CAPÍTULO 47

Sara se preparó para visitar a Vicenzo en el hospital, su andar era lento pero constante. Era como cuando tuvo a su niña, se sentía toda dolorida y drogada. Cuando llegó a la habitación se encontró con la más hermosa de las escenas.

Vicenzo yacía de pie junto a su camilla, canalizado con un suero colgado del tripié detrás de él y con un ramo Della Rovere rojas en sus manos.

—¡Te ves preciosa! —dice al ver a su chica entrar a la habitación.

Sara casi corre a sus brazos en cuanto lo ve, este apenas alcanza a dejar las flores sobre su cama para abrazar a su novia.

—Te extrañé —dice ella mientras lo abraza con delicadeza y mucho amor. Sabe que ambos están operados—. No sabes cuánto te extrañé…

Las lágrimas se hacen presentes en el rostro de ella, pero él intenta no llorar, quiere ser fuerte para ella.

—Yo a ti, nena… pensé… —Sara acalla sus temores con un beso, uno que dice aquí estoy para ti.

No hay reparos ni cuidados en la forma en que se besan, la devoción, la preocupación, el temor d
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