Capítulo 99

Francis se apresuró a subir al elevador y en pocos minutos estaba en el piso que correspondía a la habitación de su hermano. Buscó el número porque no recordaba en que ala estaba y al divisarla, ingresó.

Dentro había una enfermera atendiendo a su mellizo.

—¡Francis! —exclamó feliz.

—Hola Dustin. —Acarició el brazo del joven en señal de saludo.

—Con permiso —espetó la enfermera y se retiró de la sala.

—Veo que te has recuperado bien —indicó Dustin.

—Un poco, estuve en coma.

—Los Galanis somos huesos duros de roer —bromeó el joven—. Sé sincero, ¿cómo te sientes?

—Algo débil, pero los doctores dicen que me recuperaré.

—Claro que sí.

—¿Cómo está Kimberley? ¿Y los niños?

—¡Vaya! Qué extraño que preguntes por ellos primero y no por Leila.

—Ellos son más importantes.

—¿Por qué?

—Porque son familia, Francis. Kimberley será pronto tu esposa. Leila ya ni siquiera es mi prometida.

—¿Disculpa? ¿Cómo tu familia?

—No escuchaste bien Francis —espetó molesto—. Dije familia, no: mi familia.

—Es igual.
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