Unas horas después, Tania se encontraba en medio de la selva. Caminaba sin saber a dónde y completamente agotada. Tenía cientos de preguntas en la cabeza, pero primero, necesitaba un baño, comida caliente y una cama mullida para poner las ideas en orden.Lo peor, era tener que soportar la mala cara del musculoso y la de la mujer, quienes cada vez que podían la fulminaban con su rencor; o el rostro curioso y algunas veces divertido del rubio, que la hacía pensar que se burlaba de ella. Sin embargo, lo que más la inquietaba era la intensa mirada de Carlos, que la escondía cada vez que ella lo observaba.Lucas, en cambio, avanzaba silencioso, pensativo y molesto. No se detenía ni amilanaba el paso y nunca le soltaba la mano. Por un lado la hacía sentir segura, pero por otro, la enfurecía. Él sabía que ella necesitaba, aunque sea, ánimo para continuar. Su mutismo la enervaba.—A pocos metros hay unas cuevas. Allí podremos pasar la noche y atacar el galpón en la mañana.El musculoso había
Tania abrió los ojos, pero encontró oscuridad. Esperó un largo minuto mientras se acostumbraba a la penumbra y sus nervios se serenaban, no quería entrar en pánico. Lo único que captaba eran fuertes olores. Todos desagradables.Cuando logró que la vista se le aclarara, levantó el torso y se apoyó en los codos. El corazón casi le estalló en el pecho al ver a una mujer de silueta delgada y de larga y desordenada melena sentada a su lado, con la atención fija en ella. Procuró no hacer movimientos bruscos mientras se alejaba para afirmar la espalda en la pared. Llegó al límite casi enseguida, entendiendo que el lugar donde se hallaba era bastante pequeño.—¿Quién eres?... ¿Dónde estamos? —preguntó con esfuerzo. La garganta le ardía.—Tiene días sin hablar, es inútil que le preguntes algo.Una voz femenina, con un marcado acento extranjero, se escuchó a varios metros. Tania forzó la mirada para ver a la persona que le había hablado, aunque le fue imposible. Lo que sí pudo notar fue la imag
Al despertar, sintió un leve dolor de cabeza. Había soñado con perros furiosos que la perseguían para clavar sus filosos dientes en ella.Se sobresaltó al ver a Lucas a su lado. La observaba con seriedad.—¿Cómo te sientes?Ayudada por él, se sentó sobre la mesa de hierro.—Creo que voy a vomitar —dijo. Cerró los ojos y se sostuvo la cabeza con una mano para esperar a que le pasara el mareo.—Si puedes, hazlo. Eso te ayudará a sentirte mejor. Tenemos que salir pronto de aquí.Enseguida todos los recuerdos cayeron en su mente. Comenzó a mirar nerviosa cada rincón. Buscaba algún rastro de sus captores.Los dos hombres que la habían apresado y el que le colocó la inyección, estaban en el suelo, inconscientes. El musculoso y el rubio ayudaban a la mujer que viajaba con ellos a sacar a las prisioneras. Y Carlos, vigilaba el exterior desde la puerta, con heridas sangrantes en el cuerpo, pero se veía firme. Mantenía los puños y el rostro endurecido, atento a cualquier movimiento.—¿Qué suced
Al despertar, una luz brillante y azulada le segó la visión. Se cubrió los ojos por instinto e intentó levantarse, pero unas manos enguantadas en látex la obligaron a acostarse de nuevo. El terror la dominó y comenzó a luchar para soltarse del agarre. Sin embargo, una cálida voz familiar sonó junto a ella y la calmó.—Tranquila, Tania. Estás a salvo.Forzó la vista y pudo notar que se encontraba en la sala de un hospital, rodeada por otros pacientes, por algunas enfermeras y por Carlos, que estaba a su lado y le acariciaba los cabellos.—¿Qué sucedió?—Te desmayaste.—¿Cuándo…? —Esperó a que una enfermera terminara de revisar la vía que tenía en el brazo para conversar con él en privado—. Lo último que recuerdo es que nos rodearon unos militares, pero después… todo se vuelve confuso.—Estabas muy asustada, llorabas y temblabas. Los nervios te vencieron.Quedó pensativa, hacía un gran esfuerzo por recordar.—Estamos en el Jarillo. Nos trajeron al hospital del pueblo. Pronto regresarás
