Samantha estaba absorta en sus pensamientos, ajena a lo que sucedía a su alrededor, cuando su padre le habló al oído.
—Es hora.
Desvió su mirada hacia el escenario y vio a Giovanni Morelli. Su objetivo. Las fotos, que su padre le había mostrado, no le hacían justicia. El traje hecho a medida realzaba sus hombros anchos y sus piernas musculosas. Cada paso que daba demostraba confianza.
Si hubiera podido elegir a alguien, jamás habría sido a él. Prefería los hombres más suaves y Giovanni parecía estar hecho de bordes afilados preparados para destrozar a cualquiera que se atreviera a desafiarlo.
Sintió como si la temperatura en el ambiente bajara algunos grados mientras el miraba a los presentes con nada más que aburrimiento.
Su arrogancia le resultó desagradable. ¿En serio ese era el hombre con él que tenía que salir?
Las mujeres empezaron a lanzar ofertas tan pronto el hombre detrás del podio terminó de alabarlo... como si él necesitara que le subieran el ego.
No entendió que es lo que veían en él las mujeres, aparte de su obvio atractivo. No lo conocía, pero su actitud dejaba en claro que no estaba feliz de tener que salir con alguna de las mujeres allí presentes. Probablemente se creía superior a ellas.
—¿Samantha? —preguntó su padre confundido. Debió de notar la indecisión en su rostro.
—Podemos encontrar otra opción.
Incluso si Giovanni había resultado no ser de su agrado, no le parecía bien utilizarlo, sin importar cuales fueran sus motivos.
—Él es nuestra única opción.
—¿Y no te importa utilizarme para solucionar tus problemas? —preguntó en voz baja. Su padre no logró escucharla en medio del alboroto. Alzó la paleta en su mano antes de arrepentirse—. ¡Diez mil! —ofreció.
Samantha, a diferencia de su padre, no podía encontrar un solo motivo por el cual sonreír cuando ganó la subasta.
Sin poder evitarlo miró a Giovanni, sus ojos a atraparon y se encontró incapaz de mirar en otra dirección. Tuvo el presentimiento de que estaba a punto de meterse en la cueva del lobo y no había certeza de que fuera a salir ilesa.
Después de una lucha interna, logró apartar la mirada y no volvió a dirigirla ni una sola vez más hacia el escenario. Concentró toda su atención en la mesa como si el diseño de los manteles fuera de lo más entretenido.
Tan pronto el presentador dio por finalizada la ceremonia, se levantó para salir del lugar. Había cumplido con su propósito y no estaba de ánimos para intentar socializar con nadie.
—Me voy —informó a su padre.
Samantha pensó que su padre le diría que lo mejor era que se quedara para hablar con Giovanni y comenzar a conocerlo.
—Está bien —dijo él en su lugar, con una mirada comprensiva—. Mi conductor estará esperándote para llevarte a tu departamento. Me encargaré del pago.
Asintió y se levantó. Lo único que quería era llegar a su departamento y ahogarse en una botella de vino para olvidarse de lo que estaba haciendo.
Un mensaje de su padre llegó a su celular cuando estaba cruzando la puerta de su departamento.
“La cita es el sábado a las seis de la noche”.
Samantha leyó el mensaje y luego arrojó su celular sobre el sillón. Se quitó los zapatos y caminó hasta la cocina. Sacó la única botella de vino que guardaba para momentos como aquellos, en los que se encontraba demasiado estresada, y agarró una copa.
Se dirigió hasta su habitación y se desnudó hasta quedar solo con su ropa interior. Se envolvió con la colcha en su cama y fue a sentarse en el sillón junto a la ventana. Vivía justo encima de su galería de ropa, había decidido aprovechar el espacio en lugar de alquilar otro lugar para vivir.
Despertó con el sonido las bocinas de los autos pitando fuera de la ciudad.
—¡Demonios! —maldijo llevándose una mano a la cabeza. Sentía como si le fuera a estallar.
Su cuerpo se quejó cuando se puso de pie. No había sido la mejor idea quedarse dormida en el sillón, pero la noche anterior había estado demasiado borracha como para intentar llegar a su cama.
El sonido de la alarma de su celular llegó desde la sala y se arrastró hasta allí para apagarla.
Después de una ducha tibia, un par de pastillas y un poco de café, empezó a sentirse como humana otra vez. Aprovechó que era domingo para arreglar su departamento, meter la ropa a la lavadora, hacer las compras y cualquier otra cosa que mantuviera su mente ocupada para no pensar en la noche anterior o en Giovanni.
