Segundo capítulo del maratón. 🥳 Nuestro pimpollo ya está extrañando a la pulga. 🤭 Like si quieren que dejen el orgullo.
La luna se escondió y Salomé salió junto con el sol; no quería pasar más tiempo acostada en esa cama, ni siquiera había podido dormir bien porque los pensamientos sobre Jimmy no la dejaron en paz, así que, sin hacer ruido, fue por sus cosas y arrastró sus maletas a la que ahora era su nueva habitación, dejando a Jimmy durmiendo como un angelito en la cama. Se duchó tratando de despertarse y se vistió con uno de los atuendos formales que ya su tía le había traído. Por suerte tenía el gusto de una hada madrina y la ropa le quedaba bonita y perfecta de talla sin siquiera tener que medírsela antes. Se puso tacones, pero se arrepintió de inmediato, ya que cuando dio dos pasos, por poco revienta las baldosas y cae directo al infierno, justo donde pertenecía… Esos malditos tacones parecían zancos con punta de hierro, pero no tenía más zapatos que le quedaran a esa ropa y ni loca se volvería a cambiar, así que tuvo que quitarse los zapatos mientras salía de la casa y ponérselos otra vez cu
Jimmy calentó su desayuno en uno de los microondas de la cafetería y se sentó a desayunar en completa soledad. El crep de frutas con chocolate le había quedado delicioso a Ana, como siempre, y se concentró tanto en la comida, que levantó la mirada solo cuando vio una sombra cubriendo su plato. —¿Brenda? —La chica rubia estaba frente a él mirándolo con una sonrisa. —Ya sé que tu matrimonio es una farsa —afirmó poniendo las palmas sobre la mesa, inclinándose hacia él. El escote en su pecho lo hizo desviar la mirada justo allí. Tenía unas bonitas boobies, pero por alguna extraña razón, esta vez su garrote no se despertó. —No es una farsa —dijo desviando su mirada de nuevo al plato para llevarse una cucharada a la boca. —Todo el mundo está hablando sobre eso en la empresa, Jimmy. —Se sentó frente a él sin ser invitada y puso la palma sobre su mano libre—. Sé que yo te gusto, estábamos a poco de llegar a algo más. —Exacto, “estábamos”. —No sabía por qué, pero ahora esa bella mujer r
Toda la semana Salomé trató de pasar el mayor tiempo posible en la empresa para no encontrarse con Jimmy. Salía de la casa a las seis de la mañana y regresaba alrededor de las nueve de la noche; desayunaba, almorzaba y cenaba afuera con tal de no topárselo ni siquiera en el comedor. Aunque extrañaba las comidas que preparaba Anita y ella se ofrecía a empacarle los desayunos, no se atrevía siquiera a pasar por la cocina. Todos los días salía de su cuarto directo a la puerta principal y en la noche hacía lo mismo, percatándose primero de que la pequeña poni no estuviera en el parqueadero; aunque cuando la veía allí, antes de entrar, observaba la ventana desde afuera para comprobar que la luz de su cuarto estuviera encendida; eso querría decir que él se encontraba adentro, por lo que podía aprovechar para entrar a la casa y correr a su cuarto. Era como si no vivieran juntos porque no se veían ni siquiera una vez al día, pero Jimmy tampoco se esforzaba por encontrarse con ella y de alg
Ella estaba ahí, rozando su pierna con el dorso de sus dedos, después de que había hecho despertar a su garrote del sueño profundo… Se encendió como una chimenea únicamente por el hecho de haberla sentido cerca, colgando encima de él, embriagándolo con ese aroma que tanto amaba. Sus manos no habían podido escapar de la tentación de tocar esa pequeña cintura y se habían aferrado a ella, clavando sus dedos con delicadeza para sostenerla. Aunque la tela de su vestido lo separaba de esa piel ardiente, la cual expelía un calor que lo quemaba a través de la ropa, ese toque fue suficiente para que su mente volara, imaginándola cabalgando sobre él mientras la apretaba fuerte por la cintura, dejándose llevar por sus movimientos. Los pequeños y cortos balanceos de su cuerpo, al forcejear el bendito cinturón que por gracia divina se había atascado, lo hicieron fantasear llevándolo al delirio, pero por desgracia la correa cedió y ella ya no tenía que estar inclinada sobre él; se había sentado
