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Salomé se había aferrado con tanta fuerza y miedo a su pecho, como una niña que necesitaba sentirse protegida, y su cuerpo temblaba tanto que él no dudó en ponerle la mano sobre el brazo y empezar a acariciarla con cariño, mientras ella se aferraba a él, abrazándolo y apretándolo con una pierna sobre su cuerpo. —Shsh, tranquila —la consolaba mientras sentía como su pequeño cuerpo dejaba de temblar poco a poco. Ella se aferraba a él como si fuera su salvavidas en el mar, con los ojos cerrados y apretados por el miedo que sentía; cada vez que el cielo tronaba, se sujetaba con más fuerza y soltaba un gemido con la cara enterrada en su cuello. No estaba sola, él estaba con ella, acariciándola tan suavemente que sensibilizaba su piel a un nivel extremo, y no tenía idea de que el susurro de su voz, acunándola, le devolvía la tranquilidad como nunca nadie lo había hecho; ni siquiera la luz de su cuarto encendida, en esos momentos, podía darle tanta seguridad como lo hacían sus brazos y el
Jimmy se quedó estupefacto y taciturno. «¿Venganza?» Si así seguirían siendo las venganzas de Salomé, quería pasarse la vida fastidiándola para que se vengara de él… Todavía no se recuperaba del todo; las vibraciones de aquel orgasmo increíble que le había dado esa pequeña mano poseída por un demonio, continuaban haciendo temblar sus músculos, y su respiración, por más que trataba, no podía regresarla a la normalidad. Sintió cómo su corazón continuaba latiendo como si fuera a estallar dentro de su pecho, mientras aquella mujercita perversa yacía acurrucada en posición fetal a su lado, dándole la espalda con los ojos cerrados, como si hubiera caído en un sueño profundo. Estaba tan quieta que no parecía que ella hubiera hecho semejante cosa solo hace unos minutos; ninguna parte de su cuerpo se movía, solamente notaba un leve balanceo en su pecho por la respiración pausada y tranquila. Esa mujer era de otro mundo, no parecía una simple mortal como las mujeres con las que se había t
La luna se escondió y Salomé salió junto con el sol; no quería pasar más tiempo acostada en esa cama, ni siquiera había podido dormir bien porque los pensamientos sobre Jimmy no la dejaron en paz, así que, sin hacer ruido, fue por sus cosas y arrastró sus maletas a la que ahora era su nueva habitación, dejando a Jimmy durmiendo como un angelito en la cama. Se duchó tratando de despertarse y se vistió con uno de los atuendos formales que ya su tía le había traído. Por suerte tenía el gusto de una hada madrina y la ropa le quedaba bonita y perfecta de talla sin siquiera tener que medírsela antes. Se puso tacones, pero se arrepintió de inmediato, ya que cuando dio dos pasos, por poco revienta las baldosas y cae directo al infierno, justo donde pertenecía… Esos malditos tacones parecían zancos con punta de hierro, pero no tenía más zapatos que le quedaran a esa ropa y ni loca se volvería a cambiar, así que tuvo que quitarse los zapatos mientras salía de la casa y ponérselos otra vez cu
Jimmy calentó su desayuno en uno de los microondas de la cafetería y se sentó a desayunar en completa soledad. El crep de frutas con chocolate le había quedado delicioso a Ana, como siempre, y se concentró tanto en la comida, que levantó la mirada solo cuando vio una sombra cubriendo su plato. —¿Brenda? —La chica rubia estaba frente a él mirándolo con una sonrisa. —Ya sé que tu matrimonio es una farsa —afirmó poniendo las palmas sobre la mesa, inclinándose hacia él. El escote en su pecho lo hizo desviar la mirada justo allí. Tenía unas bonitas boobies, pero por alguna extraña razón, esta vez su garrote no se despertó. —No es una farsa —dijo desviando su mirada de nuevo al plato para llevarse una cucharada a la boca. —Todo el mundo está hablando sobre eso en la empresa, Jimmy. —Se sentó frente a él sin ser invitada y puso la palma sobre su mano libre—. Sé que yo te gusto, estábamos a poco de llegar a algo más. —Exacto, “estábamos”. —No sabía por qué, pero ahora esa bella mujer r
