Holaaa de nuevo 🤗, voy a empezar a dejar dedicatorias en el comentario de cada capítulo a las personitas que me dejen sus reseñas ❤, si quieres una dedicatoria solo debes calificar la historia y escribir por qué te gusta. Este va dedicado a… Maureen Muñoz Chacón 🌺, espero que hayas seguido leyendo la historia y te encuentres con este mensaje, tu opinión es importante 💝.
Salomé llegó a su oficina después de las clases de ballet, y se dispuso a empezar su trabajo, rogando al cielo que su tía no apareciera ese día a amargarle la vida con sus asuntos. El fin de semana no había sido muy bueno para ella y tenía la esperanza de que todo mejorara esa semana, llenándose de trabajo para distraerse, inventándose proyectos nuevos que ocuparan todo su tiempo y le permitieran volver a la mansión solo en la noche, pero… lo inesperado sucedió cuando tocaron la puerta y se levantó a abrir, encontrándose a Jimmy detrás de esta. Lo miró aterrada de pies a cabeza, sin saber qué decir o como reaccionar por su repentina aparición, así que solamente lo “saludó” como lo hubiera hecho cualquier otro día: —¿Qué haces aquí? —Tenemos que hablar —le dijo él mirándola con seriedad, pero a diferencia de otras ocasiones, parecía estar relajado. —¿De qué? —De muchas cosas, ¿puedo pasar? Se tragó el nudo en la garganta por los nervios y asintió. —Sí, pasa. Dio la vuelta camina
No supo qué la llevó a tener ese impulso, si fueron sus ojos caramelo, su sonrisa encantadora, o las venas sobresalientes en el dorso de sus manos cuando apretó la silla, nervioso… El caso era que ya se estaban comiendo la boca y acariciándose sin parar, por encima de la ropa. La distancia era corta, pero a Salomé no le bastaba; quería sentir el pecho fuerte de ese hombre pegado al suyo…, moría por saber si su garrote ya se había despertado…, anhelaba sentir su erección apretándole la ingle y no estaba dispuesta a quedarse con un simple beso. A pesar de que estaban en su oficina y en cualquier momento alguien podría tocar la puerta, eso no le importó cuando lo escuchó gruñir en su boca, completamente excitado por ese beso ardiente que les quemaba los labios a ambos. Se sostuvo con firmeza de los hombros fuertes de su hombre y subió las rodillas a la mesa, solo para terminar empujándolo nuevamente a la silla y sentándose a horcajadas sobre él. De inmediato sintió esas fuertes manos ma
El deseo hacia él crecía y crecía con cada segundo que pasaba, sin detenerse. La vergüenza se escapó de ella para darle paso a la lujuria y se quedó ahí sentada sobre las piernas masculinas, esperando que él se recuperara del orgasmo para que su virilidad se volviera a activar y acabara de una vez por todas con el deseo ferviente que lo invadía, apagando el incendio que se estaba llevando a cabo entre sus piernas, pero cuando ya faltaban menos de dos minutos para que concluyera el tiempo que ella le había dado de recuperarse, dos golpes en la puerta los interrumpieron, y sin darle tiempo de levantarse, su tía Victoria abrió descaradamente y se sorprendió al verlos allí en esa posición.—¡Oh!, lo siento —se disculpó, quedándose parada en la puerta, sin entrar y sin largarse.—Descuida, no estamos haciendo nada malo, ¿verdad amor? —Le dirigió su mirada a Jimmy, que por fortuna le estaba dando la espalda a la tía y ella no podía ver su pantalón desabotonado.Jimmy giró levemente el rostr
Jimmy volvió a Corporación Matías Luna, más feliz que una lombriz, y terminó su jornada laboral en completa relajación hasta las seis de la tarde. Al llegar a la casa se encontró en el comedor con Salomé y cenaron juntos, uno frente al otro, sin poder evitar hacerse miraditas coquetas que no pasaron desapercibidas para Ana, que los observaba atenta desde la cocina y sonreía alegre de ver que al parecer ya se habían reconciliado.Jimmy terminó de cenar primero y quiso esperar a que su esposa acabara para ir juntos a la cocina a lavar el plato de cada uno; dándose espacio frente al lavaplatos, decidieron dividirse las labores: Salomé fregaba y Jimmy enjuagaba, secaba y ponía en su lugar la loza, hasta que terminaron lavando el plato de Ana también y algunas ollas que estaban allí, pero ni siquiera se percataron eso porque la mente de cada uno estaba en el otro y volando a través de las estrellas.Ana lo vio todo y no paraba de reír cubriéndose la boca con el dorso de la mano, pero hasta
