No había sido fácil resistirse a Giovanni cuando pensaba que era un pretencioso que se creía por encima de los demás y lo era menos después de descubrir que se había adelantado a juzgarlo.
En algún lugar en su mente, una voz que le gritaba que lo alejara y pusiera fin a aquello. Sin embargo, cerró el poco espacio que los separaba y lo besó. Un beso no iba a hacer ningún daño ¿verdad?
Samantha nunca había actuado con tanto arrebato, a diferencia de Giovanni que parecía bastante avezado en el arte de la seducción.
Él sujetó de la cintura y profundizó el besó. Su boca tenía el sabor del vino que habían tomado.
La voz de alarma en el fondo de su cabeza se volvió cada vez más baja hasta que dejó de escucharla.
Giovanni se hizo para atrás y ella se dio cuenta que estaba sentada encima de él. Ni siquiera recordaba en que momento había sucedido aquello. Al parecer cada vez que él la besaba dejaba de ser consciente de sus acciones.
—Maldición, me gustaría devorarte completa —susurró él. Depositó un corto beso en centro de su pecho y dejó su frente apoyada allí—. Pero será mejor que nos detengamos ahora, si no haré algo loco como tomarte justo aquí.
Su mente estaba nublada por el deseo y su cuerpo había dejado de pertenecerle. Podía sentir el aliento tibio de Giovanni contra su piel cada que él exhalaba y sus dedos acariciando su abdomen en movimientos circulares.
—Suenas demasiado confiando —se las arregló para decir.
—Ángel, tu cuerpo se estaba balanceando sobre mí mientras gemías mi nombre. Te habría desnudado y no te habrías dado cuenta.
—Presumido.
Él sonrió de lado.
—¿Quieres que lleve mi mano entre tus piernas para demostrar mi punto?
Samantha no respondió e intentó retroceder. Giovanni solo la acercó más a su cuerpo y ella gimió al sentir el bulto debajo de su pantalón.
—Te deseo —musitó él bajando una mano hasta su pierna. Luego la subió por debajo de su vestido que estaba arrugado a la mitad de sus muslos—. Lo he hecho desde que te vi la noche de la subasta.
Apretó los puños al sentirlo acariciarla sobre sus bragas. Su respiración se volvió pesada.
—Giovanni. —Dejó caer la cabeza sobre su hombro derecho y cerró los ojos.
Giovanni la tomó por la nuca con su otra mano y le cubrió la boca con la suya en el preciso momento que ella llegó al orgasmo.
Cuando logró regresar a la realidad, se dio cuenta que estaban en la calle en la que vivía. El carro desaceleró y segundos después se detuvo.
—¿Me dejarás entrar contigo? —preguntó Giovanni con una voz demasiado encantadora.
—No creo que sea buena idea. —No había duda de lo que iba a pasar si él entraba a su departamento.
—¿Quién lo dice?
«Mi sentido común», pensó, más no lo dijo en voz alta.
Incluso si habría tenido que irse a la cama con él eventualmente, había decidido antes de esa noche que no lo haría a menos que no le quedara otra opción. Necesitaba su ayuda, pero sentía que, si utilizaba su cuerpo para conseguirla, se sentiría como una prostituta.
Su plan estaba tambaleando. Engañar a un tipo al azar ya se había sentido mal, pero engañarlo después de conocerlo mejor, estaba a un nivel diferente. Lo mejor era detenerse antes de que el daño estuviera hecho, pero recordó que la vida de su padre estaba en juego. Tal vez podía hablar con él y convencerlo de prestarle el dinero que necesitaba.
—Está bien —aceptó con esa idea en mente.
Se bajó al asiento y se arregló lo mejor que pudo. Era una suerte que el conductor no hubiera abierto la puerta aún.
—Bonito lugar —comentó Giovanni detrás de ella en cuanto la puerta de su departamento se cerró.
—¿Quieres algo de beber? —ofreció.
Él la tomó por las caderas antes de que tuviera oportunidad de ir a algún lugar.
—¿Tratando de escapar, ángel?
—Hay algo que debo decirte —musitó.
—Podemos hablar más tarde. —Él hizo a un lado su cabello y le dio un beso en la curvatura del cuello mientras subía las manos hasta sus senos—. Ahora me muero por saber cómo se siente estar dentro de ti.
