Arlette —Hablo para informarte que el divorcio se ha llevado a cabo —me comenta mi abogado del otro lado de la línea.—Gracias por avisarme —respondo con la voz rota, ya que aunque lo intente no puedo evitar sentirme mal por mi divorcio.—También pidió darte una pensión alimenticia…—No deseo dinero de él —le aseguro con firmeza.—No lo acepté, ¿pero no crees que sería mejor tener esa pensión para cubrir los gastos del bebé?—No, mi bebé y yo estamos bien. Después de que nazca buscaré un trabajo, ya no deseo depender de los señores Lewis.—Si lo deseas puedes trabajar en el despacho, sabes que siempre tengo demasiado trabajo.—Ese despacho también es del señor Lewis —le recuerdo, limpiando una pequeña lágrima que escapa de mi ojo.—Pero también es mío. Piénsalo, ¿de acuerdo? —me pide—. ¿Cómo está Mady? ¿Ha tenido molestias?—Lo pensaré y Mady está muy bien, Esmeray la ha revisado y nos ha dicho que ella y su bebé están bien, pero debe de seguir en cama hasta que finalice su embarazo.
Cuando ya han pasado dos días y mis padres me siguen informando lo mismo, opto por trabajar desde aquí en un intento por distraerme, solo así puedo dejar de pensar en terribles escenarios donde Arlette tiene complicaciones con el parto y algo malo sucede con nuestro bebé.El tercer día me quedo dormido desde temprano y cuando el insistente sonido de mi móvil me obliga a abrir los ojos, lo tomo aún con la mirada perdida y cuando veo que se trata de mamá contesto sin perder tiempo.—Ya van rumbo al hospital, al igual que nosotros. Esmeray te estará esperando en la sala de urgencias —me informa con alegría.—Voy para allá.—Nos vemos, mi amor.Tomo mi chaqueta y salgo corriendo hacia el hospital. Cuando ingreso a la sala de urgencias veo a Esmeray dando algunas indicaciones a algunos enfermeros, por lo que espero a que se desocupe para acercarme a ella.—Ven conmigo, es mejor que te cambies antes de que ella ingrese al quirófano, así podrás estar cerca de ellos.—Gracias, Esmeray.—No te
—Sé q-que me comporté como un idiota, pero por favor escúchame —le suplico, acercándome a ella y provocando que se aleje un par de pasos de mí—. No te haré daño —murmuro quedándome en mi lugar.—No temo que me golpees, porque sé que nunca serías capaz de ello, pero créeme que durante toda mi vida he recibido demasiados golpes, los cuales se curaban al cabo de unos días o semanas. ¿Sabes qué es lo que más hiere? —me cuestiona con melancolía—. Las palabras, esas, duelen más que un simple golpe, porque las palabras se quedan grabadas aquí —señala su cabeza—, y aquí —señala su pecho, mirándome con dolor.—Por favor, Arlette. Los quiero demasiado y no quiero volver a perderlos —le pido, acercándome nuevamente a ella y sin que lo espere enredo mis brazos en su cintura.»Sé que cometí un grave error al no hablar primero contigo, pero los celos me cegaron cuando vi esas fotos tuyas entrando con tu amigo a ese hotel. Pensé que durante todo ese tiempo me habías estado engañando con él, también
Gracias a los contactos que aún tengo de mis apuestas, consigo la dirección de Arlette y cuando me percato de que ahora vive en una zona exclusiva, aprieto mis manos en puños. Ella y la desgraciada de su madre viven una vida de millonarias, mientras que yo debo de esconderme para evitar a mis acreedores.Desde hace un par de días he estado observándola y por suerte su rutina siempre es la misma, ella y la estúpida de mi esposa van a terapia, mientras que el vago de Federico hace lo que mejor se le da, ser un parásito para la sociedad. Sale de esa casa y ni idea a donde va.Fiel a su rutina, observo cómo Arlette regresa de terapia y cuando la inepta de Agnes la acompaña, frunzo mi ceño, dado que tendré que modificar mi plan. Se suponía que mi esposa regresaría más tarde.En cuanto entran a la casa, bajo de mi auto, mirando de un lado al otro y gracias a que no hay nadie alrededor, me acerco corriendo y toco el timbre, esperando darles una grata sorpresa.Al cabo de unos segundos la pue
