—¿Estás listo?
Giovanni rodó los ojos al ver la sonrisa de su primo Horatio.
—¿Por qué no me sorprende que esto te parezca divertido?
—Tienes que dejar de actuar como un viejo aburrido, lo que necesitas es una mujer, quizás conozcas a una esta noche. —Horatio miró hacia los invitados—. Hay muchas aquí. Estoy seguro que alguna de ellas estará interesada en salir con el hombre que salió en las portadas de las revistas más importantes del país.
Soltó un gruñido por lo bajo. Una revista había publicado fotos suyas hace unos meses atrás cuando la empresa de su familia había ganado la licitación de un trabajo al norte del país gracias a su propuesta innovadora y que buscaba la preservación de la naturaleza.
—Incluso con ese carácter tan amargado que te manejas —continuó su primo.
—No estoy interesado en salir con ninguna mujer. —Su trabajo ocupaba la mayor parte de su vida. Establecerse con alguien, no encabezaba precisamente la lista de sus prioridades, ni siquiera se encontraba en ella.
—Oh. ¡Oh! —Horatio sonrió y le dio una palmada en el hombro—. Gio, debiste comenzar por allí. También hay hombres bastante atractivos que…
—Tienes suerte de que seamos familia —interrumpió— o habrías desaparecido hace muchos años.
Su primo soltó una carcajada sin verse ni un poco afectado por su amenaza.
—¿De qué hablan? —preguntó su primo Ignazio uniéndose a ellos.
—Nada.
—Gio está a la caza esta noche —respondió Horatio al mismo tiempo que él.
—Si es así, quizás podría presentarte a alguien —comentó Ignazio divertido.
Sacudió la cabeza y los dejó atrás para a acomodarse en el podio. Eran peor que niños cuando se lo proponían.
—Escuché que mamá también te embaucó para participar en esto, pero creí que no vendrías —comentó su hermano Vincenzo al verlo.
—Di mi palabra y aquí estoy. ¿Qué piensa Serena de todo esto?
Su hermano se tensó.
Serena era la mejor amiga de su hermano, se conocían desde que ambos iban a la escuela y pasaban mucho tiempo juntos. Para nadie era un secreto que Vincenzo estaba enamorado de su mejor amiga, la única que no se daba cuenta era ella.
—Estaba demasiado entusiasmada —musitó él entre dientes.
Sus hermanas y sus primos se unieron a ellos, al igual que los demás. Se colocaron en una hilera de cara al público y el presentador dio inicio a la subasta.
—¿Debería decirle que solo se aceptara ofertas de hombres cuando llegue tu turno? —preguntó Horatio en voz baja.
—Jódete.
Gio esperaba que aquello acabara pronto para poder marcharse a su departamento. Los eventos públicos no eran muy de su agrado, por desgracia no siempre podía escapar de ellos, en especial cuando se trataba de conseguir nuevos clientes. Aunque, ahora que estaba de regreso en casa, y no en la sucursal de Francia, podía dejarle cosas como esas a Vincenzo y a Horatio.
—Es un maldito presumido —susurró Ignazio con diversión.
Salió de sus pensamientos y miró a Horatio. Sonrió al verlo modelar hacia el frente.
—Nunca te aburres con él —comentó Vincenzo.
—Él sí sabe divertirse —alabó su hermana Sienna, una de las gemelas, antes de colocar las manos alrededor de su boca y lanzar un grito—. ¡Bravo!
Las mujeres por supuesto se pelearon por él y Horatio no disimuló su sonrisa de victoria mientras se pavoneaba de regreso a su lugar. Poco parecía importarle que la mujer que había ganado, debía tener al menos el triple de su edad.
—Te apuesto a que no puedes mejorar eso —le dijo él con un ligero codazo.
Después de él siguieron otros de los participantes, Ignazio incluido, y cuando fue el turno de Antonella, la gemela de Sienna. Él y su hermano se pusieron en alerta. Era difícil intimidar a alguien desde donde se encontraba, pero eso no les iba a impedir hacerlo. Quien fuera que saliera con ellas, debía saber que no sería nada inteligente intentar nada con ellas más allá de una cita.
Todavía no sabía cómo es que las gemelas habían logrado convencer a su padre de dejarlas participar en aquella locura. No es que ninguna de las dos fuera menor de edad, pero su padre era bastante protector con ambas, así como lo eran Giovanni y Vincenzo. Para ellos siempre serían sus pequeñas hermanitas.
