Amé escribir este capítulo y espero que les haya gustado también 🥰. Ya las dejo que sigan leyendo…
Esa última frase lo dejó anonadado, y Paul lo miró como si le hubiera encontrado un tercer ojo… Jimmy no supo qué decir, simplemente se quedó en las nubes por unos eternos segundos hasta que reaccionó: —Voy para allá. —Colgó el teléfono y empezó a ponerse algo decente sin mirar a Paul, que lo escudriñaba buscando en él, al Jimmy que había conocido toda su vida. —¿A dónde vas? —A buscar a Salomé. —¿Sucedió algo? —Está demasiado borracha, hasta parece que no es ella… —Eso último lo dijo por esa declaración que ella le había dado; no lo creía ni lo creería hasta tenerla frente a él, repitiéndosela, mientras lo hipnotizaba con sus ojos marrones oscuros. —¿Sabes a donde ir? —Sí, al club dónde nos conocimos. —¿Recuerdas donde queda?, yo ya no tengo idea. —Perfectamente. —¿Cómo iba a olvidarlo?, si ese día se convirtió en el peor y en el mejor de su vida… —Ok, nos vamos en mi auto o en el tuyo. —¿Vas a acompañarme? —cuestionó incrédulo. —Claro, ¿crees que te dejaré lidiar solo con
Esa mujer estaba poseída porque tenía poderes sobrenaturales, eso era seguro… ¿Cómo diablos era capaz de estar despierta ahora después de eso? La miró desde el sofá donde estaba acostado y vio esos ojos oscuros que lo llamaban, pero se quedó mudo, simplemente mirándola, hasta que vio cómo nuevamente sus ojos se cerraban, cayendo otra vez en un sueño profundo… Se arropó la cabeza y se quedó dormido, rogándole a Dios que ella no volviera a despertarse. Al día siguiente se despertó con los primeros rayos del sol que entraron por la ventana, y por fortuna, Salomé seguía durmiendo profundamente, así que aprovechó para darse una ducha y vestirse antes de bajar. Seguramente ella se quedaría en su cama por un buen tiempo y no quería tener que volver a encontrársela, no después de todo lo que había sucedido esa noche. Bajó a desayunar, le encargó a Ana el cuidado de las tres mujeres y luego fue a encontrarse con Paul para ir a jugar futbol. El día estaba bonito y pasó toda la mañana entrenan
Salomé llegó a su oficina después de las clases de ballet, y se dispuso a empezar su trabajo, rogando al cielo que su tía no apareciera ese día a amargarle la vida con sus asuntos. El fin de semana no había sido muy bueno para ella y tenía la esperanza de que todo mejorara esa semana, llenándose de trabajo para distraerse, inventándose proyectos nuevos que ocuparan todo su tiempo y le permitieran volver a la mansión solo en la noche, pero… lo inesperado sucedió cuando tocaron la puerta y se levantó a abrir, encontrándose a Jimmy detrás de esta. Lo miró aterrada de pies a cabeza, sin saber qué decir o como reaccionar por su repentina aparición, así que solamente lo “saludó” como lo hubiera hecho cualquier otro día: —¿Qué haces aquí? —Tenemos que hablar —le dijo él mirándola con seriedad, pero a diferencia de otras ocasiones, parecía estar relajado. —¿De qué? —De muchas cosas, ¿puedo pasar? Se tragó el nudo en la garganta por los nervios y asintió. —Sí, pasa. Dio la vuelta camina
No supo qué la llevó a tener ese impulso, si fueron sus ojos caramelo, su sonrisa encantadora, o las venas sobresalientes en el dorso de sus manos cuando apretó la silla, nervioso… El caso era que ya se estaban comiendo la boca y acariciándose sin parar, por encima de la ropa. La distancia era corta, pero a Salomé no le bastaba; quería sentir el pecho fuerte de ese hombre pegado al suyo…, moría por saber si su garrote ya se había despertado…, anhelaba sentir su erección apretándole la ingle y no estaba dispuesta a quedarse con un simple beso. A pesar de que estaban en su oficina y en cualquier momento alguien podría tocar la puerta, eso no le importó cuando lo escuchó gruñir en su boca, completamente excitado por ese beso ardiente que les quemaba los labios a ambos. Se sostuvo con firmeza de los hombros fuertes de su hombre y subió las rodillas a la mesa, solo para terminar empujándolo nuevamente a la silla y sentándose a horcajadas sobre él. De inmediato sintió esas fuertes manos ma