Toda la semana Salomé trató de pasar el mayor tiempo posible en la empresa para no encontrarse con Jimmy. Salía de la casa a las seis de la mañana y regresaba alrededor de las nueve de la noche; desayunaba, almorzaba y cenaba afuera con tal de no topárselo ni siquiera en el comedor. Aunque extrañaba las comidas que preparaba Anita y ella se ofrecía a empacarle los desayunos, no se atrevía siquiera a pasar por la cocina. Todos los días salía de su cuarto directo a la puerta principal y en la noche hacía lo mismo, percatándose primero de que la pequeña poni no estuviera en el parqueadero; aunque cuando la veía allí, antes de entrar, observaba la ventana desde afuera para comprobar que la luz de su cuarto estuviera encendida; eso querría decir que él se encontraba adentro, por lo que podía aprovechar para entrar a la casa y correr a su cuarto. Era como si no vivieran juntos porque no se veían ni siquiera una vez al día, pero Jimmy tampoco se esforzaba por encontrarse con ella y de alg
Ella estaba ahí, rozando su pierna con el dorso de sus dedos, después de que había hecho despertar a su garrote del sueño profundo… Se encendió como una chimenea únicamente por el hecho de haberla sentido cerca, colgando encima de él, embriagándolo con ese aroma que tanto amaba. Sus manos no habían podido escapar de la tentación de tocar esa pequeña cintura y se habían aferrado a ella, clavando sus dedos con delicadeza para sostenerla. Aunque la tela de su vestido lo separaba de esa piel ardiente, la cual expelía un calor que lo quemaba a través de la ropa, ese toque fue suficiente para que su mente volara, imaginándola cabalgando sobre él mientras la apretaba fuerte por la cintura, dejándose llevar por sus movimientos. Los pequeños y cortos balanceos de su cuerpo, al forcejear el bendito cinturón que por gracia divina se había atascado, lo hicieron fantasear llevándolo al delirio, pero por desgracia la correa cedió y ella ya no tenía que estar inclinada sobre él; se había sentado
Salomé quería resistirse a la tentación de esos labios que tantas veces había querido saborear, porque tenía miedo de hacerlo y ya no querer soltarlos… Él tenía una boca irresistible que desde el primer momento que se topó con ella, la incitó a querer probarla para averiguar su sabor. Su cuerpo se paralizó y los movimientos que estaba llevando a un ritmo perfecto con sus caderas, simplemente se detuvieron cuando esos labios empezaron a acercarse cada vez más y se frenaron a un centímetro de su boca. El mundo parecía haberse paralizado junto con ella, y el hombre que llevaba el apodo de pimpollo, y muñeco de porcelana, era el único responsable de semejante suceso tan inexplicable. Mientras todo alrededor de ambos se detenía, había dos órganos que eran imparables: el par de corazones latían al mismo ritmo y rompían el silencio, enseñándoles que no era un sueño; todo lo que estaban experimentando era completamente real y estaban a punto de dar el segundo paso para enamorarse… El pri
La ansiedad por sumergirse en su interior lo estaba matando; quería que lo abarcara y lo apretara entre sus paredes para acabar de perder la cordura por completo, pero no era el único que se estaba muriendo por eso… Ella estaba enloqueciéndose de ganas por sentirlo invadiendo su interior, llenándola por completo hasta llevarla a flotar en el espacio. Las sensaciones de ambos se hicieron presentes sin siquiera haberlo hecho realidad. Si con solo la imaginación conseguían explotar los sentidos, llevarlo a cabo podría terminar por volverlos completamente locos de placer y al haber escapado juntos de la realidad que los rodeaba, podrían meterse en problemas, pero no les importó… Abrieron los ojos mirándose fijamente cuando la entrada húmeda de Salomé se posó en la cima de la dureza de Jimmy y ella detuvo una vez más los movimientos de sus caderas allí, al mismo tiempo que las manos de él la apretaron firme de los glúteos sin dejar que volviera a descender por ese mismo camino. Un solo