Capítulo: El eco de una traiciónLondres amanecía cubierto de un velo gris cuando Stephen apoyó la frente contra la ventana del hospital, viendo el reflejo cansado de sí mismo. La noche había sido larga, cargada de suspiros, de silencios densos, de pensamientos que se enredaban como hiedra en su mente agotada.Había pasado horas junto a la cama de su madre, vigilando su respiración pausada, sus gestos adormecidos. Cada tanto, Margaret abría los ojos, susurraba su nombre con voz débil y le apretaba la mano, como si temiera que se le escapara.Stephen no podía evitar sentir una punzada amarga en el pecho.¿Por qué ahora? ¿Por qué justo ahora, cuando su vida con Joselín estaba a punto de comenzar?—Tenés que ser fuerte, Stephen —se dijo a sí mismo en voz baja—. Por papá. Por Emily. Por todos.Alzó el celular y, como un reflejo natural, marcó el número de Joselín.Ella atendió casi enseguida, como si hubiera estado esperando su llamada.—Amor... —susurró él, apenas conteniendo el temblor
Capitulo:Promesas al Viento El celular vibró sobre la mesa de estudio de Joselín, interrumpiendo su concentración. Su corazón dio un vuelco al ver el nombre de Stephen iluminando la pantalla. Respondió de inmediato. —¡Amor! —dijo, dejando caer el bolígrafo. Al otro lado de la línea, la voz de Stephen sonaba diferente. Cansada. Triste. Más rota de lo que jamás había oído. —Jose... —susurró—. Necesito contarte algo. El alma de Joselín se tensó en un instante. —¿Qué pasa? —preguntó, conteniendo el aliento. —Es mamá —dijo Stephen, arrastrando las palabras—. Tiene... tiene una afección cardíaca grave. La están diagnosticando como miocardiopatía dilatada. El corazón no bombea como debería. Está agrandado. El flujo de sangre es insuficiente... y el riesgo de insuficiencia cardíaca es alto. Joselín sintió un frío recorrerle la espalda. —¡Dios mío, Stephen! —susurró, llevándose una mano a la boca. Él continuó, atropelladamente, como si al decirlo en voz alta doliera menos: —
Capítulo: La noche que cambió todoA veces los peores recuerdos no se forman en medio del dolor evidente, sino en los detalles más pequeños.En las cosas que no terminás de entender… hasta que ya es demasiado tarde.Stephen se pasó una mano por la nuca, cansado, sentado en la sala de espera del hospital. La cabeza apoyada contra la pared fría, los ojos cerrados, pero las imágenes seguían clavándose detrás de sus párpados.La noche que todo cambió había empezado como cualquier otro cumpleaños de Margaret Jones.Demasiado lujo.Demasiada perfección.Bajó las escaleras del salón de su casa natal, y lo primero que lo golpeó fue el olor penetrante de las flores caras, el destello de las lámparas de cristal, los flashes de los fotógrafos que su madre siempre contrataba “para documentar los momentos importantes”. Todo armado. Todo montado. Todo perfecto.La mesa larga, los manteles de hilo blanco, las copas de cristal tallado.Sonrisas que no llegaban a los ojos.Amigas falsas y vestidos que
Capitulo:El Juego Sucio La habitación de hospital olía a desinfectante y tristeza fingida. Las sábanas blancas contrastaban con la palidez cuidadosamente calculada de Margaret Jones, quien, recostada entre almohadones, jugueteaba con el borde de su bata como si el acto mismo le costara la vida. La puerta se entreabrió y entraron Charlotte Ashford, su eterna aliada, y su hija Amalia, seguida por la cardióloga de confianza, aquella mujer seria que había "avalado" los informes médicos fraudulentos. Margaret sonrió débilmente, con la sonrisa arrogante de quien cree haber ganado una guerra sin siquiera mancharse las manos. Charlotte fue la primera en acercarse. —Te ves tan... —buscó la palabra adecuada para no reírse— auténticamente enferma, querida. Margaret suspiró teatralmente. —Qué actuación la mía, ¿verdad? —susurró, con fingida modestia—. Por un momento hasta me creí la mejor actriz del West End. Charlotte soltó una risa baja, mientras Amalia miraba alrededor, asegurándose
