Giovanni había terminado temprano en el trabajo y había decidido ir a buscar a Samantha. Esa mañana ella había actuado extraña y quería llevarla a algún lado para que pudiera distraerse.En cuanto había llegado a la galería, la nueva empleada le había indicado que su jefa estaba en su oficina con Leticia y se había ofrecido a acompañarlo, pero él se había negado. —Giovanni ¿lo sabe? —Se había detenido en el pasadizo, a un paso de la puerta, al escuchar su nombre. Muchas preguntas llegaron a su mente en los segundos que tardó en llegar la respuesta de Samantha.—¿Qué estoy utilizándolo para conseguir dinero? No, por supuesto que no.El tiempo se detuvo y trató de convencerse de que había escuchado mal. Dio un paso al frente y giró para ver al interior de la oficina. Samantha estaba sentada detrás de su escritorio y lo vio casi de inmediato, entonces sus ojos se llenaron de culpa y miedo.Si acaso necesitaba una confirmación, ella se la acababa de dar. Aun así, se dijo que tenía senti
Samantha se quedó con los pies clavados en el suelo. Quería ir tras de Giovanni, pero él había dejado claro que no estaba interesado en escucharla y no podía juzgarlo.No iba a volverlo a ver.Era así como debía suceder, lo había anticipado. Pero por un momento se había dejado llevar por la fantasía de que él la escucharía y entendería sus motivos. Sintió un dolor agudo en el pecho y le costó respirar con normalidad.—¿Estás bien? —preguntó Leticia entrando a la oficina—. Oh, cariño.Su amiga se acercó y la abrazó. Entonces, Samantha se derrumbó. Su cuerpo tembló con el llanto mientras Leticia le frotaba la espalda. En algún momento, ella se las arregló para llevarla hasta el sofá.Al cerrar los ojos vio la mirada de Giovanni llena de repugnancia. Los mismos ojos que la habían mirado con dulzura, se habían vuelto fríos. E incluso después de eso, él todavía le había dado el dinero. Quizás para herirla, o quizás porque, pese a lo que había hecho, quería ayudarla y esa posibilidad la
Giovanni se había pasado la mañana trabajando, al igual las últimas dos semanas. Siempre era el primero en llegar y el último en irse. Sin embargo, Samantha lograba colarse entre sus pensamientos tan pronto se tomaba un descanso y, sin importar cuan agotado terminara al final del día, su mente volvía a ella antes de dormir.A menudo se preguntaba qué estaría haciendo y si ya lo había superado. Algunos días se había sentido tentado a buscarla, pero no había cedido.Un par de golpes sonaron en la puerta y lo devolvieron a la realidad.—Giovanni —saludó su padre entrando a la oficina. —Papá. —Se puso de pie para saludarlo.Él le dio un abrazo, luego dio un paso atrás y observó la oficina como si estuviera buscando algo.—Sin cables que te aten a este lugar y aun así has estado pasando demasiado tiempo aquí.—¿Qué te trae por acá? —preguntó, en lugar de caer en su juego.—¿Acaso necesito un motivo para ver a mi hijo?—No.Su padre se sentó y Giovanni lo imitó.—Además, si dieras señales
Samantha se dio cuenta que algo pasaba tan pronto entró en la galería. Leticia guardó rápido su celular y le dio una sonrisa algo exagerada. Su amiga no era la mejor para disimular.—Jefa —saludó ella con la voz unas octavas más alto de lo normal.—¿Qué es? —preguntó sonriendo divertida.—Nada —respondió Leticia, demasiado rápido.Su mañana no había sido la mejor, por cuarto día consecutivo se había despertado con náuseas y mareos. Al menos, ese día no había vomitado. Pese a que la noche anterior se había ido a la cama bastante temprano, se sentía como si no hubiera dormido nada.Tomar una taza de café para ayudarle a combatir el cansancio, no era una opción. No, desde que había considerado la posibilidad de que lo que tenía fuera más que un simple virus estomacal.—No parece que sea nada.Leticia se rascó la parte posterior de la cabeza, algo que hacía cuando estaba nerviosa.—Quizás es mejor si no lo sabes.Samantha perdió su sonrisa y empezó a preocuparse. Sus palabras no presagiab
