Minutos antes en casa de Vicky.
Odio sentirme así de miserable.
No me gusta lo que veo en el espejo, el reflejo de una mujer sin alma, sin alegría. Mis ojos están tan tristes que casi me dan más ganas de echarme a llorar.
Hoy, justo hoy catorce de noviembre, mi novio ha cortado conmigo. Botada y tirada a la b****a. Justo cuando pienso que pudimos haber sido tan felices juntos. Mis lágrimas inundan mis ojos otra vez y quiero llorar nuevamente. Hace tan solo veinticuatro horas era la más feliz, al menos eso creía yo.
Me sentía amada y protegida con él. Quizá en mi propia necesidad de una figura paterna, de un hombre en mi vida, que no fuera a marcharse. Mi padre se marchó cuando yo apenas era una niña y se encargó de dejarnos bien jodidas a mi madre y mis hermanas; Neny y Fancheska. La luz de mis ojos, la razón por la que cada día me levanto y por la cual me esfuerzo tanto en conseguir un buen empleo. Me gradué de Psicología infantil, y aunque se supone que debería trabajar en un consultorio infantil o un centro educativo, realice una maestría de un año en psicología industrial y busco ampliar mis horizontes. Por ella, mis mujeres que se merecen el cielo y mucho más. Aunque tengo una diferencia de edad notoria con mis dos hermanas, lo cierto es que, en la calle, cualquiera creería que somos mejores amigas.
Y es que en verdad lo somos.
Ellas dos son mis mejores amigas y con ellas es que hablo de todas mis cosas, al menos, las que sé que son aptas para sus oídos.
Neny tiene Dieciocho y Fanchesca Dieciséis. Mi padre nos abandonó por una mejor familia cuando Fanchesca nació. El muy desgraciado abandonó a mi madre y dejó una nota sobre su cama. Una nota que encontramos cuando regresamos del hospital con mamá y la abuela.
Lo lamento. No puedo con tres hijas. No me busques.
Simples palabras, vacías igual que el que las escribió.
Yo leí la nota sin que mi madre se diera cuenta y terminé hecha un ovillo dentro del closet.
Gert Román no nos merece, ni a mi madre ni a sus hijas.
Creí que con Malcom tendría estabilidad, pero no pude haber estado más equivocada.
—No te merece. — es lo que me dijo mi mejor amiga Rosita cuando le comenté lo sucedido.
—No digas eso. —fue mi respuesta.
Sin embargo, algo dentro de mí me grita a voz abierta que Malcom realmente es un malnacido más que se aprovechó de mi inocencia y necesidad de estabilidad.
—No puedo creer que me acuses de una cosa tan atroz. — murmuró él cuándo le dije que sospechaba de una infidelidad por parte suya.
—Es que Tatiana…— comencé a decirle, pero él subió una mano y me detuvo.
—Guárdate tus razones. El hecho de que dudes de mí es más que suficiente para saber que no me amas. —Me dijo molesto y se levantó del sofá. —no puedo perder el tiempo con alguien que no confía en mí.
—Malcom, por el amor de dios, solo te he hecho una pregunta. — En ese momento, cuando le vi levantarse, sentí miedo. Malcom es mi novio desde hace cinco años, desde que comencé a estudiar en la universidad. —Te amo, tú sabes que es así. ¿Por qué estás comportándote tan extraño?
—No puedo más con esto. — dijo él y mi corazón se detuvo, dejando de latir justo como dejé de respirar al escuchar esas palabras. — No puedo seguir contigo, Vicky, no eres lo que busco.
Y así, sin más, él se fue y me dejó en la sala de mi casa, completamente deshecha.
—No te derrumbes. — comenta Neny acercándose a mí y sonriendo. — Mamá no va a enojarse. Sé que piensas en ella.
—Creí que me casaría con Malcom, Neny. No es justo.
—La vida no es justa, Vic. — dice abrazándome.
—No entiendo cómo sucedió esto. Tenemos cinco años juntos. — farfullo. —¿Cómo es que nada de eso le importó?
