Francis quedó parado en medio del corredor frizado por la noticia de su hermano, se arrepintió de haberles dicho a sus padres antes de saber un poco sobre la situación. La mujer que lo había llamado para darle la noticia había exagerado o bien su hermano había mejorado en los últimos minutos. Caminó hasta un banco de la sala y le envió una nota de voz a sus padres para contarles las novedades y decirle donde los esperaba.
Inclinó su cuerpo hacia adelante y tomó su cabeza con ambas manos las cuales deslizó hasta tocar su nuca. Si algo le pasaba a Dustin lo destrozaría, pensar en aquello lo hizo darse cuenta que esa conexión que tenían de pequeños e incluso que se había extendido hasta la adolescencia, la había perdido. Él se había perdido, pero su hermano también
—Claro que sí. —Sonrió y él secó las últimas lágrimas que quedaban en los ojos de ella—. Más que nada en este mundo.Francis se levantó y se sentó en la silla junto a Kimberley. La miró a los ojos y tomó su barbilla con una de las manos, acercó el rostro hacia la chica y sus labios quedaron a pocos centímetros. La respiración de ambos era agitada, se vieron a los ojos dándose de cuenta del amor que tenían por el otro y finalmente el poco espacio que existía desapareció cuando Francis posó sus labios sobre los de la joven.El beso duró varios minutos. Cuando se distanciaron se sonrieron con la mirada llena de amor. Francis abrazó a Kim y permanecieron en esa posición por largo tiempo, mientras
Siena y Misael corrieron hacia la mesa del comedor y se sentaron cada uno en una silla y esperaron impacientes a que su madre les llevase lápices y hojas para hacer unos dibujos. La joven se sentó en la esquina y observó cómo dibujaban sus hijos, un suspiró alivió su interior y una leve sonrisa se asomó en sus labios.Cerró los ojos y le pidió al cielo tranquilidad para su vida, siempre existieron turbulencias, pero en los últimos cinco meses la situación se había salido de control.—Mami, mami. —Siena tocaba el antebrazo de la joven para que hiciera caso.—¿Qué, mi amor? —preguntó la joven cuando regresó a la realidad.—Ya termin&
Francis regresó a la cena, mientras que Kimberley se dirigió hacia la sala, cuando llegó allí se encontró con el mismo escenario que el ochenta por ciento de las peleas que tenían sus mellizos. Ambos tironeaban del control remoto, el objeto de su deseo. La joven sonrió olvidando el regaño que iba a darles, mientras se dirigía al lugar y se paró a unos metros con los brazos colocados como taza, apoyando sus palmas sobre la cintura. Arqueó una ceja e intentó parecer seria.—¿Qué está sucediendo aquí? —inquirió en tono serio, ambos pequeños se dieron vuelta al escuchar a su madre y dejaron de forcejear.—Misael no quiere darme el control —chilló Siena.—Mis &
La semana pasó rápido para los pequeños, a pesar de que cada veinticuatro preguntaban cuánto faltaba para viajar. El viernes llegó y los niños aparecieron con ropa de calle en la habitación de sus padres, sobresaltando a la pareja.—Papi, mami. —Ingresaron a la habitación gritando..—¡Carajo! —espetó Kimberley asustada.—Mami —exclamó asombrada Siena.—No tiene que entrar gritando a la habitación —protestó la mujer aturdida.—¡Lo siento, mami! —exclamaron al unísono con tristeza.—No entristezcan pequeños, s
Kimberley comenzó a juntar las cosas y colocarlas en el lavabo para limpiarlas y luego guardarlas. Abrió el grifo para que corriera el agua y tuvo que tomarse del borde del lavabo, respiró profundo cuando sintió que el vientre se le ponía duro y eso hizo que se inclinara hacia delante.En ese momento ingresó su hermana a la cocina.—¿Kim estás bien? —inquirió su hermana preocupada.—Sí, solo fue un dolor en el vientre. —Se incorporó para saludarla.—¿Estás en labor de parto? —preguntó preocupada.—No, claro que no —dijo espantada—. Apenas estoy entrando en las veintiocho seman
El hombre le indicó la dirección que debería tomar y sin que pudiera decirle más nada el joven salió corriendo en la dirección indicada. Cuando llegó abrió la puerta e ingresó, en el momento en que la enfermera estaba colocando una inyección en el goteo conectado al brazo. La mujer se alejó y elevó la mirada con una sonrisa dibujada en sus labios, un gesto con la cabeza señaló un saludo para el joven y Kimberley volteó.—Fran. —La joven estiró una de sus manos para tomar al joven.—Vengo de la calle, no sé si es seguro que te toque, amor —espetó el joven.—En la mesita de noche tiene gel desinfectante, puede ponerse sin problemas —espetó la mujer&mda
—Felicidades papis —musitó dulcemente el doctor.—¡Lana! —Vio cómo pudo, a la pequeña desde la posición en la que estaba.—¡Es hermosa! —exclamó el joven acariciando la cabeza de la bebe.—¿Cómo se llama?—Lana Rose Roux Galanis —respondió Francis con una gran sonrisa y con los ojos llenos de lágrimas.—Muy bien, bienvenida al mundo Lana Rose —espetó el doctor—. Debemos vestirla y llevarla a su incubadora.—¿Qué? ¡No! No se la lleven. —Kimberley vio cómo el doctor se la daba a una enfermera.
—Creo que se llenó —expresó su hermana con una sonrisa.—Eso parece. ¿Me ayudas a cambiarla?—Por supuesto —Jennifer se levantó en el momento en que Kimberley apoyaba sobre las piernas a la bebe—. ¿Cuál quieres? —preguntó la mujer mostrando dos bodies en alto.—El rojo es más abrigado.—Pienso igual.—De todas formas, debemos traer más ropa de ella.—En el fondo la esperaban —comentó la hermana sonriente.&mdas