Me miran tensos, con una ligera sensación de zozobra en el semblante. ¿Qué podría pasar entre ambos para que actuaran de una manera tan extraña? - Doctora - finalmente dijo Karen - tenemos un bebé de 3 meses de nacido, pero él le hizo caso a su madre, que desde el nacimiento exigió una prueba de ADN y los resultados fueron concluyentes, él es el padre del bebé, pero ahora soy yo la que no quiere seguir con este matrimonio. Estoy aquí para que las personas no comiencen a cuestionarme, pero ya no quiero salvar la relación. - Doctora - dijo desesperado - yo la amo. - ¿Cómo puedes amarme y dudar de mí? - interrogó con una señal de desprecio. - Pero es que... Mi mamá. - ¿Tu mamá? Yo me casé contigo, no con tu mamá. - Pero es que ella tiene más experiencia de la vida. Mirando al niño, pensé que... no se parecía a mí y... - Yo no soporto la desconfianza, sobre todo cuando yo no he dado lugar para ello. Además tú bien sabes que tu mamá nunca me ha aceptado, ella piensa que yo no
Regreso, como cada tarde, a la casa, ansiosa por descansar. A veces escuchar, durante todo el día, los problemas ajenos agobian y más si intentas buscar un balance, en tu mundo, que te permita retomar tu vida, partiendo de tus potencialidades y carencias. Max viene a mi mente como mi tabla de salvación, el puerto seguro donde no existe peligros de naufragio y tomo el teléfono, buscando la forma de calmarme con su voz. - ¿Nicole? - pregunta extrañado. - Te extraño - susurro - necesitaba escuchar tu voz. - Yo también te extraño, hoy no trabajo. ¿Puedo ir a verte? - interroga con cautela. - Me encantaría - digo tratando de controlar la emoción. El joven se está volviendo imprescindible para mí, mientras besa mis labios con ternura, no puedo dejar de pensar en todo lo que me hace sentir con su sola presencia. - Llego en 30 minutos - dice con determinación. Lo recibo con alegría y el deseo apremiante de ser suya una vez más. - Te amo - dice mientras disfrutamos del moment
- Buenos días - saludo mirando al nuevo matrimonio que se encuentra frente a mí. Detallan el lugar, buscando quizás una señal de opulencia, pero, a lo largo de los años, he intentado mantener la calidez y la sencillez en la estancia, porque solo busco crear un ambiente agradable, no exótico ni sofisticado. Los invito a sentarse con un ligero gesto de las manos y, acomodándome frente a ellos, comienzo mi discurso. - Soy la Doctora Nicole Jonson, psicóloga, sexóloga y especialista en terapias de pareja. Quiero agradecerles, porque escogieron mi consultorio para resolver los problemas que están afectando a su relación, por lo que, si están aquí, es porque quieren salvar su unión, ahora los invito a que sean sinceros, hablen sin reservas y me digan por qué necesitan de ayuda especializada para lidiar con las dificultades que hoy los afectan. Miro los papeles que Isabel ha dejado encima de mi escritorio, con los datos personales de ambos cónyuges, Amanda y Evelio Miranda, 26 y 28 a
Me levanto asustada de la cama. Al contemplar el panorama del clima por la ventana de la habitación decido observar el reloj. Llegaré tarde, otra vez. Recuerdo vagamente haber apagado la alarma de mi teléfono celular pero, al parecer, de forma inconsciente volví a acurrucarme entre las sábanas, quedándome completamente dormida. Descalza me dirijo hacia el baño y dejo acariciar mi cuerpo con esa lluvia artificial que tanto me relaja. Hoy no puedo mimarme. Mi tiempo es limitado, por lo que termino el aseo a una velocidad asombrosa. Tardo quince minutos en vestirme y aplicar un ligero maquillaje que, al menos, disimula mis ojeras. Sin despedirme del hombre que duerme en la cama decido subirme al auto para adentrarme en las calles de la ciudad que nunca duerme. Atravieso las enormes puertas del consultorio pasadas las 8:00 de la mañana, algo tarde si tenemos en cuenta que los primeros pacientes ya están en el recibidor. No los conozco, es su primer consulta y debo causar buena impresión
