Nuestro Jim está celoso 😍😏. Gracias por su apoyo ❤, vayan a dejarme su reseña y a seguirme que yo sí les cumplo y hay historia para rato 🥰.
La pulga rabiosa, es decir, Salomé, se alejó de la mansión tan rápido como pudo. Su plan de salir a trotar se había convertido en uno de correr una maratón, huyendo de Jimmy que tal vez la mataría por lo que le hizo, pero cuando se encontró a más de cinco cuadras de la casa y miró hacia atrás, percatándose de que él no la seguía, se tranquilizó y descansó con las palmas sobre las rodillas, antes de seguir su camino, dando pasos lentos mientras recuperaba fuerzas, pero se arrepintió de inmediato cuando vio… Un chico apuesto, de aspecto conocido, caminaba hacia ella con una sonrisa en el rostro, mientras ella, como si tuviera miopía, trataba de distinguirlo desde lejos, hasta que estuvo lo suficientemente cerca y pudo reconocerlo, pero ya no había tiempo para huir y si lo hacía, él pensaría que estaba loca, uniéndose al club de Jimmy para tal vez terminar internándola en un psiquiátrico como el niño bonito quería. —Hola, bella —la saludó estampándole un beso en la mejilla, haciendo que
Salomé quería que Jimmy supiera lo que ella había sentido ese par de veces que lo vio en compañía de esa rubia, y no pensaba perder la oportunidad de utilizar a su ex amante para llevar a cabo su juego maquiavélico; aunque no pudo evitar mirar esos ojos color miel, trató de que fuera por el tiempo más leve posible, para luego incitar a su compañero a seguir caminando por el parque, adentrándose en él. Se sintió orgullosa cuando escuchó la voz de Jimmy pronunciar su nombre llamándola, pero no le hizo caso. Quería hacerle pagar todas y cada una de las jugadas sucias que él le había hecho, y como ya había perdido la cuenta de cuantos puntos a favor tenía cada uno, simplemente se decidió a seguir atormentando la vida de ese “niño bonito”, hasta que él confesara qué era lo que quería realmente de ella. Sus sentidos se agudizaron, y de alguna forma sus superpoderes se activaron para poder sentir la presencia del muñeco de porcelana a sus espaldas, caminando detrás de ellos en silencio, per
Salomé disfrutaba de su almuerzo cuando de pronto el pimpollo celoso entró y la ignoró, pasando frente a ella como si ni siquiera se hubiera percatado de su presencia. Fingió tan bien que ella se lo creyó, o más bien, no quería pensar que él la estaba ignorando porque le costaba, cuando no hace mucho tiempo atrás la había estado persiguiendo; aunque, ¿qué carajos le pasaba? Había querido producirle celos precisamente para verlo enojado con ella, pero ahora se sentía mal por no poder contemplar sus ojos miel enfocándola. Lo vio pasar directamente hacia la cocina y entrar saludando a Ana, para entregarle lo que parecía una caja de pastillas. Ya casi iba a acabar su almuerzo, pero empezó a comer como una hormiga simplemente para darle tiempo a Jimmy de sentarse a almorzar junto a ella y; sin embargo, lo que sucedió a continuación la dejó atónita: El chico de ojos claros que la volvía loca, le pidió a Ana que le llevara el almuerzo a su recámara. —Pero, ¡ni siquiera desayunaste! —Le rep
Jimmy subió a su habitación luego de haber ignorado por segunda vez la presencia de su esposa y cerró la puerta con seguro. Esperaría a que Ana le llevara el almuerzo y luego se dedicaría a pensar y atormentarse con el recuerdo de lo que había visto en el parque. Esa escena que había acabado con su corazón; ese que desde hace poco tiempo se había vuelto de algodón, después de haber sido de piedra toda la vida, pero una mujer… esa mujer… había conseguido reblandecerlo. «¿Para qué lo hizo?, ¿para tener el placer de destruirlo después?» Tenía rabia… mucha rabia lo invadía por haber pensado en algún momento que tal vez ella sentía algo por él. Por haberse dejado atrapar de una mujer que sabía que no era para él. Ella era demasiado libre, demasiado independiente, demasiado soberana… y él era un hombre de posesiones… La mujer que quería para él, la había tenido siempre. Todas rendidas a sus pies y dispuestas a cumplir cada uno de sus deseos; si él les pedía que no vieran a otro hombre nunca
