Holaaa, ya regresé con más capítulos, espero que los disfruten, o los sufran 😋. Les quiero ❤.
Salomé llegó con sus amigas a la entrada del parque de atracciones y compraron los tres boletos, dispuestas a pasar el mejor día de sus vidas. Era extraño, pero ninguna de las tres había estado en uno antes, ya que, como buenas hermanitas que eran, las tres le tenían pavor a esos juegos, y temían que algún aparato de esos se descompusiera y pudieran morir allí, pero ese día, Salomé estaba dispuesta a arriesgarse con tal de divertirse como nunca y retomar su alocada vida, que no tenía nada que ver con ese tipo de actividades extremas, sino más bien con rumbas, borracheras, sexo y demás asuntos de ese tipo, exceptuando las drogas, que jamás le habían llamado la atención y le parecía que los que se drogaban no tenían ni una pizca de amor propio… aunque a ella le encantara ponerse ebria hasta no recordar su apellido… (algo que no era muy sano, tampoco). Entraron al gigantesco parque que las dejó con la boca abierta y completamente asombradas con el montón de aparatos colosales que había a
Las gemelas se quedaron mirándolo, ambas con un gesto burlesco; al parecer Saray ahora estaba de acuerdo con su hermana, porque las dos se habían sonreído con complicidad al notar la cara de pánico que él había puesto, y al ver que estaban esperando que él tomara acción, se fue acercando poco a poco al cucarrón salvaje, hasta que cayó en cuenta de lo que estaba haciendo: —¡No voy a hacerlo!, ustedes están locas. —La sonrisa malévola desapareció del par de rostros idénticos y fue reemplazada por un par de miradas de extrema furia; sin embargo, optaron por contener sus impulsos y Saray intervino: —Si no lo haces tú, entonces tendremos que traer a cualquier chico de afuera para que lo haga, seguro estará encantado y más al ver lo hermosa que es la princesa. La mandíbula de Jimmy se apretó hasta crujir; era obvio que querían provocarlo, pero el solo hecho de imaginar volver a repetir esa escena, de ver a otro besando a la pulga rabiosa, lo hizo pensarlo dos veces y prefirió cumplir los
Salomé estaba enojada… con el pimpollo, con las gemelas y hasta con ella misma, por lo que le había pasado; es que no tenían que haberlo llamado a él… «¡¿por qué carajos?!», ¿acaso no podían lidiar solas con ella y esperar que despertara? Dio un grito con la cara hundida en la almohada, porque lo cierto era que le había alegrado verlo allá y que le hablara por lo menos para mostrarle su seriedad, pero al mismo tiempo no podía soportar esa indiferencia. Quería que volviera a ser el mismo… que siguiera haciéndole bromas pesadas y burlándose de ella… Estaba a punto de romper a llorar, pero no lo hizo y mejor decidió quitarse la ropa y meterse a la ducha porque, esa noche, se iría de fiesta… Dieron las siete y media y ya estaba lista de nuevo, con un vestido color rojo pasión, seductor y con un escote enorme en la espalda que llegaba hasta el coxis… Le gustaba demasiado y lo había tenido guardado para una ocasión especial, pero tuvo que ponérselo porque el que había lucido en la mañana,
El cucarrón salvaje salió de la casa como una adolescente escapando de sus padres y Jimmy no pudo evitar burlarse de ella desde la cocina. Extrañamente, la casa era amplia y los muros eran escasos en la planta baja, así que todo se veía, desde la sala al comedor, del comedor a la cocina, y de la cocina se podía ver perfectamente la puerta de la entrada principal. Por un lado, a Jimmy le encantaba el espíritu libre de la pulga rabiosa, pero por otro, no le agradaba mucho que saliera sola a un club con sus amigas, y menos después de lo que había hecho; pensaba que muy seguramente ella aprovecharía para encontrarse con su amante y no solo dejarse comer la boca, sino también pedir el plato fuerte… Eso lo llenó de celos y la sonrisa burlona desapareció de su rostro en cuanto se cerró la puerta detrás de ella. Aunque tal vez no estuviera en sus planes encontrarse con ese rubio, se había vestido tan hermosa, que estaba completamente seguro de que atraería todas las miradas masculinas de ese
