Horatio despertó bastante desorientado, en una habitación oscura.—¡Maldición! —gimió al sentir dolor en la parte de atrás de su cabeza. Intentó llevar una de las manos hasta allí, pero sus manos estaban sujetas detrás de su espalda, a lo que dedujo era una silla—. ¡¿Qué rayos?!Se tomó su tiempo para recordar lo que le había sucedido. El dolor incesante no le puso las cosas nada fáciles. Entonces, los recuerdos vinieron a él en un torrente de imágenes. Cinzia, la persecución y el golpe que había recibido justo antes de perder la conciencia.Se preguntó cuánto tiempo había pasado inconsciente y pensó en lo preocupada que debían estar Isla y toda su familia. Había sido un movimiento estúpido de su parte salir tras Cinzia por su cuenta, pero jamás habría imaginado que ella llegaría a secuestrarlo.Miró alrededor, sin lograr ver nada en realidad. Era imposible distinguir algo y eso le hacía imposible encontrar una salida. Así que intentó con otro enfoque. Quizás si podía liberar sus mano
Horatio se lavó las manos y salpicó agua en su rostro. Podía sentir sus músculos agarrotados y su mente algo confusa, quizás por los golpes que había recibido. No estaba, ni de cerca, preparado para escapar, pero no sabía si podría tener otra oportunidad. Se dio la vuelta y miró a Cinzia que seguía de pie en la puerta apuntándole con el arma. No era difícil deducir, por la manera como la agarraba, que no estaba familiarizada con una y eso era aún más peligroso. Ella podía dispararle por error. —Muchas gracias, ya me siento mucho mejor. —Le dio una sonrisa y avanzó hacia ella. Cinzia dio algunos pasos hacia atrás. —Sigues siendo preciosa —comentó sin dejar de mirarla—. Tal vez esto no esta tan mal. —¿Qué? —Las manos de Cinzia vacilaron y casi bajó el arma. —Sigo pensando que lo del secuestro fue demasiado y ni hablar de los golpes en la cabeza, pero comienzo a ver las cosas desde tu punto de vista. Las cosas entre nosotros eran perfectas, o al menos así lo creí, lamento los erro
Isla se sentía nerviosa, pero no se permitió alejar la mirada de la pantalla. El equipo de Angelo había logrado infiltrarse en la casa de Lando sin ningún contratiempo y parecía que aun nadie había detectado su presencia.Se habían detenido a unos metros de la casa, ocultos entre las sombras. Podía escuchar las esporádicas conversaciones entre los hombres, aunque la mayoría del tiempo solo usaban señas para comunicarse.Pese a que el lugar no estaba muy bien iluminado, podía ver todo lo que ocurría gracias a que las cámaras, que todos llevaban en las cabezas, estaban en modo nocturno. B Security tenía todo tipo de artefactos, la mayoría era tecnología de última generación.Los hombres de Angelo se dividieron en tres grupos diferentes y se dirigieron en dirección a la casa.Presenció como, uno a uno, se fueron deshaciendo de los guardias que patrullaban alrededor de la casa. Aún nadie se había dado cuenta de que estaban bajo ataque.—Cuatro menos —indicó Giovanni Vitale. Isla levant
—¿Horatio? —lo llamó Gio. Horatio tenía los ojos cerrados mientras intentaba concentrarse en su respiración para no pensar en el dolor en su vientre. Cinzia había cumplido su amenaza. Aunque era una verdadera suerte que ella no tuviera idea de cómo disparar porque estaba seguro que su objetivo era darle en la cabeza. —Horatio —insistió Gio, un poco más alto. —Deja de gritar —abrió los ojos con más esfuerzo de lo normal—. Puedo escucharte. Fuerte y claro. —Maldito idiota. Su primo tomó la silla a la que estaba atado y la levantó. Horatio había terminado de espaldas en el suelo, intencionalmente, como una táctica de distracción. El impacto había reanudado su dolor de cabeza, pero sí que había funcionado. El ardor en su vientre aumentó con el movimiento y Horatio hizo una mueca. —Ugh, eso sí que duele. —¿Están todos bien? —preguntó Ignazio entrando a la habitación. —Horatio necesita ir al hospital, recibió un disparo —informó Gio. —No es nada. Todavía no entiendo porque armas