—¿Qué tal la fiesta? —le preguntó Leticia, su mejor amiga, al día siguiente mientras arreglaban la tienda.
—Estuvo bien —respondió.
—¿Bien? ¿Eso es todo? Vamos, Sam, hace tiempo que no salgo, estoy tratando de vivir a través de ti.
Samantha soltó una carcajada.
—No me quedé el tiempo suficiente para hablar con nadie, no después de ganar una cita con un total desconocido en una subasta.
—Esto se puso mucho mejor. ¿Quién es él? ¿Lo conozco? ¿Es guapo?
Samantha respondió a las preguntas de su amiga sin entrar en demasiados detalles, ella no sabía porque iba a salir con él y era mejor así.
La semana transcurrió más rápido de lo que le habría gustado y antes de darse cuenta se estaba alistando para su cita. Su padre la había llamado en el transcurso de la semana, pero ella no se había sentido con humor para hablar con él, pero no podía evitarlo por siempre, así que cuando la llamó esa tarde
—Iré a la cita, no me he echado para atrás.
—Lo sé. Solo llamaba para asegurarme de que estuvieras bien.
—Lo estoy. —O era lo que quería convencerse—. Te llamaré mañana, ¿está bien? Tengo que alistarme para esta noche.
—Está bien, cariño. Cuídate.
Se miró en el espejo y se cuestionó su elección.
—Te dije que sería perfecto. Te ves sexy él no sabrá que lo golpeó. —Leticia movió las cejas de arriba hacia abajo.
—No lo sé, ¿segura que no es demasiado?
El vestido negro se amoldaba a su cuerpo como una segunda piel. No tenía tirantes y el escote en forma de corazón era profundo. La parte de abajo se extendía hasta sus pies, pero tenía una abertura lateral que subía hasta la mitad de su muslo que dejaba al descubierto su pierna derecha cada vez que caminaba o se sentaba.
El timbre sonó y su amiga la empujó hacia la puerta asegurándose de agarrar su bolso y abrigo.
—Demasiado tarde para cambiar de opinión —dijo ella mientras la sacaba del departamento.
Samantha sonrió, pese a todo. Leticia sabía cómo levantarle el humor.
Se dio la vuelta y le dio una sonrisa amable al conductor de la limosina.
—¿Señorita Parisi? —preguntó él.
—Sí —respondió y el hombre le abrió la puerta de atrás.
—Aquí tienes —Leticia le entregó su cartera y su abrigo, luego le dio un abrazo de despedida—. No hagas nada que yo no haría —terminó antes de alejarse por la calle.
Samantha soltó un suspiro y entró al auto.
—Buenas noches —dijo una voz grave y profunda.
—¡¿Qué demon… —gritó mientras se apoyaba en la puerta.
Sus ojos buscaron al dueño de la voz. Era Giovanni. Él estaba sentado cerca de la otra puerta y la miraba con una sonrisa en el rostro.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Soy tu cita —Él lo dijo como si estuviera hablando con una niña que no se enteraba de nada.
—Estoy al tanto de eso, pero esperaba verte en el restaurante, no creí que te molestarías en venir hasta aquí.
—No es ninguna molestia.
La limosina se puso en marcha en ese momento y ella se acomodó en su asiento. Miró a través de la ventana tratando de olvidarse del hombre sentado a su lado y de lo nerviosa que lo ponía.
—No pareces muy entusiasmada de estar aquí para alguien que ofreció una enorme cantidad de dinero para salir conmigo.
—Tú o cualquier otro, habría dado lo mismo —dijo sin girarse para mirarlo—. El dinero que pagué, ayudará a personas, eso es todo lo que cuenta. —Se asqueó ante su propia hipocresía.
—Vamos a comprobarlo entonces —dijo él.
Esta vez ella se giró, estaba confundida por sus palabras.
—¿Qué cosa?
Giovanni se acercó hasta acorralarla contra la puerta.
—¿Qué haces? —preguntó una octava más alto de lo normal.
—Dijiste que no habría hecho diferencia con quien terminaras esta noche, quiero comprobarlo. —Él la sujetó por la nuca y eliminó la distancia que los separaba.