Giovanni le bajó el zíper del vestido con una habilidad sorprendente y luego le dio la vuelta. La sujetó por los cabellos y le hizo inclinar la cabeza hacia atrás. Él trazó un camino con los labios desde su cuello y hasta su boca.
Cualquier rastro de determinación que había reunido, se esfumó.
Giovanni dio un paso hacia atrás y la observó con el deseo brillando en sus ojos. Él detuvo su exploración justo a la altura de sus bragas.
Samantha sabía que allí se mostraba la evidencia de lo que había sucedido en el auto. Ella podía sentir la humedad en sus bragas.
—Eres más hermosa de lo que imaginé.
Era un halago que se seguro él había usado más de una vez y aun así la hizo sentir especial. Giovanni dio un par de pasos hacia ella y la levantó en el aire.
Se le escapó un grito de sorpresa y, por reflejo, se sujetó de su nuca y enredó las piernas en su cintura.
Giovanni reclamó su boca con rudeza y desenfreno. Su cuerpo se encendió por todas partes, necesitado. Quería que él la tomará y dejó de importarle las consecuencias. Por primera vez, desde que tenía memoria, quería actuar sin pensar en el después.
—¿Habitación? —preguntó él con la respiración jadeante.
Le tomó unos segundos entender su pregunta y, al parecer, fue demasiado tiempo para Giovanni.
—¿Habitación? —repitió él.
—Segunda puerta a la derecha.
Giovanni comenzó a moverse de la sala hacia el pasillo. Ella soltó un gemido cuando su sexo rozó contra su miembro.
—Si no dejas de hacer esos sonidos, no llegaremos allí.
Una sonrisa se extendió por su rostro. Podía desearlo con desesperación, pero era recíproco.
—¿Es esa una promesa?
—Contrólate —ordenó él, aunque parecía que se lo decía a él mismo.
Giovanni la dejó en la cama con delicadeza y estuvo sobre ella casi de inmediato. Él se fue desnudando mientras su boca y manos la distraían. Cuando quedó desnudo frente a ella, sus ojos viajaron por todo su cuerpo. Era maravilloso.
Arrastró una mano por su pecho, disfrutando de la sensación bajo su mano al tocarlo. Él se estaba en buena forma.
Giovanni terminó de desnudarla y le acarició los senos con la boca. Se detuvo para rasgar el paquete del preservativo que había conseguido del bolsillo interno de su saco.
—Alguien tenía demasiada confianza.
—Pequeña descarada.
Giovanni sonrió y alineó su miembro en su entrada.
—Dime si quieres que me detenga.
Samantha no tenía fuerzas para hacerlo. Sacudió la cabeza como respuesta.
—Con palabras, ángel, no quiero que haya dudas.
—No… no lo hagas.
Él sonrió y empujó en su interior con un movimiento suave.
—Giovanni… —gimió al sentir su miembro estirándola y clavó las uñas en su espalda.
Giovanni llevó una mano hasta su rostro y acarició su mejilla mientras la observaba con el rostro tenso.
—Esto no será suficiente —proclamó él y ella no pudo estar más que de acuerdo.
—Muévete —ordenó.
—Te encanta decirme que hacer.
Giovanni se quedó justo donde estaba con una sonrisa provocadora.
—Eres insopor…
Él salió y la embistió de golpe.
—¿Decías algo?
—Por favor —suplicó.
—Eso creí.
Samantha lo habría mandado al demonio si no hubiera estado demasiada perdida en las sensaciones que viajaban por su cuerpo. Sus gemidos se hicieron cada vez más fuerte y al igual que los gruñidos de Giovanni.
Después de un tiempo él se incorporó ligeramente y la tomó de las caderas para embestirla con mayor rapidez y fuerza.
Le fue imposible mantener los ojos abiertos durante mucho tiempo más. Arqueó el cuerpo y su cuerpo explotó, dejándola con la sensación de estar en millones de pedazos flotando a la deriva.
Escuchó a Giovanni soltar un último gruñido antes de alcanzar su propia liberación. Él cayó sobre ella y se quedó quieto durante unos segundos o quizás minutos. Samantha no podría decirlo con precisión porque se quedó dormida.
Giovanni todavía estaba a su lado a la mañana siguiente, algo que la dejó sorprendida. Pensó que quizás se marcharía mientras ella aun dormía.
