Samantha revisó los papeles que su padre acababa de entregarle, su incredulidad creciendo a cada segundo. Sus conocimientos en negocios no eran muy buenos, pero no era difícil entender lo que estaba viendo. La empresa de su familia estaba en números rojos.
—¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? —preguntó y levantó el rostro para confrontar a su padre.
No se parecía en nada al hombre que ella conocía. Tenía la ropa desaliñada y sus cabellos estaban desordenados. Un moretón, que comenzaba a oscurecerse, adornaba su mejilla derecha.
—Tomé algunas malas decisiones hace un par de años y agarré dinero que no debía. Necesitaba arreglarlo antes de que la junta de accionistas se diera cuenta, así que acudí a Osvaldo Tolentino. Creí que podría recuperar el dinero, pagarle a tiempo y olvidarme de aquel impase, pero la empresa ha sufrido pérdidas en el último año y no he tenido los mismos ingresos que en el pasado.
Un escalofrió subió por su columna al escuchar el nombre de aquel hombre.
—¿Es en serio? Papá, incluso yo sé que Tolentino es peligroso. —Miró su mejilla—. ¿Fue el quien te golpeó?
Samantha había regresado a la ciudad esa mañana, después de pasar la semana de modas en París. Durante el viaje de regreso se había sentido envuelta por una sensación de orgullo, sus diseños habían llamado la atención y había conseguido establecer contactos muy importantes.
Su entusiasmo se había evaporado en cuanto vio el rostro de su padre. No solo era el golpe en su mejilla lo que le preocupó, fue la mirada de derrota la que la alertó de que algo muy malo estaba sucediendo. En todos sus años, no recordaba una sola vez que hubiera visto a su padre de aquella manera.
—No exactamente. Fueron sus hombres, un mensaje de que quiere su dinero.
—¿Cuánto es lo que le debes?
Samantha casi se fue de espaldas al escuchar el monto. Debía ser una m*****a broma.
—¿Qué hiciste con todo ese dinero?
Su padre guardó silencio.
—Vamos, papá.
—Me metí en algunas apuestas, prometo que ya es parte del pasado.
Samantha se cuestionó cuanto conocía a su padre. Otro día, lo interrogaría al respecto, mientras tanto tenían otras cosas que solucionar.
—¿Y no tienes dinero ahorrado? —preguntó a riesgo de sonar como tonta. Era más que evidente que no contaban con aquel monto, de lo contrario su padre habría pagado su deuda hace tiempo. Pero debía preguntar, hasta donde ella sabía su fortuna siempre había sido considerable. No podía creer que no tenían nada.
—No.
Samantha se paseó por la habitación mientras intentaba pensar en una solución.
—Podría pedir un préstamo al banco —incluso mientras lo decía sabía que no iba a conseguir aquella cantidad. Su negocio apenas comenzaba a prosperar y si las cosas estaban tan mal, su apellido no le serviría de mucho—. O quizás yo… —Se dejó caer en el sofá sin saber que más sugerir.
—Lamento ponerte en esta situación. Habría preferido solucionarlo yo solo y que no te enteraras. —Su padre se sentó junto a ella y colocó una mano sobre la suya.
Los dos habían estado solos desde hace mucho tiempo. Su madre se había marchado cuando ella era aún muy pequeña para recordarla y nunca más había tratado de contactarlos. Su padre se había encargado de criarla y darle siempre lo mejor.
—Somos un equipo, ¿recuerdas? Encontraremos la manera de salir de esto.
Su padre la miró como si quisiera decirle algo.
—¿Qué es? —preguntó.
—De hecho, tengo un plan.
La expresión de su padre encendió sus señales de alarma. Sospechaba que lo él iba a decir no le iba a gustar y minutos más tarde descubrió que tenía razón.
—¡Ni hablar! —Se levantó de golpe y se alejó. Siempre se había caracterizado por ser alguien calmada y rara vez levantaba la voz, pero lo que su padre estaba proponiendo era una locura.
—Samantha…
La súplica en la voz de su padre, hizo tambalear su determinación. ¿Podía abandonarlo después de lo que él había hecho por ella? No, pero tampoco se sentía capaz de llevar a cabo lo que él le estaba sugiriendo.
Se dio la vuelta y lo miró. Por primera vez aparentaba la edad que tenía.
