—Permítanme, mis princesas —Richard hizo una inclinación exagerada al apartar las sillas para que se sentaran, provocando que Emma celebrara divertida, imitando gestos refinados con sus pequeñas manos extendidas como una bailarina.Isabella se sentó, conteniendo una sonrisa genuina ante la escena. La brisa marina agitaba el mantel blanco mientras los empleados servían el almuerzo en la cubierta del yate.Para su sorpresa, Richard no mencionó el encuentro en el camarote. Durante el almuerzo, mantuvo una conversación estrictamente profesional sobre la valuación de la propiedad y sus expectativas con su trabajo durante el proyecto. Ella tomó nota, consciente de cómo sus dedos se demoraban al pasarle los documentos, cómo su rodilla rozaba ocasionalmente la suya bajo la mesa.Sin embargo, la forma en que la miraba por encima de su copa la inquietaba; como si estuviera saboreando lentamente el momento antes de atacar. Esta versión calculada y paciente de Richard la desconcertaba más que su
La cena transcurrió con una calma engañosa, las velas proyectando sombras suaves mientras el aroma del vino flotaba entre ellos. Se había portado como un caballero, recordándole por qué todo el que lo conocía caía rendido ante él. Emma se había quedado dormida poco después del postre, acurrucada en una de las tumbonas con King a su lado.—La llevaré a su habitación —murmuró Richard, levantándose para cargar a la niña con una delicadeza que contrastaba con su figura imponente.Isabella se acercó a la barandilla para contemplar la oscuridad del océano, con el corazón en un puño al darse cuenta que si la buscaba, ella caería de manera irremediable. Richard se acercó por detrás, tan cerca que ella podía sentir el calor emanando de su cuerpo.—Hay una subasta benéfica mañana —su voz era suave, seductora—. Me gustaría que fueras mi acompañante.Isabella se giró para enfrentarlo, consciente del espacio reducido entre ellos. La brisa marina jugaba con su cabello, llevando consigo el aroma d
El jet privado descendió sobre la costa y Nathan no apartó la vista de la pantalla de su teléfono. El punto rojo parpadeante en Rock Springs confirmaba lo que Mario le había informado: Isabella estaba allí. Aterrizó en la pista privada y descendió sin perder el tiempo. Un breve intercambio con el personal del aeropuerto, y ya estaba al volante de su auto de alquiler.Apenas puso las manos sobre el volante, sintió cómo la tensión se enroscaba en su pecho, creciendo con cada kilómetro recorrido. Su pulso martillaba y su rabia era casi incontenible. Cuando finalmente cruzó las puertas del club, deslizó la mano bajo su chaqueta y rozó el arma con los dedos.Las palabras de Gallagher lo corroían. Necesitaba saber cómo lo había descubierto. Al mismo tiempo, el cansancio del viaje se mezclaba con una furia latente, una que amenazaba con consumirlo todo.En el club, el sonido de la brisa marina se entrelazaba con las conversaciones de la élite local. Nathan se movía entre ellos como una somb
El estacionamiento del club estaba parcialmente cubierto por pérgolas con buganvilias, ofreciendo sombra a los vehículos de lujo. Nathan los guió entre los autos, el metal presionado contra el costado de Richard, cuando un auto se detuvo bruscamente, interrumpiéndolos.—¡Richard! No mencionaste que vendrías. —Amelia emergió de un Audi negro, con una expresión calculada. Se detuvo en seco al verlos y se interpuso entre ellos con naturalidad estudiada—. ¿Nathan...? ¿No estabas con nuestro padre?Richard se tensó bajo la amenaza, su voz tensa cuando preguntó:—Amelia, ¿qué haces aquí?Ella parpadeó, y Nathan reconoció esa recuperación instantánea tan característica de los Kingston. Sus ojos se movieron calculadamente hacia Isabella antes de responder.—Represento a la joyería —su sonrisa era tensa pero perfecta—. La pregunta es qué haces tú aquí.Nathan maldijo internamente. La voz de su hermana había atraído la atención de un grupo que regresaba de la playa privada.—¡Nathan Kingston! —