Los sonidos armoniosos de los pájaros la despertaron. Una luz tenue entraba por la ventana abierta, acompañada de una brisa cálida y agradable. Se movió en la cama sintiéndose a gusto en ese colchón mullido. Sonrió mientras se restregaba como un gatito, bajo unas sábanas de seda.De pronto, un ramalazo de cordura le abrió el entendimiento. ¿Dónde demonios estaba?Sus ojos se abrieron de par en par para observar con recelo la habitación de paredes de madera. Afuera se escuchaban sonidos selváticos, que incluían el paso de un río. Se sentó de golpe sin apartar la mirada de la puerta cerrada. El tamborileo del corazón le agitaba la respiración y le agolpaba la sangre en la cabeza.Giró el rostro y se percató que sobre la mesita de noche se encontraba un frasco sin etiqueta, similar al que se había hallado en el fatídico cuarto de control del que escapó una semana atrás.Bajó de la cama y salió a toda velocidad de allí. La habitación contigua era un espacio pequeño que fungía como cocina
El regreso del musculoso evitó que Tania pudiera saber más de lo ocurrido. Lucas salió al exterior para hablar con el hombre y calmarlo, pero constantemente miraban hacia donde ella se encontraba. Eso la incomodó.Fue a la habitación donde antes estaba para tener privacidad y pensar en su situación y en lo que haría. Sin embargo, fue poco el tiempo en que logró estar sola, Lucas entró mirándola con atención y se dirigió hacia una de las mesitas de noche para sacar de la gaveta una libreta de anotaciones y un bolígrafo.—Te dejaré los tiempos en que debes tomar la medicina. Si los cumples, mantendrás tus impulsos controlados, sino, te dominarán las necesidades.Él escribía absorto en la libreta mientras ella lo detallaba. Lo notaba diferente. Bajo la camisa percibía músculos que antes no habían existido y los pantalones vaqueros parecían quedarle más ajustados.—Regresaré en unas horas. No salgas, afuera lo único que encontrarás será selva. —Al culminar, dejó la libreta sobre la mesa y
La furia estaba a punto de hacerla enloquecer. Tania iba sentada en la parte trasera de una camioneta de vidrios polarizados, rodeada por Carlos y por uno de los sujetos de ojos amarillos cuyo aroma le tenía los ánimos crispados, ya que olía a peligro y amenaza. Si fuera un perro o un felino, tuviera los pelos del lomo levantados y gruñiría por la ira.Carlos no le había dirigido la mirada desde que apareció el barbudo del laboratorio, se notaba apenado, pero a la vez, enfadado. Ella pensaba que ellos de alguna manera lo estaban haciendo actuar en contra de su voluntad. Se negaba a perder la fe en todos a su alrededor, era imposible que no hubiese alguien de confianza.Con disimulo acercó una mano hacia la de él logrando que la mirara con ansiedad al sentir su contacto. Con ojos suplicantes le pedía que la ayudara, pero lo que hacía era aumentar el desasosiego del hombre.Salieron del pueblo en dirección a las montañas. Tomaban la vía hacia Caracas. Eso la desesperó. Quizás la llevarí
Se detuvieron en un restaurante de carretera, con intención de cenar algo. Lucas pidió varias cosas y se apartaron a una mesa retirada.Tania comía como un animal hambriento, con grandes bocados que tragaba casi sin masticar. Él la observaba con atención, con una pequeña sonrisa en los labios. Disfrutaba del espectáculo.—¿Es todo lo que vas a comer? —consultó ella con la boca llena, al ver que solo había tomado una hamburguesa. El hombre aumentó la sonrisa.—Sí. Desayuné suficiente esta mañana y tomé cada una de las dosis que me correspondían de la medicina. Por eso estoy bien.La chica lo observó con extrañeza, sin dejar de masticar. Él se inclinó en la mesa apoyándose en sus brazos para hablarle de forma confidencial. Al notarla confundida, sintió la obligación de darle una mejor explicación.—Nos han inyectado ADN de animales, nuestro organismo es capaz de aprender a comportarse como ellos, incluso, nuestro estómago.La chica trataba de tragar, tanto la información que recibía, co