—Debe haber otra salida —musitó.
—He pensado en esto muchas veces y parece la única opción. Aunque jamás te obligaría a hacerlo.
Soltó un suspiro.
—Tengo que pensarlo.
—¿Estás listo?Giovanni rodó los ojos al ver la sonrisa de su primo Horatio.—¿Por qué no me sorprende que esto te parezca divertido?—Tienes que dejar de actuar como un viejo aburrido, lo que necesitas es una mujer, quizás conozcas a una esta noche. —Horatio miró hacia los invitados—. Hay muchas aquí. Estoy seguro que alguna de ellas estará interesada en salir con el hombre que salió en las portadas de las revistas más importantes del país.Soltó un gruñido por lo bajo. Una revista había publicado fotos suyas hace unos meses atrás cuando la empresa de su familia había ganado la licitación de un trabajo al norte del país gracias a su propuesta innovadora y que buscaba la preservación de la naturaleza.—Incluso con ese carácter tan amargado que te manejas —continuó su primo.—No estoy interesado en salir con ninguna mujer. —Su trabajo ocupaba la mayor parte de su vida. Establecerse con alguien, no encabezaba precisamente la lista de sus prioridades, ni siquiera se encontraba en ella.—
Samantha estaba absorta en sus pensamientos, ajena a lo que sucedía a su alrededor, cuando su padre le habló al oído. —Es hora.Desvió su mirada hacia el escenario y vio a Giovanni Morelli. Su objetivo. Las fotos, que su padre le había mostrado, no le hacían justicia. El traje hecho a medida realzaba sus hombros anchos y sus piernas musculosas. Cada paso que daba demostraba confianza.Si hubiera podido elegir a alguien, jamás habría sido a él. Prefería los hombres más suaves y Giovanni parecía estar hecho de bordes afilados preparados para destrozar a cualquiera que se atreviera a desafiarlo.Sintió como si la temperatura en el ambiente bajara algunos grados mientras el miraba a los presentes con nada más que aburrimiento.Su arrogancia le resultó desagradable. ¿En serio ese era el hombre con él que tenía que salir?Las mujeres empezaron a lanzar ofertas tan pronto el hombre detrás del podio terminó de alabarlo... como si él necesitara que le subieran el ego.No entendió que es lo q
Giovanni quería volver a besar a Samantha para borrar la expresión furiosa de su rostro, pero no iba a tentar más a su suerte. La cita recién había empezado y tenía el presentimiento que ella no dudaría en marcharse si la seguía provocando. Se hizo hacia atrás y la dejó tranquila el resto de viaje. Samantha bajó del auto en cuanto el conductor abrió la puerta. —Esta no es la dirección —dijo ella, confundida. —Estoy al tanto. Este lugar me gusta mucho más —comentó mientras se paraba a su lado. La escuchó murmurar algo, pero no logró entenderla. Lo más probable es que fuera alguna clase de insulto. Ella soltó un suspiro y empezó a caminar con pasos firmes sin importarle si él la seguía. Giovanni sonrió divertido mientras sus ojos caían bajo el hechizo del balanceo de sus caderas. No había podido sacarla de su mente en toda la semana, había algo en ella que lo tenía cautivado y estaba decidido a descubrirlo. Avanzó con pasos largos y rápidos. Logró alcanzarla justo antes de que lleg
No había sido fácil resistirse a Giovanni cuando pensaba que era un pretencioso que se creía por encima de los demás y lo era menos después de descubrir que se había adelantado a juzgarlo.En algún lugar en su mente, una voz que le gritaba que lo alejara y pusiera fin a aquello. Sin embargo, cerró el poco espacio que los separaba y lo besó. Un beso no iba a hacer ningún daño ¿verdad?Samantha nunca había actuado con tanto arrebato, a diferencia de Giovanni que parecía bastante avezado en el arte de la seducción.Él sujetó de la cintura y profundizó el besó. Su boca tenía el sabor del vino que habían tomado.La voz de alarma en el fondo de su cabeza se volvió cada vez más baja hasta que dejó de escucharla. Giovanni se hizo para atrás y ella se dio cuenta que estaba sentada encima de él. Ni siquiera recordaba en que momento había sucedido aquello. Al parecer cada vez que él la besaba dejaba de ser consciente de sus acciones.—Maldición, me gustaría devorarte completa —susurró él. Depo
