¡Hola! 🤗 Espero que hayan disfrutado este capítulo. Prepárense porque esto cada vez se pone más candente. 🔥 Like si quieren que pase de todo en ese baño. 🤭
La sonrisa perversa que esbozó Jimmy luego de escuchar eso, hizo que su esposa se sonrojara aún más, mirándolo con angustia. —Bueno, entonces creo que no tenemos más opción que ducharnos juntos, espocita mía —declaró mientras abría nuevamente el grifo y el agua tibia empezó a recorrer su cuerpo, limpiando primero su cabello de la espuma que había dejado el champú—. No te quedes ahí, entra, con confianza. Esa sonrisa pícara no se iba de su rostro, porque la cara de estupefacción que tenía Salomé era digna de retratar y él solamente quería provocarla. La situación claramente estaba a su favor y era el momento perfecto de aprovecharla como venganza. —¡¿Qué?, estás loco si piensas que voy a seguir tus malditos juegos! —exclamó ella, pero aunque quería parecer molesta, sus ojos curiosos la delataban y Jimmy notaba cómo jugaban al Ping-Pong de nuevo; sin embargo, esta vez no bailaban de un ojo al otro, sino de su cara a su entrepierna y viceversa, repetidas veces… —Estás sudando y es ob
Por fortuna, la erección de Jimmy había pasado, aunque tuvo que pensar en abuelitas desdentadas para poder relajarse. Lo consiguió y ahora podía darse la vuelta tranquilamente y salir de ahí antes de que su garrote, que tenía vida propia, volviera a levantarse sin su permiso. Se giró lentamente y en cuanto vio a Salomé allí de pie, observándolo detrás del vidrio, con una mirada tan lujuriosa que se sintió en peligro de violación, sus mejillas empezaron a sonrojarse nuevamente; sin embargo, el sonido de dos golpes en la puerta, lo salvó de su mirada escrutadora que había vuelto a posarse por un momento en su ingle. —Señorita Salomé, su tía Victoria, acaba de llegar, está esperándola en la sala de estar. —Escuchó la voz de Anita dirigiéndose a la mujer que lo derretía como si fuera un chocolate. —Ya voy Ana, dile que en diez minutos estaré allá —contestó ella mirando la puerta con desilusión, como si la noticia no le hubiera gustado en absoluto, ¿o era la interrupción de Ana la que la
Jimmy sabía que su padre estaba hablando en serio y tenía que hacer algo urgente antes de que empezara a subir las escaleras. —¡Espera! —Lo detuvo cuando lo vio girarse y dar un paso—. Deberían tomar algo primero —sugirió fingiendo una sonrisa. —¡Yo sí quiero algo! —aulló Victoria con voz chillona—, ya que mi sobrina no ha sido capaz de ofrecerme ni siquiera un vaso de agua. Miró a Salomé con condena, pero ella no expresaba ni un rastro de remordimiento. —Le diré a Ana que les traiga algo, mientras tanto —dijo dirigiéndole la mirada a su esposa—, Salo, adelántate y recoge las bragas sucias que dejaste sobre la cama, no queremos que tu tía y mi padre vean tu ropa interior, nena. Con disimulo sacó la llave de su habitación del bolsillo delantero y la puso sobre la palma de ella. Los ojos de Salomé escupieron chispas de fuego y sintió que se le iba la vida bajo esos iris negros que lo fulminaban, pero ella solo se soltó de su mano enganchada en su cintura y desapareció en lo alto de
Salomé se había aferrado con tanta fuerza y miedo a su pecho, como una niña que necesitaba sentirse protegida, y su cuerpo temblaba tanto que él no dudó en ponerle la mano sobre el brazo y empezar a acariciarla con cariño, mientras ella se aferraba a él, abrazándolo y apretándolo con una pierna sobre su cuerpo. —Shsh, tranquila —la consolaba mientras sentía como su pequeño cuerpo dejaba de temblar poco a poco. Ella se aferraba a él como si fuera su salvavidas en el mar, con los ojos cerrados y apretados por el miedo que sentía; cada vez que el cielo tronaba, se sujetaba con más fuerza y soltaba un gemido con la cara enterrada en su cuello. No estaba sola, él estaba con ella, acariciándola tan suavemente que sensibilizaba su piel a un nivel extremo, y no tenía idea de que el susurro de su voz, acunándola, le devolvía la tranquilidad como nunca nadie lo había hecho; ni siquiera la luz de su cuarto encendida, en esos momentos, podía darle tanta seguridad como lo hacían sus brazos y el
