Ambos bajaron a la vez y él rodeó el auto, mientras ella lo esperaba al lado de la puerta por donde bajó, la tomó de la mano e ingresaron a la casa y detrás de ellos su hermana con la pareja. Los niños estaban ocupados jugando con unos bloques y sus primos, se notaba que el ambiente no era óptimo y los cuatro pequeños lo presintieron. Francis se encargó de despedir a Amber en la puerta.
—Haré un poco de café —comentó su hermana levantándose del sofá—. ¿Quieres uno? —le preguntó Jennifer.
—No, solo quiero acostarme —dijo cargando su cabeza sobre el respaldo del sofá donde estaba, Francis se sentó a su lado.
—Ve a acostarte un rato, hermana. Yo me quedo
Kimberley había dormido toda la tarde, y al ver por la puerta de cristal que conducía al parque posterior se dio cuenta de que ya era de noche, la luna se encontraba grande en el cielo, y deseo poder brillar tanto cómo ella, pronto. Ingresó a la cocina donde se encontraban todos, los niños jugaban en la mesa junto a Jennifer armando un rompecabezas grande, mientras que Dustin junto a su prometida Leila se encontraban conversando con Michael.—¡Lo siento mucho, Kimberley! —indicó Leila con un abrazo.—Mi más sentido pésame —comentó Dustin tocando el hombro de la joven en señal de apoyo.—Gracias a ambos —acotó la chica suspirando.—Sé lo que
La pareja se despidió de los presentes y decidió dejar el parque detrás. Los tres entraron a la casa para ir hasta la entrada principal. —¿Michael desde cuando no te gusta el cine? —inquirió extrañada Jennifer. —Lamento haber mentido —indicó a su pareja—. No me ha caído bien, ese tal Dustin. —Es el cuñado de mi hermano, Mich —indicó la mujer, espantada. —No te preocupes, el hermano tampoco tiene una muy buena relación con él —declaró Kimberley. —Siento haber sido descortés, pero hay algo que no me gustó de él. —Se disculpó con su cuñada. —No te preocupes, no podemos gustarles a todos, ni todos gustarnos a nosotros —comentó ella—. ¿Quieren más café?
La joven había tardado más de lo que Francis creía por lo que fue a buscarla, cuando abrió la puerta sigilosamente por sí los pequeños dormían, vio que ella estaba dándole el beso de buenas noches.Le sonrió al verlo y el joven le devolvió el gesto.—¿Quieres darles el beso de las buenas noches? —inquirió en un susurro.—No quiero despertarlos —musitó el joven aún en la puerta.—No lo harás —acotó ella.El joven pasó y ella le cedió el paso para que lo hiciera.Luego ambos salieron tomados de la mano. Francis acorral&oacu
El sol ha vuelto a salir para toda California por igual. Aunque la rutina de Dustin y Leila distaba mucho de lo que era para la familia de Kimberley y Francis. La joven prometida se encontraba tomando café en la sala de su casa, mientras veía un poco de noticias en su tablet. Estaba distraída y no escuchó cuando su prometido había ingresado, él se dio cuenta y quiso sorprenderla.—¡Buenos días! —La chica se sobresaltó y arrojó lo que quedaba de su café sobre el asiento del sofá.—Maldita sea, Dustin. —Escupió molesta al ver lo que había hecho, se apresuró a secar la tablet que también se había mojado.—Solo fue una broma —espetó cambiando su humor.
Francis quedó viendo como se alejaba su hermano, pensando en todo lo que habían hablado y tratando de entender porque su relación con Kimberley era tan armónica, no porque no tuvieran alguna que otra discusión, pero peleas fuertes como la de Dustin, nunca había pasado. Sin duda era una mujer que no debía dejar escapar. Dustin bajó hasta el estacionamiento y abandonó el lugar, tardó un par de horas hasta que se animó a llamar por teléfono a su prometida. Varios timbrazos después, alguien respondió del otro lado. —¡Hola! —escuchó una voz masculina que le era familiar. —¿Quién habla? —preguntó confundido y escuchó un sonido extraño. —¿Dustin? —preguntaron del otro lado, la voz era femenina—. ¡Me escuchas! —Me equivoqué de n
El resto del viaje, Francis sacó otro tema de conversación para que su mellizo no siguiera sintiéndose mal. Hablaron un poco de trabajo, y otro poco de cine. Ayudó a su hermano con las cosas en su casa, al ver toda la ambientación, sintió pena por el joven. Y pensó que quizás, Leila no era para él, como no lo había sido su ex. Las relaciones largas sin compromiso real, no funcionaban. Fue en ese momento en que se sintió bendecido de apresurar las cosas con Kimberley. Veinte minutos después estuvieron nuevamente en el auto, rumbo a la casa que Francis compartía con su prometida. Aparcaron el auto contra el borde de la acera y bajaron casi al unísono. Dustin iba caminando detrás de su hermano, observando el parque delantero cómo si nunca hubiese visitado la casa. Ingresaron a la propiedad y vieron que la joven esperaba cubierta con una manta sentada sobre el sofá. —¿Estás ocupado? —preguntó el hombre serio.—No, pase. —El hombre pasó y él cerró la puerta—. Tome asiento —dijo invitándolo a sentarse, con pocos ánimos—. ¿En qué puedo ayudarlo doctor Smith? —inquirió el joven.—Me han notificado que dejó la sala de operaciones hace unos minutos. ¿Quiero saber que te sucede? —preguntó recargando su cuerpo sobre la silla.—No sé que me sucedió en el quirófano, usted sabe que no soy así…—No necesitas justificarte conmigo —indicó el mayor—. ¿Quiero saber por qué te saliste en medio de la operaciónCapítulo 39
El resto de la guardia fue demasiado larga para Dustin, su mente no se despegó casi ni un segundo de la discusión que habían tenido con Leila. En varias oportunidades se tuvo que disculpar con sus colegas por responder toscamente o de mala manera. Apenas pudo descansar debido al trabajo que tuvo, fue una jornada agotadora, las últimas dos horas se sintió indispuesto, y tuvo la fortuna de que no hubieran más operaciones.Eso era lo que más le gustaba de sus guardias nocturnas, que no tenía operaciones programadas, cómo sucedía cuando debía trabajar en guardias dobles y eran veinticuatro horas continuas de trabajo. Se encontraba en su oficina y veía cada treinta segundos el reloj del móvil deseando que el tiempo fuera más rápido para poder irse. Si en ese momento caía un herido de gravedad, no se i