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Tu madre era el capullo y yo no quería ser la jaula

Tan pronto como terminó la ceremonia, nos dirigimos al área que recibiría a los invitados para la cena.

Busqué a Francis con los ojos, pero no lo encontré. Pero tan pronto como llegamos a nuestra mesa, él estaba allí, ya sentado. Se levantó y saludó a todos. Cuando recibí el beso en la mejilla, sentí que su barba crecía levemente, haciéndome cosquillas en la piel. Su olor nunca cambió. Llevaba el mismo perfume desde su adolescencia. Y seguía siendo lo que elegí para él. Ahora tenía la opción de elegir otro aroma, pero aun así prefería quedarse con el que a mí me gustaba.

- ¡Te ves hermosa, Vi! Dijo mirándome a los ojos.

- Tú también, Francisco. - le devuelve el cumplido, sinceramente.

Sacudió la cabeza, sonriendo, y se sentó. Pronto mi padre comenzó a hablarle sobre su trabajo como juez. Y me quedé allí, mirándolo, con la cara apoyada en mi brazo, incapaz de prestar atención a una sola palabra que decía mi padre.

Se sirvió la cena. Por suerte para mí, era comida italiana. Tenía miedo
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