—Abre la boca.El sabor metálico persistía en su labio partido mientras Isabella se incorporaba. Se arrodilló frente a él, observando cómo Nathan enredaba los dedos en su cabello con esa brutalidad que otros temían.En ese momento, Nathan cometió el error de subestimarla.Isabella lo tomó sin advertencia, arrancándole un gruñido desde lo profundo de su garganta. Sus manos se tensaron en su cabello, pero ella ya había encontrado el ritmo preciso que erosionaba su control, ignorante de que ella ya tenía otros planes.Usó su lengua justo donde sabía que lo volvía loco, alternando entre succiones suaves y profundas que lo hacían gemir. Sus piernas se tensaron cuando ella se detuvo en la punta, torturándolo con movimientos lentos y precisos.Tiró de su cabello, intentando recuperar el dominio. Ella respondió tomándolo más profundo, usando sus manos para controlarlo mientras él se deshacía en gemidos cada vez más desesperados.Lo mantuvo al borde del precipicio, retrocediendo con precisión
Isabella estudió el mapa digital donde Sophia marcaba puntos con esa precisión que solo otorga la experiencia militar. La intersección parpadeaba en rojo como una advertencia: un edificio abandonado y un estacionamiento abierto flanqueaban la zona. El escenario perfecto para una emboscada.—Esta es una operación de nivel cinco —anunció Sophia en cuanto James abandonó la sala—. No toleraré improvisaciones ni heroísmos innecesarios.Identificó los puntos de cobertura, calculando tiempos y distancias mientras Sophia continuaba.—Walter e Isabella cubrirán la entrada oeste. La unidad de control mantendrá comunicación constante, sin excepciones.Walter se removió en su asiento, luciendo incómodo.—Nos encargaremos.—Esta no es una de tus cacerías habituales, Parker —Sophia lo atravesó con la mirada—. Cualquier desviación del protocolo y los retiro a ambos.Mario tecleaba sin pausa en su laptop, pero Isabella notó cómo deslizaba su teléfono hacia el borde de la mesa, con la pantalla mostran
—Cambio de planes, señoritas. Gallagher incluirá armamento pesado en la entrega —anunció James, estudiando cada rostro alrededor de la mesa—. Jorge evaluará la mercancía ahí mismo así que quiero que esto salga impecable.El ligero temblor en la mano de Sophia traicionó su fachada de control. Isabella miró de reojo a Walter, que tampoco parecía contento con la noticia. Un nudo se formó en su estómago; si no tomaba las decisiones correctas esta noche, las consecuencias serían devastadoras.—Señor —Sophia mantuvo un tono estudiadamente sereno—, el nivel de riesgo acaba de elevarse. Sugiero tomar el mando de la operación.—¿No confías en tus propios protocolos? —James arqueó una ceja.—Confío en mi experiencia... Permítame al menos supervisar personalmente a Hamilton antes de...—No.Las orejas de Sophia se encendieron cuando asintió con rigidez.—Como ordene, señor.Isabella bajó al área de preparación junto al resto del equipo. La asignación de James como líder de la operación había sid
No registró el disparo hasta que su pierna cedió. El fuego estalló en su cadera como un golpe seco. Nathan le había advertido que sería así, pero nada la había preparado para el dolor abrasador. El mundo se tambaleó. No podía rendirse al dolor. No todavía. Tenía que seguir moviéndose. Ella apretó los dientes, obligándose a mantener el ritmo, pero cada paso era un castigo. El maletín con los tres millones pesaba cada vez más.—¡Muévanse! —gritó, reconociendo los callejones que Mario le había mostrado la noche anterior. La ruta de escape era un laberinto diseñado para perder a la policía.Las sirenas sonaban demasiado cerca. Su pierna ardía con cada paso mientras se internaban en la red de pasajes industriales. El sudor comenzaba a empapar su uniforme y su labio partido palpitaba con cada respiración agitada.Walter jadeó detrás de ella antes de sujetarla contra su pecho.—¿Qué demonios...?—Cállate —gruñó, arrebatándole el maletín—. Incluso cojo, sigo siendo más rápido.Isabella inten