Salomé llegó a su empresa para terminar los asuntos que había dejado pendientes con su tía Victoria, y ambas se encerraron en la sala de juntas toda la tarde, pero los pendientes eran tantos, que terminaron casi a las nueve de la noche; sin embargo, el tiempo que estuvo entretenida con tanto trabajo, le fue útil para no pensar en Jimmy y en lo que había sucedido con la rubia; hasta que salió y caminó al parqueadero rumbo a su coche, y un hombre se le atravesó en el camino haciéndola pegar un grito por el susto de muerte que le dio.Era Jimmy, que tenía la capota de la chaqueta puesta, luciendo como todo un matón, y Salomé estuvo a punto de golpearlo con su bolso:—¡Qué carajos te pasa! —Lo reprendió fulminándolo con la mirada.—Estaba esperándote para ir a casa.—¿En medio de la oscuridad del parqueadero, como todo un asesino en serie?, ¿acaso no pudiste encontrar un sitio y una pinta peor? —cuestionó con enojo—. Me das miedo.Notó la curva de su preciosa sonrisa, pero lo miró mal por
—Salomé, yo…Toc-toc-toc. Tres golpes en la puerta los interrumpieron y Salomé no consiguió escuchar lo que él pretendía decirle, porque apenas y había podido empezar la frase.Lo soltó para que fuera a abrir y ambos se llevaron la sorpresa de ver a Frank del otro lado de la puerta, sosteniendo una maleta de viaje en su mano derecha.—Buenos días, ¿ya estás listo?, baja a desayunar, nos vamos en una hora.El ceño de Jimmy se frunció, mirando a su padre desconcertado, pues no sabía a qué se refería con “tenemos que irnos”, igual que ella. «¿A dónde y por qué tanta prisa?»Salomé también lo miró confusa, sin decir nada, decidió que lo mejor era esperar a que su esposo reaccionara y le preguntara a su padre de qué estaba hablando.—Nos vamos, ¿a dónde? —cuestionó por fin.—A Madrid, surgieron unos problemas que debemos solucionar cuanto antes.El corazón de Salomé se arrugó… no quería separarse de él, no justo en ese momento, cuando todo era perfecto… Lo miró transmitiéndole su desacuerd
Se dio la vuelta caminando hacia la salida, resignado a no poder despedirse de ella una vez más, pero entonces, justo cuando estaba cruzando el umbral y su mano derecha jalaba la manija, escuchó pisotones rápidos en las escaleras, seguidos de su voz:—¡Jimmy! —Giró el rostro buscándola y la halló descendiendo a toda prisa por las escaleras—. ¡Jimmy Matías Luna, detente!❤ღღღღღღღღღღ❤Bajó el último escalón y corrió hacia él para poner las manos en sus mejillas y besarlo con vehemencia, apretándole el rostro con las manos, haciendo que los labios de él se estiraran hacia afuera para poder abarcarlos completamente… Le chupó ambos labios al mismo tiempo y luego los separó con su lengua para besarlo con pasión, y él se dejó llevar, correspondiendo su beso con el mismo deseo insaciable que poseían ambos.Él le apretaba la cintura con fuerza, sin querer soltarla, y ella paseó después las manos por su pecho, acariciándolo sin poder detener el beso y sin querer hacerlo, hasta que, como siempr
Después de que el muñeco de porcelana colgó el teléfono en esa llamada, todo empezó a ser más difícil para ella, aunque pudo dormir esa noche, al día siguiente fue una tortura. Creía que podría concentrarse en sus labores, pero no fue así; no dejaba de pensarlo ni un minuto y se llenaba de ansiedad con cada día que pasaba sin saber de él, pero su maldito orgullo tampoco la dejaba llamarlo. Suponía que él debía ser quien la llamara para darle noticias, porque también era consiente de que él había viajado por trabajo y quería pensar que estaba ocupado, pero tampoco le parecía justo que él no se comunicara. Llegó el viernes y decidió ir a Corporación Matías Luna, para ver como estaban marchando las cosas sin Jimmy; esa también era su empresa y quería asegurarse de que todo estuviera en orden. Recorrió los pasillos en todos los pisos hasta que llegó al décimo, y pasó primero por el cubículo de Dana para anunciarse: —Buenas tardes, Dana. —Buenas tardes, señorita Salomé. —¿Todo en orden