La tarde caía con rapidez, pero Gabriel deseaba que se acabara lo antes posible, era un momento que llevaba evitando desde hacía mucho tiempo. Suspiró, tomó la perilla de la puerta y la abrió, la risa de los niños ahogaba cualquier otro ruido, la luz de las ventanas provocaba que todas sus pequeñas sombras se reflejaran en la pared a la derecha de Gabriel. Los niños hacían un círculo mal hormado alrededor de la doctora Melissa, la novia de Samuel. Nadie se percató de que él entró, así que se quedó ahí, analizando la curiosa escena. La mujer leía un libro y los niños reían a carcajadas, o al menos los que tenían el suficiente coeficiente intelectual para entender, los que no, estaban más afuera, un poco retraídos, y reían solo porque los demás reían. Gabriel observó a la doctora, entendía por qu&ea
Poco a poco los niños comenzaron a desaparecer con sus respectivas madres, que le daban la mano a Gabriel como gesto de bienvenida, o al menos la mayoría. El rumor de que era un vándalo debía de estar incluso hasta en las veredas, seguro Maoy recibiría algunas quejas al respecto, pero agradeció que no hicieran show tipo Rosa de Guadalupe y gritaran que un sicario o cosas por el estilo no iba a cuidar a sus hijos. Al final el salón fue quedando vacío hasta que solo quedaron Gabriel y Samuel. Se formó un silencio incomodo mientras recogían todos los juguetes y ponían en orden todo lo demás, luego Samuel se detuvo frente a la pared llena de dibujos. — Bien hecho — dijo. Gabriel levantó la cabeza de la lona donde estaba metiendo los cojines y se lo quedó mirando. —Gracias — susurró, casi seguro de que no lo había escuchado. Samuel dio un paso al frente, y estudió detenidamente uno de los dibujos un poco por encima de su cabeza. —¿Quién hiso este? — Gabriel se pus
Cuando despertó, pensó que había pasado toda la noche tirado en el suelo, con el cuerpo entumecido y varios tipos de dolores. Se renunció a abandonar la cómoda oscuridad, sabía que si abría los ojos le dolería el cuerpo, y ya estaba harto de estar siempre con el cuerpo adolorido, trató de buscar su almohada, pero no la encontró, así que se quedó quieto. Le pareció que llevaba años dormido, y supuso que tenía miles de llamadas perdidas de Jhon, estaría furioso. ”Cada segundo vale oro, literalmente” recordó sus palabras y su voz exasperantemente calmada.Abrió los ojos de golpe cuando sintió el motor de un auto encenderse, y se halló aun tirado en el suelo, por un segundo se preguntó dónde estaba, qué hacía ahí, y quienes eran todas esas personas que lo miraban sin ayudarlo, ¿po
Estaba en el pavimento, quieto, sentía como la sangre le escurría por cara y como le palpitaba el corazón con fuerza, ¿Cómo había llegado ahí? ¿por qué estaba tan cansado? Trató de buscar la herida en su cabeza, pero no fue capaz de mover la mano. Me caí de la cama de nuevo Pensó. Intentó abrir los ojos y no pudo, era como si un sedante le impidiera hacerse dueño de su propio cuerpo. Comenzó a desesperarse, no podía moverse, no podía gritar, solo podía escuchar sus propios gemidos desesperados y desgarradores, luego, de la nada, sus ojos se abrieron, la luz lo cegó por un momento, y no le permitió reconocer las figuras que aglomeraban a su alrededor. Miró hacia abajo y vio el cemento manchado por gotas de sangre, su sangre.—No —dijo en voz alta, aterrado, y se volvió a las personas que lo rodeaban &
