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Secretos Letales
Secretos Letales
Por: SilvinaTracy
INICIO - PRESENTACIÓN DE PERSONAJES

ROSARIO GARCÍA

Nací en Colombia, pero desde pequeña vivo en Estados Unidos. Mi familia decidió mudarse en búsqueda del sueño americano y gracias al arduo trabajo pudieron conseguirlo.

Tengo 27 años y aunque estudié en la universidad no ejerzo mi profesión. Soy chef, pero aunque amo cocinar, cambié mis sueños profesionales por el amor de un hombre.

Conocí a Ricardo Fontana a la salida de la universidad por amigos en común. Al verlo, comprobé que el amor a primera vista si existe. Él, es un hombre guapísimo de piel canela apenas un poquito más oscura que la mía. Es alto, atlético, fuerte. Todo en el me gustaba y así lo quisiera me era imposible encontrarle defectos. Claramente, con él también aprendí que el amor es ciego.

Después de un año de novios, Ricardo me pidió ser su esposa y ese día me sentí la mujer más dichosa que habitaba en este mundo. Apenas dos meses después caminé al altar vestida de blanco. Mi cabello castaño estaba semi recogido y adornado con pequeñas flores blancas. El maquillaje que escogí era muy natural. Solo quise resaltar mis ojos verdes que es lo que más llama la atención de mi.

Ricardo trabajaba en una empresa de fabricación de material médico. Él se encargaba de la parte administrativa, aunque también supervisaba las entregas y los pedidos. Jamás tuve conocimiento de cual era su sueldo mensual. Yo solamente era la encargada del hogar y de sus necesidades.

Además de la cocina, uno de mis mayores sueños era ser madre. Amaba los niños y haber sido hija única solo hizo que anhelara tener una familia numerosa algún día. Casarme con Ricardo me hacía sentir aún más cerca de cumplir ese sueño.

Tomé pastillas anticonceptivas mientras estuvimos de novios y hasta los ocho meses de matrimonio. Fue una decisión de los dos dejar de cuidarme e intentar concebir. Se que no siempre un hijo llega cuando se lo busca, sino que un embarazo se logra cuando varios factores están en sintonía para que ocurra.

Los primeros tres meses de búsqueda fueron emocionantes. Hacer un test de embarazo de los que detectan temprano aquella hormona que solo segregan las futuras madres faltando dos o tres días para que llegara mi periodo, me resultaba hasta divertido. Con el paso del tiempo comencé a pensar diferente y a sentirme completamente distinta al respecto. Cada prueba era negativa, una tras otra.

Mi madre me decía siempre que no debía sentirme mal y que en el momento de dejar de buscar con insistencia un bebé, seguro llegaría.

Mi esposo me veía con tristeza y me acompañaba en cada desilusión cuando mi periodo llegaba. Él siempre estaba a mi lado, o aparentaba estarlo. Claro que todo cambiaría, pero nada me prepararía para todo lo que tendría que vivir...

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RICARDO FONTANA

Soy Ricardo Fontana y tengo 31 años. Conocí a mi dulce morenita y de inmediato quedé flechado por ella, por su belleza, su dulzura, su sencillez y su optimismo.

Siempre creí que Rosario era la mujer perfecta para mí. Teníamos diferencias, pero ella siempre pareció no notarlas. Yo no soy una persona tan optimista, pero ella siempre me ha apoyado y me ha ayudado a ver una nueva perspectiva de las situaciones que creo más desfavorables.

Se que hice mal al casarme con ella engañada. Yo sé que cometí un terrible error y que cargaré con esa cruz por siempre.

Antes de conocer a Rosario, sufrí un fuerte golpe que podría dejarme estéril. Al sanar, un análisis confirmó que mi recuento de espermas era más bajo de lo normal. Jamás soñé con ser padre y por eso hasta me alegré al descubrir que no podría tener hijos.

Recuerdo que mi médico me dijo que había tratamientos que podría probar. Aquellos procedimientos tenían una efectividad un tanto baja de éxito. Pensé en hacerme la vasectomía para reducir toda ínfima posibilidad de ser padre, pero acabé decidiendo no hacerla por cuestiones de tiempo.

Rosario era la mujer de mi vida, pero tenía un defecto que era desear tener hijos. Siempre fue dócil, amable y dedicada. Creí que después del matrimonio ella dejaría de soñar con ser madre, pero acabé por comprender que en ese aspecto no podría negociar.

Los primeros meses de búsqueda, ella se mostró comprensiva. Cuando él tiempo fue pasando y ella no quedó embarazada, comenzó a ir al médico con frecuencia buscando las causas.

-Morenita escúchame. Algún día llegará, seguramente cuando menos lo esperes o quizás en nuestro futuro no haya hijos- Fueron mis palabras incontables veces

-Quiero ser madre, tener un hijo tuyo y mío, fruto de todo el amor que nos tenemos. Dime si no sería maravilloso- Veía en sus ojos la emoción al imaginar aquello que jamás formó parte de mis sueños y ambiciones. Me sentía incapaz de decirle la verdad por no perderla

El amor que le tenía a mi dulce morenita me impedía ser sincero con ella y decirle que jamás cumpliría su sueño de ser madre. Ella me hubiese entendido si le revelaba mi esterilidad, pero no podría entender que no quiero someterme a ningún tratamiento porque no quiero tener hijos.

Mi situación se la confíe a mi hermano y de casualidad se enteró una amiga que trabaja conmigo. Los dos son sumamente discretos y se que jamás revelarían lo que por tanto tiempo le he escondido a mi mujer.

Lo que yo no sabía era que mi matrimonio con Rosario si cambiaría y que los milagros existían, aunque nada sería tal como yo lo esperaba.

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DANIEL O'HIGGINS

Soy sacerdote en una pequeña capilla. Jamás me enamoré de alguien que no fuera Dios y desde que soy un adolescente solo deseo entregarle a él mi completa devoción.

Provengo de una familia pequeña, respetable, adinerada y, puede que también desafortunada.

Durante generaciones, los hombres de mi familia por parte de padre han experimentado una enfermedad en sus veintes. Cada uno de ellos perdió su fertilidad de manera significativa. Eso le sucedió a mi abuelo, a sus hermanos, a mi padre.

Siempre mis padres desearon tener varios nietos. Mi madre deseaba tener varios hijos y de no haberse quedado embarazada siendo súper joven no hubiese logrado ser madre, al menos no junto a mi padre.

Tengo un hermano, Matías, que tiene dos años menos que yo y que gracias a Dios no ha demostrado signos de enfermedad. Él fue padre hace apenas unos meses y junto a su esposa planea volver a buscar pronto para tener una familia más grande.

Recuerdo que mí madre nos hizo congelar muestras por si algún día queríamos ser padres o para ayudar a alguien de nuestra familia en caso de no poder tener una muestra que fuera buena al momento de usarla.

Mí madre siempre estuvo en contra de mí vocación y no porque no fuera creyente, sino porque ella anhelaba que sus hijos formaran sus propias familias tal como ella y mí padre hicieron.

Se que no tengo aquella enfermedad que ha castigado a mí familia, porque no tuve síntomas, pero también se que mí amor por Dios es eterno, así como mí deseo de servirle.

Fue un shock para mí enterarme que una mujer esperaba posiblemente un hijo mío, pero ese sería el menor de mis problemas. Jamás quise abandonar mí servicio a Dios y no existió mujer que llamara mí atención para hacer algo tan radical como eso.

Mí fe siempre fue fuerte e inquebrantable, pero una extraña cadena de sucesos desafortunados ocurriría para cambiar varias vidas, principalmente la de una mujer desconocida y la mía.

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