—Al fin libre —comentó Horatio en cuanto comenzaron a alejarse del hospital.Isla sacudió la cabeza.—No sé de qué te quejas, si parecías bastante feliz con toda la atención que estabas recibiendo. —No iba a decirlo en voz alta, pero algunas enfermeras se habían mostrado demasiado serviciales para su gusto.—Alguien parece celosa —comentó Horatio y la tomó de la mejilla para darle un suave beso—. No tienes que estarlo, solo tengo ojos para ti. —Él la besó otra vez, pero esta vez el beso duró mucho más.Era fácil creer con él cuando sus acciones iban concordes a ellas. Horatio se había mostrado respetuoso con todo el personal de la clínica, pero eso era todo.—Me muero por estar contigo a solas —musitó él sobre sus labios, manteniendo unidas sus frentes. —¿Y qué crees que va a pasar cuando estemos a solas? —preguntó con una sonrisa de diversión—. Recuerda lo que dijo el doctor. No puedes hacer ninguna actividad extenuante.—Muchos dirían que el sexo es por demás relajante.Isla soltó
Horatio revisó los documentos en su mano, sintiéndose más y más asqueado conforme pasaba las páginas. Después del último informe que Rivera le había entregado sobre Gerardo, creyó que ya nada lo sorprendería, pero estaba equivocado. Las porquerías de Gerardo y Lando no parecían tener límites.Se iba a asegurar que Isla no viera aquella información, ella no necesitaba saber para el monstro que había trabajado. Horatio se había dado cuenta que no haber podido hacer nada para detener a Gerardo hace tiempo ya pesaba sobre la consciencia de Isla, no quería que tuviera más remordimientos al enterarse que el bastardo había hecho mucho más daño de lo que ella sabía. No cuando era obvio que no habría podido detenerlo.Era un alivio que Isla hubiera salido ilesa. Quizás Gerardo la había dejado en paz porque la consideraba un activo valioso o quizás tenía otros motivos ocultos. Un escalofrío recorrió su columna.—¿Está todo aquí? —preguntó mirando Rivera.—Así es, señor. Cada delito cometido con
Isla salió de sus pensamientos al sentir un apretón en sus manos. Dejó de mirar por la ventana del auto y giró la cabeza para ver a Horatio.—¿Todavía quieres hacer esto?—Por supuesto —respondió, determinada.Necesitaba ver a Cinzia y cerciorarse de que no existía ninguna posibilidad de que pudiera volver a hacerles daño. Había tratado de actuar como si todo estuviera bien ahora que Horatio estaba a salvo, pero algunas noches todavía se despertaba asustada.Horatio no entendía muy bien porque había insistido tanto en ver a Cinzia y no le hacía mucha gracia, aun así, se había encargado de coordinar la visita. Había tomado casi una semana ya que todavía no podían moverse con libertad y su equipo de seguridad necesitaba pensar en un traslado seguro.—Si siento que no estás cómoda o corres algún riesgo, nos marcharemos y no habrá discusiones al respecto. ¿Está claro?Sonrió.—Se supone que eres alguien relajado.—No cuando se trata de ti. Así que prométemelo. —Está bien, lo prometo.Él
Horatio se inclinó ligeramente hacia adelante y miró por el espejo retrovisor del conductor. —¿Cuál es? —preguntó. —Coche negro, un par de autos por detrás de nosotros. Encontró el auto del que su guardaespaldas le hablaba. —¿Estás seguro? —Aun no, pero vamos a confirmarlo en breve. El hombre condujo por otra cuadra y se detuvo a un lado de la pista. Luego se giró a hacia su copiloto y le hizo un gesto con la cabeza. Este se bajó del coche y fingió revisar las ruedas. —Se detuvo —informó el conductor hablando a través de su audífono. El copiloto regresó al auto y retomaron su viaje. —¿Qué harán ahora? —preguntó Isla. Él la tomó de la mano y le dio un apretón. —Seguir el plan. Horatio, al igual que todo su equipo de seguridad, habían considerado que aquello podía suceder. La probabilidad de que fuera Lando quien los estuviera siguiendo, era bastante alta. Él ya no contaba con el dinero para contratar a alguien que hiciera el trabajo sucio en su nombre o al menos eso esperaba