Salomé quería resistirse a la tentación de esos labios que tantas veces había querido saborear, porque tenía miedo de hacerlo y ya no querer soltarlos… Él tenía una boca irresistible que desde el primer momento que se topó con ella, la incitó a querer probarla para averiguar su sabor. Su cuerpo se paralizó y los movimientos que estaba llevando a un ritmo perfecto con sus caderas, simplemente se detuvieron cuando esos labios empezaron a acercarse cada vez más y se frenaron a un centímetro de su boca. El mundo parecía haberse paralizado junto con ella, y el hombre que llevaba el apodo de pimpollo, y muñeco de porcelana, era el único responsable de semejante suceso tan inexplicable. Mientras todo alrededor de ambos se detenía, había dos órganos que eran imparables: el par de corazones latían al mismo ritmo y rompían el silencio, enseñándoles que no era un sueño; todo lo que estaban experimentando era completamente real y estaban a punto de dar el segundo paso para enamorarse… El pri
La ansiedad por sumergirse en su interior lo estaba matando; quería que lo abarcara y lo apretara entre sus paredes para acabar de perder la cordura por completo, pero no era el único que se estaba muriendo por eso… Ella estaba enloqueciéndose de ganas por sentirlo invadiendo su interior, llenándola por completo hasta llevarla a flotar en el espacio. Las sensaciones de ambos se hicieron presentes sin siquiera haberlo hecho realidad. Si con solo la imaginación conseguían explotar los sentidos, llevarlo a cabo podría terminar por volverlos completamente locos de placer y al haber escapado juntos de la realidad que los rodeaba, podrían meterse en problemas, pero no les importó… Abrieron los ojos mirándose fijamente cuando la entrada húmeda de Salomé se posó en la cima de la dureza de Jimmy y ella detuvo una vez más los movimientos de sus caderas allí, al mismo tiempo que las manos de él la apretaron firme de los glúteos sin dejar que volviera a descender por ese mismo camino. Un solo
Los minutos transcurrían y ellos seguían abrazados sin la intención de separarse, pero nada dura para siempre y cuando cayeron en cuenta de lo que estaban haciendo y de lo que habían hecho, ambos se miraron sonrojados y tímidos, como si una venda se les hubiera caído de los ojos, haciendo que se separaran de inmediato agachando las miradas. Salomé se bajó de sus caderas y se sentó en el asiento del copiloto intentando recuperar su ropa, pero cuando levantó su vestido abierto como si fuera un pedazo de tela, una mueca de terror apareció en su rostro y la molestia hacia Jimmy se hizo evidente: —Rompiste mi vestido… —Le dijo mirándolo a la cara con condena y el chico parecía confundido, ya que, no recordaba haberlo hecho…, la pasión lo había cegado. —Yo… yo no pensé que… balbuceó mirándola con culpa—. Lo siento. —¿Lo sientes? —Cuestionó mientras Hulk empezaba a apoderarse de su cuerpo una vez más—. ¿Crees que con un “lo siento” arreglarás este desastre? Él la miró a los ojos con su r
Jimmy llegó a la empresa con una sonrisa marcada en el rostro; si alguien a su alrededor supiera leer sonrisas, se daría cuenta de lo que la suya significaba con tan solo mirarlo por unos segundos, y no, no era por haberse burlado de la pulga rabiosa, sino por lo que había sucedido justo antes de la discusión… El encuentro sexual tan candente y placentero que habían tenido. Sí, parecía un hombre recién follado… pero no le importaba porque había cumplido una de sus fantasías con ella y se sentía el amo del universo. Su secretaria, esa que sonreía tímida en su presencia y le hacía miraditas pecaminosas, también se percató del cambio en su rostro y pareció decepcionada, «parece que esta si sabe leer las sonrisas y el brillo de los ojos». —Señor, ¿necesita algo?, tal vez una taza de café —le preguntó con una seriedad que nunca antes había visto en esa chica sonriente. —No, Dana, no te preocupes… —Le respondió regalándole una de sus hermosas sonrisas para ver si el rostro de la chica se