—¿¡Qué carajos pasó en mi comedor!? —Ese grito retumbó en toda la habitación. Hasta a mí me asustó, pero controlo ese miedo y doy un par de pasos hacia el decidido a seguir con mi plan. —Te hice un pequeño detalle para la cena —habló de manera gentil y amable, señalando a la decoración. Él mira a todas direcciones, teniendo una expresión de desagrado; al final, termina deteniéndose en mí, dedicándome esa misma mirada. Me examina de arriba a abajo viendo lo que me acabo de poner; espero un gesto; sin embargo, no hay ninguno y regresa su vista al entorno. —Parece un hotel barato a donde llevarías a una mujerzuela —dijo con mirándome desdén— y no sé por qué la última palabra siento que es dedicada a mí, que me dan ganas de taparme el cuerpo con los brazos, pero evito hacerlo, ya que eso solo le demostrará que me ha dañado su comentario. —No digas eso, es una cena romántica —añadí y noto cómo rueda los ojos al escuchar esa palabra. —¿Y qué quieres sacar de esto? —me pregu
En un movimiento rápido, él me gira, colocándome en la mesa, apartando las cosas a los lados; algunas cosas caen al piso y el vino se derrama en la mesa, manchando de rojo toda el área que toca. Él se mete entre mis piernas a la vez que saca uno de mis pechos por las aberturas del vestido, jugando y pellizcando el pezón con cierta maldad. Eso hace que me estremezca y es que nunca había hecho esto; siempre había sido tierno y cariñoso, aunque no me molesta para nada. Después baja su rostro dejando un camino húmedo a su paso hasta llegar a mi pecho y empieza a jugar con él, besando mi cuello y las partes que el vestido deja al descubierto. Al final escucho el tintinear de la hebilla de su pantalón y oigo cómo baja su cremallera. Para mí me resulta algo bastante apresurado; siento cómo aparta a un lado mis diminutas bragas. Veo que escupe un poco en la palma de su mano y se la mete en medio de mis piernas. Percibo ese líquido tibio en mi parte y, sin esperar mucho, entra en mí de un
P.O. V. Adriano. La veo marcharse a toda velocidad saliendo por la puerta, dejándome solo en el comedor. Dejo salir un suspiro y trago saliva, camino acercándome al comedor, tomando una de las botellas de vino; miro la enorme mesa que está hecha un desastre. —¡Jenifer! —vociferó con fuerza. Espero a que la sirvienta venga. Oigo sus pasos acercarse a toda velocidad entrando al comedor. —Sí, señor —habla la mujer baja usando su traje de sirvienta y bajando la vista como si estuviera en la presencia de un rey, pero no estoy de humor para estar corrigiendo a esta mujer, ya que Max me contó que su antiguo jefe era un hombre muy malo que le hacía que se comportara así en su presencia. —Limpia la mesa —ordenó con una voz fría. —Sí, señor. Ella corre hacia la mesa haciendo lo que le pedí; doy unos cuantos pasos para salir, pero me detengo. —También quita todas esas… cursilerías —señaló a la decoración que Mia había puesto. —Sí, señor, pero ¿qué hago con las flores? —inquiere. —T
P.O.V. Tania No me gustan las preguntas que está haciendo mi madre. Tengo que aprovechar este momento para ponerla de mi lado, que sienta compasión de mí. —Durante los días que, según estábamos en nuestra luna de miel, todo fue un desastre, mamá. Hubo discusiones, situaciones difíciles y muchos malos entendidos. Me sentía sola a pesar de tener la compañía de Nicola. Teníamos que ocultarnos todo el tiempo, así que la poca felicidad que tuve fue muy corta —digo—. Al final, desastre de cuentas, no era feliz, así que para animarme un poco, le propuse a Mia venir a hacerme compañía. Ella se negó al principio, al final aceptó venir. Sin embargo, durante el tiempo que estuvo aquí, no sé cómo es que ellos empezaron a sentirse atraídos y en una noche, cuando salí, ellos pasaron la noche juntos —digo con voz quebrada, bajando el rostro, fingiendo estar triste. —Pero ¿por qué te pones así, hija, si tú misma lo has dicho, no lo amas? —agregó y, mientras tengo la mirada abajo, ruedo los ojos
