, como si ella fuese una muñeca. No tienes ningún derecho a hacerle eso, es una mujer, deberías de tenerle respeto. Es tu prometida. —Me dice, como si eso significara algo para mí, pero no es así, solo que ella no lo sabe.Priscila casi hace que ese hombre asesine a mi hijo nonato.¿Quién diablos se cree que es para sentirse con el derecho de haber hablado con mi padre?Ella cree que porque me dice que tuvo celos y se sintió mal, voy a perdonarle, pero no es así. No sabe con quién se ha metido. Jamas le perdonaré haber puesto en peligro a
Guardo silencio y espero a que comente algo más, pero él no lo hace.Solo se queda mirándome.—¿Cuál es su afán para que me case con su hija? —Pregunto sin aguantarlo más. —Su hija es una mujer inteligente, famosa, una modelo internacional y usted tiene bastante dinero como para poder buscar a un hombre que le quiera.—El problema no es el amor.Veo una oportunidad y de inmediato la tomo.—Entonces, ¿cuál es el problema? —Pregunto. —¿Por qué usted quiere que yo me case con su hija si ni siquiera le conozco?—Sé que estás bajo mucha presión y más ahora que esa pobre mujer ha resultado muerta.—Eso no viene al caso, lo que me interesa ahora mismo es saber, ¿por qué usted quiere que me case con Priscila? ¿Acaso no tiene pretendientes
Miro a Ernest y no sé cómo reaccionar. Él se queda en silencio, mirando el cuerpo largo y tendido del hombre al que acaba de golpear. Mis ojos no pueden estar más abiertos, creo que se van a salir de las cuencas. Quiero pronunciar algo, cualquier palabra, pero mi garganta está cerrada. Se niega a dejarlas cruzar. —Llama a mi primo. —Dice él, mirándome. —¿Qué-que? —Tartamudeo, sin comprender aún nada de lo que me dice. —¿Qué-qué hago? —Llama a Timotheo y dile que venga urgentemente a mi oficina. —Ahora mismo. —Salgo despavorida de la oficina y tomo el teléfono de mi escritorio. Marco la extensión de Timotheo y le digo lo que Ernest me ha solicitado. En menos de cinco minutos el primo de Ernest está allí, me mira a mí primero antes de entrar a la oficina, extrañado, pues sé muy bien que todo el mundo se ha dado cuenta que no cruzo palabra con el jefe. Pero él me ha de
Ofuscado. Nervioso. Es un cuento de hadas que avecina un final macabro y terrible para mi primo. Observo al hombre con el que he compartido toda mi vida. Somos prácticamente de la misma edad. mismos gustos. Misma forma de comportarnos ante situación de pura presión. Su cabello negro azabache está desarreglado, su figura aun mas, sus ojos enrojecidos, hinchados y agotados, me dicen que poco logró conciliar el sueño la noche anterior cuando se fue de la clínica. He intentado llevar lo mejor posible la situación. Pero carajo, que difícil me sale solucionarlo todo en un santiamén. —¿Qué hacemos? — pregunto volviendo a posar mi vista en Roll Domert que sigue tirado en el suelo. —¿Qué hacemos con él? —No lo sé, Tim. — veo en sus ojos el cansancio extremo, sé que no está pensando con claridad. De haberlo estado haciendo no le habría pedido a Vicky quedarse en primer lugar. En una situación como esta, ella hace mas
Camino a través de la acera mirando a todas partes, sintiendo que en cualquier momento alguien se acerca a mí con un cuchillo, me dará un par de estocadas por la espalda, me dará un tiro en la sien. Quizás me coloquen en un paño con cloroformo en la nariz y me secuestren.Ya no sé qué esperar. Mis pensamientos se vuelven un ocho, mis neuronas están gritando, chillando por salvarse.Paso la mano derecha por mi rostro, el poco maquillaje que llevo, estoy segura de que se ha corrido, no me importa, lo único que me importa es llegar a salvo a un lugar donde haya un seguridad como un arma, para que en caso de gritar él venga mi auxilio.Mi teléfono vuelve a timbrar, pero no lo tomo, lo que necesito es llegar a casa antes de que él se presente allí y me haga una escena. Antes de que mis hermanas tengan que ver la difícil situación d
A las puertas de la oficina se abre y entra dando tumbos como ama y señora. Sacudo la cabeza con insolencia. No sé por qué demonios Timoteo la ha llamado a ella. Lo único que hace con esto es procurar que me tumba se cabe aún más hondo y más rápido.—Sigo sin entender para qué diablos le llamaste. —Murmuro nada más verla, acercarse a mí.—¿Como ha ido con mi padre? —Le pregunta a ella directamente a Timoteo, supongo que porque él ha sido quien la llamada.—Timotheo Hossen. — El extiende una mano y ella la estrecha rápidamente.—Priscila Domert. — dice escueta. —¿Qué sucede Timotheo? ¿Por qué me pediste que viniera?—¿Y yo qué? ¿estoy pintado aquí? —Preguntó y de inmediato doy una v
Ella no va a hablarme. Lo veo en sus ojos mientras salgo del cuarto de baño y comienzo a vestirme.—Sé que no estás de acuerdo. —Le digo intentando cambiar el aura del ambiente. —Sé que piensas que estoy cometiendo un error y que esto va a terminar muy mal. Pero necesito avanzar.Ella sigue en silencio, mi hermana es la clase de persona que cuando se enoja con alguien todos se enteran.Su cuerpo habla. Sus expresiones faciales son muy marcadas.—Neny. — le llamo una vez que tengo ropa interior puesta. —Mírame, Neny. — me acerco a ella y mi hermana sacude la cabeza.—Puedo tener dieciocho años, pero sé muy bien cuando alguien está cometiendo un error y tu hermana estás haciéndolo ahora mismo.—¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que me siente aquí y esp