Samantha no estaba segura de lo que le sucedió, ni porque se rindió demasiado rápido. Su cuerpo tembló de deseo al sentir la calidez de los labios de Giovanni contra los suyos. Él bajó una mano pasando por encima de sus senos y llegó hasta la abertura de su vestido, donde se detuvo a acariciar su pierna. Su mano quemó contra su piel y le sacó un gemido.
Giovanni rompió el beso mucho antes de lo que le habría gustado y le acarició los labios con el dedo pulgar.
—Espero que no respondas así a cualquier hombre que te besa.
Giovanni quería volver a besar a Samantha para borrar la expresión furiosa de su rostro, pero no iba a tentar más a su suerte. La cita recién había empezado y tenía el presentimiento que ella no dudaría en marcharse si la seguía provocando. Se hizo hacia atrás y la dejó tranquila el resto de viaje. Samantha bajó del auto en cuanto el conductor abrió la puerta. —Esta no es la dirección —dijo ella, confundida. —Estoy al tanto. Este lugar me gusta mucho más —comentó mientras se paraba a su lado. La escuchó murmurar algo, pero no logró entenderla. Lo más probable es que fuera alguna clase de insulto. Ella soltó un suspiro y empezó a caminar con pasos firmes sin importarle si él la seguía. Giovanni sonrió divertido mientras sus ojos caían bajo el hechizo del balanceo de sus caderas. No había podido sacarla de su mente en toda la semana, había algo en ella que lo tenía cautivado y estaba decidido a descubrirlo. Avanzó con pasos largos y rápidos. Logró alcanzarla justo antes de que lleg
No había sido fácil resistirse a Giovanni cuando pensaba que era un pretencioso que se creía por encima de los demás y lo era menos después de descubrir que se había adelantado a juzgarlo.En algún lugar en su mente, una voz que le gritaba que lo alejara y pusiera fin a aquello. Sin embargo, cerró el poco espacio que los separaba y lo besó. Un beso no iba a hacer ningún daño ¿verdad?Samantha nunca había actuado con tanto arrebato, a diferencia de Giovanni que parecía bastante avezado en el arte de la seducción.Él sujetó de la cintura y profundizó el besó. Su boca tenía el sabor del vino que habían tomado.La voz de alarma en el fondo de su cabeza se volvió cada vez más baja hasta que dejó de escucharla. Giovanni se hizo para atrás y ella se dio cuenta que estaba sentada encima de él. Ni siquiera recordaba en que momento había sucedido aquello. Al parecer cada vez que él la besaba dejaba de ser consciente de sus acciones.—Maldición, me gustaría devorarte completa —susurró él. Depo
—¿Qué haces?Giovanni miró sobre su hombro y vio a Samantha de pie junto a la isla con los brazos cruzados. A diferencia de la noche anterior, su rostro estaba libre de maquillaje y se había recogido el cabello en un moño desordenado. Estaba usando una camiseta holgada algo desgastada y unos shorts que no le cubrían ni la mitad de sus muslos.No pudo evitar recordar cómo, apenas unos minutos atrás, había envuelto las piernas alrededor de su cintura mientras la tomaba con desesperación y el agua corría por sus cuerpos.Maldijo en silencio. Había tenido a Samantha hace poco y otra vez la necesitaba. Es por eso que la había dejado a solas en la habitación para que se cambiara, de haberse quedado allí, jamás habrían salido. Apagó la estufa antes de quemarlo todo y caminó hasta donde estaba ella. Se detuvo cuando su cuerpo rozó el suyo. Se inclinó como si fuera besarla y sintió satisfacción al verla mirar sus labios.Levantó una mano y le soltó el cabello. —Así me gusta mucho más.Sama
Samantha levantó la cabeza al escuchar un par de golpes en la puerta. —Alguien está aquí para verte —dijo Leticia con una sonrisa enorme en el rostro y se hizo a un lado para dejar pasar a Giovanni. Le agradeció a Leticia antes de que ella se marchara dejándolos a solas. Su oficina, de pronto, se sintió más pequeña con la imponente presencia de Giovanni. —Hola, ángel —saludó él y se acercó con pasos lentos. Samantha no pudo quitarle los ojos de encima y tampoco se movió. Era como si él la hubiera inmovilizado con solo una mirada. Giovanni se inclinó y le dio un beso delicado. —¿Qué dije sobre esto? —preguntó él mientras se alejaba con su liga de cabello en las manos. Su cabello cayó sobre sus hombros en un lio desordenado. —Debes dejar de hacer eso. —No habría tenido necesidad de hacerlo, si me hubieras obedecido. —Tú no me das órdenes y, por si no te diste cuenta, estaba trabajando. No es cómodo tener el cabello en el rostro mientras trato de dibujar. —Lo dejaré pasar