—¿Quién demonios es ese? —preguntó Vincenzo cuando un hombre se puso de pie y ofertó una suma exorbitante por Antonella.
Gio se tomó su tiempo para examinarlo, la luz era tenue en el público.
—No lo sé, pero lo averiguaré.
Giovanni no le quitó la vista de encima al tipo y aprovechó cuando fue su turno de ir al frente para evaluarlo mejor. Él se dio cuenta de que era observado y sostuvo su mirada con desafío. Debía concederle que era valiente.
—¡Diez mil!
Esa voz despertó su curiosidad y desvió su mirada en busca de la mujer que había hablado. Al verla la voz del presentador se volvió un sonido lejano. Era preciosa. Su cabello castaño estaba sujeto en una coleta alta llevara suelto. Sus labios, color rojo intenso, le llamaban a probarlos. Un fuego desconocido ardió en su interior.
A diferencia del resto de mujeres, su expresión no denotaba ningún tipo de emoción y no mejoró cuando ganó.
«Interesante», pensó mientras una sonrisa se extendía por su rostro. La noche había mejorado bastante.
Ella fijó sus ojos en él y se quedaron mirando. Giovanni luchó contra la tentación de bajar del escenario y acercarse a ella. La mujer fue la primera en desviar la mirada y la conexión entre ambos desapareció.
Se dio la vuelta y caminó de regreso a su lugar aun con la sangre ardiendo. Nunca le había costado tanto controlarse.
—No lo hiciste nada mal —dijo Horatio—. Ella es hermosa.
—Horatio —advirtió.
Su primo debió leer algo en su tono de voz porque no dijo nada más.
Durante el resto de la subasta su atención se mantuvo en la mujer de vestido dorado sentada metros más allá esperando el momento en el que fuera libre para ir a buscarla. No recordaba haberla visto antes, sin embargo, el hombre con el que la vio intercambiar algunas palabras le pareció bastante familiar.
Ella no volvió a mirar en su dirección y eso lo frustró de sobremanera, una reacción bastante confusa.
Tan pronto el presentador dio por finalizada la subasta, se apresuró a bajar del escenario y caminó a través del lugar. Se demoró demasiado tratando de esquivar a la multitud y más de una vez alguno de ellos se acercó para detenerse a saludarlo.
—Hola, Gio.
Miró a Lara tratando de disimular su molestia.
—Giovanni —corrigió de inmediato. Solo las personas cercanas a él tenían el derecho a llamarlo Gio.
Lara soltó una carcajada.
—No tuve oportunidad de saludarte antes. —Lara se acercó y colocó una mano sobre su pecho—. Ha pasado un tiempo desde que nos vimos. Espero tengas tiempo para bailar conmigo.
Dio un paso hacia atrás para escapar de sus garras.
Divisó a la mujer misteriosa durante solo un segundo antes de que ella se perdiera entre la multitud.
—Por supuesto —dijo distraído—. Si me permites, tengo algunos asuntos que arreglar primero. Nos vemos luego.
Esquivó a la mujer y se marchó sin darle tiempo de decir algo. Lara era la hija de uno de sus más fieles clientes, pero ella esperaba ser algo más y su padre estaría feliz si eso sucediera. El hombre había insinuado en más de una ocasión que ambos harían una pareja perfecta.
Lara era sexy, pero él prefería no mezclar negocios con placer.
Recorrió la habitación y luego el salón de baile y no pudo encontrar a la mujer de la subasta.
—Señor Morelli, buenas noches —saludó el hombre que estaba encargado de la caja—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo?
—Buenas noches. De hecho, sí. Me gustaría saber el nombre de la mujer con la que tendré una cita.
—Déjeme revisar.
De regreso en la fiesta, Giovanni tomó una de las copas de las bandejas que llevaban los meseros y bebió el contenido de un solo golpe.
Samantha Parissi. Envió el nombre a su jefe de seguridad para que la investigara.
—Alguien está buscándote —comentó Ignazio deteniéndose junto a él.
—¿De quién hablas?
—Lara, se me acercó y me preguntó si te había visto. ¿Tú y ella…
—No, no tuvimos sex0. —Dejó su copa vacía en otra de las bandejas—. He tenido suficiente, me voy.
—Sí quieres llegar a la puerta, será mejor que salgas por la derecha.
—¿Por qué?
