Miro el reloj un poco desconcertada, son las 8:30 de la noche y Max no ha llegado aún al momento íntimo, a nuestro escape romántico. Las dudas comienzan a invadirme. ¿Vendrá? Me pregunto, mientras aliso mi cabello. Quizás se dio cuenta que no podía estar con una mujer como yo, tan cansada, pero a la vez tan predispuesta a las segundas oportunidades, a pesar de que, mi vida profesional se basa precisamente en ello, en restaurar matrimonios que necesitan nuevas oportunidades. Recuerdo que, en la mañana, precisamente fui yo quien lo llamó, desafiando las tradiciones. ¿He estado presionando las cosas? De repente siento el timbre de la puerta principal y respiro aliviada. Corro a abrirla para descubrir al atractivo joven con un ramo de rosas. - Pensé que no vendrías - digo un poco recelosa. - Es que... - No importa - digo risueña interrumpiéndolo - estás aquí. Tomo el regalo, lo llevo al interior de la vivienda y me incorporo a su lado. - ¿Cómo estuvo tu día? - pregunto. - Te
Miro al matrimonio que se ha sentado frente al escritorio y, que vestidos con un estilo gótico, se preparan para exponer las razones por la que requieren terapia de pareja. Debido al silencio incómodo que se ha extendido por el recinto, decido romper el hielo y preguntar a la joven. - ¿Por qué consideras que necesitan de ayuda especializada para salvar su matrimonio? - Doctora nosotros teníamos una relación abierta y... Todo era consensuado, hasta que... Nos enteramos del embarazo Los miro asombrada, por el poco tiempo que tienen de relación nunca hubiera considerado la posibilidad de que necesitaran brindarle motivación a la misma, normalmente las relaciones abiertas son propuestas de matrimonio que tienen años de convivencia y la rutina los ha golpeado, pero en el lugar de ellos, están en pleno proceso de limar asperezas. - A ver, vamos por parte - digo - yo necesito entender qué los llevó a tomar la decisión de una relación abierta. Verana me mira un poco inquieta, se acl
- Buenos días - digo saludando al matrimonio que se encuentra en el umbral de la puerta de la oficina. - Buenos días - responde el joven moreno que me mira sonriente y con expresión esperanzadora. Ella apenas se mueve, solo sigue a su esposo y, ante una señal, se sientan ambos en las sillas que se encuentran frente a mi escritorio. Reviso el registro que Isabel ha dejado en mi mesa, Emilia y Ransés Hamilton, 27 y 29 años respectivamente, 20 meses de casados, sin hijos. Los miro y comienzo mi discurso. - Yo soy la doctora Nicole Jonson, psicóloga, sexóloga, especialista en terapias de pareja. Agradezco que escogieran mi consultorio para lidiar con los problemas que afectan su relación. Asumo que si están aquí es porque quieren salvar el matrimonio, por lo que necesito que sean sinceros y me expliquen por qué requieren de ayuda especializada para ello. Ransés me mira un poco incómodo. Observa a su esposa, quien se ha mantenido sería desde la llegada, aclara su garganta y com
Me levanto asustada de la cama. Al contemplar el panorama del clima por la ventana de la habitación decido observar el reloj. Llegaré tarde, otra vez. Recuerdo vagamente haber apagado la alarma de mi teléfono celular pero, al parecer, de forma inconsciente volví a acurrucarme entre las sábanas, quedándome completamente dormida. Descalza me dirijo hacia el baño y dejo acariciar mi cuerpo con esa lluvia artificial que tanto me relaja. Hoy no puedo mimarme. Mi tiempo es limitado, por lo que termino el aseo a una velocidad asombrosa. Tardo quince minutos en vestirme y aplicar un ligero maquillaje que, al menos, disimula mis ojeras. Sin despedirme del hombre que duerme en la cama decido subirme al auto para adentrarme en las calles de la ciudad que nunca duerme. Atravieso las enormes puertas del consultorio pasadas las 8:00 de la mañana, algo tarde si tenemos en cuenta que los primeros pacientes ya están en el recibidor. No los conozco, es su primer consulta y debo causar buena impresión
