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Capítulo 4: Consumidos por el deseo

No había sido fácil resistirse a Giovanni cuando pensaba que era un pretencioso que se creía por encima de los demás y lo era menos después de descubrir que se había adelantado a juzgarlo.

En algún lugar en su mente, una voz que le gritaba que lo alejara y pusiera fin a aquello. Sin embargo, cerró el poco espacio que los separaba y lo besó. Un beso no iba a hacer ningún daño ¿verdad?

Samantha nunca había actuado con tanto arrebato, a diferencia de Giovanni que parecía bastante avezado en el arte de la seducción.

Él sujetó de la cintura y profundizó el besó. Su boca tenía el sabor del vino que habían tomado.

La voz de alarma en el fondo de su cabeza se volvió cada vez más baja hasta que dejó de escucharla.  

Giovanni se hizo para atrás y ella se dio cuenta que estaba sentada encima de él. Ni siquiera recordaba en que momento había sucedido aquello. Al parecer cada vez que él la besaba dejaba de ser consciente de sus acciones.

—Maldición, me gustaría devorarte completa —susurró él. Depositó un corto beso en centro de su pecho y dejó su frente apoyada allí—. Pero será mejor que nos detengamos ahora, si no haré algo loco como tomarte justo aquí.

Su mente estaba nublada por el deseo y su cuerpo había dejado de pertenecerle. Podía sentir el aliento tibio de Giovanni contra su piel cada que él exhalaba y sus dedos acariciando su abdomen en movimientos circulares.

—Suenas demasiado confiando —se las arregló para decir.

—Ángel, tu cuerpo se estaba balanceando sobre mí mientras gemías mi nombre. Te habría desnudado y no te habrías dado cuenta.

—Presumido.

Él sonrió de lado.

—¿Quieres que lleve mi mano entre tus piernas para demostrar mi punto?

Samantha no respondió e intentó retroceder. Giovanni solo la acercó más a su cuerpo y ella gimió al sentir el bulto debajo de su pantalón.

—Te deseo —musitó él bajando una mano hasta su pierna. Luego la subió por debajo de su vestido que estaba arrugado a la mitad de sus muslos—. Lo he hecho desde que te vi la noche de la subasta.

Apretó los puños al sentirlo acariciarla sobre sus bragas. Su respiración se volvió pesada.

—Giovanni. —Dejó caer la cabeza sobre su hombro derecho y cerró los ojos.

Giovanni la tomó por la nuca con su otra mano y le cubrió la boca con la suya en el preciso momento que ella llegó al orgasmo.

Cuando logró regresar a la realidad, se dio cuenta que estaban en la calle en la que vivía. El carro desaceleró y segundos después se detuvo.

—¿Me dejarás entrar contigo? —preguntó Giovanni con una voz demasiado encantadora.

—No creo que sea buena idea. —No había duda de lo que iba a pasar si él entraba a su departamento.

—¿Quién lo dice?

«Mi sentido común», pensó, más no lo dijo en voz alta.

Incluso si habría tenido que irse a la cama con él eventualmente, había decidido antes de esa noche que no lo haría a menos que no le quedara otra opción. Necesitaba su ayuda, pero sentía que, si utilizaba su cuerpo para conseguirla, se sentiría como una prostituta.

Su plan estaba tambaleando. Engañar a un tipo al azar ya se había sentido mal, pero engañarlo después de conocerlo mejor, estaba a un nivel diferente. Lo mejor era detenerse antes de que el daño estuviera hecho, pero recordó que la vida de su padre estaba en juego. Tal vez podía hablar con él y convencerlo de prestarle el dinero que necesitaba.

—Está bien —aceptó con esa idea en mente.

Se bajó al asiento y se arregló lo mejor que pudo. Era una suerte que el conductor no hubiera abierto la puerta aún.  

—Bonito lugar —comentó Giovanni detrás de ella en cuanto la puerta de su departamento se cerró.

—¿Quieres algo de beber? —ofreció.

Él la tomó por las caderas antes de que tuviera oportunidad de ir a algún lugar.

—¿Tratando de escapar, ángel?

—Hay algo que debo decirte —musitó.

—Podemos hablar más tarde. —Él hizo a un lado su cabello y le dio un beso en la curvatura del cuello mientras subía las manos hasta sus senos—. Ahora me muero por saber cómo se siente estar dentro de ti.