Melissa, la doctora, le había dado como mínimo un día de incapacidad, sin el colegio ni el hospital, así que cuando Axel llegó por él en la mañana y lo llevó a casa, se quedó la mitad del día terminando de leer un libro que tenía en proceso, arrumado en la ex cama de Tomás y con las sabanas hasta el cuello. Su tía entraba de vez en cuando para asegurarse que estuviera bien, pero no mencionaba palabra alguna del acontecimiento del día anterior, ni él tampoco hizo animo de mencionar nada, porque quien tenía que darle muchas explicaciones era Axel, y estaba esperando ansioso la tarde para escurrirle cada dato, pero por el momento estaba a punto de llorar mientras leía que uno de los protagonistas, el leñador barbado y musculoso, agonizaba en los brazos del otro hombre que se despedía entre sollozos, y estaba a punto de sonarse los mocos cuando llegó
Se había sentido bien consigo mismo, compartir sus cosas con personas que no fueran de su familia era algo que no le había llamado la atención en el pasado, le hacía sentirse vulnerable y desconfiado, pero quería cambiar, romper esa pared que impedía que sus sentimientos salieran a la luz, y aunque le contó a Irán y a Camila con lujo de detalle todo los acontecimientos que lo habían llevado hasta ese lugar y ese momento, no fue capaz de expresar como lo hacía sentir todo eso, solo se limitó a contar los acontecimientos como si solo hubiera sido un espectador de su propia vida, y agradeció que ninguno de los dos le preguntara directamente por como sentía. Ambos se quedaron callados después de que Gabriel diera la última palabra y se quedara esperando a que alguno rompiera el silencio.—Entonces —habló Irán después de un rato en que los tres
Gabriel pensó tristemente que el regresar a clases al día siguiente sería un poco más normal, pero la venda que le había obligado a ponerse Axel y que envolvía su cabeza no hacía más que hacerlo parecer un disfraz mediocre de momia. Desde que entró por las puertas del colegio todas las miradas se posaron en él, y se sintió tan pequeño que subió automáticamente al tercer piso y se sentó en el puesto más alejado posible. Cuando sonó la campana y el salón comenzó a llenarse, las miradas poco a poco se fueron poniendo más discretas, y cuando la maestra entró por la puerta y las miradas se posaron en ella, dejó escapar todo el aliento que tenía contenido en el cuerpo. Camila se sentó junto a él, y llamó su atención golpeándole el pie.—No te apachurres —le dijo y Gabriel afloj
Cuando entró se dirigió directamente a los baños, no pasó a ver a Axel ya que estaba haciendo inventario o algo así, por eso no había ido a almorzar. Trató de ignorar a todas las personas que pululaban alrededor, con toda la intención de no encontrarse a Maoy sin haber pensado detenidamente qué le diría o coma manejaría la situación, por eso pasó casi corriendo y no se sintió a salvo hasta que entró al oscuro baño. Respiró profundo y se miró al espejo. ¿Y si Maoy quería más que un beso? Ya no quería sexo casual, no era lo que se suponía que había decidido para su vida, tampoco lo quería. Un beso seguro sí le aceptaba, era menos intimo y no lo hacía sentir tan solo después, pero, ¿y si él quería algo más? Se miró la venda en el espejo y deseó arranc&
Samuel salió directo del hospital a su casa, se tendió ampliamente sobre el mullido colchón y se dispuso a encender el televisor frente a la cama. Mientras el aparato encendía, sacó el celular de Gabriel que tenía en el bolsillo, era negro, delgado y parecía poco costoso, la caída le había roto la pantalla y se podía ver una telaraña blanca sobre el vidrio. Presionó la tecla de encendido y la imagen de dos hombres besándose lo sorprendió. Apagó de nuevo el aparato y lo lanzó a la cama, para no tener la tentación de husmear en él, pero apretó los puños. Tomó de nuevo el aparato, seguro de que lo detendría el patrón de desbloqueo, pero cuando deslizó el dedo por la agrietada pantalla, éste desbloqueó, dejando ver de fondo otra foto, pero esta vez era una instantánea de un gato. Samuel se quedó