P.O.V. Baltasar Me hubiera gustado poder matar a esa sinvergüenza malcriada que se hace llamar mi hija. Se ha comportado tan mal, pero si no lo hice fue por el simple hecho de ver qué hará y de lo merecido que estoy seguro de que obtendrá. Porque Adriano no se quedará de brazos cruzados si a ella se le ocurre meterse con la zorrita de mi sobrina. Admito que Mia fue lista; supo muy bien cómo enamorar a ese loco, porque omitiendo eso, tiene bastante dinero. Pero bueno, al menos seré el primero en la fila para presenciar eso que le harán a la tonta de Tania. También me alegra que se haya llevado a Elsa; ya estaba harto de ella. Siempre se la pasa preguntándome a dónde voy, qué hago, con quién salgo y, sobre todo, preguntándome por esa mocosa. Esta noche, para festejar, me iré a jugar al casino con mis amigos. Al regresar me siento algo cansado, molesto y decepcionado porque perdí mucho dinero, pero por lo menos tengo la satisfacción de saber que nadie me interrogará. Sin embar
Escuchar que ha pronunciado mi apellido me deja sorprendido; no creí que me recordara. Hace años que no vengo aquí, diría prácticamente desde que era un adolescente temperamental lleno de frustraciones, rabia y que culpaba a todos. Ahora, aunque no he visto su rostro, sé que es un hombre. —¿Se va a quedar callado? —preguntó nuevamente con un tono frío. —Lo siento, señor, pero me sorprende mucho que se acuerde de mí —digo con amabilidad. —Cómo no iba a recordar a una de las pocas personas que ha venido a visitarme, a pesar de que fue hace años. —Lo siento por no venir, pero he tenido mucho trabajo; usted entenderá —procuro disculparme. —No tiene que darme explicaciones de su vida; sé que hay cosas más importantes que venir a visitar a un inválido —mencionó—. Pero nuevamente le pregunto: ¿qué lo trae por aquí? —Le traigo noticias sobre los Borbon. Transcurre un par de minutos en los que solo se escucha el sonido del fuego consumiendo la leña. Estoy a punto de hablar cuand
P.O.V. Alexander Miro cómo el señor Mercier se va; admito que es un hombre despreciable, sin embargo, fue una de las pocas personas que no diría que me dio la mano, pero tampoco me dio una patada. No obstante, dejó de venir y eso no es extrañarme; sé que no podía interesarle nada de un inválido como yo, bueno, no hasta ahora. No sé cómo se enteró de mi existencia, pero no es algo que me preocupe porque ha arriesgado su cabeza, su lengua y su vida por venir hasta acá después de tanto y proponerme algo tan arriesgado. Aunque no niego que no me tienta hacerlo, no por él, sino por darles un poco de lo que me dieron hace años y cómo dicen que la venganza es un plato que se come frío, porque el que ríe al final ríe mejor, es por lo que acepté. Pero no le creo ni media palabra a ese hombre, así que si voy a seguir con esto, tengo que estar un paso adelante. Sé que tal vez no soy el único que esté detrás de la cabeza de Adriano, así que quiero saber por qué Baltasar está tan empeñado en
—Hola, buenas tardes, ha hablado a la casa de strippers. ¿En qué podemos ayudarla? —Me responde una voz femenina y tan solo oír la palabra stripper hace que mis mejillas se sientan calientes y mi lengua se quede inmóvil—. Hola, ¿hay alguien ahí? —me vuelve a llamar sacándome de mi trance. —Hola, sí, me gustaría alquilar… a uno de sus chicos —digo tartamudeando con nerviosismo. —Claro, ¿tiene a alguien en particular? —me pregunta y no sabía que podía elegir a alguien. —Solo necesito a un chico atractivo que no cobre mucho, pero que sea suficiente para causarle celos a alguien —especifiqué, esperando que la mujer que me contestó entienda lo que estoy buscando. —Claro que tenemos paquetes para exnovias resentidas —dijo y estoy a punto de protestar por eso, pero ella me lo impide—. Tengo al chico indicado para eso, solo necesito saber qué forma de pago será. —En efectivo —respondo. —Está bien. ¿La dirección? —Se la enviaré en un momento a este número. —Perfecto, ¿y para cuándo