—¿Qué haces?Giovanni miró sobre su hombro y vio a Samantha de pie junto a la isla con los brazos cruzados. A diferencia de la noche anterior, su rostro estaba libre de maquillaje y se había recogido el cabello en un moño desordenado. Estaba usando una camiseta holgada algo desgastada y unos shorts que no le cubrían ni la mitad de sus muslos.No pudo evitar recordar cómo, apenas unos minutos atrás, había envuelto las piernas alrededor de su cintura mientras la tomaba con desesperación y el agua corría por sus cuerpos.Maldijo en silencio. Había tenido a Samantha hace poco y otra vez la necesitaba. Es por eso que la había dejado a solas en la habitación para que se cambiara, de haberse quedado allí, jamás habrían salido. Apagó la estufa antes de quemarlo todo y caminó hasta donde estaba ella. Se detuvo cuando su cuerpo rozó el suyo. Se inclinó como si fuera besarla y sintió satisfacción al verla mirar sus labios.Levantó una mano y le soltó el cabello. —Así me gusta mucho más.Sama
Samantha levantó la cabeza al escuchar un par de golpes en la puerta. —Alguien está aquí para verte —dijo Leticia con una sonrisa enorme en el rostro y se hizo a un lado para dejar pasar a Giovanni. Le agradeció a Leticia antes de que ella se marchara dejándolos a solas. Su oficina, de pronto, se sintió más pequeña con la imponente presencia de Giovanni. —Hola, ángel —saludó él y se acercó con pasos lentos. Samantha no pudo quitarle los ojos de encima y tampoco se movió. Era como si él la hubiera inmovilizado con solo una mirada. Giovanni se inclinó y le dio un beso delicado. —¿Qué dije sobre esto? —preguntó él mientras se alejaba con su liga de cabello en las manos. Su cabello cayó sobre sus hombros en un lio desordenado. —Debes dejar de hacer eso. —No habría tenido necesidad de hacerlo, si me hubieras obedecido. —Tú no me das órdenes y, por si no te diste cuenta, estaba trabajando. No es cómodo tener el cabello en el rostro mientras trato de dibujar. —Lo dejaré pasar
Horatio ordenó sus bebidas y luego se giró hacia Giovanni. —No estaba seguro de si aceptarías salir.—Y aun así llamaste para molestarme.El barman colocó sus bebidas en frente de ellos y se fue al otro lado de la barra para atender a otras personas. El lugar estaba lleno y las risas se mezclaban con la música de fondo. Giovanni y sus primos visitaban aquel bar cada vez que querían distraerse. Era un lugar exclusivo que solo permitía la entrada si eras un miembro.—Siempre tan divertido. Necesitas salir un poco más y relajarte. Tal vez conocer a alguna mujer, este lugar está lleno de ellas.Giovanni recordó a cierta castaña impertinente. No había hablado con Samantha hasta esa mañana para preguntarle sobre la ropa debía de usar para su cita del día siguiente. Se había concentrado en el trabajo y había evitado pensar en ella toda la semana. Era mejor si no se permitía distracciones y eso era lo que significaba Samantha.En cuanto dejaba que su imaginación se desviara hacia ella, ans
Samantha logró mantener la calma mientras Giovanni la observaba y respiró aliviada cuando él regresó su atención a la pista. Sin darse cuenta había revelado que tenía información sobre él. Aunque Giovanni difícilmente habría podido deducir que ella había obtenido aquella información antes de que se conocieran en persona, debía tener más cuidado con lo que decía. —Mi prioridad en este momento es mi trabajo. Las relaciones estables demandan tiempo, tiempo que no estoy dispuesto a dar. Ninguna mujer soportaría ser puesta en segundo lugar y tampoco lo pediría. Él no tenía que decirlo en voz alta para que entendiera el mensaje. Solo la quería para pasar el rato. Al menos era honesto al respecto. —Espero que eso no fuera brusco. —Yo pregunté y tu respondiste. Samantha miró por la ventana mientras se perdía en sus pensamientos. Tratar de enamorar a Giovanni no iba a funcionar. Por ahora, la opción más viable para conseguir el dinero para su padre, era hablando con honestidad. El problem