Después de haber disfrutado de unos cuantos besos tiernos de Merritt, Eleanor salió satisfecha y complacida de su actuación con su prometido. Sabía que él no había sido fácil de conquistar y ella, a pesar de su juventud había avanzado bastante, no quería arruinar lo conseguido con remilgos y niñerías. Le gustaba lo que el sexo representaba y si debía convertirse en la novia, que se le metía debajo de las sábanas cada vez, lo haría. Llegó a casa dispuesta a disfrutar de la nueva estrategia y ver cómo manejaba a su prometido, quien no era un hombre tan fácil de manipular. Sopesó todas las ventajas y desventajas de seguir teniendo sexo con él, era su novio y nada iba perder, lo más normal del mundo era que una pareja de prometidos en matrimonio mantuvieran relaciones sexuales para el buen funcionamiento del noviazgo. Pasó el día planificando su vida, sus estudios y sus estrategias de negocios, no quería nada fuera de lugar en su vida, todo para poder todos sus objetivos. Eleanor era un
Eleanor llegó a su casa de un humor de perros, menos mal que nadie estuvo en su camino, tenía deseos de arrasar con cualquier persona que encontrara a su paso. Le molestaba no salirse con la suya, estuvo hasta ése día, llevando todo suave con Merritt para ir retrasando el matrimonio, pero ya él había dado su ultimátum. Le hubiese gustado casarse con más edad, pero él tuvo que encapricharse con ella y pedirla como esposa. Bueno ya había llegado el tiempo de encargarse de los preparativos de su majestuosa boda, porque eso sí, sería el matrimonio del año, por el esplendor y lo fastuoso, daría que hablar en el día más grandioso de su vida. Invitaría a todas las celebridades de las finanzas y el comercio. Habló con sus padres del asunto y le pidió a su madre que se asegurara de que ese día fuese inolvidable para todos; flores telas, luces, todo lo que fuera necesario para que su día fuese apoteósico y maravilloso. Alexia le dijo: — No te preocupes mi niña, ya verás qué hermoso será el
Ya todo estaba dispuesto para el gran acontecimiento, Merritt por fin era atrapado legalmente por una mujer, se sentía maravillosamente feliz, con cuarenta y tres años después de mucho esperar por fin se estaba casando con la bellísima Eleanor Hawkins. Durante casi tres años, había mantenido relaciones sexuales esporádicamente con ella una o dos veces por semana y ya quería tenerla metida en su cama por completo; Eleanor era algo escurridiza a la hora de tener sexo, pero una vez que él la encendía, pasaban horas disfrutando de una exquisita sesión sexual. Ya era hora de disfrutarla las veinticuatro horas sin excusa alguna, estaba nervioso y con expectativas, sabía que su prometida era bastante impredecible, pero confiaba en su sensatez y madurez. Había escogido un smoking blanco de diseño de alta costura, con camisa blanca, confeccionada en fina tela. Él era un hombre muy elegante y de cuerpo atlético y hermosamente formado, se miró al espejo y le agradó la imagen devuelta. Eleanor
Al día siguiente era sábado, así que Merritt preguntó a su esposa: — ¿A dónde deseas ir mi amor? Es fin de semana, ¿Tienes algo en mente? — En mente no tengo nada Merrit, pero podrías empaparme de tus negocios y así me voy familiarizando con tus finanzas— pidió ella. —¿No deseas ir a una playa?— le preguntó él— no sé, luna de miel le llaman los recién casados. — ¿Quieres que tengamos una luna de miel?— preguntó Eleanor— nunca me dijiste nada, hubiera planeado algo, pero no sé si a éstas alturas yo quiera tener una. — ¡Eleanor por Dios! Nos casamos apenas ayer, aún podríamos irnos unos tres días o una semana y solo pensar en disfrutar y olvidarnos de los números y las inversiones— sugirió él— ¿No te parece amor? — No amor, no me parece— dijo ella alarmada— ¡perder tantos días! Mejor salgamos por allí y ya en la noche estamos nuevamente en casa. — Yo lo decía por ti, a las mujeres siempre les gusta ese tipo de cosas, diversión, compras, viajes, esparcimiento— dijo Merrit divertid
Merrit Downey, tenía algún tiempo una sociedad con un hombre que también era un ícono en las finanzas y los negocios, pero éste personaje nunca le había querido dar una reunión personal y la única vez que le había sugerido en un evento social se había negado rotundamente.Connor Foster, era un hueso duro de roer, pero Eleanor, tenía otros métodos para conseguir sus objetivos y para ella lograr esta sociedad se convirtió en un reto, así que comenzó a interesarse en el hombre y en sus puntos débiles, averigüo todo lo necesario para acercarse a Connor con astucia y sobre todo con mucha paciencia.Eleanor, sabía esperar, ella sabía que más tarde o más temprano éste señor estaría en el consorcio Downey.Esa mañana su asistente le informó que había una llamada, si quería recibirla o le daba una fecha de espera, ella preguntó de quién era la llamada y cuando escuchó de quién se trataba, casi que sus ojos se salen de sus órbitas.— Es el señor Connor Foster, señora Downey—dijo la asistente.