—¿Has pensado que a lo mejor él te ha sido infiel? ¿Has considerado que a lo mejor tus sospechas son ciertas? — mi hermana de dieciocho años me dice tranquila mientras acaricia mi espalda con suavidad. —No te culpes porque ese desgraciado decidió marcharse y abandonar cinco años contigo.
—Quizá el problema soy yo. — murmuro en su cuello mientras recuesto mi cabeza en su hombro.
—¡Ni se te ocurra! — ella se aleja y enmarca mi rostro con sus manos delicadas. — No te atrevas a culparte porque alguien te deja. Tu no has hecho nada malo. Solo preguntaste por los estúpidos comentarios de su hermana.
—Tatiana…
—Es igual de tonta. — interrumpe ella. — no merece tus lagrimas ni cavilaciones pesimistas. Ninguno de los dos.
—Cinco años. — repito alejándome de ella y comenzado a caminar hacia la cama.
—Sal con Rosita. Ella te hace bien.
—Es muy suelta y ligera de manos.
—Es una mujer segura de sí misma que sabe lo que quiere y necesita.
—Me va a llevar a un club a ahogar mis penas en alcohol. — es que no puedo ni creer que le he dicho que si hace unas horas.
—Necesita alejarte de esos pensamientos culposos. Tú no tienes la culpa de haber desperdiciado cinco años con un infiel y manipulador.
Me quedo en silencio. Soy psicóloga, he estudiado bastante para saber que mi hermana de apenas dieciocho años tiene toda la razón.
El hecho de haber confrontado a Malcom y que este se pusiera a la defensiva, son patrones de culpabilidad.
—Está bien. — digo después de un rato.
—¡Hola! — escuchamos a Rosita y mi hermana sonríe. —¿Dónde están?
—Llegó tu salvadora. — dice y me da un beso en la mejilla. —Ponte bella y si tienes que irte con un desconocido, hazlo sin remordimientos. ¡estás soltera! — grita antes de escabullirse y alejarse de mis correcciones.
No voy a irme con un desconocido.
—Ahí estás. — dice mi amiga entrando a mi habitación con dos bolsas de cartón en las manos.
Su cuerpo está enrollado en lo que parece un vestido, pero deja tan poco a la imaginación que solo puedo pensar que ha sido una blusa que ha tomado de su closet y ha tirado de ella hasta que esta llegó a sus muslos.
—¿Vas a ir con eso puesto? — pregunto sin poder evitarlo.
—No, tú lo harás. — dice y abro los ojos asustada. — ¡No puedo creer que te lo creíste!
—No estoy de ánimo. — digo haciendo un puchero.
—Vamos a cambiar eso.
En menos de media hora, Rosita me ha maquillado y obligado a ponerme un vestido de color negro y unas sandalias cómodas.
Las sandalias es lo único que he sacado de mi closet, porque incluso las bragas y el sostén han sido traídos por mi amiga.
—¿Por qué tengo que usar ropa interior nueva y tan provocativa? — cuestiono mirándome al espejo.
No puedo creer que la mujer que está allí es la misma que estaba hace unos minutos con ojeras profundas y los ojos tan rojos como la sangre de tanto llorar por el malnacido de Malcom Heins.
—Nena, necesitas liberarte de los tabús y las tonterías esas de tu madre. —dice y rápidamente agrega. —La amo, pero es muy conservadora ¡Tiene pensamientos tan anticuados!
—Ha tenido una vida dura. — la defiendo. Rosita sabe que nadie puede hablar mal de mi madre delante de mí. Ella es mi tesoro.
—Solo intenta cuidarme.
—En cambio te forzaba para que te casaras con Malcom. Un hombre que ni siquiera te besa en público. ¡Por Dios, Vic, ustedes dos no tenían pasión juntos!
No objeto absolutamente nada. Me tengo que quedar en silencio porque ella tiene toda la razón. Nosotros dos no fuimos la típica pareja que se besuquea en parques o que sus padres agarran con las manos en la masa en la cocina o la mesa del comedor.
Malcom siempre se comportó recatado y decente.
Al menos eso creí. Ahora ya no estoy tan segura.
—Vamos a salir. El club Spartacus te encantará. Van unos tipos que están buenísimos.
—¡Rosita! — Exclamo. — es solo un trago, mujer.
—Si, claro. — dice ella con sorna. — lo que digas.