El deseo hacia él crecía y crecía con cada segundo que pasaba, sin detenerse. La vergüenza se escapó de ella para darle paso a la lujuria y se quedó ahí sentada sobre las piernas masculinas, esperando que él se recuperara del orgasmo para que su virilidad se volviera a activar y acabara de una vez por todas con el deseo ferviente que lo invadía, apagando el incendio que se estaba llevando a cabo entre sus piernas, pero cuando ya faltaban menos de dos minutos para que concluyera el tiempo que ella le había dado de recuperarse, dos golpes en la puerta los interrumpieron, y sin darle tiempo de levantarse, su tía Victoria abrió descaradamente y se sorprendió al verlos allí en esa posición.—¡Oh!, lo siento —se disculpó, quedándose parada en la puerta, sin entrar y sin largarse.—Descuida, no estamos haciendo nada malo, ¿verdad amor? —Le dirigió su mirada a Jimmy, que por fortuna le estaba dando la espalda a la tía y ella no podía ver su pantalón desabotonado.Jimmy giró levemente el rostr
Jimmy volvió a Corporación Matías Luna, más feliz que una lombriz, y terminó su jornada laboral en completa relajación hasta las seis de la tarde. Al llegar a la casa se encontró en el comedor con Salomé y cenaron juntos, uno frente al otro, sin poder evitar hacerse miraditas coquetas que no pasaron desapercibidas para Ana, que los observaba atenta desde la cocina y sonreía alegre de ver que al parecer ya se habían reconciliado.Jimmy terminó de cenar primero y quiso esperar a que su esposa acabara para ir juntos a la cocina a lavar el plato de cada uno; dándose espacio frente al lavaplatos, decidieron dividirse las labores: Salomé fregaba y Jimmy enjuagaba, secaba y ponía en su lugar la loza, hasta que terminaron lavando el plato de Ana también y algunas ollas que estaban allí, pero ni siquiera se percataron eso porque la mente de cada uno estaba en el otro y volando a través de las estrellas.Ana lo vio todo y no paraba de reír cubriéndose la boca con el dorso de la mano, pero hasta
Salomé llegó a su empresa para terminar los asuntos que había dejado pendientes con su tía Victoria, y ambas se encerraron en la sala de juntas toda la tarde, pero los pendientes eran tantos, que terminaron casi a las nueve de la noche; sin embargo, el tiempo que estuvo entretenida con tanto trabajo, le fue útil para no pensar en Jimmy y en lo que había sucedido con la rubia; hasta que salió y caminó al parqueadero rumbo a su coche, y un hombre se le atravesó en el camino haciéndola pegar un grito por el susto de muerte que le dio.Era Jimmy, que tenía la capota de la chaqueta puesta, luciendo como todo un matón, y Salomé estuvo a punto de golpearlo con su bolso:—¡Qué carajos te pasa! —Lo reprendió fulminándolo con la mirada.—Estaba esperándote para ir a casa.—¿En medio de la oscuridad del parqueadero, como todo un asesino en serie?, ¿acaso no pudiste encontrar un sitio y una pinta peor? —cuestionó con enojo—. Me das miedo.Notó la curva de su preciosa sonrisa, pero lo miró mal por
—Salomé, yo…Toc-toc-toc. Tres golpes en la puerta los interrumpieron y Salomé no consiguió escuchar lo que él pretendía decirle, porque apenas y había podido empezar la frase.Lo soltó para que fuera a abrir y ambos se llevaron la sorpresa de ver a Frank del otro lado de la puerta, sosteniendo una maleta de viaje en su mano derecha.—Buenos días, ¿ya estás listo?, baja a desayunar, nos vamos en una hora.El ceño de Jimmy se frunció, mirando a su padre desconcertado, pues no sabía a qué se refería con “tenemos que irnos”, igual que ella. «¿A dónde y por qué tanta prisa?»Salomé también lo miró confusa, sin decir nada, decidió que lo mejor era esperar a que su esposo reaccionara y le preguntara a su padre de qué estaba hablando.—Nos vamos, ¿a dónde? —cuestionó por fin.—A Madrid, surgieron unos problemas que debemos solucionar cuanto antes.El corazón de Salomé se arrugó… no quería separarse de él, no justo en ese momento, cuando todo era perfecto… Lo miró transmitiéndole su desacuerd