Capítulo: La Guerrera de la NeonatologíaEl reloj del hospital marcaba las siete de la mañana cuando Joselín, enfundada en su bata blanca, cruzó el pasillo iluminado por la luz azulada de los neones.Caminaba despacio, acariciándose el vientre sin darse cuenta, con una sensación de mareo ligero que venía acompañándola en las últimas semanas. ya hacía casi diez días que Stephen estaba en Londres ,ya había avisado del porque se tuvo que susentar y en el hospital lo hiban a esperar,su lugar estaba seguro. Reorganizaron a sus pacientes y le dijeron a Joselín que no se preocupara que cuide a su madre . Ella tenia mareos y algunas náuseas que se los atribuía al estres de esas semanas . estaba por terminar el curso y tendría más tiempo para descansar .Nada grave, se decía a sí misma. Nada que no pudiera manejar.Tenía un propósito hoy. Un propósito pequeño, frágil, milagroso.Al llegar a la unidad de cuidados neonatales, su rostro cambió, como si el mundo entero se suavizara ante sus ojos
Capitulo La salida perfecta El aire de Londres parecía más espeso cada día para Stephen. Había pasado casi una semana desde el desmayo de su madre, y la vida en el hospital se había convertido en una rutina opresiva de análisis, monitoreos, visitas forzadas y sonrisas falsas. Stephen lo veía. Lo sentía. Pero no podía hacer nada. Estaba atrapado. Cuidaba a su madre como el médico responsable que era. Pero había algo que le dolía todavía más: ver a su padre, Edward, desmoronándose lentamente ante sus ojos. En el rostro de su padre, la angustia y el cansancio eran evidentes. Había bajado de peso, sus manos temblaban más de lo normal, y su piel había perdido ese brillo sano que Stephen recordaba. Esa tarde, mientras revisaba las constantes vitales de Margaret, no pudo ignorarlo más. —Papá, vení un segundo —le pidió, llevándolo a un costado del pasillo. Edward obedeció, arrastrando los pies. Stephen le tomó la presión en silencio. Alta. Demasiado alta. —Papá, tenés
Capítulo: Entre mentiras y fotografíasStephen recorría los pasillos del hospital, con una carpeta de análisis bajo el brazo, el rostro sombrío y el corazón cansado.Cada día era más evidente que algo no cerraba.Los exámenes de su madre parecían demasiado graves para lo bien que ella lucía a simple vista. Aunque Margaret se esforzaba en actuar débil frente a él, Stephen —cardiólogo al fin— comenzaba a notar las incongruencias.Pero la lealtad y el amor por su familia lo retenían.Ese día, después de una ronda rápida de control, Stephen fue al consultorio de la cardióloga que seguía el caso. La misma doctora que,la semana pasada, había entregado los análisis "críticos".Ella lo recibió con amabilidad forzada.—Doctor Jones —dijo, evitando su mirada—. Ya está todo lo que necesitaba su madre. Yo... voy a transferir el caso a otro colega.Stephen frunció el ceño.—¿Por qué?La mujer respiró hondo, como buscando fuerzas.—Problemas personales. Prefiero no involucrarme más.Su madre tien
Capítulo – Sombras en el Té El reloj marcaba las cinco en punto cuando Margaret anunció, como quien lanza una orden, que irían a tomar el té.Ya estaba en su casa hacia varios días . Edward, cansado pero siempre dispuesto a complacerla, aceptó de inmediato. Emily sonrió débilmente, aunque sus ojos grises seguían mostrando una sombra de preocupación. Stephen, como cada tarde desde hacía semanas, se dejó arrastrar por la inercia, la culpa y el amor filial. Lo que no esperaban era que, como siempre, Amalia apareciera. Vestida impecablemente, con un vestido claro y una sonrisa que se quería tímida, pero resultaba forzada, Amalia se sumó a la mesa del te como si hubiera sido invitada. Stephen apretó la mandíbula. No dijo nada. No era su estilo armar escenas innecesarias. Pero cuando vio cómo Amalia ocupaba el lugar junto a él, cómo su madre le lanzaba miradas cargadas de silencioso mandato, sintió una punzada de enojo helado. Pidieron té, pastelillos, y la conversación giró en torn