"Una noche, una promesa, un milagro"La noche envolvía Alicante en un manto de brisa tibia y murmullos de mar.En el pequeño departamento de Stephen Jones , el mundo parecía detenerse. No había horarios. No había más compromisos. No había futuro ni pasado.Solo ellos.Joselín, vestida apenas con una fina bata de algodón, lo miró con esos ojos caramelo que parecían derretir cada fibra del alma de Stephen.Él avanzó hacia ella como un hombre que camina hacia su salvación.—Mi amor... —susurró, rozándole el rostro con los nudillos, como si temiera que se desvaneciera.Joselín sonrió, pequeña, tímida, y al mismo tiempo tan infinitamente valiente.Stephen la tomó en sus brazos con la delicadeza de quien sostiene un milagro.Y la besó.Primero, sus labios. Luego, su frente. Después, cada párpado cerrado, cada mejilla sonrojada.La llevó hasta la cama, sin apuros, como quien deshoja lentamente una flor sagrada.Le quitó la bata con manos temblorosas de amor, no de deseo apresurado, y se arro
Capítulo : "Un plan lleno de esperanza"La tarde llegó lentamente sobre Alicante, tiñendo de oro viejo los balcones y las calles empedradas cada atardecer era un espectáculo en esa parte del mundo.Joselín después de un día de trabajo en el hospital,le tocaba estudiar para una prueba muy importante,cerró su laptop con un suspiro, el corazón latiéndole rápido por la emoción… y por la preocupación de lo que significaba lo que le había llegado al correo electrónico.Stephen, sentado en el sillón con un libro de medicina en las manos, levantó la vista en cuanto la vio.—¿Todo bien, amor? —preguntó, dejando el libro a un lado.Joselín mordió su labio inferior, una costumbre que Stephen encontraba absolutamente adorable.—Salió un curso —empezó ella, caminando hacia él con pasos lentos—. Es un curso importantísimo de neonatología intensiva. Solo se abre una vez al año. Y adiviná qué... justo empieza la semana próxima el mismo día que pensamos viajar a Londres. Para el cumpleaños de tu ma
"La telaraña invisible"La tarde en Alicante caía lentamente, dorando las calles con ese brillo nostálgico que parecía envolverlo todo en una calma tibia. Stephen dejó su chaqueta en el respaldo del sillón, recién llegado del hospital, y apenas encendió su teléfono, vio que tenía una llamada perdida de Londres.Su madre.Suspiró, sintiendo ese peso antiguo, ese eco de deber y resignación que Margaret Jones siempre había sabido cargarle en los hombros desde pequeño.Con un movimiento lento, casi reacio, presionó el botón de llamada.La voz de su madre, pulida y fría como siempre, atravesó la línea con esa dulzura forzada que él conocía demasiado bien.—Stephen, querido... ¿cómo estás, mi amor?Stephen apretó la mandíbula un instante antes de responder.—Bien, mamá. Trabajando mucho. Preparando... cosas —dijo, sin querer adelantar nada sobre su boda.—Me imagino —contestó Margaret, con un dejo de fingida emoción—. Yo... no he estado muy bien últimamente.Stephen frunció el ceño.—¿Qué p
Alicante amaneció cubierto por una bruma suave esa mañana.Stephen se asomó al balcón del departamento que compartía cada vez más con Joselín, como si la ciudad quisiera retenerlo. Como si el aire mismo le susurrara que no debía irse.El viento acariciaba las macetas de lavanda que Joselín cuidaba con tanto amor, y a Stephen le dolía el pecho de solo pensar en alejarse, aunque fuera por unos días.Una opresión extraña lo acompañaba desde que había hecho las maletas.Algo, una sensación difícil de explicar, le decía que no debía irse. Que el hogar estaba aquí.Que esta vez, el viaje no sería como otros años.Se volvió hacia la cama.Joselín dormía todavía, envuelta en las sábanas, el cabello desordenado como un halo de luz, la respiración tranquila, profunda.Últimamente dormía más de lo habitual.Stephen sonrió con ternura, apoyándose contra el marco de la puerta."Debe ser el estrés", pensó.Los exámenes, las prácticas en el hospital, el curso intensivo que había aparecido de improvi
