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06. MI PERDICIÓN SE LLAMA AVA REED

GREYSON HUNTER

Cuando Owen me dijo que le gustaba alguien, pero era complicado, me preparé para cualquier cosa menos para encontrarme con mi propia mate.

La olí entrando en esa molesta fiesta.

Mi lobo Kaos enloqueció buscándola, mis pupilas se cerraron sobre la deliciosa hembra en medio del salón.

Diosa, era hermosa, hace tanto que no me sentía tan excitado, tan emocionado por alguna mujer.

Di algunos pasos para acercarme, pensando en cómo secuestrarla y sacarla del medio de todos esos machos babosos que se comían su escote.

Esa pequeña iba a aprender que vestidos tan descarados serían solo para mis ojos; pero en un maldito segundo, mi mundo entero se sacudió.

Owen se acercó a ella, me detuve al ver su mano en su cintura, sonriéndole; mis caninos crecían y el gruñido amenazaba con salir de mi garganta.

«Abuela, ella es mi prometida Ava Reed».

“No, no, ¡maldición! Greyson, dime que no estoy escuchando bien. ¡¿Cómo puede mi hembra ser la pareja de mi cachorro?!”

Miles de sentimientos me atravesaron el pecho. Kaos no estaba mejor que yo.

Ya se imaginaba a su mate, cómo seducirla y marcarla.

Se nos había negado el amor durante tantos años, desde que Galia fue asesinada y jamás he podido dar con los culpables.

Ahora, cuando pensé en superar el dolor con mi segunda oportunidad de amar, resulta que está emparejada con mi hijo.

¿Qué hago?

La miro en secreto desde la oscuridad del jardín. 

Mis ojos se mueven con el bamboleo de sus caderas, de sus tiernos pechos rebotando dentro del escote.

Quiero voltear el rostro, escapar, pero mis pasos me llevan hasta ella. Ava, así se llama mi perdición.

Se gira cayendo sobre mí, la curva de su cuerpo contra el mío, de su cintura entre mis manos, todo en ella es perfecto… casi todo…

Mi nariz se mueve aspirando, buscando entre su cabello ese aroma a dulce vainilla que tiene a mi lobo aullando, pero también está marcada con otro aroma masculino que no es el de Owen.

¿Qué carajos sucede aquí?

—Mi vestido no es inapropiado — me desafían esos ojos mieles, esa lengua ágil y afilada.

Sus labios se mueven y lucho contra las ganas de chupárselos, pero la palabra “prometido” me vuelve a frenar todo.

Estoy enojado, frustrado, luchando contra mi lobo para que no se acerque a la de ella, aunque Ava no parece reconocernos como mates.

Necesito hablar con Owen y esa misma noche lo hago. Voy a su habitación y lo interrogo.

No me atrevo a decirle la verdad, me siento un maldito traidor cuando me habla entusiasmado de ella.

De lo maravillosa que es, lo alegre y apasionada. Cada descripción de Ava es un puñal que se clava en mi pecho.

Le pregunto por su olor, parece estar marcada por otro macho y resulta que esa era la “complicación”.

Su antigua pareja la dejó sin disolver el vínculo y ahora no sabe dónde encontrarlo.

“Por eso su lobita no me reconoce. Además, la siento débil, debe ser por ese lazo de mierd4. ¡No quiero a mi mate con el olor de otro hombre!”

Kaos me ruge, pero frente a mí está el macho que tiene ahora el derecho a reclamarla.

—Lo solucionaremos, papá, por favor, no rechaces a Ava por eso. Ella es buena, no la lleves tan tenso…

—Owen, yo… —por primera vez me encuentro tartamudeando frente a este cachorro que vi nacer y crie como mi heredero.

Owen no es mi hijo biológico. Es producto de una violación a mi antigua mate antes de encontrarla.

Pero él lleva mis feromonas, cubrimos cualquier rastro y solo Winifred sabe la verdad. Así se quedará para siempre.

—Hijo, hay algo…

¡BAM!

La puerta de la habitación se abre de golpe y me quedo estupefacto al verla entrar.

Todo lo que sucedió a continuación se quedó grabado a fuego en mi mente.

Sentí una mezcla de deseo oscuro al ver su cuerpo desnudo, su descarada seducción, pero también unas ganas de matar que me ahogaban al encontrarla entre las piernas de Owen.

Esto lo hacía para él, y la imagen de ellos dos follando sobre ese mismo mueble me asqueaba y me enfurecía.

¿Cómo escapar de Ava Reed? ¿Cómo resistirme a lo que deseo con un hambre voraz?

*****

¡BAAM!

El puño se estrella contra la pared, siento los huesos crujir, la ira y la excitación envolviéndome.

“¡Ve detrás de Ava! ¡Fuiste un maldito a**o! ¡Ellas también se sienten atraídas hacia nosotros!”

“¡Solo es la química y el instinto! ¡Ava es la pareja de Owen!”

“¡ELLA ES MI MATE! ¡¿Cómo pudiste llamarla interesada?!”

“¡CÁLLATE KAOS, CÁLLATE, MALDIT4 SEA!” le rugí porque era suficiente con estarme arrepintiendo yo mismo.

—Alfa…

—¡¿QUÉ?!

Me giré hacia Nella, que se sobresalta, casi dejando caer las carpetas.

—Yo… vine a traerle los informes que me pidió —me dice mirando con disimulo el cráter que dejé en la pared.

Me aprieto el puente de la nariz, bajando el mal humor. Mi beta no tiene la culpa.

—Déjalo en el escritorio —le digo, saliendo a darme una ducha fría.

—Greyson… ¿sucede algo? — me tenso al escuchar el cambio de su tono y cómo pronuncia mi nombre en un susurro.

Su mano comienza a acariciar mi espalda contraída.

—No —le digo tajante y retira la mano enseguida—. Deja las carpetas, luego las reviso.

Salgo del despacho con pasos firmes, y la estela de vainilla aún perdura en el pasillo.

Miro un segundo a la escalera y a la gota de sangre que quedó en el rellano.

Ella estaba herida y yo solo reaccioné como lo que soy, un maldito animal, una bestia reprimida.

Ahora estoy preocupado por Ava, pero solo puedo llamar a Owen para que vea cómo está.

*****

—… la familia real ya nos dio el permiso de expansión…

Mi beta habla de negocios, pero mi atención no está en eso.

No puedo dejar de mirar por la ventana desde mi despacho.

Ava no ha regresado desde que salió enojada conmigo, y la noche está sobre nosotros.

—Espera —le digo, poniéndome de pie al ver salir a Owen con premura, seguido de algunos guerreros—. Dejemos esto para mañana.

Salgo con prisa y bajo las escaleras hasta el exterior.

—Owen, ¿qué sucede? —lo intercepto, subiéndose a la camioneta con los hombres.

—Papá, Ava me llamó hace un rato que venía de regreso, pero se está demorando demasiado y comenzó a llover. Voy a buscarla.

—Voy contigo —le digo sin pensármelo dos veces.

Corro hacia el Hummer y arranco el motor que ruge con poder.

Salimos de la manada por la carretera. Lo sigo, cada vez más preocupado.

Mi pecho se aprieta de una manera desagradable y Kaos está inquieto con un mal presentimiento.

La lluvia arrecia y casi no se puede ver a través del parabrisas.

Repentinamente, la ladera a nuestro lado tiembla y el coche se estremece con violencia.

“¡Cuidado con el derrumbe!” Rujo en la mente de Owen y mis hombres, pero ya es muy tarde.

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