Ignazio le hizo una seña en dirección a la izquierda. Lara se estaba acercando a ellos con una sonrisa coqueta.
—Demonios. —Se despidió de su primo antes de salir por donde él había indicado.
Giovanni abandonó el salón y le mandó un mensaje a su conductor para decirle que estaba listo para irse. Su coche llegó algunos minutos después y él se montó en la parte de atrás.
—A mi departamento, por favor —ordenó.
—Sí, señor.
Subió el divisor de vidrio para tener un poco de privacidad y cerró los ojos. El rostro Samantha le vino a la mente.
Samantha estaba absorta en sus pensamientos, ajena a lo que sucedía a su alrededor, cuando su padre le habló al oído. —Es hora.Desvió su mirada hacia el escenario y vio a Giovanni Morelli. Su objetivo. Las fotos, que su padre le había mostrado, no le hacían justicia. El traje hecho a medida realzaba sus hombros anchos y sus piernas musculosas. Cada paso que daba demostraba confianza.Si hubiera podido elegir a alguien, jamás habría sido a él. Prefería los hombres más suaves y Giovanni parecía estar hecho de bordes afilados preparados para destrozar a cualquiera que se atreviera a desafiarlo.Sintió como si la temperatura en el ambiente bajara algunos grados mientras el miraba a los presentes con nada más que aburrimiento.Su arrogancia le resultó desagradable. ¿En serio ese era el hombre con él que tenía que salir?Las mujeres empezaron a lanzar ofertas tan pronto el hombre detrás del podio terminó de alabarlo... como si él necesitara que le subieran el ego.No entendió que es lo q
Giovanni quería volver a besar a Samantha para borrar la expresión furiosa de su rostro, pero no iba a tentar más a su suerte. La cita recién había empezado y tenía el presentimiento que ella no dudaría en marcharse si la seguía provocando. Se hizo hacia atrás y la dejó tranquila el resto de viaje. Samantha bajó del auto en cuanto el conductor abrió la puerta. —Esta no es la dirección —dijo ella, confundida. —Estoy al tanto. Este lugar me gusta mucho más —comentó mientras se paraba a su lado. La escuchó murmurar algo, pero no logró entenderla. Lo más probable es que fuera alguna clase de insulto. Ella soltó un suspiro y empezó a caminar con pasos firmes sin importarle si él la seguía. Giovanni sonrió divertido mientras sus ojos caían bajo el hechizo del balanceo de sus caderas. No había podido sacarla de su mente en toda la semana, había algo en ella que lo tenía cautivado y estaba decidido a descubrirlo. Avanzó con pasos largos y rápidos. Logró alcanzarla justo antes de que lleg
No había sido fácil resistirse a Giovanni cuando pensaba que era un pretencioso que se creía por encima de los demás y lo era menos después de descubrir que se había adelantado a juzgarlo.En algún lugar en su mente, una voz que le gritaba que lo alejara y pusiera fin a aquello. Sin embargo, cerró el poco espacio que los separaba y lo besó. Un beso no iba a hacer ningún daño ¿verdad?Samantha nunca había actuado con tanto arrebato, a diferencia de Giovanni que parecía bastante avezado en el arte de la seducción.Él sujetó de la cintura y profundizó el besó. Su boca tenía el sabor del vino que habían tomado.La voz de alarma en el fondo de su cabeza se volvió cada vez más baja hasta que dejó de escucharla. Giovanni se hizo para atrás y ella se dio cuenta que estaba sentada encima de él. Ni siquiera recordaba en que momento había sucedido aquello. Al parecer cada vez que él la besaba dejaba de ser consciente de sus acciones.—Maldición, me gustaría devorarte completa —susurró él. Depo
—¿Qué haces?Giovanni miró sobre su hombro y vio a Samantha de pie junto a la isla con los brazos cruzados. A diferencia de la noche anterior, su rostro estaba libre de maquillaje y se había recogido el cabello en un moño desordenado. Estaba usando una camiseta holgada algo desgastada y unos shorts que no le cubrían ni la mitad de sus muslos.No pudo evitar recordar cómo, apenas unos minutos atrás, había envuelto las piernas alrededor de su cintura mientras la tomaba con desesperación y el agua corría por sus cuerpos.Maldijo en silencio. Había tenido a Samantha hace poco y otra vez la necesitaba. Es por eso que la había dejado a solas en la habitación para que se cambiara, de haberse quedado allí, jamás habrían salido. Apagó la estufa antes de quemarlo todo y caminó hasta donde estaba ella. Se detuvo cuando su cuerpo rozó el suyo. Se inclinó como si fuera besarla y sintió satisfacción al verla mirar sus labios.Levantó una mano y le soltó el cabello. —Así me gusta mucho más.Sama
