Capítulo: A Corazón Abierto La luz blanca del hospital no alcanzaba a calmar el temblor que se le había instalado en el pecho a Fabián. No sabía cómo había llegado hasta allí, ni cómo había estacionado, ni siquiera si había traído consigo los papeles que Lilian le había pedido. Solo recordaba el llamado. Las palabras entrecortadas. El “tu hija está internada” que lo partió al medio. El miedo le había nublado la vista. El corazón se le había ido a los pies. Y ahora… estaba frente a una imagen que jamás habría imaginado. Stephen. Tirado contra la pared como un animal herido, las manos en la cara, los hombros sacudidos por un llanto que ya no se molestaba en esconder. Fabián no lo pensó. El instinto le ganó al razonamiento. —¿Qué le hiciste? ¡Yo te mato! —rugió, avanzando un paso, como si las palabras fueran puños. Stephen alzó la cabeza. Tenía los ojos inyectados, la barba crecida, la piel vencida. No era el médico brillante ni el joven encantador. No era el hombre que soña
Capítulo: Lo Que el Corazón SabeEl sol comenzaba a filtrarse entre las cortinas del hospital, dibujando una luz suave que acariciaba el rostro de Joselín. Estaba sentada, aún débil pero serena, mientras su padre le sostenía la mano como cuando era niña, como cuando tenía fiebre y él le prometía que todo iba a estar bien.—¿Estás bien, hija? —preguntó Fabián, con esa voz baja que a veces escondía más emoción de la que podía sostener.Joselín asintió, apenas.—Sí, papá. Estoy mejor.Fabián respiró profundo. Se le notaba en la mirada que algo venía. Se aclaró la garganta y se sentó al borde de la cama, sin soltarle la mano.—Bueno… ahora te voy a hablar como tu padre. Pero también como ese hombre terco que, cuando empezaste con Stephen, quiso separarlos.Joselín lo miró sorprendida. Él bajó la mirada y sonrió con tristeza.—¿Te acordás de eso?—Claro que sí, papá —respondió ella, con una sonrisa suave—. Lo peleaste más que mamá…Fabián soltó una risita entre dientes, pero se le humedeci
Capítulo: Donde Empieza la Luz Punto de vista: Joselín El cuarto estaba en penumbra, apenas iluminado por la luz tenue de la lámpara de pared. Joselín reposaba semiacostada sobre la camilla, con las piernas cubiertas por una manta liviana y las manos cruzadas sobre el vientre, como si pudiera proteger con ellas el pequeño universo que latía dentro suyo. No sabía por qué, pero no podía dormir. Quizás era el silencio. O el peso de todo lo que había escuchado de Emily. O el vacío que todavía le apretaba el pecho… ese que solo podía llenarse con una sola voz. Y entonces… esa voz llegó. Retumbando por el pasillo. No fue su corazón lo que escuchó. Fue la voz de Stephen. No gritaba. No hablaba fuerte. Pero su voz se filtraba desde el pasillo, quebrada, temblorosa. El eco de sus palabras viajaba por las paredes como un secreto que ya no quería esconderse. Y entró a su habitación como si alguien abriera las ventanas del alma. —¡Por tu culpa casi pierdo a mi hijo! Joselín se quedó h
Capítulo:Un Nuevo Latido / Un Silencio EternoPrimera Parte: Un Nuevo LatidoStephen no quería soltarla. No quería separarse ni un solo centímetro de Joselín. Después de tanto sufrimiento, ahora que la tenía entre sus brazos, era como si todo lo demás desapareciera.Ella, con la cabeza recostada en su pecho, sentía su corazón latir fuerte y seguro. Y eso era todo lo que necesitaba.Stephen le besó la frente con devoción, cerrando los ojos.—Te amo —susurró—. Te amo con toda mi alma.Perdoname, Joselín… por todas las injusticias que te hizo pasar mi madre.Te juro por Dios… —su voz tembló— que vos sos la única mujer de mi vida.Siempre lo fuiste. Siempre lo serás.Joselín le acarició la mejilla, sonriendo con ternura.—Ya está, amor… —le susurró—. Vamos a superar todo esto.Yo no quiero estar más triste.Quiero pensar en nuestro bebé.Quiero que seamos felices.Y así lo vamos a hacer.Stephen la abrazó más fuerte. No necesitaban hablar más. No necesitaban remover heridas. Ellos se ent