Esa última frase lo dejó anonadado, y Paul lo miró como si le hubiera encontrado un tercer ojo… Jimmy no supo qué decir, simplemente se quedó en las nubes por unos eternos segundos hasta que reaccionó: —Voy para allá. —Colgó el teléfono y empezó a ponerse algo decente sin mirar a Paul, que lo escudriñaba buscando en él, al Jimmy que había conocido toda su vida. —¿A dónde vas? —A buscar a Salomé. —¿Sucedió algo? —Está demasiado borracha, hasta parece que no es ella… —Eso último lo dijo por esa declaración que ella le había dado; no lo creía ni lo creería hasta tenerla frente a él, repitiéndosela, mientras lo hipnotizaba con sus ojos marrones oscuros. —¿Sabes a donde ir? —Sí, al club dónde nos conocimos. —¿Recuerdas donde queda?, yo ya no tengo idea. —Perfectamente. —¿Cómo iba a olvidarlo?, si ese día se convirtió en el peor y en el mejor de su vida… —Ok, nos vamos en mi auto o en el tuyo. —¿Vas a acompañarme? —cuestionó incrédulo. —Claro, ¿crees que te dejaré lidiar solo con
Esa mujer estaba poseída porque tenía poderes sobrenaturales, eso era seguro… ¿Cómo diablos era capaz de estar despierta ahora después de eso? La miró desde el sofá donde estaba acostado y vio esos ojos oscuros que lo llamaban, pero se quedó mudo, simplemente mirándola, hasta que vio cómo nuevamente sus ojos se cerraban, cayendo otra vez en un sueño profundo… Se arropó la cabeza y se quedó dormido, rogándole a Dios que ella no volviera a despertarse. Al día siguiente se despertó con los primeros rayos del sol que entraron por la ventana, y por fortuna, Salomé seguía durmiendo profundamente, así que aprovechó para darse una ducha y vestirse antes de bajar. Seguramente ella se quedaría en su cama por un buen tiempo y no quería tener que volver a encontrársela, no después de todo lo que había sucedido esa noche. Bajó a desayunar, le encargó a Ana el cuidado de las tres mujeres y luego fue a encontrarse con Paul para ir a jugar futbol. El día estaba bonito y pasó toda la mañana entrenan
Salomé llegó a su oficina después de las clases de ballet, y se dispuso a empezar su trabajo, rogando al cielo que su tía no apareciera ese día a amargarle la vida con sus asuntos. El fin de semana no había sido muy bueno para ella y tenía la esperanza de que todo mejorara esa semana, llenándose de trabajo para distraerse, inventándose proyectos nuevos que ocuparan todo su tiempo y le permitieran volver a la mansión solo en la noche, pero… lo inesperado sucedió cuando tocaron la puerta y se levantó a abrir, encontrándose a Jimmy detrás de esta. Lo miró aterrada de pies a cabeza, sin saber qué decir o como reaccionar por su repentina aparición, así que solamente lo “saludó” como lo hubiera hecho cualquier otro día: —¿Qué haces aquí? —Tenemos que hablar —le dijo él mirándola con seriedad, pero a diferencia de otras ocasiones, parecía estar relajado. —¿De qué? —De muchas cosas, ¿puedo pasar? Se tragó el nudo en la garganta por los nervios y asintió. —Sí, pasa. Dio la vuelta camina
No supo qué la llevó a tener ese impulso, si fueron sus ojos caramelo, su sonrisa encantadora, o las venas sobresalientes en el dorso de sus manos cuando apretó la silla, nervioso… El caso era que ya se estaban comiendo la boca y acariciándose sin parar, por encima de la ropa. La distancia era corta, pero a Salomé no le bastaba; quería sentir el pecho fuerte de ese hombre pegado al suyo…, moría por saber si su garrote ya se había despertado…, anhelaba sentir su erección apretándole la ingle y no estaba dispuesta a quedarse con un simple beso. A pesar de que estaban en su oficina y en cualquier momento alguien podría tocar la puerta, eso no le importó cuando lo escuchó gruñir en su boca, completamente excitado por ese beso ardiente que les quemaba los labios a ambos. Se sostuvo con firmeza de los hombros fuertes de su hombre y subió las rodillas a la mesa, solo para terminar empujándolo nuevamente a la silla y sentándose a horcajadas sobre él. De inmediato sintió esas fuertes manos ma