Giovanni le bajó el zíper del vestido con una habilidad sorprendente y luego le dio la vuelta. La sujetó por los cabellos y le hizo inclinar la cabeza hacia atrás. Él trazó un camino con los labios desde su cuello y hasta su boca.

Cualquier rastro de determinación que había reunido, se esfumó. 

Giovanni dio un paso hacia atrás y la observó con el deseo brillando en sus ojos. Él detuvo su exploración justo a la altura de sus bragas.

Samantha sabía que allí se mostraba la evidencia de lo que había sucedido en el auto. Ella podía sentir la humedad en sus bragas. 

—Eres más hermosa de lo que imaginé.

Era un halago que se seguro él había usado más de una vez y aun así la hizo sentir especial. Giovanni dio un par de pasos hacia ella y la levantó en el aire.

Se le escapó un grito de sorpresa y, por reflejo, se sujetó de su nuca y enredó las piernas en su cintura.

Giovanni reclamó su boca con rudeza y desenfreno. Su cuerpo se encendió por todas partes, necesitado. Quería que él la tomará y dejó de importarle las consecuencias. Por primera vez, desde que tenía memoria, quería actuar sin pensar en el después.

—¿Habitación? —preguntó él con la respiración jadeante.

Le tomó unos segundos entender su pregunta y, al parecer, fue demasiado tiempo para Giovanni.

—¿Habitación? —repitió él.

—Segunda puerta a la derecha.

Giovanni comenzó a moverse de la sala hacia el pasillo. Ella soltó un gemido cuando su sexo rozó contra su miembro.

—Si no dejas de hacer esos sonidos, no llegaremos allí.

Una sonrisa se extendió por su rostro. Podía desearlo con desesperación, pero era recíproco.

—¿Es esa una promesa?

—Contrólate —ordenó él, aunque parecía que se lo decía a él mismo.

Giovanni la dejó en la cama con delicadeza y estuvo sobre ella casi de inmediato. Él se fue desnudando mientras su boca y manos la distraían. Cuando quedó desnudo frente a ella, sus ojos viajaron por todo su cuerpo. Era maravilloso.

Arrastró una mano por su pecho, disfrutando de la sensación bajo su mano al tocarlo. Él se estaba en buena forma.  

Giovanni terminó de desnudarla y le acarició los senos con la boca. Se detuvo para rasgar el paquete del preservativo que había conseguido del bolsillo interno de su saco.  

—Alguien tenía demasiada confianza.

—Pequeña descarada. 

Giovanni sonrió y alineó su miembro en su entrada.   

—Dime si quieres que me detenga.

Samantha no tenía fuerzas para hacerlo. Sacudió la cabeza como respuesta.

—Con palabras, ángel, no quiero que haya dudas.

—No… no lo hagas.

Él sonrió y empujó en su interior con un movimiento suave.

—Giovanni… —gimió al sentir su miembro estirándola y clavó las uñas en su espalda.

Giovanni llevó una mano hasta su rostro y acarició su mejilla mientras la observaba con el rostro tenso.

—Esto no será suficiente —proclamó él y ella no pudo estar más que de acuerdo.  

—Muévete —ordenó.

—Te encanta decirme que hacer.

Giovanni se quedó justo donde estaba con una sonrisa provocadora.

—Eres insopor…

Él salió y la embistió de golpe.

—¿Decías algo?

—Por favor —suplicó.

—Eso creí.

Samantha lo habría mandado al demonio si no hubiera estado demasiada perdida en las sensaciones que viajaban por su cuerpo. Sus gemidos se hicieron cada vez más fuerte y al igual que los gruñidos de Giovanni.

Después de un tiempo él se incorporó ligeramente y la tomó de las caderas para embestirla con mayor rapidez y fuerza.  

Le fue imposible mantener los ojos abiertos durante mucho tiempo más. Arqueó el cuerpo y su cuerpo explotó, dejándola con la sensación de estar en millones de pedazos flotando a la deriva.

Escuchó a Giovanni soltar un último gruñido antes de alcanzar su propia liberación. Él cayó sobre ella y se quedó quieto durante unos segundos o quizás minutos. Samantha no podría decirlo con precisión porque se quedó dormida.

Giovanni todavía estaba a su lado a la mañana siguiente, algo que la dejó sorprendida. Pensó que quizás se marcharía mientras ella aun dormía.  

—Puedo sentir tus ojos en mí.

Un estremecimiento la recorrió al escuchar su gruesa voz. Él rodó sobre ella y le dio un rápido beso.

—Buenos días.

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