- Espera un poco Nicole. Estamos venciendo - me animo, mientras que, un bostezo en toda su magnitud, indica mi cansancio. Extraigo mi teléfono celular del bolso de mano negro y toco el contacto de Saúl. Uno, dos, tres tonos y, al fin escucho su voz. - Dime Nicole. ¿Pasa algo? – pregunta preocupado. Un brillo esperanzador me alcanza. ¿Estoy enfocando bien la situación? Tal vez yo tenga una parte importante de culpa con respecto a esta crisis que enfrentamos. - No mi amor, solo tenía ganas de escuchar tu voz – respondo casi en un susurro. Un silencio corto me indica su sorpresa y comienzo a inquietarme. Finalmente el joven dice en un tono dulce. - Yo también te extraño. Mi corazón se agita y sobrecoge de gozo ante esas palabras que me brindan aliento y esperanza. Por primera vez en días, miro con confianza hacia el futuro. - Tengo que colgar, mi amor. Debo seguir trabajando. Te amo. - Yo te amo más – recuerdo inmediatamente que esa fue la frase que nos identificó desde
Me alejo un pequeño lapsus de tiempo de la estancia donde el aire se me antoja irrespirable. Las últimas palabras de Anne fueron una negativa profunda a continuar casada con Rainer. Su determinación la lleva a tomar las riendas de una situación que, anteriormente para ella, se había mostrado confusa y poco beneficiosa. Se niega a hablar con su esposo. Veo al dolor dominar sus acciones y comparto su tristeza de forma empática. Recuerdo que, en la carrera, un profesor muy sabio nos dijo que, cuando el dolor habla, el juicio se nubla. ¿Es sano que esta mujer dolida perdone la traición de su marido? Respiro en el único lugar de la consulta donde me siento libre: el balcón. Movida por una rutina cómoda vuelvo a la oficina, - Han tenido tiempo para reflexionar – digo – Rainer quisiera saber qué piensas de la reacción que ha tenido tu esposa ante el descubrimiento de tu traición. Lo veo desesperado y vulnerable por primera vez en la sesión y me agrada. ¿He perdido la perspectiva? ¡Quiz
Despierto cuando el sol alumbra de lleno mi rostro. Mis sensibles ojos reciben con molestia el ataque de la naturaleza. Intento moverme, pero unos brazos fuertes y musculosos me lo impiden. Miro al joven que descansa a mi lado y no puedo dejar de sonreír. Los destellos de la noche anterior me asaltan, Fue increíble sentirse deseada otra vez. Delimito sus facciones con mis dedos. ¡Es tan hermoso! Abre los ojos reaccionando ante el contacto. - ¿Te gusta lo que ves? – pregunta juguetón. - Me encanta – contesto mordiéndome los labios. - A mí también me gusta lo que veo – asegura, quitándome la sábana, para recorrer mi cuerpo a su antojo. - Buenos días – saludo a Isabel atravesando las puertas de mi consultorio. Me siento con un excelente estado de ánimo. Me he liberado del estrés. Soy una mujer nueva, satisfecha y feliz. - ¡Estás radiante! – exclama – alguien tuvo una buena noche. Contesto con una sonrisa. No me gusta exponer mis intimidades e Isabel lo percibe. - Hoy tenemo
Llego a la casa con una sensación de zozobra que, por momentos, se mezcla con rabia contenida y desencanto. Saúl debe estar esperándome, pienso, porque mi postura fue firme con respecto a la conversación que debíamos tener. No esperaré hasta la noche, le dije. Quiero certezas, no dudas, ni inseguridades. Subo los escalones hasta la habitación y, allí, recostado en la cama, con evidente preocupación, puedo captarlo. Al verme se incorpora con cautela y… ¿culpabilidad? - ¿Qué pasa Nicole? Lo incito a trasladarse hacia el salón. No quiero discutir en el cuarto. Baja en silencio y con curiosidad. Presiente que la tormenta se avecina y termina sentándose en uno de los sillones individuales del recibidor. Desbloqueo mi celular para enseñarle las fotos. Lo miro detenidamente, quiero ver cada movimiento, cada señal en su rostro. En efecto, al tomar el teléfono, su expresión cambia, se vuelve sombría, contenida y atormentada. - Puedo explicarlo – dice nervioso – yo… soy un imbécil, lo s