—En serio. — la agarro del brazo justo antes de salir de la habitación. — un trago y nos regresamos. Sabes que el alcohol no me va tan bien.
—Estás soltera por primera vez desde que te conozco. Ese desgraciado te pegó los cuernos…
—No sabemos eso…
—Lo sabes, pero no quieres aceptarlo. — refuta Rosita. — estás en negación, es comprensible. Pero necesitas un respiro, una noche. Date la oportunidad de conocer a alguien, de disfrutar sin que nadie te juzgue.
—No necesito a nadie. Yo me juzgo sola. — tengo el terrible complejo de ser la peor juzgadora con respecto a mí y mis decisiones.
—Por eso mismo, nena. Saldremos y veremos qué tal va la noche. — ella quitó un flequillo loco de mi frente y me sonrió. — Es una noche de chicas solteras. No pienses en nada más que en eso. Olvidarás a Malcom. Ya verás.
—¿Qué has dicho? — debo haberlo imaginado, aunque casi puedo jurar que ese hombre con rostro de modelo, cabello oscuro como la noche, ojos verdes electrificante, y labios rosados y esculpidos por dioses griegos, casi puedo aseverar que me ha pedido irse con él a su apartamento.—Me escuchaste, hermosa. — dice como si tal cosa no tuviera importancia.—Puedo asegurarte de que quiero creer que no te escuché bien.—¿Qué tan terrible sería eso?Él me observa y yo le miro tímida. Es un hombre muy guapo, sus ojos son de un color almendra, muy llamativos e imposibles de dejar de mirar.Rosita se ha marchado, esfumado, me dejó aquí con un completo extraño. Intento mirar sobre su hombro, pero el hombre es demasiado alto, al menos para mi estatura.—¿A quién buscas? — inquiere, mientras hace se&
Me despierto en una cama extraña y cómoda, mi cuerpo se acomoda aún más y poco a poco mis sentidos se van despertando también. De inmediato me doy cuenta de que mi acompañante nocturno, no está a mi lado en la fina cama y me levanto de un salto de la cama. No sé cuánto tiempo estuve dormida, hicimos el amor innumerables veces y al final de la madrugada nos quedamos abrazados, desnudos y agotados.Era obvio que él no se quedaría, al menos una parte de mi sabía que él se iría de inmediato, no se su nombre, no tengo su número de teléfono, solo fuimos dos desconocidos que se dieron placer mutuamente. Con solo recordar sus manos sobre mi cuerpo y las travesuras que me hizo mi piel se estremece como consecuencia.Me acerco al ventanal que cubierto por una cortina pesada y gruesa, obstruye cualquier rayo de luz o mirada de curiosos.Abro la cort
—¿Qué quería? —mientras dejaba todas las bolsas encima de mi cama y miraba a mi hermana Fancheska. —¿Le dejaste entrar?—Neny dijo que él no era bienvenido.—Entonces hiciste bien en escuchar a tu hermana mayor. —no sé qué diablos puede querer Malcom aquí después que él mismo fue quien terminó conmigo.Aunque de haber sabido que en verdad me había estado engañando, seguramente yo también habría terminado con él.O quizá no.La estabilidad que representaba en mi vida me tenía embrujada y no me dejaba ver más allá de mis narices.—¿Te dijo que quería? —Vuelvo y le pregunto.Aunque, sospecho, de sus intereses. Tengo que preguntar para confirmar.—Dijo que las cosas terminaron bien feas entre ustedes
—¿Qué quieres decir, Wanner? — pregunto en un fuerte intento por contenerme.—Nos pertenece. —Wanner Green me da la noticia que he estado soñando desde hacía tanto tiempo.La compañía de Frederick nos pertenece.Demonios.Me levanto de la silla junto al escritorio y camino al ventanal con una vista magnifica de las calles de Vancouver.Tengo mi propia compañía.—No puedo creerlo, Wanner. — mi abogado, mi amigo, un ex compañero de universidad que me ha acompañado a lo largo de esta negociación, a escondidas de mis padres y de la empresa Hossen & Domert, algo mío, que pueda dirigir sin tener que responsabilizarme ante mi padre ni tampoco aceptar sus ineptas y ridículas decisiones.—Lo sé, amigo. Es más pronto de lo que habíamos esperado.—Demasiado pronto. Ni siquiera
