El sol ha vuelto a salir para toda California por igual. Aunque la rutina de Dustin y Leila distaba mucho de lo que era para la familia de Kimberley y Francis. La joven prometida se encontraba tomando café en la sala de su casa, mientras veía un poco de noticias en su tablet. Estaba distraída y no escuchó cuando su prometido había ingresado, él se dio cuenta y quiso sorprenderla.
—¡Buenos días! —La chica se sobresaltó y arrojó lo que quedaba de su café sobre el asiento del sofá.
—Maldita sea, Dustin. —Escupió molesta al ver lo que había hecho, se apresuró a secar la tablet que también se había mojado.
—Solo fue una broma —espetó cambiando su humor.
Francis quedó viendo como se alejaba su hermano, pensando en todo lo que habían hablado y tratando de entender porque su relación con Kimberley era tan armónica, no porque no tuvieran alguna que otra discusión, pero peleas fuertes como la de Dustin, nunca había pasado. Sin duda era una mujer que no debía dejar escapar. Dustin bajó hasta el estacionamiento y abandonó el lugar, tardó un par de horas hasta que se animó a llamar por teléfono a su prometida. Varios timbrazos después, alguien respondió del otro lado. —¡Hola! —escuchó una voz masculina que le era familiar. —¿Quién habla? —preguntó confundido y escuchó un sonido extraño. —¿Dustin? —preguntaron del otro lado, la voz era femenina—. ¡Me escuchas! —Me equivoqué de n
El resto del viaje, Francis sacó otro tema de conversación para que su mellizo no siguiera sintiéndose mal. Hablaron un poco de trabajo, y otro poco de cine. Ayudó a su hermano con las cosas en su casa, al ver toda la ambientación, sintió pena por el joven. Y pensó que quizás, Leila no era para él, como no lo había sido su ex. Las relaciones largas sin compromiso real, no funcionaban. Fue en ese momento en que se sintió bendecido de apresurar las cosas con Kimberley. Veinte minutos después estuvieron nuevamente en el auto, rumbo a la casa que Francis compartía con su prometida. Aparcaron el auto contra el borde de la acera y bajaron casi al unísono. Dustin iba caminando detrás de su hermano, observando el parque delantero cómo si nunca hubiese visitado la casa. Ingresaron a la propiedad y vieron que la joven esperaba cubierta con una manta sentada sobre el sofá. —¿Estás ocupado? —preguntó el hombre serio.—No, pase. —El hombre pasó y él cerró la puerta—. Tome asiento —dijo invitándolo a sentarse, con pocos ánimos—. ¿En qué puedo ayudarlo doctor Smith? —inquirió el joven.—Me han notificado que dejó la sala de operaciones hace unos minutos. ¿Quiero saber que te sucede? —preguntó recargando su cuerpo sobre la silla.—No sé que me sucedió en el quirófano, usted sabe que no soy así…—No necesitas justificarte conmigo —indicó el mayor—. ¿Quiero saber por qué te saliste en medio de la operaciónCapítulo 39
El resto de la guardia fue demasiado larga para Dustin, su mente no se despegó casi ni un segundo de la discusión que habían tenido con Leila. En varias oportunidades se tuvo que disculpar con sus colegas por responder toscamente o de mala manera. Apenas pudo descansar debido al trabajo que tuvo, fue una jornada agotadora, las últimas dos horas se sintió indispuesto, y tuvo la fortuna de que no hubieran más operaciones.Eso era lo que más le gustaba de sus guardias nocturnas, que no tenía operaciones programadas, cómo sucedía cuando debía trabajar en guardias dobles y eran veinticuatro horas continuas de trabajo. Se encontraba en su oficina y veía cada treinta segundos el reloj del móvil deseando que el tiempo fuera más rápido para poder irse. Si en ese momento caía un herido de gravedad, no se i
Kimberley salió de la habitación dejando la puerta abierta, bajó las escaleras y vio que Francis estaba caminando hacia la entrada, se quedó parada en el final esperando a que el joven abriera.Unos segundos después estaba ingresando por el pequeño corredor que unía con la sala junto a Leila.—Prefiero no hablar de eso en este momento —respondió la joven a la pregunta que le había hecho Francis.—Hola Leila, muchas gracias por venir. —Saludó a la joven con dos besos.—Es un placer, tenía un poco de tiempo por eso me ofrecí. —Sonrió—. ¿Dónde está la pequeña? —preguntó. Sin importar lo que creyera de la mujer, siempre le gustaba ser políticamente correcta, aunque dijeran que solía ser una hipocrita. Dejó el móvil y unos minutos después, casi cuando estaba por salir para la última ronda de los niños que habían quedado internado, sonó el aparato. Se fijó quién era, y decidió atender.—¡Hola Lei! —Saludó el joven.—Hola Dust —respondió la chica.—¿Quería preguntarte si puedes quedarte unos minutos más en el hospital? Quisiera hablar contigo, antes de que te vayas a la casa.—De acuerdo, puedo quedarme unos minutos más. —Frunció el ceño—. ¿Ya Capítulo 42
Sophie tomó el sobre, Leila veía todo en cámara lenta. Vio cuando lo agarró, y cortaba uno de los laterales sin romper el papel interior, para eso lo puso a contraluz. Cuando el sobre estuvo abierto, la mujer sacó el contenido y comenzó a leerlo. Los ojos de la pediatra estaban pendientes de cada línea que leía su amiga, lo supo por el recorrido que hacían sus ojos. Fueron los minutos más largos de su vida. Esperó hasta que no soportó más el silencio.—¿Qué dice? —preguntó interesada.—Creo que es mejor que lo veas por ti misma —espetó su amiga volteando el papel para ponerlo delante de la joven.—No, por favor dime —protestó la mujer.
—¿Qué quieres? —preguntó secamente la joven.—Hola Leila, quería saber si estarás en tu casa esta noche.—Sí, ¿pero tú no tienes que trabajar? —indagó la joven.—Tenía, pero uno de mis compañeros me pidió un enroque para el sábado porque tiene una despedida de soltero —respondió Dustin—. Así que él va hoy, y yo lo cubro ese día —acotó con la voz desinflada.—¿Y para qué quieres ir a mi apartamento? —tenía la esperanza de que fuera para una conversación, se la debían.—Me he dejado en tu casa un pa