La joven ingresó a la casa y Francis al auto emprendiendo viaje hacia el hospital. Durante el trayecto, práctico que iba a decirles a sus padres. Sabía que él merecía una disculpa, pero seguramente sus padres también. Bajó del vehículo tras estacionarlo y se dirigió a recepción a preguntar por su hermano.—¡Buenas tardes! Quisiera saber sobre Dustin Galanis—¿Es usted familiar?—Soy el hermano.—El paciente se encuentra en la habitación 210 de terapia intermedia.—¿Lo han trasladado?—Sí, en el día de anoche. Ahora está sedado porque tuvo un ataque de histeria, pero es normal en pacientes como él.—Entiendo. ¿Hay alguien con él ahora?—No me figura nada en el sistema, pero no es horario de visita hasta dentro de una hora.—Sé que te comprometo, pero por favor, déjame subir.—Lo siento, no puedo arriesgarme —espetó con pesar.—Está bien, iré a dar una vuelta hasta que se haga la hora. Gracias de toda forma.—Por supuesto.El joven se retiró del mostrador y comenzó a caminar hacia la sa
Francis se apresuró a subir al elevador y en pocos minutos estaba en el piso que correspondía a la habitación de su hermano. Buscó el número porque no recordaba en que ala estaba y al divisarla, ingresó.Dentro había una enfermera atendiendo a su mellizo.—¡Francis! —exclamó feliz.—Hola Dustin. —Acarició el brazo del joven en señal de saludo.—Con permiso —espetó la enfermera y se retiró de la sala.—Veo que te has recuperado bien —indicó Dustin.—Un poco, estuve en coma.—Los Galanis somos huesos duros de roer —bromeó el joven—. Sé sincero, ¿cómo te sientes?—Algo débil, pero los doctores dicen que me recuperaré.—Claro que sí.—¿Cómo está Kimberley? ¿Y los niños?—¡Vaya! Qué extraño que preguntes por ellos primero y no por Leila.—Ellos son más importantes.—¿Por qué?—Porque son familia, Francis. Kimberley será pronto tu esposa. Leila ya ni siquiera es mi prometida.—¿Disculpa? ¿Cómo tu familia?—No escuchaste bien Francis —espetó molesto—. Dije familia, no: mi familia.—Es igual.
Francis salió de la habitación con una sensación de angustia en el pecho. Había creído que la conversación con su hermano sería distinta y lo aliviaría, pero sin embargo lo dejó más confundido que antes. Buscó a sus padres por el hospital y al hallarlos le informó que los esperaba. Luego decidió dejar el lugar hacia su hogar. Antes de llegar a la casa, pasó por un drugstore a comprar algunas cosas para los pequeños, y un presente para ella. Estacionó el auto frente al garaje y tardó unos segundos antes de bajar, pero al hacerlo se sintió aliviado de estar en su hogar con su familia. —Familia llegué —exclamó desde la puerta. —¡Papi! —Corrió a su encuentro Siena. —Papi Francis. —La secundó Misael. —Mis pequeños. ¿Cómo están? —Muy bien —respondió la niña por los dos. —¡Hola mi amor! —Saludó a Kimberley al verla. —Hola, amor —respondió ella—. ¿Cómo te ha ido? —No me ha ido mal, pero tampoco cómo esperaba. —Bajó su mirada hacia la bebe—. Hola mi pequeña hadita. —Hoy estaba un poco
Francis la tomó entre sus brazos y la abrazó. La joven se acurrucó y cerró los ojos para descansar. Kimberley tardó dos días en tomar la decisión que le había pedido Dustin de poder ver a los pequeños, pero cuando finalmente lo hizo se los comunicó a sus hijos y ellos se pusieron muy contentos de qué su tío Dustin estuviera sanando.A mitad de semana cuando regresaron del kinder, volvieron a preguntar.—¿Cuándo veremos al tío Dustin?—El viernes, aún faltan dos días.—¿Y por qué no podemos ir hoy?—Porque durante la semana ustedes tienen actividades, pero el viernes ya estarán libres.—¿Le podemos hacer dibujos cómo a papi Francis? —preguntó Misael.—Claro que sí, seguramente eso le guste.—¿Podemos ir por un dulce, mami? —consultó Siena.—Papi es quien está manejando, pregúntale a él.—¿Papi podemos? —inquirió la pequeña.—Por supuesto, podemos. Algo rico, para comer luego de la cena. ¿Qué dicen?—Sííí. —respondieron a dúo.—¿Qué les parece un pastel de chocolate y crema?—¡Oh, eso s
El joven comenzó a caminar hacia donde estaba su prometida y giró la cabeza solo una vez solo para ver que sus padres se retiraban. Cuando llegó a la puerta de la habitación, tomó de la mano a Kimberley.—¿Estás lista? —inquirió Francis.—Sí —respondió con un suspiro.—¡Oye! Pase lo que pase dentro, sabes que siempre me tendrás contigo. —La joven asintió.—¿Qué pasa? ¿Vamos a entrar o no? —preguntó Misael.—Por supuesto que sí, solo le daba ánimos a mami porque está nerviosa —comentó el joven.—¡Mami! ¿Quieres un abrazo? —preguntó la pequeña. Kimberley asintió.Los tres abrazaron a la joven con fuerza.—Ahora si ya me siento lista —espetó con una amplia sonrisa.—Entremos entonces —acotó Francis.El joven abrió la puerta y pasó primero luego hizo pasar a los pequeños con un gesto de silencio. Y finalmente pasó Kimberley con la pequeña en brazos.—¡Hey! —espetó con entusiasmo Dustin—. Cuántas visitas.—Hola tío Dustin —saludó de lejos, Siena.—Te trajimos unos regalos en papel, para qu
La pareja se tomó de la mano y caminó hacia el aparcamiento para buscar su auto. Los padres de Francis estaban esperando fuera del auto, pero los niños ya estaban sentados dentro del mismo.—Nos detendremos a mitad de camino para cargar combustible —indicó su padre.—¡De acuerdo! —indicó Francis.—Entonces, todos a bordo —acotó el hombre mayor e hizo el sonido de la máquina del tren, haciendo reír a los pequeños.—¡Qué raro es viajar sin ellos! —comentó Kimberley una vez el auto arrancó.—Te entiendo, se siente tranquilo el auto, y encima Lana duerme. —La noche en la cual estuve con Francis, no solo estuve con él, porque fue una fiesta de la amiga de una amiga, esa noche fue un descontrol y me sentí arrastrada por mis mejores amigas, cuando semanas después me enteré del embarazo, decidí seguir adelante sola porque no tuve más contacto con ninguno de los dos, al volver a encontrarme con Francis sentí algo muy fuerte, pero no sabía que era y tuvimos un pequeño romance, luego nos dejamos y cuando él regresó a buscarme le conté que tenía hijos, pero no me animaba a decirle que podían ser de él.—No puedo creerlo —musitó anonadada la mujer.—Por favor no me juzgue.—No, no te juzgo cariño. Solo que tenía otra imageCapítulo 104
—¿Qué quieren ver?—Dibujitos —respondieron a dúo.—¿Alguno en especial?—Yo les daría el control a ellos, o te volverán loco —acotó Francis. El hombre lo miró confundido—. Creeme, saben manejar el aparato mejor que nosotros.—¡De acuerdo! —Se lo entregó a Siena que estaba más cerca.—Recuerden, un rato cada uno —comentó el joven.Los niños asintieron y ambos adultos se dirigieron hacia la cocina donde estaban ya las mujeres con la beba.—Sí logras que coman hamburguesa