Eleanor se quedó con el teléfono pegado a su oreja, esperaba una respuesta más educada, pero el muchacho la había dejado con la palabra en la boca.¿Qué se creía el imberbe éste? Ya le ajustaría los tornillos a este insolente.Pensó unos segundos y recordó que ella tenía el número del celular de Connor Foster, «que tonta era» pensó, iba a solicitar al chico esa información, cuando le colgó la llamada, sacudió su cabeza y ordenó sus pensamientos, recordó que el día del almuerzo habían intercambiado números privados, ¿Por qué él, no la llamó a su celular?Recordó entonces, que había apagado su teléfono para no ser molestada y ahora entendía la llamada a la oficina central. Cuándo encendió el celular vió la llamada perdida de Connor Foster; buscó el número y marcó la llamada.El anciano vió quien era y dejó repicar tres veces antes de contestar—"¡Hola, Eleanor! ¿Cómo está usted?"— escuchó la voz de Connor al otro lado de la línea.Ella se mostró calmada al responder, aunque la emoción l
Al llegar a casa, su esposo aún no estaba en casa, se sentó un momento en su sala y se quitó sus zapatos de tacón, le dolían sus pies, ese día se sentía cansada. Recostó la cabeza en el mueble y estaba entrando en un sopor divino, cuando escuchó la voz de Merritt, sacándola así de su trance de sueño.— ¡Hola querida! Cuéntame; ¿cómo te fue?— preguntó su marido.Ella suspiró y enderezó su cuerpo al mismo tiempo que decía:— ¡Excelente! Mejor imposible, el lunes nos reuniremos para la firma.Los dos sonrieron con satisfacción y Merritt dijo:— ¡Eres increíble mujer, de verdad que eres mi mejor inversión!— ¡Gracias querido!— expresó ella.Descorcharon una botella de champagne y ofrecieron un brindis por el éxito de la nueva asociación, esperando los mejores augurios; así era Eleanor firme en sus objetivos, y no dejaba en sus metas una vez que se las trazaba. Había prometido a Merritt que lograría convencer al anciano Foster y allí estaba, no había sido fácil, pero lo había logrado y se
Al llegar las cinco de la tarde, recogió sus cosas y se dirigió directamente a casa de sus padres, su madre estaba sentada en el sofá de la sala, esperando a que Alfred bajara para así sentarse con su hija y comentar los acontecimientos sobre la salud de su padre.— ¡Hola mamá!— saludó Eleanor— ¿Y papá?— preguntó buscando con su mirada en los espacios de la casa.Alexia se veía contrariado, la expresión del rostro no pasó inadvertida para su hija— ¡Hola mi niña!— correspondió al saludo con un beso en la mejilla Eleanor— está arriba, bajará en unos minutos cielo, estábamos esperando por ti.Ella escudriñó a su madre unos instantes. — Y tú mamá, ¿Cómo estás?— preguntó interesada Eleanor.Alexia respondió sincera. — Estoy perfectamente bien, —dijo Alexia— el que no está nada bien es tu papá.— ¡Amor, ¿Podrías esperar a que esté con ustedes?— entró Alfred al salón, saludando— ¡Hola hija!— dijo cariñoso.Eleanor se levantó para darle un saludo más cercano. — ¿ Cómo estás papá?— dijo