**Este capítulo contiene escenas violentas que pueden ser perturbadoras para algunos lectores. Se sugiere leer con discreción.Me pongo de espaldas para recibir el golpe que seguro el padre de Arlette está por darme, pero este no llega. Me doy la vuelta y cuando veo a Federico, dándole un cabezazo al señor Schiaparelli me quedo helado.Con facilidad lo toma de los hombros para después arrojarlo con cada golpe que le da, sin darle oportunidad de defenderse. Levanta su pierna y la impacta contra sus costillas un par de veces, arrancándole un alarido de dolor al hombre, hasta que una pequeña sonrisa maliciosa aparece en su rostro.—Esto es por Arlette, grandísimo hijo de perra. Y esto —grita antes de darle una patada en la pierna, ante lo cual un pequeño crujido invade la estancia—, es por la señora Agnes.—¡¡Basta, Federico!! —lo interrumpe, la señora Agnes. Sosteniéndolo del brazo.—¿Por qué lo defiende después de todo lo que le hizo? —le recrimina, limpiando el sudor que cae por su ca
—Sí —respondo, observando su reacción—. Tenía pensado pasar a despedirme de ti.—Ya veo —musita, girando su rostro y observando el paisaje.Cuando llegamos a su casa bajamos del auto y una vez adentro me quedo de pie sin saber qué hacer.—¿Está todo bien? —nos cuestiona mi abuelo, alternando su mirada entre uno y otro.—Sí, todo bien —corrobora Arlette, aun sin mirarme a la cara.—Creo que de momento es mejor que se muden a otra casa…—¡No! Aquí estamos bien —le asegura Arlette.—De acuerdo, y ahora aunque no lo desees pondré seguridad para que las cuiden durante algún tiempo. No sabemos si tu padre tenía algún cómplice, por lo que es mejor tener cuidado —sin mucha emoción Arlette asiente y gracias a ello mi abuelo sonríe como cada vez que se sale con la suya.—¿Crees que tu abogado pueda liberar hoy mismo a Federico? —inquiero, observando a mi abuelo.—Sí, Matteo es muy competente y con los antecedentes de ese hombre en Italia podremos demostrar que Fede solo actuó en defensa propia.
Días despuésSubimos al jet del señor Lewis y cuando me percato de que Fede y mi madre buscan cualquier excusa para sentarse lejos de mí, me parece que me están ocultando algo y más cuando el capitán nos avisa que debemos esperar unos minutos más antes de poder despegar.Después de diez minutos alguien se para a mi lado y cuando estoy por levantar la mirada, la voz de Liam me provoca un pequeño escalofrío.—¿Puedo sentarme a tu lado? —me cuestiona sonriendo de esa forma tan única que acelera mi corazón.—¿Q-qué haces aquí? —respondo con otra pregunta y mirándolo con el ceño fruncido.—Ayer hablé con mi abuelo para informarle que regresaría a Italia y me dijo que ustedes también regresaban, así que me ofreció tomar el mismo vuelo. ¿Puedo sentarme junto a ustedes? —insiste.—Sí, está bien —murmuro, lanzándole una mirada fría a mamá y mi amigo, quienes nos observan desde la distancia. Ahora comprendo su actitud de hace un rato.—¿Puedo cargar a nuestro bebé? —pregunta sin dejar de observ
Subo a la habitación y cuando enciendo la luz, lo primero que veo es que le han hecho algunos arreglos. En algunas paredes se aprecian fotos de mi bebé durmiendo plácidamente entre mis brazos o en los de mamá, mientras en otra su nombre forma parte de la decoración. —Creo que mamá cometió una locura al venir —le digo a mi bebé, acomodándolo en su cuna y arropándolo con una manta. Sin saber que más hacer, muerdo mi pulgar y después de pensar que es una insensatez, salgo con mucho cuidado de la habitación y me dirijo a la que Liam y yo compartimos durante muchos meses. Abro la puerta, mirando sobre mi hombro en caso de que Liam decida subir y cuando me percato de que estoy sola me cuelo a la habitación. Enciendo la luz y aunque pensé que tal vez encontraría una habitación irreconocible, lo cierto es que todas mis cosas permanecen en el mismo lugar que las dejé hace meses. Me acerco al clóset y cuando enciendo la luz, veo todas mis prendas como si estuviesen esperando a que las use d