—Puedo sentir tus ojos en mí.
Un estremecimiento la recorrió al escuchar su gruesa voz. Él rodó sobre ella y le dio un rápido beso.
—Buenos días.
—¿Qué haces?Giovanni miró sobre su hombro y vio a Samantha de pie junto a la isla con los brazos cruzados. A diferencia de la noche anterior, su rostro estaba libre de maquillaje y se había recogido el cabello en un moño desordenado. Estaba usando una camiseta holgada algo desgastada y unos shorts que no le cubrían ni la mitad de sus muslos.No pudo evitar recordar cómo, apenas unos minutos atrás, había envuelto las piernas alrededor de su cintura mientras la tomaba con desesperación y el agua corría por sus cuerpos.Maldijo en silencio. Había tenido a Samantha hace poco y otra vez la necesitaba. Es por eso que la había dejado a solas en la habitación para que se cambiara, de haberse quedado allí, jamás habrían salido. Apagó la estufa antes de quemarlo todo y caminó hasta donde estaba ella. Se detuvo cuando su cuerpo rozó el suyo. Se inclinó como si fuera besarla y sintió satisfacción al verla mirar sus labios.Levantó una mano y le soltó el cabello. —Así me gusta mucho más.Sama
Samantha levantó la cabeza al escuchar un par de golpes en la puerta. —Alguien está aquí para verte —dijo Leticia con una sonrisa enorme en el rostro y se hizo a un lado para dejar pasar a Giovanni. Le agradeció a Leticia antes de que ella se marchara dejándolos a solas. Su oficina, de pronto, se sintió más pequeña con la imponente presencia de Giovanni. —Hola, ángel —saludó él y se acercó con pasos lentos. Samantha no pudo quitarle los ojos de encima y tampoco se movió. Era como si él la hubiera inmovilizado con solo una mirada. Giovanni se inclinó y le dio un beso delicado. —¿Qué dije sobre esto? —preguntó él mientras se alejaba con su liga de cabello en las manos. Su cabello cayó sobre sus hombros en un lio desordenado. —Debes dejar de hacer eso. —No habría tenido necesidad de hacerlo, si me hubieras obedecido. —Tú no me das órdenes y, por si no te diste cuenta, estaba trabajando. No es cómodo tener el cabello en el rostro mientras trato de dibujar. —Lo dejaré pasar
Horatio ordenó sus bebidas y luego se giró hacia Giovanni. —No estaba seguro de si aceptarías salir.—Y aun así llamaste para molestarme.El barman colocó sus bebidas en frente de ellos y se fue al otro lado de la barra para atender a otras personas. El lugar estaba lleno y las risas se mezclaban con la música de fondo. Giovanni y sus primos visitaban aquel bar cada vez que querían distraerse. Era un lugar exclusivo que solo permitía la entrada si eras un miembro.—Siempre tan divertido. Necesitas salir un poco más y relajarte. Tal vez conocer a alguna mujer, este lugar está lleno de ellas.Giovanni recordó a cierta castaña impertinente. No había hablado con Samantha hasta esa mañana para preguntarle sobre la ropa debía de usar para su cita del día siguiente. Se había concentrado en el trabajo y había evitado pensar en ella toda la semana. Era mejor si no se permitía distracciones y eso era lo que significaba Samantha.En cuanto dejaba que su imaginación se desviara hacia ella, ans
Samantha logró mantener la calma mientras Giovanni la observaba y respiró aliviada cuando él regresó su atención a la pista. Sin darse cuenta había revelado que tenía información sobre él. Aunque Giovanni difícilmente habría podido deducir que ella había obtenido aquella información antes de que se conocieran en persona, debía tener más cuidado con lo que decía. —Mi prioridad en este momento es mi trabajo. Las relaciones estables demandan tiempo, tiempo que no estoy dispuesto a dar. Ninguna mujer soportaría ser puesta en segundo lugar y tampoco lo pediría. Él no tenía que decirlo en voz alta para que entendiera el mensaje. Solo la quería para pasar el rato. Al menos era honesto al respecto. —Espero que eso no fuera brusco. —Yo pregunté y tu respondiste. Samantha miró por la ventana mientras se perdía en sus pensamientos. Tratar de enamorar a Giovanni no iba a funcionar. Por ahora, la opción más viable para conseguir el dinero para su padre, era hablando con honestidad. El problem