La llegada al edificio de Clyde, donde el chofer me dejó informando que allí era el punto indicado por su jefe, fue tan escandalosa como jamás pude haber imaginado. Me caí de bruces en los escalones y mi rodilla chocó con el filo de uno de estos, haciéndome un pequeño corte que él casi mancha mi vestido de no haber sido porque éste era absolutamente corto. Mis hermanas y mi mejor amiga tenían el afán de decirme que vestía demasiado recatada, como si fuese una mujer casada con cuatro hijos. Pero es que ellas no entienden que en verdad me siento más cómoda sin demostrar y enseñar todo lo que tengo en mí. Mi madre siempre me enseñó bajo su propio ejemplo y sé que ella es una mujer valiente, llena de escrúpulos que destaca entre los demás, aun cuando no desea llamar la atención. Asimismo, quiero ser cuando yo sea de su edad y así intento mostrarme ahora y más aún considerando la carrera que ejerzo. ¿Has visto a una psicóloga con una
Otro día más que llego a mi casa en la mañana. Amanecer fuera jamás fue una opción para mí, ni siquiera lo pensé. Nunca consideré que despertaría en otra cama que no fuese la media. Cuando estaba con Malcom, pues cada noche, él me regresaba a mi casa y mi hermana o mi madre me abría la puerta. No estoy acostumbrada a despertar en una cama de hotel o en un apartamento que no sea el mío. Pero supongo que la vida es una constante evolución, una guerra contra los cambios. Debo de acostumbrarme a que soy una mujer adulta que en determinado momento podría amanecer en la cama de un extraño. Sé que no debería ser una opción, sé que los paradigmas de la vida es que uno termine siempre acompañado por la persona con la que quieres pasar el resto de sus días, pero en mi caso no sé lo que quiero aún de la vida, más que el hecho de tener una familia amplia y varios hijos a los cuales querer. —Por fin llegó la señorita. —Mi madre se ríe y me abraza. —Debo irme
Mi madre llega con la cabeza cabizbaja. De inmediato sé que algo muy grave sucede para que ella pierda la luz de sus ojos ese brillo tan hermoso que siempre me ha encantado observar. Después de ella, ducharse y cenar, nos sentamos las cuatro en la mesa y mi madre comienza a toquetear con sus dedos, ese sonido de la madera me empieza a impacientar. —Mamá, ¿Qué sucede? — Pregunta Neny. —Si nos has llamado a las 3 es porque esto es importante. Nunca nos reúnes a todas. Normalmente mi madre solo consulta conmigo sus decisiones, mis dos hermanas, una que recién comienza la universidad y la otra que está en secundaria, siempre se quedan rezagadas en su mundo y nosotras dos somos las encargadas de que todo fluya bien en casa. De mantener el techo sobre sus cabezas y que no tengan que preocuparse por nada más que estudiar. Actualmente trabajo en el consultorio infantil Melodías. Pero eso no me da para mucho más que solo cubrir gastos de la casa. Apenas voy t
—No puede ser. —Dice mi madre repitiendo exactamente mi expresión mientras le muestro el correo electrónico donde especifica una cifra que jamás en mi vida me sería posible ganar aquí en Canadá. —Te estoy diciendo, es lo mejor que me han ofrecido en toda la vida. —Con esto es más que suficiente para que podamos sostenernos sin problema. —A mi madre se lo merecen los ojos y la miro sonriendo de lado a lado. —Es increíble, la verdad.— La sonrisa se borra de mis labios al recordar el único detalle que me hace ruido. —Mamá... —¿Qué sucede? —Mi madre me abraza eufórica y me aprieta en su pecho. —Vamos a poder saldar la hipoteca, esto es increíble. ¿Dónde es el trabajo? Es increíble que una empresa aquí en Vancouver pague tanto. —Ese es el problema, mamá no está en Vancouver. —Le invito a que tome asiento y nos miramos las dos a los ojos, mientras el silencio se hace pesado. Mis hermanas están dormidas. Mi madre, efectivamente, ha llegado ta