- Espera un poco Nicole. Estamos venciendo - me animo, mientras que, un bostezo en toda su magnitud, indica mi cansancio. Extraigo mi teléfono celular del bolso de mano negro y toco el contacto de Saúl. Uno, dos, tres tonos y, al fin escucho su voz. - Dime Nicole. ¿Pasa algo? – pregunta preocupado. Un brillo esperanzador me alcanza. ¿Estoy enfocando bien la situación? Tal vez yo tenga una parte importante de culpa con respecto a esta crisis que enfrentamos. - No mi amor, solo tenía ganas de escuchar tu voz – respondo casi en un susurro. Un silencio corto me indica su sorpresa y comienzo a inquietarme. Finalmente el joven dice en un tono dulce. - Yo también te extraño. Mi corazón se agita y sobrecoge de gozo ante esas palabras que me brindan aliento y esperanza. Por primera vez en días, miro con confianza hacia el futuro. - Tengo que colgar, mi amor. Debo seguir trabajando. Te amo. - Yo te amo más – recuerdo inmediatamente que esa fue la frase que nos identificó desde
Me alejo un pequeño lapsus de tiempo de la estancia donde el aire se me antoja irrespirable. Las últimas palabras de Anne fueron una negativa profunda a continuar casada con Rainer. Su determinación la lleva a tomar las riendas de una situación que, anteriormente para ella, se había mostrado confusa y poco beneficiosa. Se niega a hablar con su esposo. Veo al dolor dominar sus acciones y comparto su tristeza de forma empática. Recuerdo que, en la carrera, un profesor muy sabio nos dijo que, cuando el dolor habla, el juicio se nubla. ¿Es sano que esta mujer dolida perdone la traición de su marido? Respiro en el único lugar de la consulta donde me siento libre: el balcón. Movida por una rutina cómoda vuelvo a la oficina, - Han tenido tiempo para reflexionar – digo – Rainer quisiera saber qué piensas de la reacción que ha tenido tu esposa ante el descubrimiento de tu traición. Lo veo desesperado y vulnerable por primera vez en la sesión y me agrada. ¿He perdido la perspectiva? ¡Quiz
Despierto cuando el sol alumbra de lleno mi rostro. Mis sensibles ojos reciben con molestia el ataque de la naturaleza. Intento moverme, pero unos brazos fuertes y musculosos me lo impiden. Miro al joven que descansa a mi lado y no puedo dejar de sonreír. Los destellos de la noche anterior me asaltan, Fue increíble sentirse deseada otra vez. Delimito sus facciones con mis dedos. ¡Es tan hermoso! Abre los ojos reaccionando ante el contacto. - ¿Te gusta lo que ves? – pregunta juguetón. - Me encanta – contesto mordiéndome los labios. - A mí también me gusta lo que veo – asegura, quitándome la sábana, para recorrer mi cuerpo a su antojo. - Buenos días – saludo a Isabel atravesando las puertas de mi consultorio. Me siento con un excelente estado de ánimo. Me he liberado del estrés. Soy una mujer nueva, satisfecha y feliz. - ¡Estás radiante! – exclama – alguien tuvo una buena noche. Contesto con una sonrisa. No me gusta exponer mis intimidades e Isabel lo percibe. - Hoy tenemo
Llego a la casa con una sensación de zozobra que, por momentos, se mezcla con rabia contenida y desencanto. Saúl debe estar esperándome, pienso, porque mi postura fue firme con respecto a la conversación que debíamos tener. No esperaré hasta la noche, le dije. Quiero certezas, no dudas, ni inseguridades. Subo los escalones hasta la habitación y, allí, recostado en la cama, con evidente preocupación, puedo captarlo. Al verme se incorpora con cautela y… ¿culpabilidad? - ¿Qué pasa Nicole? Lo incito a trasladarse hacia el salón. No quiero discutir en el cuarto. Baja en silencio y con curiosidad. Presiente que la tormenta se avecina y termina sentándose en uno de los sillones individuales del recibidor. Desbloqueo mi celular para enseñarle las fotos. Lo miro detenidamente, quiero ver cada movimiento, cada señal en su rostro. En efecto, al tomar el teléfono, su expresión cambia, se vuelve sombría, contenida y atormentada. - Puedo explicarlo – dice nervioso – yo… soy un imbécil, lo s