—¿Cómo vas con los planos para el centro vacacional? Giovanni levantó la mirada y le lanzó una mirada nada agradable a su primo. Él tenía la mala costumbre de entrar a su oficina sin llamar primero. —Las puertas se inventaron para algo. —Crear obstáculos. —Horatio se dejó caer en la silla frente a él, levantó las piernas sobre su escritorio y colocó las manos detrás de la cabeza—. ¿Te imaginas como era la vida cuando no existían? —Sí, personas indeseables entraban a cualquier lugar sin esperar incitación —terminó con una sonrisa. Su primo soltó una carcajada. —No estoy aquí para fastidiarte, ese es solo un bono extra. Quería revisar los planos que presentarás esta tarde en la reunión. Empujó las piernas de su primo con una mano y colocó los planos sobre la mesa. —Aquí lo tienes. La compañía que los había contratado para ese proyecto en particular, había solicitado algunos cambios después de ver el anterior plano. Esa tarde se reunirían con ellos para mostrárselos y siempre
Samantha despertó con la luz del sol filtrándose a través de las pesadas cortinas de su habitación en casa de su padre. Se sentó y estiró sus brazos al aire mientras sus ojos vagaban por el dormitorio.Después de ducharse bajó al comedor para desayunar con su padre. Los dos siempre comían juntos cuando iba a visitarlo y él siempre la esperaba, así que procuraba no tardarse demasiado.—Cariño —su padre se puso de pie y abrió los brazos—. ¿Cómo dormiste?—Muy bien, gracias. —Se sentó a su lado y sirvió un poco de jugo para ambos.En la mesa había espacio al menos para otras seis personas. Imaginarse a su padre sentado solo allí le provocó melancolía. No había sido una decisión fácil mudarse y dejarlo, pero en cuanto le había comentado a su padre que lo estaba considerando, él la había alentado a hacerlo. —¿Cómo vas con el trabajo?Sonrió emocionada.— Vendí muchas de las prendas en mi galería y estoy diseñando algunos nuevos vestidos exclusivos. Los pedidos no han parado de llegar, al
Giovanni se dio cuenta de que algo estaba molestando a Samantha. Apenas había tocado su cena y con frecuencia tenía que repetirle las preguntas para obtener una respuesta.—No irás al trabajo mañana, tomaremos un vuelo a primera hora.—Está bien.Y allí estaba otra vez. Esperaba que ella se riera y soltara algún comentario, no que estuviera de acuerdo.—¿Está todo bien? —preguntó.—Mmhh…Eso era menos que una respuesta.—¿Samantha? —insistió.—¿Qué sucede?—¿Está todo bien? —repitió.—Sí.—¿Estás segura? Acabas de aceptar ir de viaje conmigo el día de mañana.Samantha suspiró.—Es solo el cansancio. ¿Podemos irnos? Me iré a la cama temprano.—Por supuesto.—Y solo para que conste, no iré contigo a ningun lado. No puedes planificar algo y esperar que este a tu disposición. Tengo cosas que hacer y no voy a dejarlas a un lado solo porque a ti se te ocurrió. Noticia de último minuto, el mundo no gira alrededor tuyo.Sonrió.—Descuida, no hablaba en serio.En el viaje al departamento de Sa
Samantha miró la pantalla de su celular y lo silenció al ver que era su padre quien llamaba. En el pasado no recordaba una sola vez que se hubiera perdido, a propósito, una llamada de su padre, pero en esos momentos lo menos que le apetecía era hablar con él.Incluso si la estaba llamando para preguntarle como estaba, tarde o temprano le preguntaría si ya había hablado con Giovanni. La respuesta no había cambiado desde la última vez que hablaron y no necesitaba un recordatorio de que el tiempo estaba corriendo, ya lo sabía. Prolongar las cosas, no cambiaría el resultado. Aun así, quería disfrutar un poco más de la compañía de Giovanni.Soltó un suspiro y sacudió la cabeza.Era una cobarde.—¿Quién era? —preguntó Giovanni.Para dos personas que se suponía que solo la estaban pasando bien, hacían más que solo irse a la cama. Giovanni seguía quedándose a dormir con ella y casi siempre desayunaban juntos.—Mi papá.—¿Y por qué no le contestaste?—Le devolveré la llamada más tarde.Giov