Giovanni se pasó una mano por el cabello y soltó una maldición al ver las fotografías de él con Lara en la fiesta de inauguración del hotel.Horatio le había hecho una corta visita en cuanto llegó a su oficina para burlarse de él y luego le había enviado el link a su celular.Leyó el primer párrafo y no se molestó en continuar. Cerró la página esperando que quedara en el olvido y nadie más lo viera, pero no pasó mucho tiempo antes de que su celular empezara a sonar.—Demonios —musitó al ver el nombre quien estaba llamando—. Hola, mamá —saludó.—Sé que eres reservado, pero me habría gustado enterarme que estás saliendo con alguien a través de ti y no de una revista.—Ella y yo no tenemos nada.—¿Estás seguro? Porque tu padre me contó que conociste a alguien y estoy segura que un hijo mío no se mostraría en público con otra mujer, si está viendo a alguien más.No había tenido tiempo de considerar si Samantha ya había visto las imágenes. ¿Y qué importaba? Los dos no tenían nada. Ella pod
Samantha no habría podido alejar la mirada de Giovanni, incluso si lo hubiera intentado. Las semanas que habían estado separados no habían ayudado a hacer que se sintiera menos atraída por él. Era injusto, porque era evidente que él no había tardado en superarla.Recordó a la rubia que acaba de marcharse y sintió un malestar en el estómago. Por la manera en la que había tratado a Giovanni, era fácil deducir que las noticias acerca de los dos no eran ninguna mentira.¿Era posible que para él no hubiera significado nada? Giovanni se lo había dado a entender la última vez que se vieron, pero se había convencido de que era el rencor hablando por él… Ya no estaba muy segura.—¿Piensas decir algo en algún momento?Su voz la sacó de su aturdimiento.—¿Algún día me dejarás explicarte por qué lo hice?Los ojos de Giovanni la miraron con frialdad. Antes —durante apenas unos segundos— había creído ver anhelo en ellos, pero era más probable que hubiera sido producto de su imaginación.—¿Es por es
Giovanni no estaba seguro de como sentirse. Aún estaba tratando de hacerse a la idea de que iba a ser padre, eso sí Samantha no le había mentido. Esperaba que no fuera el caso porque si se trataba de otro de sus planes para sacarle dinero, la iba a destrozar.La observó en silencio. Se veía mucho mejor ahora que el color había vuelto a su rostro, hasta era capaz de asegurar que tenía un brillo especial, pero lo más probable es que solo fueran alucinaciones suyas.—Deja de mirarme —le reprochó Samantha levantando la mirada de su comida.Al menos ya no estaba fingiendo que no existía. En el viaje de su oficina hasta el restaurante no le había dicho ni una sola palabra, al igual que todo el tiempo que llevaban allí, aunque.—¿Ya has visto un doctor? —preguntó.Era imposible no preocuparse por su estado de salud y el de su bebé después de verla perder la conciencia—Aun no, pensaba hacerlo la semana que viene.—Reservaré una cita para mañana.—¿Tienes algún obstetra agendado en tu teléfon
Samantha había olvidado lo bien que se sentían los labios de Giovanni y durante unos segundos se dejó llevar. Él la besó con una ternura que contrastaba con el trato que le había dado en su oficina. Ese último pensamiento la regresó a la realidad.¿Qué demonios hacia besándolo después de cómo la había tratado? Se alejó y se puso de pie de un salto.—Aquí está todo lo que voy a necesitar. —Señaló su maleta y evitó la mirada de Giovanni lo mejor que pudo. Tenía el presentimiento de que, si lo miraba a los ojos, él se daría cuenta de sus sentimientos. Todavía estaba tratando de descubrir como hizo para que su voz no temblara—. Puedes llevarte mi equipaje ahora y enviarme tu dirección por mensaje. Esto ya está tomando más tiempo del que esperaba y tengo trabajo que hacer.—Regresaré por la noche para llevarte yo mismo.Samantha levantó la mirada, pero enseguida volvió a dirigirla hacia otro lado. Sin querer terminó mirando la cama y le fue inevitable recordar las horas que los dos habían