Jimmy se quedó estupefacto y taciturno. «¿Venganza?» Si así seguirían siendo las venganzas de Salomé, quería pasarse la vida fastidiándola para que se vengara de él… Todavía no se recuperaba del todo; las vibraciones de aquel orgasmo increíble que le había dado esa pequeña mano poseída por un demonio, continuaban haciendo temblar sus músculos, y su respiración, por más que trataba, no podía regresarla a la normalidad. Sintió cómo su corazón continuaba latiendo como si fuera a estallar dentro de su pecho, mientras aquella mujercita perversa yacía acurrucada en posición fetal a su lado, dándole la espalda con los ojos cerrados, como si hubiera caído en un sueño profundo. Estaba tan quieta que no parecía que ella hubiera hecho semejante cosa solo hace unos minutos; ninguna parte de su cuerpo se movía, solamente notaba un leve balanceo en su pecho por la respiración pausada y tranquila. Esa mujer era de otro mundo, no parecía una simple mortal como las mujeres con las que se había t
La luna se escondió y Salomé salió junto con el sol; no quería pasar más tiempo acostada en esa cama, ni siquiera había podido dormir bien porque los pensamientos sobre Jimmy no la dejaron en paz, así que, sin hacer ruido, fue por sus cosas y arrastró sus maletas a la que ahora era su nueva habitación, dejando a Jimmy durmiendo como un angelito en la cama. Se duchó tratando de despertarse y se vistió con uno de los atuendos formales que ya su tía le había traído. Por suerte tenía el gusto de una hada madrina y la ropa le quedaba bonita y perfecta de talla sin siquiera tener que medírsela antes. Se puso tacones, pero se arrepintió de inmediato, ya que cuando dio dos pasos, por poco revienta las baldosas y cae directo al infierno, justo donde pertenecía… Esos malditos tacones parecían zancos con punta de hierro, pero no tenía más zapatos que le quedaran a esa ropa y ni loca se volvería a cambiar, así que tuvo que quitarse los zapatos mientras salía de la casa y ponérselos otra vez cu
Jimmy calentó su desayuno en uno de los microondas de la cafetería y se sentó a desayunar en completa soledad. El crep de frutas con chocolate le había quedado delicioso a Ana, como siempre, y se concentró tanto en la comida, que levantó la mirada solo cuando vio una sombra cubriendo su plato. —¿Brenda? —La chica rubia estaba frente a él mirándolo con una sonrisa. —Ya sé que tu matrimonio es una farsa —afirmó poniendo las palmas sobre la mesa, inclinándose hacia él. El escote en su pecho lo hizo desviar la mirada justo allí. Tenía unas bonitas boobies, pero por alguna extraña razón, esta vez su garrote no se despertó. —No es una farsa —dijo desviando su mirada de nuevo al plato para llevarse una cucharada a la boca. —Todo el mundo está hablando sobre eso en la empresa, Jimmy. —Se sentó frente a él sin ser invitada y puso la palma sobre su mano libre—. Sé que yo te gusto, estábamos a poco de llegar a algo más. —Exacto, “estábamos”. —No sabía por qué, pero ahora esa bella mujer r
Toda la semana Salomé trató de pasar el mayor tiempo posible en la empresa para no encontrarse con Jimmy. Salía de la casa a las seis de la mañana y regresaba alrededor de las nueve de la noche; desayunaba, almorzaba y cenaba afuera con tal de no topárselo ni siquiera en el comedor. Aunque extrañaba las comidas que preparaba Anita y ella se ofrecía a empacarle los desayunos, no se atrevía siquiera a pasar por la cocina. Todos los días salía de su cuarto directo a la puerta principal y en la noche hacía lo mismo, percatándose primero de que la pequeña poni no estuviera en el parqueadero; aunque cuando la veía allí, antes de entrar, observaba la ventana desde afuera para comprobar que la luz de su cuarto estuviera encendida; eso querría decir que él se encontraba adentro, por lo que podía aprovechar para entrar a la casa y correr a su cuarto. Era como si no vivieran juntos porque no se veían ni siquiera una vez al día, pero Jimmy tampoco se esforzaba por encontrarse con ella y de alg