Capítulo 30

—Arriba, arriba, arriba —gritaron al unísono—. Ya es de día.

—¡Qué bonito despertar! —espetó el joven sonriendo.

—En tres días te preguntaré si piensas lo mismo —carcajeó la chica.

—Claro que sí, está recarga de energía es hermosa. —Los niños lo tenían prisionero con sus pequeños brazos.

—Tenemos hambre —espetaron a la vez.

—Entonces deberán dejar que nos levantemos para que podamos hacerles el desayuno —comunicó su madre.

—Sííí —exclamaron bajándose de la

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