Samantha levantó la cabeza al escuchar un par de golpes en la puerta. —Alguien está aquí para verte —dijo Leticia con una sonrisa enorme en el rostro y se hizo a un lado para dejar pasar a Giovanni. Le agradeció a Leticia antes de que ella se marchara dejándolos a solas. Su oficina, de pronto, se sintió más pequeña con la imponente presencia de Giovanni. —Hola, ángel —saludó él y se acercó con pasos lentos. Samantha no pudo quitarle los ojos de encima y tampoco se movió. Era como si él la hubiera inmovilizado con solo una mirada. Giovanni se inclinó y le dio un beso delicado. —¿Qué dije sobre esto? —preguntó él mientras se alejaba con su liga de cabello en las manos. Su cabello cayó sobre sus hombros en un lio desordenado. —Debes dejar de hacer eso. —No habría tenido necesidad de hacerlo, si me hubieras obedecido. —Tú no me das órdenes y, por si no te diste cuenta, estaba trabajando. No es cómodo tener el cabello en el rostro mientras trato de dibujar. —Lo dejaré pasar
Horatio ordenó sus bebidas y luego se giró hacia Giovanni. —No estaba seguro de si aceptarías salir.—Y aun así llamaste para molestarme.El barman colocó sus bebidas en frente de ellos y se fue al otro lado de la barra para atender a otras personas. El lugar estaba lleno y las risas se mezclaban con la música de fondo. Giovanni y sus primos visitaban aquel bar cada vez que querían distraerse. Era un lugar exclusivo que solo permitía la entrada si eras un miembro.—Siempre tan divertido. Necesitas salir un poco más y relajarte. Tal vez conocer a alguna mujer, este lugar está lleno de ellas.Giovanni recordó a cierta castaña impertinente. No había hablado con Samantha hasta esa mañana para preguntarle sobre la ropa debía de usar para su cita del día siguiente. Se había concentrado en el trabajo y había evitado pensar en ella toda la semana. Era mejor si no se permitía distracciones y eso era lo que significaba Samantha.En cuanto dejaba que su imaginación se desviara hacia ella, ans
Samantha logró mantener la calma mientras Giovanni la observaba y respiró aliviada cuando él regresó su atención a la pista. Sin darse cuenta había revelado que tenía información sobre él. Aunque Giovanni difícilmente habría podido deducir que ella había obtenido aquella información antes de que se conocieran en persona, debía tener más cuidado con lo que decía. —Mi prioridad en este momento es mi trabajo. Las relaciones estables demandan tiempo, tiempo que no estoy dispuesto a dar. Ninguna mujer soportaría ser puesta en segundo lugar y tampoco lo pediría. Él no tenía que decirlo en voz alta para que entendiera el mensaje. Solo la quería para pasar el rato. Al menos era honesto al respecto. —Espero que eso no fuera brusco. —Yo pregunté y tu respondiste. Samantha miró por la ventana mientras se perdía en sus pensamientos. Tratar de enamorar a Giovanni no iba a funcionar. Por ahora, la opción más viable para conseguir el dinero para su padre, era hablando con honestidad. El problem
—¿Cómo vas con los planos para el centro vacacional? Giovanni levantó la mirada y le lanzó una mirada nada agradable a su primo. Él tenía la mala costumbre de entrar a su oficina sin llamar primero. —Las puertas se inventaron para algo. —Crear obstáculos. —Horatio se dejó caer en la silla frente a él, levantó las piernas sobre su escritorio y colocó las manos detrás de la cabeza—. ¿Te imaginas como era la vida cuando no existían? —Sí, personas indeseables entraban a cualquier lugar sin esperar incitación —terminó con una sonrisa. Su primo soltó una carcajada. —No estoy aquí para fastidiarte, ese es solo un bono extra. Quería revisar los planos que presentarás esta tarde en la reunión. Empujó las piernas de su primo con una mano y colocó los planos sobre la mesa. —Aquí lo tienes. La compañía que los había contratado para ese proyecto en particular, había solicitado algunos cambios después de ver el anterior plano. Esa tarde se reunirían con ellos para mostrárselos y siempre