La tarde de Jimmy fue una completa tortura; la suave llovizna se había convertido en una tormenta con rayos y centellas. Se acostó en la cama con la idea de reflexionar en cómo sería su vida cuando el contrato matrimonial con Salomé estuviera disuelto, pero los truenos no le permitían dejar de pensar en cómo estaría ella en ese momento; la chica valiente que le tenía pavor a los truenos y relámpagos como si fuera una niña, pero pensó en que tal vez, muy pronto ella tendría a alguien más que la abrazara en la cama cuando hubiera tormentas, y ese alguien, además también podría tener el privilegio de gozar de sus caricias, de sus besos y simplemente de su cercanía. Anocheció y Anita le llevó también la cena a la recámara, advirtiéndole que se enojaría mucho con él si no comía, ya que unas horas antes, había rechazado el almuerzo que ella le llevó también, porque se sentía tan vacío que, simplemente el hambre desapareció para darle lugar a la tristeza que no cabía en su pecho. Cenó en com
El deseo que creció en el pecho de Jimmy cuando la sintió tan cerca, fue más fuerte que él, y aunque procuró no mirarla cuando la tenía a su lado, no pudo evitar hacerlo antes de doblar la esquina. Sabía que, probablemente, faltaba poco hasta que llegara el día en el que ya no la vería en los pasillos de la mansión, y el anhelo de mirarla le ganó a su voluntad cuando era hora de perderla de vista, y complació a sus ojos que se desviaron hacia ella en el último segundo… Ella también lo había mirado y notó que, a pesar de que se veía hermosa, como siempre, el semblante de su rostro no tenía la misma alegría de siempre; por el contrario, se veía opaco y esa luminosidad que la rodeaba, característica en ella, simplemente ya no estaba… ¿O era producto de la decepción que sentía y por eso ya no la veía de la misma forma? No lo sabía, pero sin duda, algo había cambiado en ella… Bajó con la intención de lavar los platos del desayuno, pero solo hasta que abandonó el último escalón de las esca
Salomé llegó con sus amigas a la entrada del parque de atracciones y compraron los tres boletos, dispuestas a pasar el mejor día de sus vidas. Era extraño, pero ninguna de las tres había estado en uno antes, ya que, como buenas hermanitas que eran, las tres le tenían pavor a esos juegos, y temían que algún aparato de esos se descompusiera y pudieran morir allí, pero ese día, Salomé estaba dispuesta a arriesgarse con tal de divertirse como nunca y retomar su alocada vida, que no tenía nada que ver con ese tipo de actividades extremas, sino más bien con rumbas, borracheras, sexo y demás asuntos de ese tipo, exceptuando las drogas, que jamás le habían llamado la atención y le parecía que los que se drogaban no tenían ni una pizca de amor propio… aunque a ella le encantara ponerse ebria hasta no recordar su apellido… (algo que no era muy sano, tampoco). Entraron al gigantesco parque que las dejó con la boca abierta y completamente asombradas con el montón de aparatos colosales que había a
Las gemelas se quedaron mirándolo, ambas con un gesto burlesco; al parecer Saray ahora estaba de acuerdo con su hermana, porque las dos se habían sonreído con complicidad al notar la cara de pánico que él había puesto, y al ver que estaban esperando que él tomara acción, se fue acercando poco a poco al cucarrón salvaje, hasta que cayó en cuenta de lo que estaba haciendo: —¡No voy a hacerlo!, ustedes están locas. —La sonrisa malévola desapareció del par de rostros idénticos y fue reemplazada por un par de miradas de extrema furia; sin embargo, optaron por contener sus impulsos y Saray intervino: —Si no lo haces tú, entonces tendremos que traer a cualquier chico de afuera para que lo haga, seguro estará encantado y más al ver lo hermosa que es la princesa. La mandíbula de Jimmy se apretó hasta crujir; era obvio que querían provocarlo, pero el solo hecho de imaginar volver a repetir esa escena, de ver a otro besando a la pulga rabiosa, lo hizo pensarlo dos veces y prefirió cumplir los