Horatio ordenó sus bebidas y luego se giró hacia Giovanni. —No estaba seguro de si aceptarías salir.—Y aun así llamaste para molestarme.El barman colocó sus bebidas en frente de ellos y se fue al otro lado de la barra para atender a otras personas. El lugar estaba lleno y las risas se mezclaban con la música de fondo. Giovanni y sus primos visitaban aquel bar cada vez que querían distraerse. Era un lugar exclusivo que solo permitía la entrada si eras un miembro.—Siempre tan divertido. Necesitas salir un poco más y relajarte. Tal vez conocer a alguna mujer, este lugar está lleno de ellas.Giovanni recordó a cierta castaña impertinente. No había hablado con Samantha hasta esa mañana para preguntarle sobre la ropa debía de usar para su cita del día siguiente. Se había concentrado en el trabajo y había evitado pensar en ella toda la semana. Era mejor si no se permitía distracciones y eso era lo que significaba Samantha.En cuanto dejaba que su imaginación se desviara hacia ella, ans
Samantha logró mantener la calma mientras Giovanni la observaba y respiró aliviada cuando él regresó su atención a la pista. Sin darse cuenta había revelado que tenía información sobre él. Aunque Giovanni difícilmente habría podido deducir que ella había obtenido aquella información antes de que se conocieran en persona, debía tener más cuidado con lo que decía. —Mi prioridad en este momento es mi trabajo. Las relaciones estables demandan tiempo, tiempo que no estoy dispuesto a dar. Ninguna mujer soportaría ser puesta en segundo lugar y tampoco lo pediría. Él no tenía que decirlo en voz alta para que entendiera el mensaje. Solo la quería para pasar el rato. Al menos era honesto al respecto. —Espero que eso no fuera brusco. —Yo pregunté y tu respondiste. Samantha miró por la ventana mientras se perdía en sus pensamientos. Tratar de enamorar a Giovanni no iba a funcionar. Por ahora, la opción más viable para conseguir el dinero para su padre, era hablando con honestidad. El problem
—¿Cómo vas con los planos para el centro vacacional? Giovanni levantó la mirada y le lanzó una mirada nada agradable a su primo. Él tenía la mala costumbre de entrar a su oficina sin llamar primero. —Las puertas se inventaron para algo. —Crear obstáculos. —Horatio se dejó caer en la silla frente a él, levantó las piernas sobre su escritorio y colocó las manos detrás de la cabeza—. ¿Te imaginas como era la vida cuando no existían? —Sí, personas indeseables entraban a cualquier lugar sin esperar incitación —terminó con una sonrisa. Su primo soltó una carcajada. —No estoy aquí para fastidiarte, ese es solo un bono extra. Quería revisar los planos que presentarás esta tarde en la reunión. Empujó las piernas de su primo con una mano y colocó los planos sobre la mesa. —Aquí lo tienes. La compañía que los había contratado para ese proyecto en particular, había solicitado algunos cambios después de ver el anterior plano. Esa tarde se reunirían con ellos para mostrárselos y siempre
Samantha despertó con la luz del sol filtrándose a través de las pesadas cortinas de su habitación en casa de su padre. Se sentó y estiró sus brazos al aire mientras sus ojos vagaban por el dormitorio.Después de ducharse bajó al comedor para desayunar con su padre. Los dos siempre comían juntos cuando iba a visitarlo y él siempre la esperaba, así que procuraba no tardarse demasiado.—Cariño —su padre se puso de pie y abrió los brazos—. ¿Cómo dormiste?—Muy bien, gracias. —Se sentó a su lado y sirvió un poco de jugo para ambos.En la mesa había espacio al menos para otras seis personas. Imaginarse a su padre sentado solo allí le provocó melancolía. No había sido una decisión fácil mudarse y dejarlo, pero en cuanto le había comentado a su padre que lo estaba considerando, él la había alentado a hacerlo. —¿Cómo vas con el trabajo?Sonrió emocionada.— Vendí muchas de las prendas en mi galería y estoy diseñando algunos nuevos vestidos exclusivos. Los pedidos no han parado de llegar, al