Capítulo: El eco de una traiciónLondres amanecía cubierto de un velo gris cuando Stephen apoyó la frente contra la ventana del hospital, viendo el reflejo cansado de sí mismo. La noche había sido larga, cargada de suspiros, de silencios densos, de pensamientos que se enredaban como hiedra en su mente agotada.Había pasado horas junto a la cama de su madre, vigilando su respiración pausada, sus gestos adormecidos. Cada tanto, Margaret abría los ojos, susurraba su nombre con voz débil y le apretaba la mano, como si temiera que se le escapara.Stephen no podía evitar sentir una punzada amarga en el pecho.¿Por qué ahora? ¿Por qué justo ahora, cuando su vida con Joselín estaba a punto de comenzar?—Tenés que ser fuerte, Stephen —se dijo a sí mismo en voz baja—. Por papá. Por Emily. Por todos.Alzó el celular y, como un reflejo natural, marcó el número de Joselín.Ella atendió casi enseguida, como si hubiera estado esperando su llamada.—Amor... —susurró él, apenas conteniendo el temblor
Capitulo:Promesas al Viento El celular vibró sobre la mesa de estudio de Joselín, interrumpiendo su concentración. Su corazón dio un vuelco al ver el nombre de Stephen iluminando la pantalla. Respondió de inmediato. —¡Amor! —dijo, dejando caer el bolígrafo. Al otro lado de la línea, la voz de Stephen sonaba diferente. Cansada. Triste. Más rota de lo que jamás había oído. —Jose... —susurró—. Necesito contarte algo. El alma de Joselín se tensó en un instante. —¿Qué pasa? —preguntó, conteniendo el aliento. —Es mamá —dijo Stephen, arrastrando las palabras—. Tiene... tiene una afección cardíaca grave. La están diagnosticando como miocardiopatía dilatada. El corazón no bombea como debería. Está agrandado. El flujo de sangre es insuficiente... y el riesgo de insuficiencia cardíaca es alto. Joselín sintió un frío recorrerle la espalda. —¡Dios mío, Stephen! —susurró, llevándose una mano a la boca. Él continuó, atropelladamente, como si al decirlo en voz alta doliera menos: —
Capítulo: La noche que cambió todoA veces los peores recuerdos no se forman en medio del dolor evidente, sino en los detalles más pequeños.En las cosas que no terminás de entender… hasta que ya es demasiado tarde.Stephen se pasó una mano por la nuca, cansado, sentado en la sala de espera del hospital. La cabeza apoyada contra la pared fría, los ojos cerrados, pero las imágenes seguían clavándose detrás de sus párpados.La noche que todo cambió había empezado como cualquier otro cumpleaños de Margaret Jones.Demasiado lujo.Demasiada perfección.Bajó las escaleras del salón de su casa natal, y lo primero que lo golpeó fue el olor penetrante de las flores caras, el destello de las lámparas de cristal, los flashes de los fotógrafos que su madre siempre contrataba “para documentar los momentos importantes”. Todo armado. Todo montado. Todo perfecto.La mesa larga, los manteles de hilo blanco, las copas de cristal tallado.Sonrisas que no llegaban a los ojos.Amigas falsas y vestidos que
Capitulo:El Juego Sucio La habitación de hospital olía a desinfectante y tristeza fingida. Las sábanas blancas contrastaban con la palidez cuidadosamente calculada de Margaret Jones, quien, recostada entre almohadones, jugueteaba con el borde de su bata como si el acto mismo le costara la vida. La puerta se entreabrió y entraron Charlotte Ashford, su eterna aliada, y su hija Amalia, seguida por la cardióloga de confianza, aquella mujer seria que había "avalado" los informes médicos fraudulentos. Margaret sonrió débilmente, con la sonrisa arrogante de quien cree haber ganado una guerra sin siquiera mancharse las manos. Charlotte fue la primera en acercarse. —Te ves tan... —buscó la palabra adecuada para no reírse— auténticamente enferma, querida. Margaret suspiró teatralmente. —Qué actuación la mía, ¿verdad? —susurró, con fingida modestia—. Por un momento hasta me creí la mejor actriz del West End. Charlotte soltó una risa baja, mientras Amalia miraba alrededor, asegurándose