Capítulo 1: Golpeado por la realidad El motor del auto rugía suavemente bajo sus manos temblorosas. Emanuel Ferreira tenía los nudillos blancos de tanto apretar el volante, pero ni siquiera se daba cuenta. Toda su atención estaba en la entrada del hotel, donde el mundo que había construido en su cabeza se derrumbaba en cuestión de segundos. Allí estaba ella. Georgina López. Su secretaria. Su amante. La mujer con la que, hasta hace unas horas, había compartido una noche de pasión desbordante, la misma que lo había envuelto en promesas susurradas en la penumbra de una habitación de hotel. Y ahora, ella salía de ese mismo lugar… con otro hombre. Un vacío helado le recorrió el estómago. Era una escena sacada de sus peores pesadillas. Georgina se veía impecable, con el vestido negro que él mismo le había quitado la noche anterior. Cada paso suyo era seguro, confiado, como si no tuviera ni una gota de culpa en su sangre. Como si él jamás hubiera existido. Pero lo peor no era verla. E
Capítulo 2: La Trampa de Georgina Emanuel golpeó la puerta con furia. Una. Dos. Tres veces. El sonido retumbó en la noche silenciosa, un eco de su rabia contenida. Su pecho subía y bajaba con fuerza. Su respiración era errática. La traición lo carcomía desde adentro. Dentro de la casa, había un murmullo. Luego, pasos apresurados. La puerta se entreabrió con cautela. Y allí estaba ella. Georgina López se apoyó contra el marco de la puerta, con el cabello despeinado y los labios hinchados, como si acabara de levantarse. Sus ojos destilaban sorpresa… y una pizca de fastidio. —Emanuel… ¿qué demonios haces aquí? Su tono era una mezcla de incredulidad y molestia. Él no respondió. No podía. Porque detrás de Georgina, en la penumbra del pasillo, estaba él. Ismael. Su hijo. Descalzo, con el torso desnudo, con una expresión de desconcierto en el rostro. El estómago de Emanuel se contrajo con violencia. Un golpe seco y cruel. No podía ser. No podía ser. Pero estaba allí. En su ca
Capítulo 3 La Resaca de la Verdad Emanuel llegó a su casa con el cuerpo pesado y la mente destrozada. Apenas podía sostenerse en pie. No sabía si era el whisky que había bebido o el impacto de su sueño… o pesadilla. Todo se sentía demasiado real. Los pensamientos lo atormentaban, cada uno más oscuro que el anterior. Ismael. Georgina. Su propio hijo, involucrado con la misma mujer que él había tenido en su cama. El asco le revolvió el estómago. No podía ser cierto. Pero la angustia que lo carcomía por dentro le decía lo contrario. Entró en su habitación y cerró la puerta con fuerza, como si pudiera dejar todo lo que sentía del otro lado. Se quedó de pie en la oscuridad, respirando con dificultad. El pecho le dolía. Sentía que algo lo estaba ahogando por dentro. Se llevó las manos al rostro, intentando calmarse. Pero no podía. El peso de la incertidumbre lo estaba matando. Se dejó caer en la cama y miró el techo. Quería dormir, desaparecer, dejar de pensar. Pero su cuerpo
Capítulo 4 : La inquietud de Verónica El bar había quedado en silencio, salvo por el murmullo lejano de la música y el sonido de los vasos chocando en la bandeja de Marta. Pero en la cabeza de Verónica, el eco de la conversación con Emanuel seguía retumbando como un grito mudo, como una herida abierta que se negaba a cerrarse. Había atendido a muchos hombres dolidos, muchos que buscaban ahogar sus penas en alcohol y palabras arrastradas por el whisky. Pero Emanuel Ferreira no era como los demás. Había algo en su historia que la golpeó con una intensidad inesperada, que la dejó inquieta, con un nudo en el estómago que no podía ignorar. Su hijo. No era solo el engaño lo que lo destrozaba, sino la traición en su forma más cruel. Verónica lo había visto en sus ojos, en la forma en que apretaba los puños sobre la barra, conteniendo una rabia que amenazaba con devorarlo desde dentro. No le dolía solo la infidelidad, sino la certeza de que su hijo estaba con la misma mujer que él había am